Resumen de la Exhortacion apostolica "Amoris Laetitia" del Papa Francisco



«Amoris Laetitia » (AL- « La alegría del amor »), exhortación apostólica post-sinodal, o sea escrita después del Sínodo  “sobre el amor en la familia”, que no por cuestión de azar tiene la fecha del 19 de marzo, día de la Solemnidad de San José, y junta los resultados o conclusiones de los dos sínodos sobre la familia convocados por el Papa Francisco en 2014 y en 2015.

Las relaciones conclusivas de los dos sínodos son largamente citadas, así como otros documentos y enseñanzas de los predecesores del papa Francisco y de numerosas catequesis que él ha pronunciado sobre la familia. Como ha ocurrido con otros documentos magisteriales, el papa bebe igualmente en otros documentos de diferentes conferencias episcopales del mundo (Kenya, Australia, Argentina…) y cita a personalidades bien conocidas como Martin Luther King (cfr. No 118) o Erich From (cfr. No 303). Merece citarse, por ejemplo, la referencia a una película danesa “El festín de Babette o la fiesta de Babette”, que el Papa ha deseado evocar para explicar el concepto de gratuidad:

“La alegría de ese amor contemplativo tiene que ser cultivada. Puesto que estamos hechos para amar, sabemos que no hay mayor alegría que un bien compartido: «Da y recibe, disfruta de ello» (Si 14,16). Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del cielo. Cabe recordar la feliz escena del film La fiesta de Babette, donde la generosa cocinera recibe un abrazo agradecido y un elogio: «¡Cómo deleitarás a los ángeles!». Es dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos disfrutar. Ese gozo, efecto del amor fraterno, no es el de la vanidad de quien se mira a sí mismo, sino el del amante que se complace en el bien del ser amado, que se derrama en el otro y se vuelve fecundo en él.”  (No 129).

Preámbulo

La exhortación apostólica impacta por su amplitud y su articulación. Ella está dividida en 9 capítulos y más de 300 parágrafos. Son 7 parágrafos introductorios que revelan la conciencia de la complejidad del tema y de la profundización que requiere. Se dice que las intervenciones de los padres del Sínodo han compuesto un “magnífico poliedro” (No 4) que debe ser preservado. En este sentido, el papa escribe que “que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales”. Así en lo que respecta a ciertas cuestiones, “en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales, porque «las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general [...] necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado» (No 3). Este principio de inculturación es muy importante hasta en la manera de formular y de comprender los problemas, que más allá de las cuestiones dogmáticas bien definidas por el magisterio de la Iglesia, no pueden ser “mundializadas”.

Pero, sobre todo, el Papa afirma de entrada y con claridad que es necesario salir de la oposición estéril entre la angustia del cambio y la aplicación pura y simple de las normas abstractas”. Él escribe: Los debates que se dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas.”  (No 2).

Capítulo primero: “A la luz de la palabra”

Después del preámbulo o introducción, en este primer capítulo, el papa articula su reflexión a partir de la Sagrada Escritura y hace una meditación sobre el salmo 128, característico tanto de la liturgia nupcial hebraica como cristiana. La Biblia, dice el papa, “está poblada de familias, de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares” (No 8) y a partir de esta realidad, se puede meditar sobre el modo de concebir la familia que no es un ideal abstracto sino que  es una “ tarea artesanal” (No 16),  que se expresa con ternura (No 28) “En el horizonte del amor, central en la experiencia cristiana del matrimonio y de la familia, se destaca también otra virtud, algo ignorada en estos tiempos de relaciones frenéticas y superficiales: la ternura.”

Pero que también se confronta y desde el principio con el pecado, cuando la relación de amor se transforma en una dominación (cfr. No 19). Entonces “la Palabra de Dios no se muestra como una secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino…” (No 22).

