lunes, 20 de octubre de 2014

26 de octubre del 2014: 30o Domingo del Tiempo Ordinario A

Un mismo amor
 
 Amar a Dios, amar al prójimo es amarse a sí mismo, he aquí lo que Jesús nos pide hoy. Amar al prójimo como a sí mismo y amar a Dios, es el mismo amor. El uno no va sin el otro. 

 Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,34-40):
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» 
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Palabra del Señor
A guisa de introducciòn
   Cuando leía las primeras páginas de “La última tentación” de Nikos Kazantzakis, una novela muy humana sobre la vida de Jesús de Nazaret, descubrí la gran novedad que quería hacer descubrir de entrada a sus lectores el escritor griego “el maestro de galilea consideró personalmente y enseñó a los hombres y mujeres de su tiempo y dejo como legado para su futuros discípulos que Dios es Padre”. Así de entrada Jesús se presenta con las siguientes palabras: “
Mi único deseo era acercar almas al Padre y alejarlas de la oscuridad…
hacer el bien, pero el bien no puede hacerse ni conocerse en la Tierra, no pueden
hacerlo ni conocerlo los hombres, el bien es cosa del Padre.
El único deseo que puede tenerse es el deseo del Padre, y uso la palabra
deseo o anhelo para que ustedes, mis interlocutores, puedan comprenderlo, pero en
realidad se trata de un estado de una sutileza que no puede compararse con ningún
deseo terrenal experimentado por el hombre.
Es por eso que la energía no debe dispersarse en ningún deseo, anhelo o
capricho, sino concentrarse y conectarse con El Padre…
Si hay una recurrente razón y o disculpa para ser negligente ante el mandamiento doble y evangélico del amor es esta: “El dios del Antiguo y Nuevo testamento es un Dios irascible, iracundo, cruel y vengador”. Aquí reside la “Misere” (como dirían los franceses), la dificultad u obstáculo de muchos para tomarse en serio eso de AMAR, acatar el gran mandamiento divino...Por que se concluye casi siempre tácitamente: “como obedecer a un dios malvado?” De ahí que simple y llanamente se ha de cambiar ese chip negativo y oscuro de información teológica para abrirse ante un horizonte pleno de posibilidades que llevara lejos nuestra humanidad hasta hacernos divinos.
Y para que eso sea posible será necesario que cambiemos de manera radical nuestra referencia divina, nuestra relación con Dios. Hace falta que pensemos en términos diferentes a aquellos que habíamos utilizado hasta ahora y tratar de encontrar otra aproximación de Dios. Es sobre este punto que nos unimos a la enseñanza de Jesús, puesto que Él ha tratado toda su existencia de enseñarnos a ver Dios de otra manera y diferente a aquella que la tradición nos había inculcado. Nos es necesario operar una transformación radical en nosotros mismos para permitirnos acceder a otra mirada sobre Dios y los demás hasta el punto de amarlos a ellos también sin ninguna restricción.
No se nos hace tampoco fácil amar los demás. Si cada quien hiciera un examen de conciencia atento sobre sí mismo, descubriría rápidamente que a aquellos a quienes profesa amor se reduce a unos cuantos. El amor, se ha dicho es un impulso del corazón que no se impone o se ordena como un mandato. El sentimiento que nosotros experimentamos por aquellos que amamos verdaderamente es totalmente diferente y de otra naturaleza a aquel que reservamos para el resto (de los demás). Porque el amor no se impone ni es un mandato. Uno puede verse obligado a ser amable, uno puede esforzarse por acercarse a los otros con respeto. Uno mismo puede hasta darles una parte de nuestros bienes. Uno puede consagrarles más tiempo del razonable, pero todo eso no es AMOR, eso es altruismo.

