José Aldazábal, en una de sus obras dedicadas al ministerio de la homilía , comenta que el problema de la duración de la homilía es antiguo. Al parecer, Federico Guillermo I de Prusia promulgó un edicto en 1744. En él denunciaba “que los sermones se alargaban fuera de toda medida”. Por ello, resolvía “fijar un límite a tan pesadas predicaciones –una hora-, más aptas para debilitar que no para alimentar la devoción”. Quienes violasen la norma, “deberán pagar –decía- dos talers en la iglesia donde hayan pecado”. Hoy también, si atendiésemos al mandato del emperador, las arcas de las iglesias estarían llenas… Situémonos a la salida de algún templo o parroquia un domingo cualquiera. Se oyen diversos comentarios valorativos. Alguien exclama: “Hoy me ha gustado la homilía”. Otra persona responde prontamente: “Sí, no ha sido demasiado larga…”. Y es que, la duración de la homilía –de modo habitual excesiva-, sigue siendo un desafío pendie...
Gustavo Quiceno Jaramillo, Sacerdote misionero de La Diócesis de La Dorada-Guaduas, sirviendo en el Vicariato Apostólico de San Andrés y Providencia-Colombia. "Ay de mi sino evangelizo!", dijo Pablo. Estoy aquí también en X: @gadabay,con 140 caracteres para decirle a la gente que Dios los ama inmensamente.