Capítulo segundo: “Realidad y desafíos de las familias”

A partir del terreno bíblico, en el segundo capítulo, el papa considera la situación actual de las familias, manteniendo “los pies en la tierra” (cfr No 6), bebiendo ampliamente en las conclusiones de los dos sínodos, y afrontando numerosos desafíos desde el fenómeno migratorio hasta las negaciones ideológicas de sexos (ideología de género); de la cultura provisoria, pasando por la mentalidad antinatalista hasta el impacto de las biotecnologías en el dominio de la procreación; desde la carencia de vivienda y de trabajo hasta la pornografía y los abusos a los menores de edad; de la atención a las personas con limitaciones físicas o mentales al respeto a las personas mayores; desde la deconstrucción jurídica de la familia a las violencias contra la mujer. El Papa insiste en el carácter concreto que es algo fundamental de la exhortación. El carácter concreto y el realismo establecen una diferencia esencial entre la “teoría” de interpretación de la realidad, y las “ideologías”.

Citando Familiaris consortio del santo Papa Juan Pablo II, el papa Francisco afirma “Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque «las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia», a través de los cuales «la Iglesia puede ser guiada a una comprensión más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia» (No 31).

Si no se escucha la realidad, es imposible comprender también las exigencias del presente como los llamados del Espíritu. El Papa anota que, en razón del individualismo exasperado, hoy es difícil darse con generosidad a otra persona (cfr. No 33). He aquí una descripción interesante de la situación: “Se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro de las aspiraciones personales.” (No 34).

La humildad del realismo nos ayuda a no presentar “un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales.” (No 36).

El idealismo nos impide tomar el matrimonio como lo que es, es decir como «camino dinámico de desarrollo y realización”. Por esta razón, no hay que creer que para defender la familia basta con insistir “solamente en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia” (No 37). El papa invita a la autocrítica frente a una presentación inadecuada de la realidad matrimonial y familiar e insiste en el hecho que es necesario darle lugar a la formación de la conciencia de los fieles: “Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas. (No 37). Jesús proponía un ideal exigente, pero nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera.” (No 38).



Capítulo tercero: «La mirada puesta en Jesús: vocación de la familia”

Este tercer capítulo está consagrado a un cierto número de elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia con respecto al matrimonio y la familia. La existencia de este capítulo es importante ya que presenta de manera sintética, en 30 parágrafos, la vocación de la familia según el Evangelio y la manera como ella ha sido recibida por la Iglesia a través de las épocas, sobre todo en el tema de la indisolubilidad, del carácter sacramental del matrimonio, de la transmisión de la vida y de la educación de los hijos. La constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI y la Exhortación apostolica Familiaris consortio de Juan Pablo II, son ampliamente citadas.

La mirada es amplia e incluye también las “situaciones imperfectas”. Se puede leer en efecto: «El discernimiento de la presencia de los semina Verbi en las otras culturas (cf. Ad gentes divinitus, 11) también se puede aplicar a la realidad matrimonial y familiar. Fuera del verdadero matrimonio natural también hay elementos positivos en las formas matrimoniales de otras tradiciones religiosas»[76], aunque tampoco falten las sombras. (No 77).

La reflexión también incluye a “las familias heridas” ante las cuales el Papa afirma, citando la Relatio finalis del Sinodo de 2015- que es siempre necesario recordar un principio general: “Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones” (Familiaris consortio, 84). El grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, y puede haber factores que limitan la capacidad de decisión. Por lo tanto, al mismo tiempo que la doctrina se expresa con claridad, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición»[ No 79].

Capítulo cuarto: “El amor en el matrimonio”

Este capítulo trata del amor en el matrimonio, e ilustra a partir del “himno al amor” de San Pablo en su 1ª Carta a los Corintios (13,4-7). Este capítulo es una verdadera exegesis atenta, puntual, inspirada y poética del texto de San Pablo. Podemos decir que se trata de una colección de fragmentos de un discurso amoroso, cuidadoso de describir el amor humano en términos absolutamente concretos. Uno se admira por la capacidad de introspección psicológica que caracteriza esta exégesis (o interpretación). El análisis psicológico nos hace entrar en el mundo de las emociones de los conyugues- positivas o negativas- y en la dimensión erótica del amor. Se trata de una contribución extremadamente rica y preciosa para la vida cristiana de los conyugues; uno no encuentra nada comparable en los precedentes o anteriores documentos pontificios.

A su manera, este capítulo constituye un pequeño tratado en el centro o seno de un desarrollo más amplio, plenamente consciente de la cotidianidad del amor que es la enemiga de todo idealismo: “No hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica «un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios» (No 122).

