14 de septiembre del 2014: 24º Domingo del Tiempo Ordinario


He aquí el signo del amor:

Evocando el Viernes Santo, la Fiesta de la Cruz Gloriosa, pone el acento en la manifestación del amor de Cristo que nos ha amado hasta dar su vida .
La cruz no solamente es el recuerdo de su sufrimiento y de su muerte, ella es ante todo  el signo del amor de Dios por todos los humanos.


EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 13- 17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

-- Nadie ha montado al Cielo sino Aquel que ha descendido del Cielo. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. 
Palabra del Señor



 A GUISA DE INTRODUCCIÓN:

Buscadores de verdad, de sentido,  de felicidad!

Todo ser humano tarde o temprano se siente empujado a la búsqueda de lo esencial…eso es en síntesis lo que llamamos VOCACIÓN…

A algunos no les alcanza la vida para
“abrir los ojos” y lanzarse con arrojo y decisión en esa aventura misteriosa de indagar, auscultar, observar con detenimiento…

Para constatar que la vida es más que un proceso biológico, físico-químico…Que ella es algo trascendente, misterioso (a).

Muchos tienen miedo a mirar la realidad de frente, tal como es: indagadora, que incomoda…

Preferimos vivir en la superficialidad de los días que pasan sobre la estela del tiempo, viviendo (o vegetando), muriendo, sufriendo, sin amar de verdad, y por ende sin ser redimidos ni experimentar la vida antes de la vida, ni el amor (de Dios inicial)  después del amor…


"Casi todos sabemos querer pero pocos sabemos amar", dice el venezolano  Rudy Márquez en una balada mensaje de los 80s…

No sabemos, como se dice de manera habitual, dónde está la clave (o que hacer)  para llegar a esa lucidez, a esa madurez, a esa plenitud…

Porque uno tiene la sensación,  como le decía a una amiga esta semana, que mientras unos se rehúsan a madurar “yo ya me estoy pudriendo” (superé la edad de madurez, estoy muriendo, desfigurándome, para dar nuevamente paso a la vida).

Es misterioso, cierto, que para mientras algunos la razón de la ciencia los satisfaga, otros insistimos en decir y demostrar con nuestros gestos que “todo no es tan evidente”, que hay algo más, escondido, invisible que nos espera, nos ilumina, nos da seguridad (fe) en medio de la oscuridad de la noche (nuestros problemas, nuestros pecados,   defectos de los otros, de los conflictos, crisis alrededor nuestro).

Todo para decir que se necesita coraje y o valentía para acariciar la verdad.

Todo el mundo esta de acuerdo en afirmar y constatar que vivimos en el mundo de la imagen y de la publicidad. Todo se juega en LA APARIENCIA, el APARECER. Todo es maquillaje y puesta en escena: ser bello, famoso y a la moda...

Adoptar un estilo, estar al último grito de la moda, estar “in”, poseer los últimos juguetes electrónicos (teléfonos, tabletas, etc), aparecer en primera pagina, es lo esencial de hoy, es la invitación constante de la superficialidad y los tiempos vanos… Me se de memoria o me aprendo más fácil el estribillo d la canción de moda que el verso mas importante de nuestro estilo de vida y fe basados en Cristo en 2000 años: “Tanto amo Dios al mundo que entrego a su único hijo para que quien crea en Él tenga VIDA ETERNA (la Salvación)” (Jn 3,16).

No sabemos si Nicodemo (miembro del sanedrín, hombre religioso de la iglesia de su época) a quien Jesús dirige las palabras del evangelio de hoy, era o no bello, pero si era alguien ilustrado e ilustre y a la moda…Él logra ser seducido por Jesús, su persona, gestos (de compasión, de profecía), sus palabras sabias lo inquietan, los comentarios populares y su influencia social,  y se dice a si mismo que hay mucho más de lo que aparece en aquel profeta. Entonces decide ir a verlo, no sabemos tampoco si pidió cita a Jesús y o si le solicitó un momento de su apretada agenda…Lo cierto es que el encuentro tuvo lugar y parece ser,  una amistad comenzaría,  por lo que nos contará más tarde Juan el momento de la pasión y muerte de Jesús.

En lo que no estuvo acertado Nicodemo fue su “miedo al que dirán”, pues  si lo veían hablando y o relacionándose con Jesús (alguien sospechoso, puesto en cuestión por el sistema político y eclesial), podría también ser criticado negativamente y señalado. Es por ello que prefiere ir de noche, en la clandestinidad, secretamente. Pero con todo este indagador y buscador de la luz en la noche de sus miedos y de sus dudas, presintió un reflejo iluminador de esperanza en Jesús.

  Él nos invita a romper con el círculo de la mentira y de la apariencia para encontrar la autenticidad, la verdad del corazón. Esto es válido tanto para la vida individual como para la vida social.

Es muy posible que vivamos como ricos cuando en verdad estaremos llenos de deudas. Las carreteras y los puentes se derrumban, los equipos y sistemas que sirven al colectivo de degradan muy rápido, más rápido de lo previsto.

