8 de junio del 2014: Domingo de Pentecostés A

La aventura continua… 
 Pentecostés (50 días después…de la resurrección) anuncia la continuación de la aventura de Cristo. Por la venida del Espíritu Santo, y con su fuerza, la Iglesia es portadora de la misión universal de anunciar que Dios está presente y activo. Ella está llamada a hacerlo de diferentes y múltiples maneras, en el respeto de las diferencias, a fin que la unidad deseada por Cristo se realice. 

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
--Paz a vosotros
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Palabra del Señor.
  
A guisa de introducción:
El retrato chino del Espíritu Santo:
Si ustedes le preguntan a los niños: “El Espíritu Santo es un animal, es una fuerza o es una persona?” Ellos responderán enseguida: “una fuerza”. Pero, es una persona.
Ustedes conocen el principio de los retratos chinos, es un juego de adivinar con indicaciones que comienzan por “si yo fuera”, donde el objetivo es adivinar un personaje.
Ejemplos: “Si yo fuera un país, yo sería Venezuela, si yo fuera una profesión, yo sería militar; si yo fuera un nombre, tendría el mismo de un apóstol, si yo fuera un apellido tendría el mismo de un departamento de la costa colombiana; si yo tuviera un amigo él seria alguien libre…Quién soy yo?” : Yo soy SIMON BOLIVAR.
“Si yo fuera un color yo sería el blanco, con unos bordados azules; si yo fuera un país sería La India o Albania; si yo fuera un corazón, yo sería tan grande como el mar; si yo fuera una familia, yo hubiera tenido 800 hermanos y 4.000 hermanas en 50 años: si yo tuviera un vecino, él sería leproso o un enfermo de sida: quién soy yo?”...Yo soy la Madre Teresa.
“Si yo fuera un color yo sería el blanco. Si yo fuera un país, yo sería Argentina; si yo fuera una ciudad, yo sería Roma; si yo tuviera una profesión, yo sería pastor. Si yo fuera una familia, yo sería el padre: quién soy yo?..”YO soy el Papa Francisco.
Es así como Jesús nos ha dejado un retrato chino del Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo fuera un animal, él sería una paloma: por el renuevo después del diluvio, la paz, la pureza, la irradiación, la libertad.
Si el Espíritu Santo fuera una parte del cuerpo, él sería el dedo de Dios que muestra el camino (o señala la ruta).
Si el Espíritu Santo interviniera en un rescate o la salvación de alguien, él sería el aire o respiro o aliento de Jesús que reanima.
Si el Espíritu Santo fuera una fuerza natural, él sería el viento que penetra todo y que permanece inalcanzable o intocable.
Si el Espíritu Santo fuera una fuente de energía, él sería el agua viva de un torrente.
Si el Espíritu Santo se pudiera resumir en 5 letras, él sería el fuego. Él calienta, ilumina, une, sue
 lda  (de soldar), o sea hace poner sólido, solidariza…
Si el Espíritu Santo fuera un color misterioso, él sería como la sombra. Él nos persigue por todos lados (como dice la ranchera de aquel que canta a su amada que no puede olvidar: “ con el correr de los años he tratado de olvidarte pero no lo he podido, me persigue tu sombra”). Nosotros lo olvidamos, pero él no nos olvida nunca.
Si el Espíritu fuera una profesión, él sería un abogado. El defiende a Jesús en el proceso comenzado en tiempos de Poncio Pilatos y que durará hasta el fin del mundo. Él es acusado de ser un impostor. En el tribunal de nuestra conciencia, el abogado del cielo demuestra que Él es sin duda, bien Dios Hijo.
Además de estos símbolos bíblicos, muchos otros pueden ser propuestos.
Por ejemplo, si el Espíritu Santo fuera una reacción química, él sería el catalizador…
El catalizador es un material que permite a otras dos sustancias unirse.
Un catalizador es una sustancia que facilita y hace posible la reacción química entre otros dos elementos! Su presencia es importantísima si queremos que dos elementos entren en reacción para fundirse o para obtener otra sustancia nueva!
Para hacer mortero (mezcla) en construcción, nosotros lo llamamos popularmente “mezcla”, es necesario arena y cemento. Pero nada pasaría si no hubiera agua. El agua permite la osmosis y desaparece. El Espíritu Santo como catalizador, permite la unidad y se hace olvidar. Bueno, la definición tal vez no sea demasiado científica pero hemos entendido el concepto!!!
Una catequista muy experimentada o profesional un día tuvo la idea de hacer esta comparación o asociación: algunas mamás confeccionaron una “caja de besos” para sus pequeños hijos que se les hacía difícil separarse de ellas con el fin de pasar algunos días en casa de la abuela o del abuelo. Entonces el niño encontraba mucho alivio, se sentía reconfortado al abrirla en intervalos de tiempo, y en ciertos momentos cuando la melancolía era muy fuerte.
Jesús nos ha dejado el Espíritu Santo a quien Él presenta como el consolador (lástima que esta palabra a la primera nos envíe la imagen de un objeto erótico o juguete sexual)…entonces mejor hablemos de aquel que alivia, que consuela…
Sin saberlo, aquella catequista no encontraba acaso la intuición de los místicos que dicen que El Espíritu Santo es el beso del Padre y del Hijo? El Espíritu Santo se ha hecho un lugar, un rincón en cada uno de nosotros, el día de nuestro bautismo. Su presencia ha sido confirmada en nuestra…confirmación.
Pero Él es también como el chocolate caliente de su desayuno. Si ustedes no lo remueven, no hacen girar la cuchara, el chocolate se queda en el fondo.
Pero si nosotros oramos, si participamos en la misa, si abrimos el Evangelio, si nosotros le pedimos su ayuda, Él invadirá poco a poco todo nuestro ser y toda nuestra vida como lo hizo con los santos…ejemplo Laura Montoya o San Francisco de Asís y tantos otros.
(Continùa...) 
 