Ahora cómo amar verdaderamente a Dios y en consecuencia cómo amar a su prójimo? Jesús parte de una premisa que conocemos bien. Él ante todo considera a Dios como un Padre y de lo cual nos da prueba numerosas parábolas. Él es un Padre tan amoroso que su comportamiento, si fuera el de un padre humano, podría ser considerado como laxista (alcahuete, demasiado permisivo). Es eso lo que podríamos retener de la parábola de los 2 hijos por ejemplo. Es ese Padre admirable que busca su hijo, que viene hacia él, y cuando él lo encuentra se siente reconfortado y es al otro que consagra el resto de su tiempo. Este Dios a la imagen del cual Jesús nos reenvía no provoca a nadie, mas Él espera que cada uno esté listo (presto) para entrar en relación con Él. Su paciencia es tanta que puede durar toda una vida y no obtener jamás el resultado esperado.
Realizamos entonces que su presencia es efectiva en nosotros cuando sentimos nos reconforta y el bien que ese contacto con él produce (una especie de bienestar). Descubrimos que el lugar de Dios estaba previsto en nuestro inconsciente desde siempre, como si fuéramos concebidos para vivir con Él (San Agustin decía «Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».), pero Él nunca reivindica este lugar o plaza que le es debido, si bien su presencia es percibida como un vacio que se llena, una ausencia que llega a ser presencia, una sed de absoluto, un deseo que no sabría expresarse.
Una presencia tal en nosotros que crea estados de alma felices, que aporta paz y liberación totalmente diferente a todo aquello que se nos había enseñado todas las veces que se nos había hablado de Dios.
Esta quietud que nos invade por su presencia llega a ser la sola realidad de Dios que el Padre de Jesús quería establecer en nosotros. Jesús mismo nos ha preparado para este encuentro, haciendo emanar en nosotros el deseo de un Dios que sea diferente de aquel que los hombres testimonian y que sin Él uno nunca podría haberlo imaginado.
El Dios que aparece como un amo arbitrario para la humanidad y para el mundo, que lleva a cabo sus proyectos hasta el final sin compartirlos, no hace parte del pensamiento de Jesucristo. Un Dios que juzgaría y condenaría, un Dios que no sería compasivo sino después de haber visto signos de arrepentimiento y que no acordaría su amor sino después de sancionar los culpables, mismo débilmente, este Dios no es aquel con el cual podríamos tener una total relación de amor. Es necesario entonces olvidar todo aquello que se ha aprendido sobre Dios y conservar (guardar) nada más que aquello que hemos percibido cuando hemos sentido su presencia en nosotros , de corazón a corazón. Es entonces cuando Dios adoptará otro rostro y cuando nosotros podemos disponernos a amarlo totalmente.
El amor que nosotros manifestamos a nuestro prójimo llegará a ser el reflejo del amor divino que en adelante nos habita. Eso será un movimiento natural que se hará sin que cedamos a las exigencias que la bondad nos impone. Las cosas se harán entonces de un modo natural, es considerando los actos que hemos hecho como reconoceremos que es el amor de Dios que actúa en nosotros, como consecuencia inconsciente del amor que nosotros tenemos por Él.
Para responder a la recomendación de Jesús “de amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos”, es necesario que olvidemos todo aquello que hemos aprendido sobre Dios y prepararnos interiormente para dejarlo actuar en nosotros. Es entonces como todo eso (terrible, cruel e inaudito) (una parte) que la Biblia nos ha dicho sobre Dios se pintará de otro color y tomará reflejos inesperados, puesto que comprenderemos que dentro de todas las situaciones de las cuales la Escritura testimonia, el amor era primero en todo, y con seguridad convencidos y fortalecidos de esta experiencia, nosotros leeremos la Biblia de manera diferente. Y si aún quedaran zonas de oscuridad en nosotros será por la oración, es decir será gracias a una relación más profunda con Dios como ellas se aclararán, así no se disipen totalmente… pues las dudas siempre surgirán de vez en cuando…a la duda, al miedo, a la frialdad siempre responde la FE.



Aproximación psicológica al texto del evangelio

El amor no es una moral


“Mi religión consiste en amar mi prójimo”. El compromiso honesto y perseverante al servicio de los hermanos, sobretodo de los más pobres entre ellos, representa en efecto la moral que está en la  más profunda conformidad (y o acuerdo) con el evangelio.

 En otra parte, Jesús mismo afirma que es a partir de esta moral que nuestra vida será evaluada: “cada vez que lo hicieron con uno de ellos, conmigo lo hicieron…” (cfr, Mateo 25,31-46, el juicio final). Ya lo decía san Juan de la Cruz, “…en la tarde de la vida seremos juzgados con, sobre  y por el amor”.

Acá, Jesús toma una posición clara de cara a esta moral: Él dice que es tan importante tener una moral como tener una religión.

Pero él afirma al mismo tiempo que en la tradición espiritual judía (y a la cual Él pertenece), queda todavía un lugar para una experiencia humana que es específicamente diferente de una ética social.

Dentro de esta tradición religiosa, lo que debe polarizar al creyente, es directamente la experiencia de Dios como tal.

Para el creyente enraizado en la tradición judío-cristiana, el compromiso social puede (y en muchos casos, debe) ocupar un gran sitio. Mas este compromiso esta manifestado (o aparece) para otra cosa y él desemboca en otra cosa.

Esta otra cosa, es la experiencia espiritual, es decir la conciencia de que hay en mí una dimensión de mi ser en la que todo lo que vivo me llevan sin cesar a ella, si yo me comprometo con suficiente profundidad.

Con esto nunca pretendemos afirmar o  querer significar que los no creyentes son personas que no viven con profundidad. Para ellos, esta dimensión espiritual tomará (o adoptará)  otra forma y ellos la nombraran de manera diferente (altruismo, solidaridad, compasión...), por ejemplo el escritor francés Albert Camus hace decir a uno de sus personajes ateos, al doctor Rieux en “La Peste”,  “Ante la no existencia de Dios no nos queda otro camino que ser solidarios”.