Se tiene la impresión que al mundo lo habita una inmensa mediocridad, que hay muchas trampas, robos, corrupción, pero nadie osa llegar hasta el fondo de las cosas.

De igual modo, al interior de nuestra propia Iglesia, los signos de crisis son numerosos, mas se disimula la ignorancia para no tener que cambiar el sistema.

Jesús nos invita a salir de la sombra oscura para entrar en la luz.

Quien tendrá el coraje o la valentía de apostar por la VERDAD?



Aproximación psicológica al texto del Evangelio:

Dar lo todo, para todo salvar…

El concepto de “juicio” tal como lo utiliza San Juan en su Evangelio evoca una realidad compleja y difícil de comprender fácilmente. Por un lado, Juan nos dice que El Hijo (Jesucristo) ha venido a salvar el mundo y no a juzgarlo (en el sentido de condenar).  Pero él nos dirá  en otra parte que “es para un juicio” (en el sentido de puesta en cuestión, interrogación, interpelación) que Jesús ha venido (Juan 9,39).

Es más, no es siempre posible aplicar a situaciones concretas actuales la lectura teológica global que Juan nos propone del fenómeno de la FE. Así, quién diría hoy que los contemporáneos que no creen en Jesús “prefieren la oscuridad a la luz porque sus obras son malas”?

Hay también otra dificultad: Juan afirma aquí que es sobre la fe que nosotros somos juzgados (v.18) ahora cuando Pablo (1 Corintios 13,2) y Jesús (Mateo 25,31-46) nos dicen que es sobre el amor (1 Juan 3,14).

Estas pocas observaciones deberían ser suficientes para alertarnos sobre los peligros de una lectura fundamentalista del evangelio, que toma cada palabra literalmente y cada frase al pie de la letra. Por el contrario, es importante bien analizar y descubrir en cada pasaje (la punta del iceberg) o la idea fuerza que el autor quiere comunicarnos.

Acá nosotros encontramos esta idea fuerza en los versículos 16-17: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.” Dios ha dado todo, para todo salvar. Él ha comprometido, dejado todo en la batalla para que todos nosotros salgamos juntos avante. Él ha saltado con nosotros sobre la balanza para que juntos conformemos, hagamos el peso. Él se ha comprometido y puesto de nuestro lado para que juntos superemos los obstáculos, pasemos “a través…” Él se ha lanzado al agua con nosotros para que guiándonos a través de las corrientes, juntos lleguemos hasta la orilla.

“Lanzarse al agua” y “poner sobre la balanza”, son nuestras expresiones, así como “la serpiente” y “el juicio”, “la oscuridad” y “la luz”  eran las expresiones del tiempo de Juan. Pero las ideas-fuerzas continúan siendo las mismas: intensidad del amor de Dios, la totalidad de su don y o entrega y la eficacia de su compromiso.


Reflexión central 

La cruz, lugar de nuestra historia


El evangelio de este domingo comienza con una afirmación extraña: Nadie ha montado al Cielo sino Aquel que ha descendido del Cielo.”  El cielo, muy cierto, designa a Dios. En otras palabras, nadie puede decir verdaderamente quién es Dios, lo que Él quiere, lo que Él piensa, sino Jesús. Hay un inmenso abismo, distancia entre la manera de pensar de la gente y la manera de pensar de Dios tal como se revela a través de las palabras, actitudes y gestos de Jesús. Qué quiere decir esto? Pongamos atención a las expresiones: “todo el mundo está de acuerdo en decir…”,  “hay miles de alternativas…”,  “hay una jurisprudencia  un poco avanzada y una sociedad totalmente hipócrita”, “nadie va aceptar eso”, o peor todavía: “Dios quiere esto, Él está de acuerdo con esto”.


 Es importante recordarlo, “el hecho que una sociedad haga opciones, tome decisiones, ello  no refleja siempre la manera como Dios ve las cosas ».  El evangelio nos orienta hacia una escucha continua de Jesús para abrirse constantemente al mundo de Dios.  Aquello que quizás no tiene buen sentido para nosotros (no comprendemos) quizás tenga sentido (sea comprendido) para Dios. “Aborte su hijo”, “Le quedan dos semanas de vida”… (Cuántos milagros y finales más positivos, inesperados y diferentes, dan cuenta de esa gran verdad.)


Después, viene la afirmación más difícil del evangelio: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre…”


La vez pasada les decía de tener cuidado de no leer la biblia y comprenderla literalmente. El peligro del fundamentalismo, del integrismo, es precisamente ese, el no tener en cuenta la simbología que hay detrás de los vocablos e ignorar el contexto en el cual se da el texto. 


La primera lectura de la liturgia dominical, del libro de los Números que me he permitido compartirles al inicio de esta reflexión final nos habla de una serpiente en bronce que cura, símbolo retomado en el evangelio para hablar del Hijo de Dios. Y entonces uno se pregunta, cómo puede ser eso? Jesús es igual a una serpiente? Una serpiente que sana?  Con toda seguridad, hemos de saber que en el mundo oriental, la serpiente no tiene la connotación negativa que nosotros le damos. Con el recuerdo de la escena del paraíso terrestre, donde la serpiente engaña a Eva, hemos hecho de la “culebra” símbolo de la trampa, del pecado, de la muerte. En Oriente, ella es preferiblemente asociada a la sabiduría, a la capacidad de renovarse y de sanar.


