En los 100 años del nacimiento de Octavio Paz. El laberinto de la Soledad
Más que ateo, Octavio Paz, (de quien el mundo cultural celebra este 31 de marzo 100 años de su nacimiento) prefiere considerarse agnóstico, y más que agnóstico, prefiere decir que perdió la fe y que “está buscando”. Como no acepta el ateísm o “fácil” de negar a Dios y quedarse tranquilo, subraya a menudo el sinsentido en que se mueve el mundo moderno al haber perdido la religión como forma vivificadora de la sociedad antigua y medieval, pero esto no le parece motivo suficiente —ni lo es— para concluir en la existencia de Dios. No puede haber desgracia mayor que la no-existencia de Dios, pero, si ése es el caso, no le queda al hombre más que atenerse a su desgracia: “al desaparecer el poder divino, sustento de la creación, el suelo se hunde bajo sus pies”: muerto Dios muere también el hombre. No sabemos a ciencia cierta porque ciertos libros u obras y correspondientes autores tienen privilegio en nuestra vida, en los inicios y fundamentos de nuestra existencia . Mientras que