sábado, 8 de noviembre de 2025

8 de noviembre del 2025: sábado de la trigésima primera semana del tiempo ordinario-I

 

Mal amo, pero buen servidor

(Lc 16,9-15) El Evangelio de hoy continúa el pasaje de ayer y precisa su sentido.

Lucas no busca elogiar la deshonestidad, todo lo contrario.
Se trata de ser “digno de confianza” en todo.

Y para ello, el dinero es un mal amo,
pero puede ser un buen servidor,
especialmente cuando circula y genera vínculos mutuos de reconocimiento y gratitud,
que Dios, de algún modo, “eterniza”.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 


Primera lectura

Rom 16, 3-9. 16. 22-27

Salúdense unos a otros con el beso santo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Saluden a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús, que expusieron sus cabezas por salvar mi vida; no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las Iglesias de los gentiles.
Saluden asimismo a la Iglesia que se reúne en su casa.
Saluden a mi querido Epéneto, primicias de Asia para Cristo.
Saluden a María, que con tanto afán ha trabajado en favor de ustedes.
Saluden a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de prisión, que son ilustres entre los apóstoles y además llegaron a Cristo antes que yo.
Saluden a Ampliato, a quien quiero en el Señor.
Saluden a Urbano, colaborador nuestro en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquio.
Salúdense unos a otros con el beso santo.
Los saludan todas las Iglesias de Cristo.
Yo, Tercio, que escribo la carta, los saludo en el Señor.
Los saluda Gayo, que me hospeda a mí y a toda esta Iglesia.
Los saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano.
Al que puede consolidarlos según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 144, 2-3. 4-5. 10-11 (R.: cf. 1bc)

R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

V. Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. 
R.

V. Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. 
R.

V. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecerlos con su pobreza. R.

 

Evangelio

Lc 16, 9-15

Si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera?

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, ¿lo de ustedes, quién se lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero».
Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él.
Y les dijo:
«Usteden se las dan de justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios».

Palabra del Señor.

 

 

1

 

1. Introducción: un corazón confiado como el de María

En este sábado dedicado a la Virgen, la liturgia nos invita a contemplar el modo en que María vivió con libertad interior su relación con los bienes, con las personas y con Dios. Todo en ella fue disponibilidad: “Hágase en mí según tu palabra.”
El Evangelio de Lucas nos pone ante una frase tajante de Jesús: “No pueden servir a Dios y al dinero.” No hay neutralidad en el corazón: o servimos al amor o servimos a la codicia.
Y san Pablo, al concluir su carta a los Romanos, nos muestra la otra cara de la moneda: la de la generosidad fraterna. Agradece a tantos hermanos y hermanas que, sin buscar recompensas materiales, han colaborado con la misión del Evangelio. Ese es el espíritu que debe animar también a los discípulos de hoy.

2. “Mal amo, pero buen servidor”

Se dice comentando este evangelio que “mal amo pero buen servidor  es el dinero”, y esto resume con precisión el mensaje de Jesús. El dinero no es malo en sí; lo malo es ponerle un altar en el corazón.
Cuando el dinero se convierte en amo, exige sacrificios: roba el tiempo, destruye amistades, endurece la conciencia. Pero cuando se pone al servicio del Reino, se transforma en un buen servidor: sostiene obras de caridad, educación, evangelización, cultura y esperanza.
Jesús no alaba la deshonestidad del administrador infiel, sino su sagacidad. Nos invita a usar la misma inteligencia y determinación, pero para el bien, para construir relaciones justas, generosas, solidarias.


3. San Pablo y la economía del amor

En la lectura de Romanos 16, san Pablo pronuncia una larga lista de nombres. No es una despedida burocrática: es una sinfonía de gratitud.
Nombra a Priscila y Aquila, a Epeneto, a María, a Andrónico, a Junia, a Urbano, a Rufo, a Filólogo, a Julia… personas reales, con rostros concretos, que pusieron sus bienes, sus casas y sus vidas al servicio del Evangelio.
Es hermoso que en medio de un texto aparentemente administrativo se respire tanto cariño, tanta comunión. Es como si Pablo dijera: “El verdadero capital de la Iglesia son sus vínculos de amor.”
Esta es la economía de la fe: compartir los talentos, abrir las puertas, agradecer. Pablo nos enseña que la misión no se sostiene con dinero acumulado, sino con corazones generosos que lo ponen en circulación para el bien.


4. El salmo: un canto de confianza

El salmista proclama: “Te alabaré por siempre, Dios mío, mi Rey.” y añade: “El Señor es bueno con todos y cariñoso con todas sus criaturas.”
La verdadera riqueza, según este salmo, no está en la acumulación, sino en la bondad. El corazón que confía y alaba vive en la libertad de los hijos de Dios. María, mujer del Magníficat, vivió esta experiencia: su alabanza fue su tesoro, y su humildad su riqueza.