 
Aproximación psicológica al texto del Evangelio:

La armonización del tohu-bohu

Después de la muerte de Jesús, los discípulos “ven el mundo y las cosas de (en) todos los colores”. Ellos pasan por una gama de sentimientos sorprendentemente variados: 
La vergüenza por haber traicionado, renegado, o simplemente por haber
abandonado Jesús,
La depresión o tristeza, debido al hecho que el pastor ha sido golpeado y el rebaño se ha dispersado:
La falsa alegría (“algunas mujeres nos han confundido con una visión de un
Ángel que lo declaran vivo, pero a Él no lo han visto”- cfr. Lucas 24, 22-24):
El miedo a los judíos;
La sorpresa o admiración provocada por las apariciones;
La duda que hay en la autenticidad de dichas manifestaciones del Resucitado;
La esperanza que ellas  (esas apariciones) han despertado;
La Incertitud, de cara (o respecto) a lo que ellos debían hacer…

En resumen, hay de todo, pero todo está mezclado, revuelto. En el sentido preciso del término, es el tohu-bohu (palabra hebrea que significa gran confusión).

Antes de Pentecostés, los apóstoles se encuentran exactamente como la Tierra antes de la Creación. Las primeras líneas del libro del Génesis, en efecto,  nos dicen: “Cuando Dios comienza la creación toda la tierra estaba en el tohu-bohu. Entonces, Dios hizo “planear su soplo (Espíritu) sobre la superficie de las aguas”. Y es ahí cuando el Cosmos comienza a tomar forma, que la vida comienza a organizarse, que las cosas comienzan a tomar sentido. Este Pentecostés creador abría la vía a la vida.

Es lo que sucede en el Segundo Pentecostés. Jesús hace “planear su Espíritu” sobre los Apóstoles, Él viene armonizar su “Tohu-bohu” interior, Él viene para realizar, hacer que la experiencia vivida por los apóstoles comience a integrarse, a tomar su coherencia.

Después de la gran cantidad de eventos de la Pascua de aquel año, las cosas se desempolvarán tranquilamente, y el agua turbia rencontrará progresivamente su transparencia. Planeando sobre sus aguas, el Espíritu permitirá a los discípulos rencontrar la paz interior, discernir las grandes líneas de su misión, y entrar en contacto con todos sus recursos personales. De hombres desorganizados y paralizados por su confusión interior, ellos pasaran a ser hombres unidos y listos para la acción.

He aquí el papel o rol del Espíritu Santo en la vida de aquellos a quienes Él es enviado.

Fuente: “Les Options de Jésus”, Jean-Luc Hétu.


REFLEXIÒN  CENTRAL

En esta gran fiesta de Pentecostés, la liturgia nos propone  dos relatos que
describen la venida del Espíritu Santo:

Primero el de San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, rico en colores , pleno de entusiasmo y de movimiento y el relato de San Juan en su evangelio, más discreto, que nos presenta a Cristo detrás de puertas cerradas, ofreciendo su paz y su soplo de vida.

El contraste entre los dos relatos es evidente: mientras que el libro de los Hechos evoca el fuego, el ruido, el calor, el relato de San Juan esta hecho de inspiración, de interioridad, de discreción. En los dos casos, el Espíritu se
manifiesta como una fuerza capaz de recrearnos  (cambiarnos, transformarnos) en lo más profundo de nosotros mismos. Son dos maneras diferentes y complementarias de hablar del Espíritu que renueva el corazón humano y la faz de la tierra.

