lunes, 10 de noviembre de 2025

11 de noviembre del 2025: martes de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario-I- San Martín de Tours, obispo

 

Santo del día:

San Martín de Tours

Hacia el 316-397. Uno de los santos más populares de Francia. Tras renunciar a la carrera militar, se bautizó, fue ordenado sacerdote y fundó el monasterio de Ligugé. Posteriormente, los cristianos de Tours lo eligieron obispo. Un hombre enérgico e incansable.

 

 

“Un Maestro venido para servir”

(Lucas 17, 7–10) ¿Quién de ustedes, en condición de amo, trataría a su siervo de otra manera que como siervo? ¿Qué amo lo invitaría a su mesa? Solo uno: Cristo se presenta como un Maestro venido no para ser servido, sino para servir. Solo Él trata así a sus siervos, incluso a los obreros de la última hora, incluso a los que no sirven para nada. Llega hasta el punto de servirles y de llamarlos amigos. ¿Quién de nosotros haría lo mismo siguiéndolo?

Colette Hamza, xavière

 


Primera lectura

Sab 2, 23 — 3, 9

Los insensatos pensaban que habían muerto, pero ellos están en paz

Lectura del libro de la Sabiduría.

DIOS creó al hombre incorruptible
y lo hizo a imagen de su propio ser;
mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo,
y la experimentan los de su bando.
En cambio, la vida de los justos está en manos de Dios,
y ningún tormento los alcanzará.
Los insensatos pensaban que habían muerto,
y consideraban su tránsito como una desgracia,
y su salida de entre nosotros, una ruina,
pero ellos están en paz.
Aunque la gente pensaba que cumplían una pena,
su esperanza estaba llena de inmortalidad.
Sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes bienes,
porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de él.
Los probó como oro en el crisol
y los aceptó como sacrificio de holocausto.
En el día del juicio resplandecerán
y se propagarán como chispas en un rastrojo.
Gobernarán naciones, someterán pueblos
y el Señor reinará sobre ellos eternamente.
Los que confían en él comprenderán la verdad
y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado,
porque la gracia y la misericordia son para sus devotos
y la protección para sus elegidos.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 33, 2-3. 16-17. 18-19 (R.: 2a)

R. Bendigo al Señor en todo momento.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. 
R.

V. Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. 
R.

V. Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El que me ama guardará mi palabra —dice el Señor—, y mi Padre lo amará, y vendremos a él. R.

 

Evangelio

Lc 17, 7-10

Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, dijo el Señor:
«¿Quién de ustedes, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo:
“Enseguida, ven y ponte a la mesa”?
¿No le dirán más bien:
“Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?
¿Acaso tienen que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo ustedes: cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, digan:
“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Palabra del Señor.

 

1

 

1. Introducción: un Maestro diferente

Jesús rompe nuestros esquemas humanos de poder y jerarquía. En el Evangelio de hoy (Lc 17,7–10) nos pone frente a una imagen dura pero real: la del siervo que trabaja sin esperar agradecimientos. Sin embargo, al final del texto, descubrimos el corazón de Cristo: Él, siendo el verdadero Maestro, actúa exactamente al revés de los patrones de este mundo. Él no se hace servir, sino que se ciñe la toalla y sirve (cf. Jn 13,4-5). Su autoridad no se impone desde arriba, sino que se manifiesta desde abajo, en el amor, la humildad y la entrega.

Este Evangelio, leído en clave jubilar, nos recuerda que la grandeza del cristiano está en servir, no en ser servido. El Jubileo nos invita precisamente a redescubrir la alegría de ser instrumentos de la misericordia divina, siervos inútiles, pero amados y llamados “amigos” por el Señor (cf. Jn 15,15).


2. “Siervos inútiles”: humildad que libera

Jesús no nos llama “inútiles” para humillarnos, sino para liberarnos del orgullo de la autosuficiencia. Nos dice: “Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos que hacer’” (Lc 17,10).
Esta expresión es un espejo espiritual: cuando servimos con humildad, no acumulamos méritos, sino amor. No trabajamos por recompensa, sino por gratitud.

El siervo de este Evangelio no trabaja para recibir una cena, sino porque su vida entera pertenece a su Señor. En la lógica del Reino, la obediencia no es servidumbre, sino comunión. Dios no nos debe nada; somos nosotros los que todo se lo debemos a Él.

