miércoles, 23 de abril de 2014

En el día del idioma: Memorias de Sherezada




Mi vida ha adquirido un gran sentido gracias a las letras, a la literatura, a los libros. Siempre los he amado, los amé desde pequeño. Frisaba los 6 años cuando comencé a balbucear y a tratar de darle sonido a las letras y llegar a deleitarme con las palabras. Como olvidar que en mi época de escolar, mi abuela paterna Virginia  así como mi padre, dedicaban gran parte de su  tiempo para enseñarme a leer y aprender a apreciar el lenguaje, la capacidad de comunicación.

Comprobé siempre que la fantasía, la imaginación y el deseo de soñar están antes que el aprender a leer y llegar así a plasmar una historia sobre el papel.

He comprendido siempre que mismo los analfabetas son capaces de crear, dé inventar grandes historias y de inspirarse por supuesto en sus vivencias. Porque toda vida o toda existencia es sagrada, importante y trascendente y por lo tanto digna de ser relatada.

Entre los 7 y 8 años leí la biblia y fue como mi primer libro de cabecera. No sé hasta donde su lectura influyó en mi para que así llegara yo un día a tomar la decisión de hacerme sacerdote.

En una casa de campo donde mis familiares residían y me acogían por varias semanas en mis vacaciones escolares, en uno de esos cuartos de madera, sobre una abandonada, escasa e improvisada biblioteca me encontraría con otro maravilloso libro que influiría en mí: Las mil y una noches (amarillo y sucio por el paso del tiempo). Aladino, Alî Baba, Simbad y por supuesto Sherezada la narradora (doncella bella e inteligente, compositora de cuentos) me transportarían a paisajes de lontananza, en el medio oriente para ser testigo de sus aventuras y desventuras.

Después fueron las revistas de comics, y en Kalimân, Arandû, Memîn Pinguin, entre otros, encontré en ellos, cómplices y compañeros que me brindaron aliciente respiro y solaz en medio de una infancia a veces dura de soledad, miedo, tensiones y esperanzas.

Estando en el colegio comenzaría a despertar mi incipiente afición por la literatura, componiendo cuentos breves, raros y particulares con introducciones, nudos y desenlaces solo plenamente comprendidos y apreciados por mí. Haría algunos borradores y ensayos de cuentos que terminarían anónimamente o inéditos en la basura

Probé con la poesía, me embebí en muchos libros y justo el año en que cursaba primero de bachillerato en el Colegio Juan XXIII, leía por primera vez a Gabriel García Márquez, nuestro famoso GABO y que ganaría el premio Nobel justo ese año  1982. Después me diría en la ingenuidad e inocencia de adolescente, como habían podido otorgarle un tan gran premio al autor de un libro tan aburrido como "La Hojarasca".
Solamente después sabría de la existencia entre sus obras de "Cien años de Soledad" y de "Crónica de una muerte anunciada", para mí la primera obra suya que me gustó.

García Márquez se volvió para mí autor de lectura obligada entre los años 1983 y 1987, cuando terminé mis estudios secundarios.

Pero a la par con GABO, también tuve la fortuna de degustar más con la razón y el discernimiento de adolescente a Los Hermanos Grimm y sus maravillosos cuentos, a Rafael Pombo, al papá de Pinocho (Carlo Collodi o Lorenzini), entre otros. Después a los 17 años, ingresé al mundo paradójico e irónico, loco de Don Quijote de Cervantes y ningún otro personaje como él, pienso yo y como lo piensan muchos, es el mejor reflejo de la vida de todo ser humano. Todos Somos Quijotes, ansiosos de vivir, de aventuras. Tenemos cada uno la Dulcinea de nuestros sueños, de nuestras metas ansiosos de alcanzarla y hacerla nuestra novia.

Todos soñamos con la libertad y somos capitanes de un velero que no tiene mar", como dice también Julio Iglesias en su inolvidable canción "Quijote".
Llegue a la juventud y por lectura sugerida en el curso ultimo de la Normal, a las puertas de graduarme como bachiller pedagógico (profesor) me encontré con un Albert Camus que me sorprendió sobremanera y lo catalogué por muchos años como mi escritor preferido y con el cual me identifiqué en muchas de sus ideas y planteamientos .

Un Herman Hesse fue mi compañero en muchos ratos del Seminario y la Universidad. En "Narciso y Goldmundo", sobre todo en la personalidad del segundo, encontraría en esa época juvenil, muchos puntos comunes conmigo.

Narciso representa la parte lógica, el erudito científico mientras que Goldmundo encarna el espíritu artístico llamado a sentir el mundo en una escala mayor, lleno de dicha y dolor. Se trata de una novela de “conciliación” de antagonismos. Los dos personajes protagónicos de la misma, Narciso y Goldmundo, siguen, cada uno, sus propios caminos, atraviesan -el uno y el otro- innumerables desventuras y descubrimientos. Sus puntos de vista respectivos sobre el mundo, sus cosmovisiones, bosquejan en el inicio trayectorias marcadamente divergentes, para reencontrarse. Hesse buscará conjugar a su manera sin quebrantarlo, un dualismo manifiesto entre espíritu y materia, entre espiritualidad y animalidad, o entre la vocación y la mirada de las ciencias y la de las artes.

Hubo otros autores que me cuestionaron la existencia misma, la existencia de Dios y me llevaron a preguntarme insistentemente por el sentido de la vida. Y es que es eso en resumen a lo que aspiran los literatos, los autores, algunos periodistas con su crónicas y escritos, encontrar e indagar por el sentido y significación de todas las cosas, incluida la vida misma.


En este día que se conmemora al lenguaje, a la posibilidad de soñar, al prodigio de comunicarnos, les invito a amar más los sueños, a devorar más libros y encontrarle un mayor sentido a nuestra existencia.

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