De robots y androides: En los 22 años de la muerte de Isaac Asimov (1920-1992)



Lo confieso de entrada se mas de “maternidad de gallinas” que de economía y ROBÒTICA!

Pero con todo no me haré el “care gallina” y trataré de economizar espacio para compartirles un poco sobre la ROBÒTICA.

Cuando decimos ROBOT, nos imaginamos inmediatamente un “muñeco de hojalata” o “De material duro brillante o dorado”. Se nos viene a la mente referentes particulares como por ejemplo los célebres robots de películas y series de tv (“El gordo y el flaco” de la Guerra de las Galaxias: Arturito  ( R2D2 ) y Tripio ( C-3PO ) Robocop, o los Terminator.


Cuando era un niño a finales de los 70s, recuerdo ya había en el mundo que descubría  poco a poco, fascinación por esos artilugios y se hablaba de androides, o sea aquellos robots con forma o rasgos humanos. Recuerdo un primer Halloween cuando a mi mejor amigo que vivía en la misma calle, sus padres le diseñaron con cajas de cartón, bombillos y aditivos brillantes un disfraz de robot. En la tv pasaban por ese tiempo un manga llamado “Mazinger Z”, La historia de la serie trataba sobre un grupo de científicos que disponen de un robot gigante en su lucha contra las fuerzas malignas del Dr. Hell (también conocido como Dr. Infierno en algunos países de habla hispana).  Mazinger es un robot gigantesco muy poderoso y sin armamento, que tan solo se valía de su fuerza para luchar contra las fuerzas del mal. Este robot estaba guiado por un niño a través de un control remoto. Recuerdo que después de “centella” y Plaza Sésamo era mi serie preferida y la de mis compañeros de escuela, pues salíamos corriendo del establecimiento en las tardes de lunes a viernes hacia nuestra casa para ponernos frente al televisor.

Los robots siempre han fascinado a los seres humanos y es innegable que muchos tengan una pasión mórbida o exagerada pasión por estas creaciones de ingeniería mecánica y eléctrica humana.

En el mundo de los robots mayormente recreado y conocido por la sci-fi (ciencia ficción propia de las películas) tenemos como en el universo humano robots buenos o positivos y robots malos o que ejercen influencia negativa en la humanidad.

Asì pues no se pueden echar en un mismo costal a los buenazos e ingenuos Arturito y Tripio de “Stars War” con los justicieros Terminator 2 y Robocop y sus correspondientes rivales…

Vicky  la nina robot de “Small Wonder” (La pequeña maravilla, en Colombia), es otro caso de robot  particular.

Indudablemente un robot o androide que me impacto mucho fue Andrew, aquel caracterizado por el polifacético actor Robin Williams en “El Hombre bicentenario”.


Es claro que escritores y ciudadanos a menudo entienden cosas distintas por la palabra robot...

Bueno, todo esto viene a cuento porque este 6 de abril se celebra el aniversario 22 de la muerte de Isaac Asimov, sin duda alguna un imprescindible referente a la hora de hablar sobre este tema que tiene tantas caras, entre ellas, quizás la menos difundida y por ende conocida la de la ética y o aspecto moral o religioso.


En 1942 Asimov, con el fin de garantizar que la humanidad no terminara siendo destruida o esclavizada por los robots, ideó un conjunto de “leyes” que por precaución deberían ser implementadas en los cerebros electrónicos de tales máquinas.
Las tres leyes originales de Asimov, que seguían el modelo de las leyes termodinámicas, eran:
1ª. Un robot no puede hacer daño a un ser humano, o, por medio de la inacción, permitir que un ser humano sea lesionado.
2ª. Un robot debe obedecer las órdenes recibidas por los seres humanos excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley.
3ª. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no sea incompatible con la primera o segunda ley.
Posteriormente, el mismo Asimov añadiría una nueva ley, anteponiéndola a la primera: la Ley cero. Ésta dice así:
“Un robot no puede hacer daño a la humanidad, o, por medio de su inacción, permitir que la humanidad resulte dañada.”
Para explicar esta última ley, imaginemos que “un loco ha conseguido hacerse con un detonador nuclear capaz de destruir el mundo entero y que sólo un robot puede detenerle antes que lo presione”.
¿Pero, estaríamos seguros si creáramos suficientes robots con estas cuatro leyes implementadas en sus cerebros?… La verdad es que el asunto es dudoso, pues como nos comenta Barrow: “Todo se reduce a una cuestión de tiempo. La precedencia de la ley cero sobre la primera ley significa que un robot podría matarle por conducir un coche con un elevado consumo de gasolina o por no reciclar todos sus envases de plástico, si concluye que tales comportamientos constituyen a largo plazo una amenaza para la humanidad.”
Hoy sabemos que la robótica sigue avanzando, de hecho ya se han creado partes del cuerpo humano (ejemplo, una mano)  y se han “Injertado” en seres humanos. Nos hemos enterado de una mascota, un robot que remeda un perro…Sabemos de androides que venden boletas en los cinemas o que son recepcionistas en congresos…
"¿Para qué necesitamos los robots? Un robot es ante todo un ayudante que realiza un trabajo en lugar del hombre", opina Mijaíl Uspenski. "Además el robot es un defensor. Por lo menos así era uno de los primeros robots descritos en la literatura".