Por otro lado, el papa insiste y de modo fuerte y determinante sobre el hecho que “en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo.” (No 123), y es justamente en esta “necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres…”  (No 126) que se encuentra el matrimonio.

El capítulo concluye con una reflexión muy importante sobre la “transformación del amor” ya que “ La prolongación de la vida hace que se produzca algo que no era común en otros tiempos: la relación íntima y la pertenencia mutua deben conservarse por cuatro, cinco o seis décadas, y esto se convierte en una necesidad de volver a elegirse una y otra vez.” (No 163). El aspecto físico cambia y la atracción amorosa no desaparece, sino que cambia: el deseo sexual con el tiempo puede transformarse en deseo de intimidad y en “complicidad”. “No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad.”  (No 163).

Capítulo quinto: “Amor que se vuelve fecundo”

Este 5º capítulo está todo enteramente consagrado a la fecundidad y a la generatividad del amor. Se habla de manera profunda, tanto espiritualmente como psicológicamente, de la acogida de una nueva vida, de la espera de un embarazo, del amor de una madre y de un padre. Pero también de la fecundidad en sentido amplio, de la adopción, de la acogida, de la contribución de las familias en la promoción de una “cultura del encuentro”, de la vida en la familia dentro de un sentido amplio, con la presencia de tíos, de primos, de parientes de parientes, de amigos. La Amoris Laetitia no tiene en cuenta las familias “monoparentales”, pues ella considera la familia como una amplia red de relaciones.

Igualmente la mística del sacramento del matrimonio tiene un carácter social profundo (cfr No 186):  “No hay que olvidar que «la “mística” del Sacramento tiene un carácter social»[207]. Cuando quienes comulgan se resisten a dejarse impulsar en un compromiso con los pobres y sufrientes, o consienten distintas formas de división, de desprecio y de inequidad, la Eucaristía es recibida indignamente. En cambio, las familias que se alimentan de la Eucaristía con adecuada disposición refuerzan su deseo de fraternidad, su sentido social y su compromiso con los necesitados.” Al interior de esta dimensión social, el papa subraya en particular tanto el papel o rol especifico entre los jóvenes y las personas mayores como la relación entre hermanos y hermanas como un factor de aprendizaje del crecimiento en la relación con los otros.

Capítulo sexto: “Algunas perspectivas pastorales”

En el sexto capítulo, el papa aborda un cierto número de prácticas pastorales que llevan a la construcción de una familia sólida y fecunda, según el plan de Dios. En esta parte, la exhortación le otorga un amplio espacio a las relaciones o informes conclusivos de los dos sínodos y a las catequesis del papa Francisco y de San Juan Pablo II. Se repite que las familias son sujetos y no solamente objetos de evangelización. El Papa revela que « a los ministros ordenados les suele faltar formación adecuada para tratar los complejos problemas actuales de las familias.(No 202).

« Habrá que garantizar durante la formación una maduración para que los futuros ministros posean el equilibrio psíquico que su tarea les exige. ». Hay que mejorar la formación psico-afectiva de los seminaristas e implicar más la familia en la formación al ministerio”  (cfr. No 203). “En este sentido, también puede ser útil la experiencia de la larga tradición oriental de los sacerdotes casados.” (No 202).

El papa aborda el tema de los novios jóvenes a los que es necesario guiar en el camino de la preparación hacia el matrimonio, del acompañamiento de los esposos en los primeros años de vida conyugal (abarcando el tema de la paternidad responsable), pero también situaciones complejas, y en particular en las crisis sabiendo que “Cada crisis implica un aprendizaje que permite incrementar la intensidad de la vida compartida, o al menos encontrar un nuevo sentido a la experiencia matrimonial… “Cada crisis esconde una buena noticia que hay que saber escuchar afinando el oído del corazón.” (No 232). Algunos factores de crisis son analizados, como aquel de una maduración afectiva atrasada (cfr No 239).

Por otro lado, es abordada la cuestión del acompañamiento a las personas abandonadas, separadas o divorciadas, y la importancia de la reciente reforma de los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad de matrimonio, es subrayada. El sufrimiento de los hijos en las situaciones de conflicto es puesto por delante. Dice el papa: El divorcio es un mal, y es muy preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso, sin duda, nuestra tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas, de manera que podamos prevenir el avance de este drama de nuestra época. (No 246).

