17 de julio del 2016: 16o Domingo del Tiempo Ordinario (C)
Un sólo plato es
suficiente
El Señor nos visita de
muchos modos. Él se manifiesta en el rostro del extranjero que espera nuestra
acogida. En otros momentos, Él se detiene por un instante en nuestra casa, un
poco como el amigo aquel que no espera una comida abundante y buscada, sino que
más bien busca una presencia y escucha con calidad. En el marco del año de la
misericordia, ejerzámosla a la manera de Dios, acogiendo y escuchando con
paciencia a quienes se acercan a nosotros sedientos del amor, fruto de la
Palabra de Dios.
LECTURA DEL SANTO
EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una
mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada
María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se
multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:
-- Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya
dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
Pero el Señor le contestó:
-- Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con
tantas cosas: solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se
la quitarán.
Palabra
del Señor
A guisa de
introducción:
Acoger
los amigos :
En algún momento determinado de la vida, todos
hemos vivido, la experiencia de recibir alguien que viene de visita a nuestra
casa. Un tal evento no se improvisa. Es necesario prever el menú, hacer las
compras del mercado en consecuencia, preparar la comida de avance, sin olvidar
arreglar la casa, limpiar cada rincón…Es en la medida que nosotros prevemos
estas tareas a realizar que nosotros somos menos tomados por sorpresa en el último
minuto. Así, nosotros estaremos más dispuestos a acoger aquellos que llegan a
nuestra casa. Por el contrario, cuando alguien se anuncia de improviso, esto
puede darnos malgenio o hacernos sentir mal, porque no tenemos tiempo de prepararnos.
En una parecida situación, podemos fácilmente sentirnos ansiosos o con presión,
puesto que no estamos disponibles como quisiéramos estarlo. No olvidemos que
nuestros visitantes vienen sobre todo a vernos y, ante todo, para encontrarnos puesto
que ellos aman nuestra compañía, y quieren aprovechar un buen tiempo para que
estemos juntos.
Jesús llega entonces de improvisto a casa de sus
amigos Marta, María y Lázaro. Él los amaba nos dice el evangelio. Él se sentía
bien, cómodo en su casa y Él volverá de nuevo un día para buscar refugio antes
de su pasión.
Algo o mucho de su corazón humano, de sus afectos
se nos revela por estos detalles.
El
servicio de la comida y la escucha de las personas
Se cuenta que un sacerdote y su
hermana iban a cenar a la casa de su madre, el domingo por la tarde. Era una
tradición familiar a la que estaban acostumbrados, sobre todo después que su
padre había fallecido. Era también tradición que el sacerdote y su cuñado se
durmieran en la sala, después de la comida, mientras que las mujeres lavaban la
vajilla. Al sacerdote le gustaba decir por hacer reír (o tomar el pelo) que él
y su cuñado habían escogido la mejor parte. Evidentemente que las mujeres no
estaban de acuerdo con tal afirmación. Quizás Jesús haya lavado la loza con Lázaro
, Marta y María después de la cena, a pesar que el maestro le haya dicho a
Marta de no preocuparse mucho en los preparativos y el servicio de la mesa.
Hemos de reconocerlo, y hace falta
darse cuenta: nuestras vidas son agitadas. Nosotros estamos agotados, todos los
días estamos faltos de tiempo. Mirémonos un poco caminar, ir. Durante el tiempo
de vacaciones, la gente toma la vida un poco con más calma. Pero durante el año
escolar, los padres se levantan temprano para ir a llevar los niños a la guardería,
a la escuela o colegio y después ir al trabajo. Vuelven tarde a casa. Rápido,
es necesario preocuparse por la cena, mirar las tareas de los hijos. En el
trabajo, siempre es necesario responder de la mejor manera y eso a pesar de los
recortes de personal. Gracias a los teléfonos celulares y a la tecnología diversa
de las redes sociales, hoy uno puede estar en todos lados: en el restaurante,
en el auto, y mismo aquí en la iglesia (por ocasión de los primeros sacramentos
de los niños) “Tu andas
inquieto y nervioso con tantas cosas: solo una es necesaria.”, nos dice Jesús.
Estar reunidos en todo lado
y unirse a los demás para prestarles un servicio, es un signo de disponibilidad
y de acción. Este modo de estar presentes, disponibles para el prójimo, no es
la única. Tener tiempo para escuchar las personas y comprenderlas merecen un
elogio de admiración.