El Papa Francisco, comentando este pasaje, decía: “El Señor no nos da puntos ni medallas; nos da el gozo de servir. Y ese gozo ya es el cielo anticipado”. Así lo entendió también San Martín de Tours, cuya memoria hoy celebramos: un soldado que, al encontrarse con un pobre desnudo, partió su capa en dos y se la dio. Esa noche vio en sueños a Cristo vestido con esa mitad de capa, diciendo a los ángeles: “Martín, todavía catecúmeno, me ha cubierto con su manto”. En ese gesto de servicio desinteresado, Martín encontró el rostro de Dios.


3. San Martín de Tours: el siervo que se hizo pastor

Nacido en el siglo IV en Hungría, Martín fue primero soldado romano, luego monje y finalmente obispo de Tours. Fue un pastor cercano, pobre entre los pobres, enemigo de la violencia y del orgullo clerical. Su vida entera fue un testimonio de aquel Maestro que vino a servir.

San Martín no buscó poder, buscó parecerse a Cristo servidor. Recorrió pueblos, consoló enfermos, liberó a los cautivos, predicó con dulzura y valentía. Era un obispo que dormía en una celda austera y compartía su mesa con los más humildes. De él se decía: “Nunca negó su ayuda a nadie; solo le dolía no poder hacer más”.

Por eso, su memoria en el Año Jubilar nos recuerda que la verdadera autoridad es el servicio, y que solo quien ama hasta el extremo puede ser llamado “siervo fiel”.


4. La esperanza de los justos

La primera lectura del libro de la Sabiduría (Sab 2,23–3,9) ofrece el contrapunto: mientras los impíos piensan que la muerte es el final, el autor sagrado proclama: “Las almas de los justos están en las manos de Dios, y ningún tormento los alcanzará”. Esta es la esperanza jubilar: quien sirve con amor no muere, sino que entra en la vida eterna.
Servir, entonces, es construir el Reino de los cielos aquí y ahora; es abrir caminos de esperanza que no se borran con la muerte.

El justo, dice el texto, “recibirá una hermosa recompensa”. No se trata de paga material, sino de la plenitud del amor: el gozo de haber gastado la vida por los demás. Ese fue el camino de San Martín, y ese debe ser también el nuestro como “peregrinos de la esperanza”.


5. Aplicación pastoral y oración jubilar

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy el Señor nos invita a revisar nuestras motivaciones. ¿Servimos por amor o por reconocimiento? ¿Somos discípulos que se dejan lavar los pies, o seguimos pensando como amos? El Jubileo nos llama a una conversión concreta: a servir con alegría, sin quejas ni cálculos, sabiendo que cada gesto de amor, por pequeño que sea, tiene valor eterno.

En este día, oremos también por nuestros familiares, amigos y benefactores, aquellos que nos han sostenido, acompañado o ayudado a perseverar en la fe. Ellos también son instrumentos del amor de Dios.
Pidamos al Señor que los bendiga, los proteja y, si ya partieron, los acoja en su casa como buenos siervos que “han hecho lo que tenían que hacer”.


🕊️ Oración final

Señor Jesús, Maestro y Siervo,
enséñanos a servir como Tú:
sin buscar recompensa,
sin cansarnos en el bien,
sin esperar gratitud humana.

Haznos humildes como San Martín,
generosos como Tú,
perseverantes como los justos del libro de la Sabiduría.

Que este Año Jubilar sea para nosotros
un tiempo de servicio fecundo,
de esperanza compartida
y de amor que se hace obra.

Amén.

2

 

 

1. Introducción: el Maestro que enseña sirviendo

El Evangelio de hoy nos pone frente a una verdad que define la identidad del cristiano: no somos dueños, sino siervos del Señor. Jesús nos invita a mirarnos en el espejo del servicio humilde: “¿Quién de ustedes dirá a su siervo, cuando regresa del campo, que venga enseguida a sentarse a la mesa?”. La respuesta es obvia: ninguno.
Y, sin embargo, el propio Cristo, el Hijo de Dios, rompe esta lógica, porque siendo Maestro se convierte en el Siervo. Nos dice: “El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir” (Mc 10,45).
En Él se cumple la paradoja divina: el Señor se ciñe la toalla, se arrodilla, y lava los pies de sus discípulos. La autoridad del Reino no se impone: se arrodilla por amor.

En este Año Jubilar, cuando la Iglesia nos invita a ser “peregrinos de la esperanza”, este Evangelio nos recuerda que la esperanza cristiana florece en el servicio, cuando entendemos que obedecer a Dios no es perder libertad, sino encontrar sentido.


