5 de junio del 2016: 10o Domingo ordinario (C)


Cristo nos toca y nos vuelve a levantar

En Jesús, Dios se nos une en lo más profundo de nuestro sufrimiento humano. Él nos consuela, nos vuelve a levantar y nos hace vivir.



Lectura del santo evangelio según san Lucas:

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.



A guisa de introducción:

Dejarse tocar por la miseria del otro para devolverle la esperanza

1.     La expresión familiar y corriente “yo no vivo, yo vegeto”, está llena de sufrimiento, uno se siente mal al escucharla y traduce una decepción real, una tristeza profunda, una existencia sin vida.

Un tal desespero es propio de las personas afectadas por la enfermedad, la muerte, las pruebas, las limitaciones de cualquier índole, los problemas de los adolescentes con sus padres, las dificultades de los padres con sus hijos, los conflictos de pareja.
La mujer de la ciudad de Naim vivía una crisis: su único hijo había muerto y ella se había quedado sola. Ella, ese día (en el HOY), necesitaba de un gesto, porque para el día siguiente, quizás sería demasiado tarde.

2.     Jesús se deja conmover por la tristeza de esta mujer. Él decide entrar en su vida, no solamente para apiadarse de su suerte sino para volver a poner entre sus brazos, aquel que estaba en el centro (en su corazón) de su vida de madre. Ella que estaba más muerta en su corazón que su hijo, ha vuelto a encontrar a su hijo y de paso vuelto a encontrar gusto por la existencia misma. A causa de la bondad de Jesús, hoy, ella vuelve a descubrir el sentido de su vida; mañana, ella no habría hecho más que vegetar, llevando la muerte en su alma.

Según Jesús, todo el mundo tiene derecho a la felicidad, los ricos, también los pobres, los que están sanos y los enfermos igualmente; los inteligentes, así como los ignorantes; los capaces y los impedidos; los hombres y las mujeres; los viejos y los niños…Todos tienen derecho a ser felices.

Él ha venido para darle una oportunidad, un chance a cada uno.

3.     Es fácil hablar de la miseria de los otros, de sus dificultades, de sus pruebas. Es mucho más provechoso para todos, venir en su ayuda, para comprenderlos y para servirlos.

Dar una oportunidad a alguien que no ha tenido oportunidades en la vida, hace parte de los sentimientos de Jesús, de su voluntad de acción, y hace parte de su acción cotidiana.

Es admirable ver personas discapacitadas o con hándicaps, que agotan todas sus posibilidades físicas, morales...

Se tiene en verdad necesidad de los otros cuando se atraviesan dificultades o pruebas. Uno necesita de Dios. En el sufrimiento, la espera y la esperanza son tan necesarias como comer y beber.



 Aproximación psicológica al texto del Evangelio:

¿Qué es lo más importante? Ser brillante (pasar por inteligente, o tener un corazón compasivo?

Yo creo que les he contado antes, que desde muy niño preferí ser víctima de “matoneo” a ser verdugo. Siendo un escolar, percibí bien varios compañeros que querían a todo momento demostrar su superioridad por la fuerza física, golpeando y maltratando a quienes consideraban “cerebritos”, “nerds” o eran superiores a ellos en comportamiento de respeto a los otros, buenos sentimientos… Lo que a uno más le marca en la niñez y adolescencia, es la compasión de los otros, los padres, un amigo, una persona mayor que se abaja y puede descubrir tu sufrimiento, trata de abrirte al diálogo para ayudarte a salir adelante.

A primera vista, todo el mundo tiene bonitas palabras para referirse a los sentimientos vinculados con la compasión, hasta el día en que ellos entran en conflicto con ciertas pulsiones profundas de nuestra vida.