De igual modo son tratados otros temas como los matrimonios mixtos, los matrimonios con disparidad de culto, y la situación de las familias que tienen en su seno personas con tendencia homosexual, y se insiste en el respeto que se ha de tener en el encuentro con ellas y el rechazo a toda discriminación injusta o de toda forma de agresión y de violencia. La parte final del capítulo es preciosa en cuanto a lo pastoral: “cuando la muerte clava su aguijón”, evoca el tema de la perdida de los seres queridos y de la viudez. (cfr. Nos 253-258).

Capítulo séptimo: “fortalecer la educación de los hijos”

Este capítulo está enteramente consagrado a la educación de los hijos: su formación ética, el valor de la sanción como estimulación, el realismo paciente, la educación sexual, la transmisión de la fe, y de manera más general la vida de la familia como contexto o lugar o espacio educativo. La sabiduría práctica que reaparece en cada parágrafo es interesante, y sobre todo la atención a la gradualidad y a los pequeños pasos que puedan ser comprendidos, aceptados y valorados”. (No 271).

Hay un parágrafo particularmente significativo, y pedagógicamente fundamental, en el cual Francisco afirma claramente que “la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo.” Aquí vale el principio de que «el tiempo es superior al espacio»[291].Es decir, se trata de generar procesos más que de dominar espacios. Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía. (Sólo así ese hijo tendrá en sí mismo los elementos que necesita para saber defenderse y para actuar con inteligencia y astucia en circunstancias difíciles. Entonces la gran cuestión no es dónde está el hijo físicamente, con quién está en este momento, sino dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida. Por eso, las preguntas que hago a los padres son: «¿Intentamos comprender “dónde” están los hijos realmente en su camino? ¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos? Y, sobre todo, ¿queremos saberlo?»[ cfr. No 261, 292].)

A destacar también, el pasaje dedicado a la educación sexual, titulado de manera muy expresiva así: “sí a la educación sexual”. Se le juzga necesaria, y una pregunta es lanzada: “Deberíamos preguntarnos si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío. Es difícil pensar la educación sexual en una época en que la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse. Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua.”  (No 280). Con frecuencia la educación sexual se concentra en la invitación a «cuidarse», procurando un «sexo seguro». Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida” (no 283).

Capítulo octavo: “Acompañar, discernir e integrar la fragilidad”

Este capítulo es una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral de cara a las situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor propone. El Papa utiliza aquí 3 verbos importantes: “acompañar, discernir e integrar” que son fundamentales para afrontar las situaciones de fragilidad, complejas o irregulares.

El papa presenta la necesaria gradualidad en la pastoral, la importancia del discernimiento, las normas y las circunstancias atenuantes en el discernimiento pastoral, y en fin aquello que él define como “la lógica de la misericordia pastoral”.

Este capítulo es muy delicado. Para leerlo, es necesario recordar que («la Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad»[313]. No olvidemos que,) a menudo, la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un hospital de campaña. (No 291).

Aquí el soberano pontífice asume el fruto de la reflexión del sínodo sobre las temáticas controversiales. Él repite lo que es el matrimonio cristiano y agrega que  “ Otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo”. Así la Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio” (No 292).

En lo que concierne al “discernimiento” frente a situaciones irregulares, el Papa anota que “hay que evitar  los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición» (No 296). Y él continúa: “Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita». (No 297). Y todavía : “Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral. “ (no 298).

Dentro de este mismo espíritu, acogiendo las observaciones de los padres sinodales, el Papa afirma que «los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo. (La lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral, para que no sólo sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, sino que puedan tener una experiencia feliz y fecunda. Son bautizados, son hermanos y hermanas, el Espíritu Santo derrama en ellos dones y carismas para el bien de todos.) Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: (es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas.) Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, (sintiéndola como una madre que les acoge siempre, los cuida con afecto y los anima en el camino de la vida y del Evangelio.) Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, (que deben ser considerados los más importantes») [334](No 299).

De manera más general, el papa hace una afirmación extremadamente importante para comprender la orientación y el sentido de la Exhortación: “Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas, como las que mencionamos antes, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que «el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos»[335], las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas[336]. (No 300).