El servicio al prójimo no me exime de venir a
escuchar la Palabra de Dios:
Por nuestro bautismo, estamos todos
llamados a estar al servicio de nuestro prójimo. Por lo tanto, el ejemplo de
María nos enseña que escuchar la Palabra de Dios no debe ser ignorado, no
podemos ser negligentes con ello, puesto que ella es la fuente de nuestras
acciones de cada día.
Abrir nuestro corazón a Dios, a su
Hijo Jesús, dejarle entrar en nuestra vida es una necesidad vital.
Reunirse, verse en la iglesia,
posibilita un lugar y momento adecuados para escuchar, recibir al Señor por su
palabra y por la comunión.
Es lo que nos recordaba el santo Papa
Juan Pablo II, luego de la ceremonia de clausura del Gran Jubileo del año 2000:
“Nuestra época es una época de movimiento
continuo, que a menudo va hasta el activismo, arriesgando fácilmente el “hacer
por hacer”. Es necesario resistir a esta tentación, buscando “ser” antes que “hacer”.
Fijemos cita con el Señor durante
nuestra semana.
Reservémosle un poco de tiempo. Nunca
encontraremos tiempo para Dios, si no comenzamos por consagrarle al menos un pequeño
minuto. Siempre tendremos algo más urgente para hacer. Por lo tanto, tomar
tiempo para sentarnos simplemente a los pies de Jesús, guardar un momento de
silencio para calmarnos va a ayudarnos a actuar mejor después…enseguida.
Ensayemos. No será fácil al principio, pero podemos lograrlo…
Disfrutemos ese momento de la
presencia del Señor: «Feliz aquel que
escucha la voz del Señor y le abre su puerta: él ha encontrará su felicidad y
su alegría”.
Aproximación
psicológica al texto del evangelio
NO TEMAMOS CONFRONTAR
A DIOS...NO HUYAMOS A SU CONTACTO...
Leí otro comentario
de un psicólogo canadiense, y el habla del MIEDO AL ROCE, o del
RIESGO QUE SE CORRE A DEJARSE DESCUBRIR, O INCOMODARSE POR JESUS (o DIOS).
Tenemos miedo de confrontarnos con El, como quizás lo sentía Marta que se
escudaba y o excusaba con la disculpa del demasiado que hacer...
A mí me parece muy
válida la reflexión. ¿Es
usted de las personas que le huyen a la meditación, al cuestionamiento
personal, a confrontar a Dios, por el miedo
de verse vulnerable, débil o quizás llamado a un
cambio o transformación personal en su vida? Jesús siempre
incomoda...
Tiempo para lo
esencial
“Marta, Marta tú te
inquietas y te preocupas por muchas cosas, pero una sola cosa es necesaria” (Lucas 10,41).
No dejo de hacer eco
de este texto en mi vida diaria. Quizás porque pienso que es a mí personalmente
que se dirige. Sin duda también porque cada vez que lo leo o escucho me invita
a revisar mi vida. A revisar mis prioridades. A volver a poner en el centro de
la existencia lo esencial.
De la frustración a…
la mejor parte
Lucas es el único
evangelista entre los cuatro que nos reporta esta escena y que visualizamos
amplia y claramente. De camino a Jerusalén, Jesús se detiene en casa de Marta y
María.
Como buena ama de
casa preocupada por las reglas de la hospitalidad, Marta se ve absorbida por
los trabajos y detalles de servicio. María ha decidido acoger al Señor, dándole
de su tiempo y aprovechando plenamente de su presencia, ¿sentada a sus pies…Qué
le preguntaría María? ¿O qué conversación y sobre cual sujeto los dos se
embebían? Quizás Jesús le acaba de contar los pormenores de la misión de los 72
y el descanso merecido que se dieron y el cual aprovecharon para orar y
encontrarse juntos. O tal vez Jesús le contaba sobre alguna visita o alguno de
sus múltiples encuentros… O a lo mejor María confiaba todo a su confidente…vaya
uno a saber…En todo caso ella se entretiene con Jesús y es indiferente a los
preparativos de la comida (el algo, la media tarde, el chocolate o la merienda
para el maestro en lo que se ocupa su hermana Marta).