En muchas ocasiones, a cuántos nos ha pasado que experimentamos mayor placer, satisfacción de hablar con ciertas personas, sea porque son compatibles con nuestros gustos, pasiones e intereses, y en otras veces con otras personas en la conversación, experimentamos como desazón, desinterés, hay largos momentos de silencio, porque no hay compatibilidad o consideramos que el otro es muy diferente a mí, o no tiene la suficiente comprensión para asumir mi charla y seguir el hilo de mi conversación…

Sin lugar a dudas que es muy delicioso, sabroso, escuchar o hablar con quien sentimos nos aporta nuevos conocimientos, uno siente que nos enseña algo nuevo…Por el contrario es tedioso, incómodo, estar ante quien quizás es sordo, o tiene algún problema para llevar el hilo, sea por estar demasiado senil o por que sufra de alguna limitación o enfermedad…

Tomemos conciencia amigos, traigamos a la memoria por un momento las últimas conversaciones con las personas de uno u otro bando…no es cierto que nos ha faltado tino, delicadeza, comprensión con aquellas personas que no consideramos interesantes, inteligentes o dignas de enseñarnos o aportarnos algo?

Cuántos amigos o conocidos nos dan la lección (sean trabajadores sociales, ciertos sacerdotes y religiosas, médicos, enfermeras…) , y vemos cómo ellos son capaces de entrar en el mundo de esas personas…Si, a veces hay que hacer esta triste toma de conciencia: nuestra verdadera dificultad es aceptar la vida humana con todas sus variantes, sus manifestaciones, incluyendo la pérdida de sus medios…La única manera de aceptar plenamente la vida humana con todo lo bueno y lo malo, es abandonándose a la compasión.

El evangelio de este día nos ayuda a cambiar de perspectiva, si queremos. Algunos dirán, ¿pero de qué manera un relato de resucitación (no resurrección) de un chico puede tener un tal impacto?  Veamos más de cerca:

La historia comienza cuando Jesús está en camino, acompañado de sus discípulos y una gran multitud de gente.

Sabemos que ser cristiano es marchar (caminar) con Jesús.  Este detalle de Lucas, debería, desde el principio advertirnos que Jesús está a punto de darnos una enseñanza. ¿Cuál es esta enseñanza? Conocemos bien la escena: se lleva a enterrar el cadáver del único hijo de una viuda. El evangelista nos dice entonces: “Al Señor le dio lástima” (traducción desafortunada, me parece a mí, es mejor hablar de “se sintió conmovido”, sintió compasión…dolor desde las entrañas, dirían más literalmente los judíos). El verbo griego splanchnizomai , hace referencia al fuerte sentimiento de compasión donde se tiene el corazón roto o destrozado ante una situación.  Lucas utiliza solamente este verbo otras dos ocasiones: el buen samaritano se siente conmovido hasta las entrañas, cuando ve el hombre herido y abandonado casi muerto en la orilla del camino (cfr. Lucas 10,33); el padre del hijo pródigo se siente conmovido hasta las entrañas, cuando desde lejos ve venir a su hijo y corre a su encuentro para estrecharlo entre sus brazos (cfr. Lucas 15,20).

¿Cómo explicar la reacción si viva de Jesús ante un niño muerto que no conoce? De hecho, el centro del relato no es el niño, sino la viuda. Es necesario saber que, en la época, la única fuente de ingresos para una mujer, sólo podía provenir de un hombre, y para una mujer viuda sólo de su hijo. Como el niño muerto era su único hijo, Jesús sabía que la indigencia total venía para ella. He aquí lo que comprende Jesús, y lo que le conmueve hasta las entrañas.

Pero el relato no se termina aquí. Jesús se da a la tarea de acercarse a la camilla para percatarse de la situación. Lo que sigue no es un acto de magia, Jesús no dice: “Abracadabra, a la voz de 3, tu revivirás”. No. Él interpela al chico con autoridad: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»  Las emociones de Jesús lo conducen de cualquier modo a un gesto vigoroso, aquel de recordar al muchacho su papel, su rol de cara a su madre. Esto es tan cierto que en el versículo siguiente llegamos al final del relato, cuando Jesús devuelve el hijo a su madre. De cierta manera, podríamos decir que aquí no tenemos el relato de un milagro, sino más bien, un relato de compasión.

