domingo, 14 de diciembre de 2025

15 de diciembre del 2025: lunes de la tercera semana de Adviento

 

Certezas trastocadas

(Mateo 21, 23-27) «¿Con qué autoridad haces esto?» La pregunta es legítima. Pero está formulada en un contexto polémico que subraya la dificultad de poner la confianza en Jesús, porque Él siempre nos sorprende.

¿Estamos dispuestos a realizar ese desplazamiento interior para renunciar, en parte o totalmente, a nuestras representaciones sobre lo que Él debería ser o lo que debería hacer?

Esto nos prepara para su retorno en gloria, en el que el tiempo de Adviento nos centra, en continuidad directa con la Encarnación.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

Nm 24,2-7.15-17a

Avanza una estrella de Jacob

Lectura del libro de los Números.

EN aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae y se le abren los ojos:
¡Qué bellas tus tiendas, oh, Jacob,
y tus moradas, Israel!
Como vegas dilatadas,
como jardines junto al río,
como áloes que plantó el Señor
o cedros junto a la corriente;
el agua fluye de sus cubos,
y con el agua se multiplica su simiente.
Su rey es más alto que Agag,
y descuella su reinado».
Y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios
y conoce los planes del Altísimo,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae en éxtasis y se le abren los ojos:
Lo veo, pero no es ahora,
lo contemplo, pero no será pronto:
Avanza una estrella de Jacob,
y surge un cetro de Israel».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 25(24),4-5ab.6 y 7bc.8-9 (R. cf. 119[118],18) 

R. Señor, instrúyeme en tus sendas.

V. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. 
R.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. 
R.

V. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. R.

 

Evangelio

Mt 21,23-27

El bautismo de Juan ¿de dónde venía?

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».
Jesús les replicó:
«Les voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestan, les diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?».
Ellos se pusieron a deliberar:
«Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le han creído?”. Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».
Y respondieron a Jesús:
«No sabemos».
Él, por su parte, les dijo:
«Pues tampoco yo les digo con qué autoridad hago esto».

Palabra del Señor.

 

 

1

 

Hermanos, hay preguntas que nacen de la fe… y preguntas que nacen del miedo. En el Evangelio de hoy escuchamos una pregunta que, en sí misma, podría ser muy buena: “¿Con qué autoridad haces esto?”. Es lógico preguntarlo. El problema no es la pregunta, sino el corazón desde donde se pregunta: no buscan la verdad; buscan controlar a Jesús, encasillarlo, domesticarlo.

Y aquí aparece una clave preciosa del Adviento: Jesús siempre nos sorprende. No se deja encerrar en nuestras ideas sobre cómo debería actuar Dios. Adviento es precisamente ese “desplazamiento interior”: mover el corazón, soltar seguridades falsas, renunciar a ciertas imágenes rígidas de Dios, para recibirlo como Él viene: humilde en Belén, exigente en el Evangelio, y glorioso al final de los tiempos.

1. La autoridad que nace de Dios… y la que nace del orgullo

Los sumos sacerdotes y ancianos representan una tentación muy humana: creer que la autoridad se demuestra “ganando” una discusión, imponiendo títulos, exhibiendo prestigio. Jesús, en cambio, no entra en el juego de la trampa. Les devuelve otra pregunta sobre Juan el Bautista. ¿Por qué? Porque la autoridad verdadera no se entiende sin conversión.

Si ellos hubieran reconocido a Juan, habrían reconocido a Jesús. Pero no se atreven a decir “del cielo”, porque entonces deberían cambiar. Tampoco se atreven a decir “de los hombres”, por miedo a la gente. Resultado: se quedan en una respuesta tibia, calculada: “No lo sabemos”. Cuando uno vive pendiente de quedar bien, termina no abrazando la verdad.

Y aquí el Adviento nos pregunta, con ternura y firmeza:
¿Dejamos que Cristo tenga autoridad sobre nuestra vida real, o solo sobre una parte?
¿Le damos autoridad sobre mi manera de hablar, de perdonar, de administrar el tiempo, de sanar resentimientos, de ordenar afectos?

2. Balaam: cuando Dios hace hablar incluso a lo inesperado

La primera lectura es fascinante: Balaam, que no era precisamente “un profeta de los nuestros”, es tomado por el Espíritu, y termina proclamando una bendición. Y su anuncio culmina con una imagen luminosa: “Avanza una estrella desde Jacob”.