Pero Jesús dice: Mi tradición espiritual me invita a poner a Dios (o a descubrirlo!) en el centro de mi existencia, a reconocerlo en la conjunción de mis pensamientos y de mis emociones. Y más aún. Yo estoy invitado a invertir todo mi potencial en mi experiencia de Dios. El pasaje del Antiguo Testamento citado este domingo acá, contiene en efecto: “Amar a Yahvé (…) con todas tus fuerzas (tu poder) “ (Deuteronomio 6,5), esta citación será tomada de manera integral por Marcos 12,33 y Lucas 10,27.

Es por Dios que el creyente moviliza todo su potencial. Es de cara a Dios que él se hace disponible,  y es así como  ofrece todo lo que  es y todo lo que puede.

Cuando esta opción está  hecha  y que esta canalización está en curso, los seres humanos llegan a ser los compañeros de Dios en los proyectos más queridos por Él. Ellos se convierten en los colaboradores de Dios,  en su deseo de ternura y de justicia, y ellos son reenviados a una vida y a una acción concreta, asumidas en la libertad y la creatividad.

“Todo está ahí”, dice Jesús (v.40).


Reflexión Central: 

Hablar de amor y vivirlo

Se habla de amor. Acaso existe una realidad más importante, más buscada y yo diría anhelada que el amor?

El amor es pasión? Sexo? Afecto? Ternura? Servicio? Bondad? Paz?

Uno encuentra personas que poseen una impresionante capacidad de reconsiderar sus opiniones o posiciones frente a determinados asuntos y hacer la paz; estas persona consideran al rencor, al odio y a la venganza como una pérdida de tiempo y entonces vuelve a reinar fácilmente la armonía.

Para vivir la paz conyugal, algunas parejas ponen por delante el amor como una armadura que protege; ellos perciben que el entendimiento de pareja es la base de la armonía familiar.

Otras parejas le dan prioridad a las sorpresas y a los encuentros íntimos para fortalecer los lazos, y aprovechan los aniversarios de matrimonio para dar un paso más en la aceptación mutua, la comunicación, la reconciliación.

Decimos que el amor de pareja favorece la unidad familiar, los lazos familiares son más fácilmente aceptados y vividos por los niños que por los adolescentes; estos últimos frecuentan se relacionan, dialogan  más fácilmente con sus amigos que con sus familias; lo que no quiere decir que ellos no tengan necesidad de los miembros de su familia; ellos quieren escuchar decir que “nosotros los amamos”, con sus sueños de futuro, su vigor de juventud, sus actividades plenas de entusiasmo y dinamismo; los jóvenes piensan en su futuro, en sus proyectos de carrera, de trabajo, de profesión: ellos aprecian la palabra de un adulto que les dice: “Me gusta que tu sueño se esté realizando”.

Amar al otro como a sí mismo es la base de la fe en Dios. Yo no puedo amar a Dios con toda la energía de mi espíritu y de mi corazón, si yo no me preocupo (por) y me ocupo de los otros. Amar a Dios y amar al prójimo: dos realidades in-disociables, como lo hemos dicho: es un matrimonio que no se puede romper, según la Biblia.
He de preguntarme si mi cristianismo es descafeinado, que no me impide dormir: aquel que pone solamente el acento en las devociones y olvida la acción (caritativa, de acogida, de servicio) por los otros?

O al contrario, acaso mi cristianismo es un estilo de vida, una dinámica “con los pies en la tierra”, que no se ocupa solo de lo “humano”, olvidando incluir a Dios en su VIDA (en la existencia)?

La renovación de mi amor pasa por Dios, como la renovación de mi fe pasa por las personas.

Como amar a Dios y al prójimo? Amándose a sí mismo: la caridad bien ordenada comienza por sí mismo. Y como amarse a sí mismo? Dejándose amar de alguien (humano) dentro de lo posible; o al menos dejarse amar por Dios quien tiene un amor desbordado de compasión por toda persona, especialmente la más pobre y marginada…

De igual modo, el amor a sí mismo no impide que nosotros de cierta manera permanezcamos siempre extranjeros para nosotros mismos y que la persona que amamos de la manera más íntima debe permanecer siendo ella misma para que el amor sea verdadero.


Nuestra relación con Dios tiene que ver con nuestra relación con nosotros mismos y con nuestro prójimo. Que ella este hecha de dignidad y de amor.

@gadabay

Referencias:

- Pequeno Misal "Prions en Eglise", Quebec

- HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus

- http://paroissesaintefamilledevalcourt.org/Paroles_de_Dieu.htm

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones




Entrada destacada

1o de enero del 2017: Solemnidad de Santa María Madre de Dios

Reemprender el camino La palabra de Dios de este domingo nos invita a vivir escuchando nuestra memoria, como María. En el moment...