San Juan y San Lucas mencionan que Pentecostés tuvo lugar “el primer día de la semana”. Aquellos que leían estos textos conocían el lenguaje bíblico y sabían que ese primer día celebraba la nueva creación, el mundo nuevo ofrecido gracias a la venida de Jesucristo. Juan utiliza el lenguaje conocido por los cristianos de su tiempo para expresar este renacimiento: “Él insuflo sobre ellos su espíritu”.

Esto recuerda el texto de la creación de Adán cuando Dios insufla un aliento de vida al hombre que llega a convertirse en un ser vivo” (Gen 2,7) El hace también alusión al texto del profeta Ezequiel en el cementerio de los huesos disecados: Ven de los 4 vientos, Espíritu de Dios, sopla  sobre esos muertos para que ellos vivan (Ez  37,6).

Pentecostés es la fiesta de la Vida Nueva, la fiesta de la segunda oportunidad.

Los apóstoles no habían podido ser fieles y perseverantes en sus promesas o compromisos, ellos habían fallado en la fidelidad y amistad hacia Jesús.

Asustados o atemorizados, Judas ha traicionado, Pedro ha negado tres veces, todos se han dado a la fuga. Ellos tenían necesidad de ser perdonados, de ser renovados. San Juan nos dice que ellos estaban encerrados en su casa y que todas las puertas estaban atrancadas. Ellos estaban paralizados por el miedo.

Ellos se sentían incapaces, parados y no veían una salida posible.

 En esta fiesta de Pentecostés, el Espíritu Santo les dice que hay una salida, un escape posible, una perspectiva de futuro. Cristo viene con su paz, el sopla sobre ellos y les da la fuerza de su Espíritu. Las puertas atrancadas se abren y un viento fresco los invita a salir afuera al aire libre. Ellos pueden entonces comunicarse con todos los humanos de la tierra. Pentecostés, es el reverso de la Torre de Babel donde los pueblos estaban dispersos y confundidos sin poder comprenderse. Aquí, ellos están reunidos y cada uno “desconcertado y maravillado, comprende al otro en su lengua materna”.

En los países que tienen las 4 estaciones como Canadá, donde vivo actualmente se puede ver la maravillosa imagen que ofrece la primavera y la muestra de lo que el Espíritu puede hacer en nosotros. Aquellos que no conocen el clima riguroso de los inviernos y que van de visita en enero, pueden pensar que la naturaleza está muerta y que nada podrá hacer reaparecer la vida…Pero es suficiente un poco de sol de primavera, del calor del mes de mayo para que la vida surja y aparezca con una fuerza extraordinaria. El Espíritu puede ser nuestra propia primavera y hacer revivir en nosotros aquello que parecía muerto y desecho.

La fiesta de Pentecostés nos ofrece a cada uno de nosotros la ocasión de renovar nuestra relación con Dios y con los demás. Es el tiempo de un nuevo comienzo: “Yo les enviare mi Espíritu y ustedes revivirán”.

El Espíritu nos invita a revivir, a desarrollarnos, a progresar, a crecer.

Nosotros debemos rechazar o despreciar que nos hagan hombres y mujeres bonsái, todos pequeños, estrechos, encogidos!  Debemos evitar ser el águila del gallinero o del cerco de pollos  del cuento de Anthony De Mello: un granjero había encontrado en todo lo alto de una montaña, un huevo de águila. El hizo que el aguilucho naciera o saliera del huevo en su gallinero, donde la pequeña ave aprende a comer granos, a volar algunos metros, a acurrucarse para dormir…Un día , el vio una grande ave que volaba, planeaba majestuosamente en la parte más alta del cielo. Entonces el aguilucho demanda  a una de las gallinas más viejas que clase de ave era aquella. “Ah , eso es un águila. Es un fenómeno muy raro. Ella vuela sola  y muy alto, durante horas y horas. Ella es totalmente diferente de nosotros. Es mejor no pensar en esa clase de energúmena! EL aguilucho olvida la gran ave y continua viviendo como las gallinas.

Nosotros estamos invitados todos a volar más alto, en la plena libertad de los Hijos de Dios, a no contentarnos de una vida mediocre, a ras de piso!

Al darnos su Espíritu, Cristo abre las puertas atrancadas de nuestros miedos y nos envía a nuestros ambientes sociales y de vida para que nos esforcemos por crear allí un mundo mejor, un mundo más humano y más fraternal.



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