En Adviento, esa estrella nos empuja a mirar más lejos que lo inmediato. Dios puede encender luz donde nadie la esperaba. Dios puede sacar bendición de un terreno árido. Dios puede abrir caminos cuando todo parece cerrado.

Y aquí se enlaza con el Salmo: “Muéstrame, Señor, tus caminos; enséñame tus senderos.” Quien ora así, reconoce una verdad sencilla: no me basto; necesito ser guiado. Esa es la humildad que abre la puerta a la autoridad de Dios.

3. Año Jubilar: autoridad que libera, esperanza que no defrauda

En un Jubileo, la Iglesia nos recuerda que la salvación no es un peso: es liberación. Jesús tiene autoridad no para aplastarnos, sino para devolvernos la dignidad y encaminarnos hacia la vida plena. Por eso, aunque hoy el Evangelio suene tenso, en el fondo es una invitación: deja de discutir para defender tu imagen, y empieza a caminar hacia la verdad que salva.

Y aquí entra la intención de hoy: nuestros difuntos.

4. Por los difuntos: la esperanza cristiana no es “recordar”, es “esperar”

Cuando oramos por los difuntos, no hacemos un acto de nostalgia; hacemos un acto de fe. Creemos que la muerte no tiene la última palabra. Creemos que Cristo, que vino en la humildad de la Encarnación, vendrá en gloria, y que su autoridad alcanza incluso lo que a nosotros nos parece definitivo.

Muchos cargan por dentro duelos no resueltos: culpas, conversaciones pendientes, “si yo hubiera…”. Adviento también sana eso: nos enseña a poner el pasado en manos de Dios. La autoridad de Jesús llega a donde nosotros ya no podemos llegar. Por eso podemos confiarle nuestros difuntos: los que murieron en paz, y los que murieron con heridas; los que dejaron ejemplo, y los que dejaron preguntas. Dios sabe escribir recto incluso con renglones torcidos.

5. Compromisos concretos para esta semana

Para que este Evangelio no se quede en ideas, propongo tres pasos sencillos:

1.    Una renuncia interior: hoy mismo, dile al Señor: “Jesús, renuncio a exigirte que actúes como yo quiero. Enséñame tus caminos.”

2.    Un acto de autoridad evangélica: ejerce una autoridad humilde en casa o en el trabajo: escucha antes de imponer, sirve antes de exigir.

3.    Un gesto por los difuntos: ofrece una misa, un rosario, una visita al cementerio, o una obra de misericordia por su descanso (una limosna, una llamada a alguien solo, un perdón dado).

Oración final (breve)

Señor Jesús, Estrella que avanza desde Jacob, ilumina nuestra fe en este Adviento. Danos un corazón humilde para reconocer tu autoridad y seguir tus caminos. Acoge en tu misericordia a nuestros difuntos: perdona sus faltas, purifica lo que necesite ser sanado, y llévalos a la luz de tu rostro. Y a nosotros, peregrinos de esperanza en este Año Jubilar, concédenos caminar hacia tu venida con alegría, verdad y caridad. Amén.

 

2

 

Hermanos, el Evangelio de hoy nos presenta una escena fuerte: Jesús enseña en el templo y se le acercan los jefes religiosos con una pregunta que parece correcta, pero que nace torcida: “¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te la dio?”. No buscan comprender; buscan desautorizar. Y aquí el Señor nos enseña no solo qué creer, sino cómo responder cuando nuestra fe es cuestionada de manera injusta o irracional.

1) Una pregunta legítima… con un corazón equivocado

En la vida cristiana es sano preguntar. La fe no es ingenuidad. El problema aparece cuando la pregunta no viene del deseo de verdad, sino del deseo de control.
Los sacerdotes y ancianos estaban llamados a ser pastores del pueblo: guías hacia la salvación, voz profética, intercesores. Pero el Evangelio deja ver una triste contradicción: su cargo era santo, pero su intención estaba enferma. Y cuando la intención se enferma, hasta las preguntas “piadosas” se vuelven armas.

Adviento nos invita a revisar el corazón:
¿Yo pregunto para acercarme a Dios… o para defender mis ideas?
¿Yo busco la verdad… o busco tener la razón?

