lunes, 7 de julio de 2014

13 de julio del 2014: 15o Domingo del Tiempo Ordinario (A)

Por una buena cosecha!

La parábola del sembrador nos recuerda que para obtener una buena cosecha, es necesario salir y sembrar con generosidad, mismo en los lugares o terrenos donde los resultados no están asegurados.



Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-23):
1.Ese día Jesús salió de casa y fue a sentarse a orillas del lago.
2.Pero la gente vino a él en tal cantidad, que subió a una barca y se sentó en ella, mientras toda la gente se quedó en la orilla.
3.Jesús les habló de muchas cosas, usando comparaciones o parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar.
4.Y mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves y se los comieron.
5.Otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron en seguida, pues no había profundidad.
6.Pero apenas salió el sol, los quemó y, por falta de raíces, se secaron.
7.Otros cayeron en medio de cardos: éstos crecieron y los ahogaron.
8.Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno.
9.El que tenga oídos, que escuche.»
10.Los discípulos se acercaron y preguntaron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?»
11.Jesús les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos, no.
12.Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
13.Por eso les hablo en parábolas, porque miran, y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden.
14.En ellos se verifica la profecía de Isaías: Por más que oigan, no entenderán, y por más que miren, no verán.
15.Este es un pueblo de conciencia endurecida. Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón. Pero con eso habría conversión y yo los sanaría.
16.¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los oídos de ustedes, que oyen!
17.Yo se lo digo: muchos profetas y muchas personas santas ansiaron ver lo que ustedes están viendo, y no lo vieron; desearon oír lo que ustedes están oyendo, y no lo oyeron.
18.Escuchen ahora la parábola del sembrador:
19.Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ahí tienen lo que cayó a lo largo del camino.
20.La semilla que cayó en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegría.
21.En él, sin embargo, no hay raíces, y no dura más que una temporada. Apenas sobreviene alguna contrariedad o persecución por causa de la Palabra, inmediatamente se viene abajo.
22.La semilla que cayó entre cardos, es aquel que oye la Palabra, pero luego las preocupaciones de esta vida y los encantos de las riquezas ahogan esta palabra, y al final no produce fruto.
23.La semilla que cayó en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende. Este ciertamente dará fruto y producirá cien, sesenta o treinta veces más.»
 Palabra del Señor



A guisa de introducción

Dios persiste y siembra


Al volver a leer la parábola de este domingo, me ha resultado difícil comprender la lógica del sembrador. La semilla es preciosa. Por qué entonces lanzar con negligencia y como con cierto desinterés los granos al bordo del camino, en el suelo pedregoso  y entre las espinas? No hubiera sido más sensato sembrar únicamente entre la buena tierra?

Cuando se detiene a pensar  por un momento, se da cuenta que igual que el sembrador del evangelio,  la comunidad cristiana actúa de la misma manera. Los resultados no se presentan siempre según nuestras expectativas ni responden totalmente a nuestros objetivos o ideales y sin embargo nosotros seguimos catequizando a los niños, iniciándolos en los sacramentos, presentándole a Jesús nuestro Señor y nuestro Dios.

A través de nuestras palabras y nuestra vida, invitamos a todos a acoger la Palabra del Evangelio y a vivir en comunión con Cristo.

Nos parecemos mucho al sembrador de la parábola.

La Buena Nueva (noticia) es que  el sembrador es  Cristo mismo. Él no sigue la lógica de los hombres, sino la de Dios: “Aquello que es locura para el mundo, Dios lo ha escogido para confundir a los sabios; lo que es débil para el mundo, Dios lo ha escogido para confundir a aquellos que son fuertes” (1 Cor 1,27).

Estamos invitados a imitar a Cristo cuando lanzamos la semilla a los 4 vientos. Tengamos confianza. Dios lo ha prometido: “Mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mi sin resultado, sin haber realizado lo que yo quiero, sin haber cumplido su misión” (Isaías 55,11).