No obstante, como se puede esperar de un evangelista, aquí no se trata de una historia con una pequeña moraleja. Hay mucho más. Cuando se examina con detenimiento este relato que es exclusivo o propio de Lucas, uno constata que él tenía en la memoria la historia del profeta Elías quien le ha devuelto la vida al hijo de la Viuda de Sarepta (primera lectura de este domingo, cfr. 1 Reyes 17, 10-24), hasta tal punto que copia tal cual la expresión: “se lo entregó a su madre”.  Para Lucas, Jesús es el nuevo Elías, ese profeta que se esperaba de nuevo, signo de la presencia y de la intervención de Dios. No olvidemos que algunos versículos más lejos, Jesús deberá responder a los enviados de Juan Bautista, que le interrogaban si Él es el Mesías. ¿Qué va a responder Jesús? Todo el mundo es curado, los muertos resucitan, la buena noticia es anunciada a los pobres. Estamos ante el rostro del Mesías. Este es el mensaje de Dios un mesías que se le parece. Es lo que comprende la gente cuando dice: “Dios ha visitado a su pueblo”.
Así ustedes comprenderán ahora por qué el evangelio de este domingo cambia nuestras perspectivas:  es bonito ser brillante, pero todavía más bello es ser compasivo, pues es el rostro mismo de Jesús, es el rostro de Dios. Entonces hay algo falso cuando se habla de un Dios todo poderoso, como decía en resumen y en otras palabras el jesuita François Varillon, “Dios no es más que todopoderoso en amor, su esencia es ser humilde, ser compasivo y misericordioso”…


¿Acaso no será mejor insistir en ese amor que se conmueve hasta las entrañas? Este será el punto de partida de una acción vigorosa donde se podrá decir: “No llores”.




REFLEXIÓN CENTRAL

Dos viudas

Las lecturas de este domingo nos anuncian una Buena Noticia, como siempre.
Contienen una Palabra que viene a afianzarnos en la Esperanza.

Vivimos en un mundo agobiado por toda clase de sufrimientos: el luto, las catástrofes, las violencias (a nivel social, intrafamiliar…), las guerras y nosotros suplicamos al Señor: “Respóndenos sin cesar a nuestro llamado”. Y no es solamente nuestra oración, es la oración de toda la Iglesia.

La primera lectura y el Evangelio nos muestran dos viudas que acaban de ver morir a sus hijos. La muerte de sus maridos las ha puesto en una extrema precariedad económica y social. Ellas se encuentran privadas de todo recurso y todo sostén. Y vemos cómo estas dos mujeres viven un encuentro que va cambiarles la vida. Para la viuda de Sarepta (1ª lectura), es con el profeta Elías. Para la viuda del Evangelio, es el encuentro con Jesús. Lo que pasa enseguida lo sabemos: los dos hijos son devueltos con vida a sus madres. Las dos mujeres vuelven a encontrar la alegría. Dios ha visto su tristeza, su angustia. Jesús siente compasión hasta en lo más profundo de sí mismo. Él es aquel que se hace cercano de todo sufrimiento y actúa.

Pero al escuchar estos textos bíblicos, pensamos en los muchos niños que no son devueltos a sus madres: muchos mueren bajo el poder letal de las bombas; otros son víctimas del hambre, la hambruna o de las enfermedades. Entonces, como el profeta Elías, gritamos al Señor: “¿Por qué no actúas oh Dios?” Esta es una oración que Dios escucha. Él ve la miseria de su pueblo. Él ve cómo la sociedad actual marcha a la deriva, Dios ve las violencias, las carreras por el dinero, las familias que se desintegran…Todo eso, lo ve y Él se siente conmovido hasta en sus entrañas. Él no soporta vernos correr hacia la perdición. Todo el Evangelio nos dice que Él ha venido a buscar y salvar aquellos que estaban perdidos.

