Miércoles de Ceniza 2020
(Joel 2, 12-18) La
conversión tiene siempre una dimensión comunitaria. Volver a Dios es orar
en asamblea, es dar de uno mismo, de su tiempo a los demás, es compartir lo que
se tiene con los pobres.
Primera lectura
Lectura de la profecía de Joel (2,12-18):
«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con
ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras;
convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento
a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.» Quizá se
arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el
Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la
reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos.
Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa
del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del
Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al
oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está
su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 50,3-4.5-6a.12-13.14.17
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R/.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. Señor,
me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R/.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. Señor,
me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los
Corintios (5,20–6,2):
Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios
mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os
reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por
nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de
Dios. Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de
Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine
en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.
Palabra de Dios
EvangelioLectura del santo evangelio según san Mateo
(6,1-6.16-18):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no
practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de
lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto,
cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los
hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por
los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando
hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así
tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie
en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os
aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu
aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu
Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis
cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la
gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando
ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la
gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo
escondido, te recompensara.»
Palabra del Señor
Evocación de la ceniza
Cuando era pequeño, recuerdo que los miércoles de ceniza causaban cierta fascinación en mi. Ir al templo a dónde íbamos casi que obligados por los profesores y con el beneplácito de nuestros padres para que el sacerdote nos hiciera una pequeña cruz en la frente me hacía pensar muchas cosas, preguntarme para qué servía aquello, qué objeto tenia dejarse trazar un signo con ceniza de húmeda que según nos contaban era hecha con lo que quedaba después de quemar ciertos ramos bendecidos, precisamente el domingo de ramos del año inmediatamente anterior. Aquella crucecita, los infantes venidos de los hogares con fe de carbonero hacíamos el esfuerzo por conservarla sobre nuestra pequeña frente toda la jornada y no lavarla ni quitarla hasta el día siguiente cuando tocaba baño obligatorio…A veces uno jugaba o corría y por el excesivo sudor ella se deshacía poco a poco, y caía o en ocasiones a causa de la rasquiña que atacaba sobre la parte frontal por la extraña sustancia sobre la piel y en un arrebato espontáneo pasábamos la muñeca para rascarnos y de paso borrar casi totalmente la cruz…inmediatamente después de esto venia un enfriamiento del estomago por el miedo sentido por el atentado inconsciente contra aquella figurita tan sagrada para nosotros…
Es verdad que aquel sacramental (no sacramento) de la imposición de la ceniza solo lo entendería yo particularmente con el paso de los años. Aunque es usual encontrar aun hoy muchas personas que no tienen la suficiente claridad sobre el por qué de este gesto con el que iniciamos el denominado tiempo de Cuaresma.
Hay que saber que la Iglesia católica ha tomado esto de la tradición de la Biblia y que lo ha conservado por siglos. En Israel se proclamaban ayunos públicos en el tiempo de sufrimiento y de pruebas. La gente vestía de luto, reemplazaban sus vestidos por especies de sacos (o costales), no se peinaban y se cubrían el rostro con cenizas (practica que la Iglesia conserva en la liturgia de cada miércoles de ceniza). En el Evangelio Jesús no dice que estos signos de penitencia sean inútiles, igualmente el ayuno que expresa el arrepentimiento y acompaña la oración (Mateo 4,1, Marcos 2,20), pero hace la precisión que estos gestos no bastan por sí solos ni son lo esencial. Ellos deben ir acompañados de un sentimiento de amor al prójimo, sentimiento de perdonar a quienes nos han ofendido y buscar la justicia.
Al imponernos la ceniza somos conscientes de nuestra condición de seres dependientes, de nuestra condición de creaturas, de Hijos de Dios, de nuestra debilidad, de nuestra finitud, de nuestra condición de pecadores.
La primera lectura del libro de Joel proclamada resume muy bien el objetivo de este tiempo de Gracia que hoy nuevamente iniciamos, por la boca del profeta, Dios nos dice: “ Convertíos (Volved ) a mí de todo corazón, todavía es tiempo, hay oportunidad, no es tarde para que ayunen, lloren y se lamenten…”, en una palabra para convertirnos. Durante los siguientes 40 días escucharemos continuamente esta invitación al cambio, a la purificación para tener la visión y el corazón más diáfanos y que nos permitan volver a sentir la cercanía de Dios que quiere lo mejor para nosotros.
Sin duda alguna, imbuidos en esta sociedad turbulenta, de bullicio, de sensacionalismo y superficialidad no es raro que perdamos de vista que es lo esencial en nuestra vida, cuál es el sentido de nuestro trabajo, de nuestros afanes…La Palabra de Dios en este confuso mundo se diluye, se pierde, la relativizamos y damos prioridad a otras voces, a otros llamados que al responderlos, no pueden colmar nuestro corazón como lo hace el mensaje divino contenido en el evangelio de Jesucristo.
Para introducir esta Cuaresma (palabra que quiere decir 40) la Iglesia nos propone una meditación viva sobre el PECADO Y LA MUERTE, y el rito de la ceniza nos recuerda nuestra condición de mortales y pecadores.
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