5. El dinero que une y el dinero que divide

Alguien comentando este evangelio,  lo expresaba bellamente: el dinero puede ser bueno si “circula y crea lazos de reconocimiento y gratitud que Dios, de algún modo, eterniza.”
Eso ocurre cada vez que un don se convierte en signo de amor: una ofrenda, una ayuda, un gesto solidario, una palabra gratuita. En el Reino, lo que se da no se pierde: se transforma en eternidad.
Pero cuando el dinero separa, cuando se usa para dominar, humillar o acallar la conciencia, entonces se vuelve un mal amo. En palabras de Jesús: “Lo que los hombres tienen por sublime, Dios lo considera abominable.”


6. María: icono de la libertad interior

En este sábado mariano, contemplamos a María como la mujer que no se dejó poseer por nada ni por nadie.
Ella nos enseña que la verdadera grandeza consiste en la confianza absoluta en Dios. No acumuló riquezas, pero fue la más rica en gracia. No tuvo poder, pero fue la Madre del Señor.
Su vida fue una administración fiel de los dones: escuchó, creyó, guardó, acompañó, y dio sin medida. En ella, el amor fue el único tesoro y la fe su única moneda.


7. Aplicación jubilar y pastoral

En el contexto del Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, el Evangelio nos invita a renovar tres actitudes:

  • Libertad interior: para no servir a dos señores. Que nuestras decisiones pastorales, familiares y personales estén guiadas por la caridad, no por el interés.
  • Solidaridad concreta: que los bienes materiales de la Iglesia y de nuestras comunidades sean medios de comunión y no de privilegio.
  • Gratitud: como Pablo, aprendamos a agradecer a quienes colaboran silenciosamente, a quienes sostienen la misión con su esfuerzo, sus talentos y su oración.

Cada gesto de generosidad es una semilla que Dios hace eterna. El Jubileo es tiempo para compartir lo que somos y tenemos, para reconciliarnos con quienes la codicia o el egoísmo hayan herido, y para reconstruir los lazos del amor fraterno.


8. Conclusión: la alegría del servidor fiel

Ser “digno de confianza en lo poco” es el camino de los santos. No se trata de despreciar los bienes, sino de aprender a administrarlos con sabiduría.
María nos muestra que la vida entregada y confiada a Dios se convierte en riqueza eterna.
Pablo nos recuerda que los verdaderos tesoros son los amigos, la comunidad, la misión.
Y Jesús nos invita a elegir con claridad: o servimos al amor o servimos al dinero. No hay punto medio.


🙏 Oración final

Señor Jesús,
Tú que fuiste pobre para enriquecernos con tu amor,
haz que sepamos administrar con fidelidad lo que nos confías.
Líbranos de la esclavitud del tener
y enséñanos a servir con alegría y gratitud.
Que como María, nuestra Madre,
pongamos todo lo que somos al servicio de tu Reino,
para que en nosotros florezca la esperanza del Jubileo
y el mundo conozca la verdadera riqueza del Evangelio.

Amén.

 

2

1. Introducción: La fidelidad empieza en lo pequeño

Jesús nos dice hoy: “El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; y el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.”
Estas palabras, sencillas pero profundas, nos introducen en una de las lecciones más bellas y exigentes del Evangelio: la fidelidad cotidiana, silenciosa, constante.

El Señor no nos pide grandes hazañas heroicas, sino fidelidad en las cosas pequeñas: en los gestos, en las decisiones, en el manejo del tiempo, del dinero, del amor y de la palabra. Quien es capaz de vivir con integridad en lo pequeño, demuestra que su corazón está bien orientado.

En este sábado mariano, recordamos que María Santísima vivió precisamente así: en la fidelidad a lo pequeño. Su grandeza no fue visible ante el mundo, pero en el silencio de Nazaret aprendió a servir, a esperar, a confiar. Por eso Dios la confió con lo más grande: ser Madre del Salvador.


2. “Los pequeños asuntos” según Jesús

Hoy se nos pregunta: ¿cuáles son las pequeñas cosas de la vida? Muchos pensarían en lo cotidiano: las tareas, los deberes, los hábitos. Pero Jesús, en el contexto de este Evangelio, pone un ejemplo concreto: el dinero.

En nuestra cultura —como también en la de su tiempo— el dinero parece ocupar el centro. Muchos trabajan incansablemente para tener más, soñando que la felicidad está en la abundancia. Jesús, en cambio, afirma que el dinero es una cosa pequeña. No desprecia su utilidad —sirve para vivir, sostener, ayudar—, pero sí relativiza su valor.