Los hechos hablan a favor de estas palabras. Hace unos pocos años los robots tan solo servían en el ámbito militar e industrial. Pero en los últimos años el mundo se ha visto inundado de robots domésticos, robots médicos, robots de ocio, robots de transporte... Sin embargo el motor de desarrollo de la robótica sigue estando en el ámbito militar, las invenciones más modernas a partir de las que luego se avanza. Un ejemplo sería el exoesqueleto: inicialmente se creó para funciones militares pero ahora alivia el trabajo de los operarios en las fábricas de automóviles.

Pero, ¿podrán alguna vez los robots sustituir completamente a las personas? ¿Y debemos tener miedo de esto? Según el escritor de ciencia ficción ciertamente hay de qué tener miedo. Sin embargo, en esta cuestión no hay un único punto de vista, por ejemplo Uspenski no comparte la alarma de sus colegas: "No creo que el peligro sea tan grande como lo pintan. Hace poco nos estaban asustando con los clones y los países más precavidos incluso han llegado a prohibir la clonación. ¿Dónde están esos clones ahora?"
El hombre, cada día, intenta asemejarse a Dios, creando máquinas a su imagen y semejanza, dotadas para pensar, hablar, y, por qué no, amar. Sin embargo, considero que el hombre nunca podrá igualar a Dios y que, muchas veces, en ese intento desaforado de parecerse a Él, cometemos errores descomunales con el avance científico y tecnológico. Por ello Spielberg, decide narrar en IA la desaparición de muchas ciudades por el desborde de los mares, a causa del calentamiento global. Estas catástrofes son ocasionadas por la mano imperfecta del hombre, al pretender cambiar la perfección de la naturaleza.
La tecnología avanza a pasos colosales. Hoy, contamos con robots inteligentes capaces de jugar ajedrez. Mañana, quizás convivamos con máquinas capaces de amar como las que presenta Inteligencia Artificial.

¿Dónde nos detendremos? ¿Dónde está el límite? Lamentablemente, nadie tiene la respuesta. Sólo nos queda conjeturar sobre el futuro y continuar plasmando la imaginación en novelas y películas de ciencia ficción, en las que humanos y robots conviven en mundos caóticos, al borde de la destrucción.


El sacerdote argentino José Maria Galvan dice que no hay que entender la técnica como un simple “hacer cosas” (también las hace un chimpancé), sino como “razón humana objetivada”. Cualquier objeto hecho por un ingeniero es un hecho en el cual hay razón. Y el tecnólogo es personalmente responsable, como también lo es el obrero. Rebate así lo que un alto funcionario argentino había transmitido en un   discurso en el sentido de que los ingenieros sean sólo un instrumento que tiene que hacer lo que dicen los políticos o los economistas.

     También señala que no le gusta la presentación del conocimiento científico sólo como dominio, como poder, como un arma, tal como deja traslucir la película “Odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 2001).

     Dice que, en el Génesis, Adán fue puesto en el Paraíso para que trabajase en el jardín, para que modificara la naturaleza, para llevarla a una dimensión más alta.

     Encuadra a la tecnología en una dimensión ética relacionada con la perfección finalística del hombre. “Hay aspectos de mi ser personal que no puedo transferir a una máquina”, dice. Y precisó: “Mi corporeidad manifiesta mi ser personal, simbólico, mi libertad”. Descarta que un robot pueda hacer algo que sea una caricia humana; ésta será siempre personal, subjetiva, irrepetible.

     Al ahondar en la tecnoética, sostiene que la clave última la tiene la persona humana, que sólo deja a la máquina actuar si la persona quiere.+
(Jorge Rouillon)

Es evidente que la Robótica dejó de ser un campo de ficción para transformarse en una realidad en expansión, que propone no sólo increíbles adelantos y desafíos sino una nueva manera de mirar al mundo y de repensar al hombre. Un hombre como nunca necesitado de respeto, amor y solidaridad. En contraste, la  Roboética  (amor/ odio por los neologismos “académicos” al margen) parece en  cambio, aún lejana y confusa.

    ¿Lo que más me impresionó de mi fugaz pero intensa incursión en la Robótica? La omnipresente, implícita o no tanto, pregunta, acerca de qué (y/o quién) define al ser humano.  Basta una hojeada al periódico para saber que todavía, como sociedad, no sabemos muy bien de qué estamos hablando.




REFERENCIAS:

  





http://www.aicaold.com.ar/index.php?module=displaystory&story_id=23972&format=print

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