Marta se siente
frustrada (decepcionada) por esta situación y uno puede comprenderla muy bien.
Pero después de decir esto, Jesús la lleva rápidamente y a nosotros con ella,
mucho más lejos y más allá de la frustración: ¡Marta, Marta tú te preocupas
demasiado…cálmate un poco! ¡Tomate tiempo para sentarte!: “María ha escogido la
mejor parte que no le será quitada” (Lucas
10,42). Yo estoy seguro que Marta no se esperaba esta respuesta y que ella se
ha sentido regañada, reprendida, desconcertada. ¿Habrá regresado sigilosamente
a su cocina? ¿O decidiría quitarse el delantal y aprovechar también la
presencia y charla amena trascendental de Jesús? El Evangelio no nos lo dice,
pero una cosa es cierta, ella debía tener muchas cosas en la cabeza para
comprender con más lentitud.
Marta y María en
nosotros
Marta y María son
diferentes, es cierto, pero ellas no nos son extrañas. Yo pienso y estoy
convencido cada vez más, que hay un poco de las dos en cada uno de nosotros. Y
que quizás hay mucho más de Marta que de María.
Marta, es esa parte
de nosotros que quiere servir, pero que se deja acaparar por todo lo que hay
para hacer, hasta el punto de olvidar lo esencial: LA ACOGIDA, LA ESCUCHA, LA
PRESENCIA DEL OTRO.
María es esa otra
parte de nosotros mismos que sueña con escapar a los imperativos de lo cotidiano
para estar más atenta a sus necesidades internas y o espirituales. Ella desea
una vida más simple y más verdadera, donde el acento sería puesto en el SER y
no en el HACER. Ella aspira a un ritmo de existencia diferente, donde uno sería
mayormente disponible y acogedor.
Marta y María hacen
parte de nuestra vida. Ellas cohabitan en nosotros. Y el reto consiste en
encontrar un justo equilibrio entre las dos maneras de ser, dar su parte
correspondiente y la importancia, tanto
a la una como a la otra. Para no pasar de lado y omitir lo esencial.
En este tiempo de
verano y aun de vacaciones (para algunos) y
que posibilita el descanso y los encuentros, yo deseo que todos encontremos
espacios de libertad y de gratuidad. Que sepamos darnos tiempo para detenernos
y escuchar, para estar en sintonía con nosotros mismos, con los otros y con
Dios. Y yo les invito sobre todo a no olvidar la lección de Jesús. Su mensaje
no puede ser más claro: “una
sola cosa es necesaria…” (Lucas
10,42).
OBJETIVO DE VIDA PARA
LA SEMANA:
Este Domingo, acojo
con cariño las personas que se me acerquen y vengan a mi casa de visita. Además
de ofrecerles mi hospitalidad, le doy importancia a lo que tienen para decir, a
sus vivencias, a sus experiencias.
En este año de la Misericordia,
reviso y evalúo el grado de atención e importancia que le doy a la acogida,
conversación y servicio a los demás. Aprovecho los momentos de descanso, de
solaz, de silencio para poner en el centro lo esencial de mis decisiones como
discípulo y amigo de Jesús.
ORACION-MEDITACION
Señor, hoy Tú me
invitas a acogerte en mi vida,
como lo has hecho con
Abraham en las encinas de Mambre (en la primera lectura)
y con Marta y María
en Betania (en el Evangelio)
Tú sabes, me gustaría
ser igual a María:
Disponible, atento,
totalmente centrado en Ti.
Pero con mayor
frecuencia, yo soy como Marta:
acaparo el tiempo,
preocupado por todo aquello
que debo pensar y
hacer.
Se nos dificulta
tanto detenernos hoy (hacer stop!),
Tengo tantas cosas
que me dan vueltas en la cabeza.
Tantas cosas que a
veces llego a perder de vista lo esencial
y a perderte a Ti también
al mismo tiempo.
Señor, libérame de
mis preocupaciones inútiles.
Ayúdame a reservarme
cada día
un momento de
intimidad contigo,
y a mantener siempre
abierta una ventana al infinito.
Así, de este modo, yo
podré interiorizar mucho más mi acción.
Y llegar a ser cada
vez más permeable a tu Gracia y a tu Palabra.
REFERENCIAS:
Pequeño misal "Prions en Église",
edición quebequense, 2010
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