2. Primera lectura: la esperanza de los justos

El libro de la Sabiduría nos ofrece un contrapunto lleno de luz:

“Las almas de los justos están en las manos de Dios, y ningún tormento las alcanzará.” (Sab 3,1)

Esta palabra es bálsamo para el alma de quien sirve.
El justo —es decir, el que camina en la voluntad de Dios, el que obedece, el que ama sin cálculo— no queda defraudado jamás. Aunque en este mundo parezca despreciado o cansado de servir, su vida está en manos de Dios, segura, custodiada por el amor eterno.

El texto continúa:

“Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí. Los probó como el oro en el crisol.” (Sab 3,5-6)

Esto significa que el servicio cristiano es una purificación constante. Servir sin buscar recompensas humanas, perdonar cuando no se nos agradece, amar cuando nos cansamos, es el modo en que Dios templa nuestra alma. El “siervo inútil” del Evangelio no es despreciado; es purificado, preparado para la gloria.
Así, el siervo fiel de Lucas 17 encuentra su reflejo en el justo de Sabiduría 3: ambos viven con esperanza, sabiendo que Dios recompensa en la eternidad lo que se hace en la humildad.


3. El Salmo 34: la alabanza del que confía

El salmo responsorial pone en nuestros labios la actitud del siervo fiel:

“Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca.”
“El Señor mira a los justos y escucha sus clamores.”

Este salmo no es solo un canto de acción de gracias; es una confesión de confianza total. Quien sirve, quien se entrega, quien obedece, puede vivir momentos de oscuridad o incomprensión. Pero el salmista enseña que Dios nunca abandona al que espera en Él.
Por eso, el siervo no se queja; alaba. No exige recompensa; confía. No busca el aplauso; busca la mirada de su Señor.
El salmo se convierte así en la oración de los “siervos inútiles”, esos que en la tierra parecen pequeños, pero que en el cielo son llamados “benditos del Padre”.

En clave jubilar, el salmo es una invitación a vivir el servicio con alegría, a reconocer que toda obra hecha por amor, por sencilla que sea, tiene resonancia eterna.


4. El Evangelio: la obediencia que transforma

El mensaje de Jesús no pretende anular la dignidad del siervo, sino purificar su intención.
Nos dice: “Cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos que hacer.”
Es una frase que desarma el orgullo y abre el corazón a la gratuidad. Servir no es un favor que hacemos a Dios; es el modo de participar en su amor redentor.

Solo cuando comprendemos que el Maestro es bueno, podemos ser sus siervos sin miedo.
Solo cuando entendemos que sus mandatos son de amor, dejamos de negociar y empezamos a confiar.
Y solo cuando amamos su voluntad, la obediencia se convierte en alegría.

En este sentido, María es el modelo perfecto. Ella no preguntó “¿por qué yo?”, sino que se abandonó: “He aquí la esclava del Señor.”
Ser esclavo del amor no es humillación; es el mayor honor que el alma humana puede alcanzar.


5. San Martín de Tours: siervo del Maestro en los pobres

San Martín de Tours encarna a la perfección este Evangelio. Fue un siervo fiel que entendió que servir a los hombres era servir a Cristo.
Cuando partió su capa con el mendigo en medio del invierno, hizo lo que tenía que hacer, sin esperar agradecimiento. Pero esa noche, Jesús mismo se le apareció revestido con aquella media capa: “Martín, todavía catecúmeno, me ha cubierto con su manto”.
Esa escena resume toda su espiritualidad: el servicio es la forma visible del amor de Dios.

Como obispo, vivió pobre, caminó entre su pueblo, consoló a los enfermos, liberó a los cautivos, y llevó esperanza a quienes estaban perdidos.
Su testimonio es una invitación permanente a los discípulos del siglo XXI: no se trata de brillar, sino de servir; no de mandar, sino de amar.


6. Aplicación pastoral: peregrinos que sirven con esperanza

Queridos hermanos:
El mensaje de hoy es profundamente actual. En una sociedad que busca reconocimientos, Dios nos recuerda que el valor de una vida no está en el brillo, sino en la fidelidad.
Muchos de ustedes —padres, catequistas, enfermeros, voluntarios, benefactores, abuelas orantes— son los siervos ocultos del Reino, los que hacen lo que tienen que hacer sin esperar nada a cambio.
Ustedes son los justos de los que habla la Sabiduría, los que cantan con el salmista, los que siguen al Maestro que sirve.

El Jubileo nos llama a reavivar esta actitud: servir sin cansarnos, esperar sin desesperar, obedecer con amor.
Porque el Dios de los justos no olvida ninguna entrega; Él mismo nos servirá un día en su mesa eterna.