Aproximación psicológica al texto del Evangelio:

Trabajo humano y trabajo de Dios

No son muchos aquellos que no creen en la fuerza del trabajo. Y es gracias al trabajo que se obtienen resultados. Solo la perseverancia puede posibilitarle al sembrador buenas cosechas. Solo la tierra fertilizada o abonada retiene la semilla para una buena producción. Para que la cosecha sea abundante, el terreno debe ser fértil. Aquello que se ha decidido, uno trata de llevarlo a su realización poniendo todos los medios necesarios.

Uno organiza un viaje, quiere construir una casa, monta un negocio, una producción industrial, agrícola. Uno piensa en su proyecto o negocio; uno se organiza para recolectar fondos, hace los arreglos necesarios, se piensa mucho en la clientela; uno quiere obtener éxito superando las dificultades, los obstáculos, los fracasos…

Se ha decidido amarse y casarse por la vida. El objetivo es elevado. Uno se vale de todos los medios para triunfar superando las dificultades. Uno vuelve a comenzar sin cesar cada día. Uno actúa como si dependiera todo de sí mismo, de su trabajo, de sus esfuerzos; por otro lado, uno actúa como si todo dependiera de Dios y uno le confía todo.

Por una parte, Jesús denuncia la gente que se confía exclusivamente en la oración sin hacer los esfuerzos suficientes; por otro lado, Él denuncia aquellos que trabajan como si no tuvieran necesidad de Dios. Uno no puede menospreciar el trabajo; uno no puede hacer y o vivir como si Dios no importara: detenerse, hacer pausa a causa de Él llega a ser una necesidad.

Nada ni nadie puede impedir a Dios llevar a cabo sus proyectos. Su Reino comienza con un fracaso, pero la manifestación de su victoria llegará a ser más sorprendente y deslumbradora. Dios está presente en su Palabra y ésta expande la esperanza.

Como el agricultor, el Señor ha sembrado abundantemente. Debido a los diferentes obstáculos (dificultades, mal tiempo, exceso de sol, exceso de lluvia), una buena parte de la semilla se pierde. Pero el rendimiento final le da valor al trabajo y a la inversión o gasto.

De ahí la razón de ser del ánimo (o coraje) y la esperanza.

Es la perseverancia en la fe lo que hace producir… La fe vence los miedos, las preocupaciones y el peso de las cosas o bienes materiales.



Obstáculos del miedo

Un creyente vence su miedo, gracias a la fe y las motivaciones que ella le comunica. Uno no está solo. Dios está ahí. Y la gente simpática igualmente.

Obstáculos de las preocupaciones

Las preocupaciones oscurecen la conciencia desde la mañana, siguen a lo largo del día e impiden a muchos dormir; ellos son los extintores de la serenidad y el dinamismo.

Obstáculos de la cosas (materiales)

Cuantas personas invierten todas sus energías en los bienes que tienen o poseen o que les gustaría poseer, olvidando apreciar lo que existe o se tiene.

La fe permite al cristiano, a la cristiandad, vivir su vida más allá de los miedos, de las preocupaciones y de las cosas.

Pues como dijo alguien “las cosas importantes de la vida no son cosas”.