Desde la perspectiva de Dios, lo que verdaderamente importa no es cuánto tenemos, sino cómo lo usamos. El dinero no nos define, sino el amor con el que lo administramos. Si somos fieles en su uso —justos, solidarios, desprendidos—, entonces demostramos que podemos ser confiados con “grandes cosas”: la vida espiritual, la gracia, la salvación, el servicio en el Reino.


3. San Pablo: la fidelidad en los vínculos y la misión

En la primera lectura (Rm 16,3-9.16.22-27), san Pablo concluye su carta con una hermosa lista de nombres. Podría parecer un detalle menor, pero ahí se manifiesta otra forma de fidelidad en lo pequeño: la gratitud.
Pablo recuerda a Priscila y Aquila, a Andrónico, a Junia, a Urbano, a Rufo y a muchos otros. Ellos fueron discípulos fieles en lo cotidiano: ofrecieron sus casas, sus manos, su tiempo, su afecto. Ninguno de ellos fue famoso, pero todos fueron confiables, leales, perseverantes.

Así es como se construye la Iglesia: con pequeños gestos de amor que Dios convierte en obras grandes. En la vida parroquial, en nuestras comunidades, en la familia, la fidelidad se muestra cuando alguien cumple con humildad sus tareas, cuando reza cada día, cuando perdona sin hacer ruido, cuando da sin esperar nada.


4. El salmo: alabar a Dios cada día

El Salmo 145 proclama: “Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.”
Ser fiel en lo pequeño también es alabar cada día, aunque las circunstancias no sean favorables. La alabanza cotidiana —no la de grandes celebraciones, sino la de cada amanecer— nos entrena en la constancia del corazón.
María lo vivió en el Magníficat: alabó a Dios en su pobreza, confió en Él en la oscuridad, guardó todo en su corazón.


5. El dinero: prueba de fidelidad y espejo del alma

Jesús no condena el tener bienes; lo que condena es la idolatría del dinero. Cuando el dinero domina, destruye la confianza, endurece el corazón y nos hace perder el sentido de la gratuidad.
Pero cuando el dinero se pone al servicio del bien —cuando se comparte, se invierte en solidaridad, se administra con justicia—, se convierte en una herramienta de santidad.
Ser fiel en lo pequeño es usar los bienes materiales con conciencia de que todo es de Dios.

El Papa Francisco lo repitió muchas veces: “El dinero debe servir, no gobernar.” El corazón del discípulo no se mide por la cuenta bancaria, sino por su capacidad de compartir.


6. María: modelo de fidelidad silenciosa

La Virgen María es la mujer de las pequeñas cosas bien hechas.

·        En Nazaret, cuidó la casa con amor y paciencia.

·        En Caná, observó el detalle de unas tinajas vacías y actuó por compasión.

·        En el Calvario, permaneció de pie junto a la Cruz sin pronunciar grandes discursos.

En lo pequeño fue perfecta, y por eso Dios la confió lo inmenso. Su vida nos enseña que el Reino de Dios no se edifica con espectacularidad, sino con fidelidad y ternura.


7. Aplicación jubilar y pastoral

En el marco del Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, esta enseñanza se vuelve muy concreta para nosotros:

·        En la vida personal: Ser fieles en lo pequeño es cumplir con responsabilidad, orar con constancia, vivir con coherencia moral incluso cuando nadie nos ve.

·        En la familia: Es cuidar los detalles del amor, escuchar, agradecer, perdonar, acompañar.

·        En la comunidad eclesial: Es servir sin buscar reconocimiento, sostener con generosidad las obras de la parroquia, participar en la liturgia con devoción.

El Jubileo no se vive solo con grandes peregrinaciones o gestos visibles, sino también en las “pequeñas peregrinaciones” diarias: salir de nosotros mismos para amar, reconciliarnos, compartir, esperar.


8. Conclusión: lo pequeño que se hace eterno

Jesús nos invita a creer que en lo pequeño se juega lo eterno. Un gesto de fidelidad, una palabra amable, una limosna dada con amor, una oración silenciosa, pueden tener efectos que solo Dios conoce.
Cuando somos fieles en lo poco, Él nos confía lo mucho: la misión, la gracia, la vida eterna.

El alma fiel en lo pequeño está lista para lo grande. Así fue María, así fueron los santos, así debe ser la Iglesia hoy: humilde, perseverante, confiable.


🙏 Oración final

Señor Jesús,
Tú que fuiste fiel en todo y obediente hasta la cruz,
enséñanos a vivir con fidelidad las pequeñas cosas del día a día.
Haznos administradores honestos, servidores confiables,
personas de palabra y de corazón.

Líbranos del deseo de lo espectacular
y danos la alegría de lo sencillo.
Que, como María, sepamos guardar, servir y confiar.
Y que, siendo fieles en lo poco,
podamos recibir de Ti lo mucho:
la gracia de participar en tu Reino
y de ser instrumentos de esperanza en este Año Jubilar.

Amén.

 

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