18 de noviembre del 2019: lunes de la 33a semana del TO
(Lucas 18, 35-43) Hoy le doy gracias al Señor por todas las
veces en que me ha ayudado a ver más claro en mi vida!
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Macabeos
(1,10-15.41-43.54-57.62-64):
En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de la era seléucida.
Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos: «¡Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!»
Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal. El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el Sábado. El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno; quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real. Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron. Una cólera terrible se abatió sobre Israel.
Palabra de Dios
En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de la era seléucida.
Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos: «¡Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!»
Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal. El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el Sábado. El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno; quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real. Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron. Una cólera terrible se abatió sobre Israel.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 118,53.61.134.150.155.158
R/. Dame vida, Señor, para que observe tus decretos
Sentí indignación ante los malvados,
que abandonan tu voluntad. R/.
Los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad. R/.
Líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus decretos. R/.
Ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad. R/.
La justicia está lejos de los malvados
que no buscan tus leyes. R/.
Viendo a los renegados, sentía asco,
porque no guardan tus mandatos. R/.
R/. Dame vida, Señor, para que observe tus decretos
Sentí indignación ante los malvados,
que abandonan tu voluntad. R/.
Los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad. R/.
Líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus decretos. R/.
Ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad. R/.
La justicia está lejos de los malvados
que no buscan tus leyes. R/.
Viendo a los renegados, sentía asco,
porque no guardan tus mandatos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,
35-43):
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: «Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces gritó: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
Él dijo: «Señor, que vea otra vez.»
Jesús le contestó: «Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: «Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces gritó: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
Él dijo: «Señor, que vea otra vez.»
Jesús le contestó: «Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor
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Por qué leer el primer
libro de los Macabeos?
Quizás uno de los libros más desconocidos para nosotros
cristianos no muy versados en las Sagradas Escrituras es este de los Macabeos
en su doble presentación.
El primer libro de los Macabeos cubre un periodo que va
alrededor de los años 175 a 134 A.C. Cuenta la historia de la gran revolución
del pueblo judío contra la política de los reyes seleúcidas que reinaron en
Antioquia de Siria.
El Imperio seléucida (312-63 a. C.) fue un imperio helenístico, es decir, un
estado sucesor del Imperio de Alejandro Magno. El Imperio
seléucida se centraba en Oriente Próximo, y en el apogeo de
su poder incluía Anatolia central, el Levante, Mesopotamia, Persia, la actual Turkmenistán, Pamir y algunas
zonas de Pakistán. Fue un centro de cultura helenística donde se mantenía la
preeminencia de las costumbres griegas y donde una élite macedonia
grecoparlante dominaba las áreas urbanas234 La población
griega de las ciudades que formaba la élite dominante fue reforzada por la
inmigración desde Grecia.2
(wikipedia.org)
Siglos después del exilio, vemos a Dios actuar siempre en
medio de su pueblo. Él viene en su ayuda, como lo ha hecho siempre a lo largo
de la historia de Israel.
El autor del libro es desconocido. Este libro probablemente
data de la primera mitad del siglo I A.C.
El libro nos dice cómo comportarse en calidad de creyente en
una sociedad totalitaria que practica la injusticia. El Libro de los Macabeos
muestra cómo los judíos reaccionan dentro de esta situación. Nos cuenta cómo
los creyentes se organizaron para negarse a entrar en el molde del pensamiento
único e impuesto.
La perícopa que leemos hoy en particular nos hace
interrogarnos: qué comportamiento adoptar cuando la fe está en conflicto con
quienes dominan? Aquí, vemos a numerosos judíos que se dejan atraer por la
costumbre expandida y general de la cultura griega, corriendo el riesgo de
perder su propia cultura y la alianza con Dios…
Entonces qué hacer? traicionar o morir?
El Rey Antíoco quiere hacer de su imperio un solo pueblo con
una sola religión. El derecho a ser diferente o particular no es ya posible. Él
prohíbe el culto del Dios único de los Israelitas y les obliga a sacrificar a
los ídolos y persigue a quienes quieren permanecer fieles. Aquellos que se
niegan a traicionar su fe son puestos ante una elección radical: la huida o la
muerte. Hoy, ciertos creyentes se ven enfrentados a tomar una opción semejante
a causa de un régimen político o religioso que no les reconoce la libertad de
pensamiento o de consciencia.
En el Evangelio, ver a Jesús de paso, es suficiente para provocar el deseo de verlo.
Él toma la iniciativa del encuentro. Él, el Mesías esperado permite a cada uno
expresar sus aspiraciones profundas,
como sucede con el ciego de hoy a quien se le impedía hablar. Él se hace
invitar y el encuentro es fuente de alegría.
Oración
Oh Dios, Padre todopoderoso:
Cada uno de nosotros podría también decir:
“Señor, que vea de nuevo, porque estoy ciego
al amor que me muestras en la gente que me rodea.
Que vea de nuevo,
porque estoy ciego a tu bondad y belleza
que me revelas en tu creación
y en los acontecimientos de la vida.”
Que nosotros también oigamos de los labios de tu Hijo:
“Tu fe te ha salvado.”
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. (ciudadredonda.org)
Cada uno de nosotros podría también decir:
“Señor, que vea de nuevo, porque estoy ciego
al amor que me muestras en la gente que me rodea.
Que vea de nuevo,
porque estoy ciego a tu bondad y belleza
que me revelas en tu creación
y en los acontecimientos de la vida.”
Que nosotros también oigamos de los labios de tu Hijo:
“Tu fe te ha salvado.”
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. (ciudadredonda.org)
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