7. Intención orante: por quienes nos acompañan y sostienen

Hoy elevamos nuestra oración por los familiares, amigos y benefactores que acompañan nuestra vida y nuestra misión.
Ellos son reflejo del amor providente de Dios. Muchos sirven en silencio, otros ofrecen su tiempo, su ayuda o su oración.
Pidamos que el Señor los recompense con paz, salud y esperanza; y que a quienes ya partieron de este mundo, los reciba entre los justos “que resplandecen como chispas en un cañaveral” (Sab 3,7).


8. Oración final

Señor Jesús, Maestro bueno,
Tú que nos enseñaste a servir con humildad,
danos un corazón fiel y agradecido.

Que sepamos decir cada día, como María:
“Hágase en mí según tu palabra.”

Haz que, como San Martín de Tours,
veamos tu rostro en los pobres y los humildes,
y sirvamos con alegría a todos los que amas.

Bendice, Señor, a nuestros familiares, amigos y benefactores;
a los que caminan con nosotros en la fe
y a los que ya descansan en tu paz.

Que este Año Jubilar nos transforme
en siervos alegres del Evangelio,
y que al final de nuestra vida
podamos oír tu voz que dice:
“Ven, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor.”

Amén.

 

 

 

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🕊️ 11 de noviembre:

San Martín de Tours, obispo — Memoria

316 o 336 – 397

Patrono de: mendigos, caballería, jinetes, gansos, caballos, posaderos, Guardia Suiza Pontificia, intendentes, alcohólicos rehabilitados, soldados, sastres y vinicultores.
Invocado contra: el alcoholismo y la pobreza.



📜 Cita

“En cierta ocasión, cuando no tenía nada más que sus armas y su simple uniforme militar, en pleno invierno —un invierno más severo de lo normal, tanto que el frío extremo resultaba mortal para muchos—, se encontró a la entrada de la ciudad de Amiens con un hombre pobre, sin ropa alguna. Este pedía compasión a los que pasaban, pero todos seguían su camino sin prestarle atención.

Martín, aquel hombre lleno de Dios, comprendió que ese desdichado, al que nadie ayudaba, le había sido confiado a él. Pero ¿qué podía hacer? No tenía más que la capa que llevaba puesta, pues ya había regalado el resto de sus prendas en otras ocasiones similares. Entonces, tomando la espada que llevaba al cinto, cortó su capa en dos partes iguales y dio una al pobre, mientras él se cubría con la otra mitad.

De “La vida de San Martín”, de Sulpicio Severo.


💭 Reflexión

San Martín de Tours ha sido uno de los santos más amados y venerados de la historia europea por dos razones principales: vivió una vida de santidad heroica, y alguien escribió su historia.
Sulpicio Severo, un hombre adinerado convertido al cristianismo gracias al ministerio de Martín, se hizo sacerdote, entrevistó al obispo antes de su muerte y escribió un libro sobre su vida extraordinaria. Esa obra fue copiada innumerables veces y se convirtió durante siglos en una lectura fundamental tanto para religiosos como para laicos. Numerosas iglesias y monasterios llevan el nombre de San Martín debido a su enorme popularidad.

Martín nació en Sabaria, en Panonia —actual Szombathely, Hungría—, dentro del Imperio Romano. Algunos registros lo sitúan en el año 316, otros en el 336. Cuando era niño, su familia se trasladó a Ticinum (actual Pavía, en el norte de Italia).
Nació en una época decisiva: en el año 313, el emperador Constantino promulgó el Edicto de Milán, legalizando el cristianismo. Constantino mismo se convirtió y empezó a favorecer a los cristianos sobre los paganos. Como resultado, muchos comenzaron a convertirse, algunos por auténtica fe, otros por conveniencia política o económica.

El padre de Martín fue soldado y llegó al rango de tribuno militar. Desde niño, Martín mostró interés por la fe cristiana, pero sus padres permanecieron fieles al paganismo romano. A los diez años, el muchacho se presentó en la iglesia local y pidió ser cristiano. Fue inscrito como catecúmeno e inició el largo proceso de preparación para el Bautismo, que recibiría diez años después.
A los doce años pidió permiso a sus padres para retirarse como ermitaño, pero se lo negaron. A los quince, por obligación legal, tuvo que ingresar al ejército, pues los hijos de los oficiales estaban obligados a hacerlo.
A pesar del ambiente de inmoralidad en el que vivían muchos soldados, Martín permaneció fiel a su conciencia: era respetuoso en su hablar, amable con todos, generoso con los pobres y servicial con sus compañeros, al punto de realizar él mismo las tareas que otros debían hacer por él. Continuó, además, su formación cristiana.