2) Jesús confronta la irracionalidad sin ponerse a pelear

La reacción de Jesús es magistral. No responde con agresividad ni cae en la provocación. Hace algo distinto: plantea una pregunta que ilumina el problema:
“¿El bautismo de Juan venía del cielo o de los hombres?”

Es como si dijera: “Si de verdad aman la verdad, respondan con honestidad.”
Pero ellos no responden por miedo y por conveniencia: si dicen “del cielo”, quedarán en evidencia por no haber creído; si dicen “de los hombres”, temen a la gente. Entonces eligen la salida fácil: “No lo sabemos.” No es ignorancia: es cálculo.

Aquí hay una lección pastoral muy concreta: no siempre conviene discutir en el terreno de la irracionalidad. A veces uno se desgasta peleando con argumentos que no buscan la luz, sino la victoria. Jesús desenmascara con serenidad y, cuando no hay apertura, guarda silencio. No es cobardía: es sabiduría.

3) Criterio para nuestras relaciones: humildad, verdad y silencio fecundo

He aquí una pauta preciosa:

  • Si alguien nos pregunta con humildad y sinceridad, se abre la puerta al diálogo.
  • Si alguien cuestiona desde la irracionalidad o la mala fe, muchas veces lo más caritativo es no engancharse, perdonar por dentro y esperar un momento mejor.

Esto no significa ser indiferentes. Significa imitar a Cristo: la caridad no se deja arrastrar a conversaciones enfermas.
En familia, en redes, en la comunidad… ¡cuántas veces el demonio nos tienta a “responder de inmediato”, a “defendernos” con rabia! Y terminamos peor, endurecidos y con el corazón revuelto.

Adviento es escuela de mansedumbre: Jesús viene manso. Y quien espera al Mesías aprende su estilo.

4) La “estrella” de Balaam: Dios guía incluso en medio de la confusión

La primera lectura nos regala una imagen luminosa: Balaam, sorprendentemente, profetiza: “Avanza una estrella desde Jacob”.
Dios hace brillar una luz donde no la esperábamos. Cuando alrededor hay intereses, agendas, voces que confunden, Dios sigue guiando. La estrella no grita, no pelea, no se impone… pero orienta.

Y el salmo pone en nuestros labios una súplica perfecta para estos días:
“Muéstrame, Señor, tus caminos; enséñame tus senderos.”
Esa oración es el antídoto contra la rigidez y contra el orgullo. Es la oración del discípulo que no quiere “ganar discusiones”, sino caminar en la verdad.

5) Año Jubilar y difuntos: la esperanza responde donde las palabras ya no alcanzan

Hoy además rezamos por nuestros difuntos. Y esto encaja profundamente con el Evangelio. Porque hay momentos en que no hay discusión que valga, ni argumento que consuele. Frente a la muerte, a veces solo queda lo esencial: la esperanza.

En el Año Jubilar somos “peregrinos de la esperanza”: creemos que Cristo tiene autoridad no solo sobre el templo, sino sobre la historia; no solo sobre nuestras preguntas, sino sobre nuestro destino. Por eso, al orar por los difuntos, hacemos un acto de confianza:
Señor, Tú sabes lo que nosotros no sabemos.
Tú ves lo que nosotros no vemos.
Tú puedes purificar lo que nosotros ya no podemos reparar.

Qué descanso da poner en manos de Dios a quienes amamos: con sus luces y sombras, con sus heridas y sus méritos. El Señor, que no se deja atrapar por agendas humanas, sí sabe conducir al alma hacia la luz.

6) Compromisos concretos para esta semana

1.    Un examen breve del corazón: antes de responder a alguien hoy, pregúntate: ¿esto edifica o solo alimenta mi orgullo?

2.    Una decisión de sabiduría: evita una discusión inútil; responde con paz o guarda silencio con caridad.

3.    Una obra por los difuntos: una misa ofrecida, un rosario, una visita al cementerio, o una obra de misericordia “en su nombre”.

Oración final

Señor Jesús, Sabiduría eterna, enséñanos tu modo de responder: sin soberbia, sin miedo, sin violencia. Danos un corazón libre para vivir la fe con serenidad, aunque encontremos críticas injustas. En este Adviento y en este Año Jubilar, haznos peregrinos de esperanza. Y recibe en tu misericordia a nuestros difuntos: perdona sus pecados, purifica sus faltas y llévalos a la paz de tu Reino. Jesús, en Ti confío. Amén.

 

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