Nuestro Dios entonces, no es indiferente. Pero para salvar este mundo, Él cuenta con nosotros. Este mundo Él nos lo ha confiado, nosotros somos responsables. El Evangelio nos enseña a detenernos ante aquel que sufre. Esta misión, muchos la llevan a cabo con gran esfuerzo y dedicación: pensemos en los equipos que se comprometen a acompañar las familias que están de luto, pensemos en esos grupos de personas que van a visitar los enfermos o los prisioneros. Otros encuentran su lugar dentro de una asociación para ayudar a los más pobres y marginados para que salgan de su situación deplorable o de miseria. Sobre este mundo que tiene tanta necesidad de amor y de ternura, ellos son heraldos de la presencia del amor de Cristo.

Nuestra misión de cristianos bautizados y confirmados es la de ser amor, acercándonos a todos, niños, jóvenes y adultos, enfermos y sanos. A través de nosotros es Cristo quien quiere ir hacia los demás, en particular hacia los excluidos. Con Cristo, el mal no puede tener la última palabra, es la vida que triunfa. Él quiere asociarnos a todos en su victoria sobre las fuerzas del mal.

Este Evangelio nos revela entonces el poder de la Resurrección de Jesús quien puede devolver la Vida a todos. Él puede volver a darle la vida a ese joven de 20 años que se ha desviado y se ha dejado reclutar por una banda. Él puede resucitar al esposo o a la esposa que se ha alejado o separado de su cónyuge. Él puede resucitar el hogar donde sus miembros, aparentan amarse. Muchas personas han salido de la delincuencia, del fanatismo o de la droga, gracias a que han encontrado a Jesucristo. Su vida ha cambiado totalmente. Allí donde el pecado ha abundado, el amor ha llegado a ser más fuerte, sobreabundante. Es de esto que testimonian los nuevos conversos o convertidos.
Estas dos lecturas nos han mostrado casos de hijos que han sido devueltos con vida a sus madres. El día de nuestro bautismo, nosotros fuimos confiados a la Iglesia. Ella es nuestra madre, y la madre de todos.

El gran sufrimiento de nuestra Santa Madre Iglesia, es ver a sus hijos correr hacia la perdición. Para ella, esto es intolerable. Pero el Señor le ha confiado una misión de sanación y de salvación. Como en otro tiempo en Nain, Jesús está ahí en nuestro camino. Él quiere volvernos a levantar y hacernos volver a nuestra Madre la Iglesia. Es eso lo pasa cuando recibimos el sacramento del perdón. El pasado a veces, pesa demasiado en nuestras vidas…Y, por lo tanto, él se borra ante el perdón sin límites del cual Dios nos llena.  Cuando volvemos a Dios, la alegría nos es devuelta, es fiesta. Y nosotros podemos volver a emprender la ruta con un corazón liberado. Y, sobre todo, podemos dar testimonio de las maravillas de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo.
La segunda lectura como que no tiene mucha relación directa con las otras dos lecturas, aquí no es cuestión de un hijo resucitado o curado. Esta insiste sobre la fe de Pablo y en el poder y la bondad de Jesús. Es Jesús quien da el primer paso hacia el perseguidor que era Pablo. Este encuentro de Pablo con Jesús en el camino de Damasco ha sido para Pablo un verdadero cambio, una verdadera revolución en su vida. Este encuentro hará de Pablo, en adelante, un apóstol del Evangelio.

Hermanos, estas tres lecturas bíblicas son un llamado a la fe. Ellas nos hablan del poder y de la bondad del Señor. Cuando encontramos obstáculos, Él es capaz de ayudarnos a superarlos en la fe, en la esperanza y en el amor. Es con Jesucristo Todopoderoso y Misericordioso que nuestra vida podrá llegar a ser bella y fecunda.


Señor, en este día te pedimos, cada domingo tú te unes a las comunidades en tu nombre. Tú nos envías hacia aquellos heridos por la vida. Danos tu Espíritu para ser en nuestro mundo los testigos de tu amor. Amén.



Referencias:


http://ciudadredonda.org (para el texto del Evangelio)



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