REFLEXIÓN CENTRAL
El sembrador salió para sembrar
La parábola como género literario estaba muy presente en la literatura hebrea. Se conocen alrededor de 3.000 parábolas y Jesús las utilizaba con regularidad.
El rabino Klausner de la universidad hebraica de Jerusalén, decía que las parábolas de Jesús constituyen lo mejor de la literatura judía.
La palabra « parábola », en hebreo «mâchâl», significa “relato simbólico destinado a hacer descubrir un significado escondido”. La parábola no se impone, ella propone y despierta. Ella manifiesta un gran respeto por los oyentes y se dirige a la capacidad de imaginación de aquellos que la escuchan.
Durante tres domingos consecutivos, vamos a escuchar las 7 parábolas que Mateo ha agrupado en el tercer gran discurso de su evangelio. Jesús se encuentra en un momento difícil de su ministerio: se enfrenta a la hostilidad abierta de los jefes religiosos que han decidido eliminarlo y a la indiferencia de las multitudes que están decepcionadas por este Mesías que no quiere avanzar hacia la acción política.
En la parábola del sembrador, el interés de Jesús está dirigido hacia la semilla del Reino de Dios. En respuesta a esta semilla, los primeros cristianos tenían la preocupación y o el deseo de llegar poco a poco a ser buena tierra para recibirla (acogerla) bien.
La parábola del sembrador es ante todo una invitación a la esperanza.
A pesar de todos los obstáculos, la cosecha será buena, dice Jesús: del 30, del 60, del 100 por uno. Los resultados anunciados superan en mucho todas las esperanzas de los agricultores de su tiempo. Ellos podían esperar en una buena cosecha, entre el 5 y el 8 por uno. La parábola del sembrador es entonces, primero que todo una invitación a la esperanza.
Muchos de entre nosotros, tenemos experiencias de sembrar, en nuestros terrenos, jardines, huertas. Las legumbres y las flores crecen en abundancia y en los campos vemos aparecer el café, la caña, el maíz, el cacao o el trigo, la avena, etc. La semilla ha caído en la buena tierra y ella produce en abundancia. Sin embargo, sabemos igualmente que no siempre es fácil de hacer fructificar nuestras semillas. Hay demasiada o muy poca lluvia, poco sol, muchos insectos, muchos pequeñas plagas, etc.
Jesús conocía los obstáculos con los que la Palabra de Dios se encontraba. Pero él también sabía que esta Palabra tenía el poder de transformar un terreno rocoso en una tierra fértil. El profeta Isaías nos dice en la primera lectura: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo” (Isaías 55, 10-11). La Palabra de Dios da fruto en abundancia y ella puede transformar “nuestros corazones de piedra en corazones de carne”.
En la Biblia, los hombres y las mujeres no están divididos en 2 categorías: en aquellos de la buena tierra y aquellos de los terrenos improductivos. Cada uno de nosotros, representa en ciertos momentos de nuestra vida, los diferentes terrenos mencionados en la parábola.
Primero, está la semilla que cae en el bordo del camino. Esta representa los periodos donde muchas cosas ocupan todo el lugar (el espacio) y arriesgan con ahogar nuestra fe: “ustedes comprenden, a mí me gustaría ir a misa y escuchar la palabra de Dios el domingo! Pero yo tengo mis fiestas en familia, el deporte, los paseos organizados, el cine, el teatro y el tenis, el ski de invierno y el golf del verano…y pues, hay que contar con el cansancio de la semana, entonces, yo aprovecho el fin de semana para descansar…” Y el encuentro con el Señor (Dios) viene después de todo lo demás.
Están los terrenos rocosos que vuelven nuestra fe superficial y efímera. La semilla germina y hace raíces pero estas no tienen profundidad y rápidamente es quemada por el sol, antes de haber crecido. La superficialidad puede detener todo crecimiento en la vida cristiana, mismo después del entusiasmo de los primeros tiempos (inicios).
También están los terrenos con espinas. La fe entonces es ahogada por “las preocupaciones del mundo y el engaño de la riqueza”. Jesús no ha dejado de advertir contra el ambiente materialista de nuestra civilización. Es verdad, que tenemos necesidad del dinero, del confort, del descanso, de los bienes materiales, pero uno no puede limitarse o disminuir todo a los bienes de consumo. La fe, entonces, corre el riesgo de desaparecer: “No solamente de pan vive el hombre”.
EL Señor contó esta parábola del sembrador con el fin de subrayar la generosidad de Dios quien siembra en todas las direcciones, a los 4 vientos…El confía en nosotros e invita a todo el mundo a ser buena tierra. A pesar de todos los fracasos, Cristo nos dice que la cosecha será buena.
Es una bella parábola para un tiempo difícil. Por ejemplo acá en Quebec (Canadá) las parroquias están en “decrecimiento” y muchas iglesias deben cerrar sus puertas. Es desalentador ver que muy a menudo los jóvenes no participan masivamente en los oficios religiosos y los padres no transmiten más la fe a la generación que les sigue.
« No se desanimen », nos dice el Señor: « Anuncien la Buena Nueva del Evangelio en su vida, siembren generosamente y un día ella dará fruto ».

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