Para acoger la Buena Noticia (Evangelio) que nos anuncia la Palabra de Dios, en esta fiesta de “La Exaltación de la Cruz”  (O La Cruz Gloriosa), nos será necesario entonces de cambiar nuestra manera tradicional de ver las cosas.


La palabra “ELEVAR” atribuida a Jesús hace referencia a su elevación sobre (en) la cruz. En otras palabras, es necesario que Jesús sea crucificado para desempeñar un rol de sanación, como la serpiente de bronce de Moisés elevada en un asta en el desierto. Como entender todo esto?  Qué significa: “Es esencial” o “Es necesario”. De una vez por todas, rechacemos la teoría de la sustitución penal, una idea torcida, mal comprendida y que por lo tanto ha circulado en la historia de la Iglesia: siendo Él mismo inocente, Jesús habría sufrido el castigo que correspondía en justicia a la humanidad pecadora, como si Dios fuera un juez irascible, que tenía necesidad de satisfacer su cólera a través de la muerte de un inocente.


En el plan histórico, por qué Jesús ha muerto de tal manera? Él no hecho más que seguir su voz interior, de la que decía venía de su Padre del Cielo, Él ha sido auténtico, íntegro, leal, verdadero.


Su manera de pensar y de hacer ha sacudido fuertemente a la sociedad de su época, en particular al poder religioso. Autenticidad e inautenticidad son incompatibles, ellas son como el fuego y el agua. “Si el mundo los odia a ustedes, recuerda el evangelista a su comunidad, con estas palabras en boca de Jesús, sepan que a mí me ha odiado antes que a ustedes” (Juan 15,18). La muerte que le fue impuesta estaba reservada a los criminales y a quienes no eran ciudadanos romanos. Jesús entonces ha sido víctima por su autenticidad y su fidelidad a su voz interior.


Pero porque el evangelista llega hasta decir: “Es esencial”, o “Es necesario”, hablando de esta muerte atroz? Con certeza, el evangelista al igual que los primeros cristianos, utiliza esta expresión para expresar su fe de que esta muerte no llegó por azar, que ella no es absurda, sino que tiene un sentido puesto a la luz  por ciertos pasajes de la Biblia, como éste del profeta Isaías: “…objeto de desprecio, abandonado por los hombres, varón de dolores, familiar del sufrimiento…son nuestros sufrimientos y nuestros dolores los que Él cargaba…nosotros lo consideramos castigado, golpeado y humillado por Dios…sus heridas nos han curado…(Isaías 53,1-7).


Sin su impacto positivo, esta muerte, en efecto sería una muerte absurda. Para la fe cristiana, es la Resurrección de Jesús, y su acción, en adelante, universal en el mundo, que dona sentido a su muerte. Pero no se ha respondido todavía completamente a la cuestión: por qué esta muerte atroz ha sido esencial?


De cierta manera, es imposible oponerse a las fuerzas del mal (odio, mezquindad, envidia, sed de poder, ignorancia grosera, ect., etc) y a las consecuencias de la debilidad humana sin un amor loco que esté presto, listo a dejar (sacrificar) su vida. Ello es esencial, y esto lo será hasta el fin de la historia humana.


Sin embargo, me gustaría agregar otro punto a esta reflexión. Ciertas situaciones límites juegan un papel revelador. Un desastre puede revelar lo que habita el corazón de las personas de una comunidad. Nadie quiere el desastre. Pero sin ese desastre, los corazones no se revelarían, no mostrarían “aquello positivo, tierno, valiente…  de lo que son capaces”. Como para muchas madres precedidas por un dictamen o diagnostico fatal para sus hijos, y que sin embargo creen y deciden ir hasta el final en contra de todo…ellas toman conciencia de la dimensión y hasta donde va su amor maternal a pesar de la enfermedad y el destino fatal que se había predicho para sus hijos.  Y sus corazones amantes no habrían sido jamás revelados a los medios de comunicación sin esta enfermedad.  Uno comprende entonces al evangelista cuando escribe: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.”


A través del amor de Jesús, se ha descubierto el amor de Dios por la humanidad: es como si esta muerte atroz hubiera sido necesaria para hacer este descubrimiento.


La liturgia católica utiliza este pasaje del evangelio, repito, en la ocasión de la Fiesta de “La Exaltación de la Cruz”. A primera vista, hay algo incongruente al exaltar o hacer elogio del símbolo de una muerte ignominiosa que se encuentra en las luces de los proyectores. Pero, de hecho, a la luz de lo que acabamos de afirmar  sobre su función reveladora, no es acaso ella, un inmenso “Yo los amo” lanzado a nuestra humanidad. Y como todos los “yo te amo”, eso cambia las cosas que ya no serán nunca más como antes.


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