Un día de invierno, mientras cabalgaba, vio a un pobre tiritando de frío. Nadie lo ayudaba. Martín sabía que debía hacerlo, pero ya había entregado su dinero y sus otras ropas. Solo le quedaba su capa militar. Entonces, desmontó del caballo, tomó su espada, cortó la capa en dos y dio la mitad al mendigo.
Sus compañeros se burlaron de su “ridícula media capa”.
Esa noche, Martín tuvo un sueño en el que Jesús se le apareció cubierto con la mitad de su capa y decía a los ángeles que lo rodeaban: “Martín, todavía catecúmeno, me ha cubierto con su manto”.
Al despertar, comprendió lo que debía hacer: pidió el Bautismo, que recibió a los veinte años.

Martín permaneció dos años más en el ejército, a petición de un amigo. En una ocasión, antes de una batalla, el comandante ofrecía bonificaciones a los soldados. Cuando le llegó su turno, Martín declaró:

“He sido tu soldado hasta ahora; desde este momento quiero servir a Dios. Da tu recompensa a otro que pelee por ti. Yo soy soldado de Cristo, y no me es lícito combatir con las armas.”

Fue acusado de cobarde, pues la batalla sería al día siguiente. Martín respondió:

“Si crees que hablo por miedo, mañana mismo me presentaré desarmado frente al enemigo, protegido solo por mi fe en Jesús y la señal de la cruz.”

Lo encarcelaron mientras esperaban el combate, pero la guerra no llegó: el enemigo pidió la paz. Martín fue liberado y abandonó el ejército.

Tras escuchar hablar del célebre obispo Hilario de Poitiers, viajó hasta allí y se quedó con él un tiempo, aprendiendo la fe ortodoxa. Hilario lo ordenó diácono y exorcista. Luego, cuando Hilario fue desterrado por oponerse al arrianismo, Martín tuvo un sueño en el que convertía a sus padres, y decidió regresar a su tierra natal.
En el camino fue asaltado por bandidos; al preguntarle quién era, respondió serenamente: “Soy cristiano”. Aprovechó para anunciarles el Evangelio, y uno de ellos se convirtió.
Al llegar a casa, convirtió a su madre, aunque no logró mover a su padre; sin embargo, otros del lugar también abrazaron la fe.

Tras sufrir persecuciones de sacerdotes arrianos e incluso del arzobispo arriano de Milán, Martín se retiró con un sacerdote a vivir como ermitaño en la isla de Gallinara. Se alimentaban de hierbas y raíces silvestres. En una ocasión comió por error una raíz venenosa, pero Dios lo sanó milagrosamente tras su oración ferviente.

Cuando supo que Hilario había vuelto del exilio, Martín regresó a vivir cerca de él y fundó un monasterio, desde donde predicaba y obraba milagros. Resucitó a un catecúmeno no bautizado que había muerto, y el joven testificó que fue gracias a las oraciones de Martín. En otra ocasión, devolvió la vida a un esclavo que se había ahorcado.

En el año 371, fue elegido obispo de Tours por aclamación popular. Aunque no quería aceptar y trató de esconderse, fue hallado y llevado a la catedral, donde fue ordenado. Ya como obispo, se trasladó fuera de la ciudad y fundó un conjunto de ermitorios con otros clérigos, viviendo entre la oración y la misión.
Durante veintiséis años, combinó la vida contemplativa con una intensa actividad pastoral. Recorrió toda la Galia (actual Francia) predicando, convirtiendo, expulsando demonios y haciendo milagros. Combatió las herejías, destruyó templos paganos, colaboró con otros obispos fieles como san Ambrosio de Milán, y ganó el respeto incluso de sus adversarios.
Sus enemigos lo temían; sus fieles bendecían a Dios al verlo actuar.

San Martín de Tours vivió una existencia de profunda oración, caridad heroica y servicio incansable, pero su fama y devoción muestran también la importancia de transmitir las historias de los santos. Después de su muerte, su vida siguió inspirando a generaciones enteras.


🙏 Oración

San Martín de Tours, aunque naciste en una familia pagana, Dios habló a tu corazón desde tu infancia, y tú escuchaste y respondiste.
Tu bondad, tu espíritu de oración y tu generosidad te condujeron a una conversión permanente, convirtiéndote en modelo de entrega.
Ruega por mí, para que siempre escuche la voz de Dios y responda con todo mi corazón.

San Martín de Tours, ruega por nosotros.
Jesús, en ti confío.

 

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