El Papa desarrolla de manera profunda las exigencias y las características del camino de acompañamiento y de discernimiento en un diálogo profundo entre los fieles y los pastores. Para llegar a esto, él llama la atención de la Iglesia: “sobre los condicionamientos y las circunstancias atenuantes” en lo que concierne la imputabilidad y la responsabilidad de las acciones, y apoyándose en santo Tomás de Aquino, se detiene en la relación entre “las normas y el discernimiento” afirmando que “ Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma. (Ello no sólo daría lugar a una casuística insoportable, sino que pondría en riesgo los valores que se deben preservar con especial cuidado[348].)  (No 304).

En la última parte del capítulo, «la lógica de la misericordia pastoral”, el Papa Francisco, para evitar los malos entendidos, recuerda con fuerza: “Comprender las situaciones excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al ser humano. Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas. (No 307).

Pero el sentido global del capítulo y del espíritu que el Papa Francisco quiere inscribir en la pastoral de la Iglesia está bien resumido en las palabras finales: “Invito a los fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz que les permita comprender mejor lo que les sucede y podrán descubrir un camino de maduración personal. E invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia.(No 312).

Sobre “la lógica de la misericordia pastoral”, el papa Francisco afirma con fuerza que  “A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios[364]. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio.” (No 311).

Capítulo 9o: «Espiritualidad matrimonial y familiar»

Este capítulo está dedicado a la espiritualidad matrimonial y familiar, hecha de miles de gestos reales y concretos(no 315). Con claridad, se dice que “quienes tienen hondos deseos espirituales no deben sentir que la familia los aleja del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señor utiliza para llevarles a las cumbres de la unión mística.(No 316). Todo, “los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección.” (No 317).

Entonces se habla de la oración a la luz de la Pascua, de la espiritualidad del amor exclusivo y libre de la pareja dentro del “desafío y el anhelo de envejecer y desgastarse juntos y así reflejar la fidelidad de Dios.” (No 319). En el pasaje que habla sobre “La Espiritualidad del cuidado, del consuelo y del estímulo”, el papa escribe queToda la vida de la familia es un «pastoreo» misericordioso. Cada uno, con cuidado, pinta y escribe en la vida del otro” (No 322).  “Es una honda experiencia espiritual contemplar a cada ser querido con los ojos de Dios y reconocer a Cristo en él.(No 323).

En el párrafo conclusivo, el papa afirma que «ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar. (Hay un llamado constante que viene de la comunión plena de la Trinidad, de la unión preciosa entre Cristo y su Iglesia, de esa comunidad tan bella que es la familia de Nazaret y de la fraternidad sin manchas que existe entre los santos del cielo. Pero además, contemplar la plenitud que todavía no alcanzamos, nos permite relativizar el recorrido histórico que estamos haciendo como familias, para dejar de exigir a las relaciones interpersonales una perfección, una pureza de intenciones y una coherencia que sólo podremos encontrar en el Reino definitivo. También nos impide juzgar con dureza a quienes viven en condiciones de mucha fragilidad.) Todos estamos llamados a mantener viva la tensión hacia un más allá de nosotros mismos y de nuestros límites, y cada familia debe vivir en ese estímulo constante. Caminemos familias, sigamos caminando. (Lo que se nos promete es siempre más.) No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido.”  (No 325).

La Exhortación apostólica concluye con una oración a la Santa Familia:

Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.

_______

Como se comprende desde ya, después de un rápido examen de su contenido, la Exhortación apostólica Amoris Laetitia, quiere hacer entender y recordar con fuerza que no hay que idealizar la familia, sino tener cuenta de su realidad rica y compleja.

Uno encuentra en sus páginas una mirada abierta, profundamente positiva, que se alimenta no de abstracciones o de proyecciones ideales sino de una atención pastoral a la realidad. Este documento ofrece una lectura rica en sugerencias espirituales y en sabiduría práctica, útil para todas las parejas y personas que desean fundar una familia. Uno ve sobre todo que es el fruto de una experiencia concreta al lado de personas que saben por experiencia lo que es una familia y lo que quiere decir vivir juntos después de muchos años. La Exhortación habla en efecto el lenguaje de la experiencia.






Referencias:

http://www.eglise.catholique.fr/vatican/les-ecrits/418969-synthese-damoris-laetitia/




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