viernes, 15 de abril de 2016

17 de abril del 2016: 4º Domingo de Pascua (C)



Una Iglesia para hoy

Las 3 lecturas de este domingo presentan el misterio de la Iglesia. No solamente una Iglesia donde hay pastores, sino que es totalmente pastora.
Celebremos aquel que nos reúne en la alegría de su victoria sobre la muerte. Que, por esta celebración, nosotros mismos lleguemos a ser una Iglesia Pastora, tras los pasos de Cristo.




EVANGELIO
 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús:
-- Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.
Palabra del Señor 




A guisa de introducción :

Necesitamos buenos pastores como Jesús

San Ireneo de Lyon(n. Asia Menor130 - m. Lyon202) , ese gran Padre de la Iglesia tiene una frase que he tomado como referente vital: "Una vida ejemplar es el mejor regalo para nuestros semejantes". Y quizás quien mejor vivió a plenitud esa frase fue el resucitado Jesús de Nazaret.

Supo siempre transmitir y enseñar amor y a través de él, atrajo sus discípulos y sigue atrayendo creyentes por todo el mundo, con su gran regalo, su gran testimonio de amor incondicional (dio la vida sobre la cruz por toda la humanidad).

En este cuarto domingo de Pascual evocamos a Cristo como el verdadero y buen Pastor, un paradigma de sabiduría no solo para nosotros sacerdotes sino para todos los creyentes y en especial para quienes tienen una tarea de guiar, enseñar y mostrar el camino: padres de familia, profesores, autoridades políticas y civiles, etc.

Nuestro mundo tiene o mejor sufre una crisis de maestros, de modelos de sabiduría, tiene carencia de líderes carismáticos, honestos y nobles que, a la manera de Jesucristo, conduzcan las nuevas generaciones. Un mundo tan presto al relativismo, la incredulidad y la indiferencia necesita de batalladores de verdad, de ideas perdurables y nobles, de gestos, más que de palabras que arrastren y conquisten los corazones.





REFLEXIÓN CENTRAL:

La FE, siempre la FE


El texto de Juan que leemos este domingo, como casi todo su evangelio y sus cartas, es un texto muy místico. Dentro de una serie de imágenes, que comprendemos vagamente, puesto que ya no hacen casi parte de nuestra vida cotidiana, Jesús se compara con un pastor que cuida sus ovejas. Él les da su propia vida. Enseguida, Jesús no habla ya más de un pastor común y corriente. Él habla de sí mismo en primera persona: “mis ovejas escuchan mi voz (…) yo les doy la Vida Eterna” (Juan 10,27-28).

Es importante saber que estas afirmaciones de Jesús, lo que nos dice hoy, se inscriben dentro de una controversia que Él tiene con aquellos que el evangelio de Juan llama los judíos. Es decir, los jefes del lugar, que se oponen a Jesús. Estas personas se interrogan sobre la identidad de Jesús: “Si tú eres el Mesías, dínoslo abiertamente” (Juan 10,24) …Jesús entonces les reenvía a sus obras, a los signos que él realiza en nombre de Dios. “Las obras que yo hago en el nombre de mi Padre, dan testimonio de mí” (Juan 10,25). A pesar de que los enemigos de Jesús, han visto sus milagros y signos prodigiosos, ellos no creen, se niegan a creerle. Y entonces Él continúa diciéndoles: “Pero ustedes no me creen, porque no pertenecen a mis ovejas, no son de mi rebaño. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. Yo les doy la Vida Eterna” (Juan 10,26-28).

La persona que no tiene fe, que se niega a creer, podrá ver todos los milagros y signos y eso no le servirá de nada. Podría ver con sus ojos al Resucitado, escuchar su voz, meter las manos en el costado, como lo esperaba el apóstol Tomás, esta persona incrédula no reconocerá jamás al Señor…

Los adversarios de Jesús no pueden ni ver sus obras ni aceptar su mensaje, puesto que ellos se estancan, se paralizan en su rechazo. Pero aquellos que confían en Jesús, escuchan su voz y reconocen sus obras, tienen acceso a la Vida Eterna.

Pero frente a la oposición, rechazo y desconfianza y amenaza de sus adversarios, Jesús se niega a renunciar, a abdicar y ceder ante el miedo, a pesar de que eso lo conduzca  a la muerte. Su esperanza es más fuerte que todo. Lo que Jesús dice de sí mismo, se lo dice a aquellos que creen en Él: “A mis ovejas yo les doy la vida eterna, ellas nunca perecerán, nadie las arrancará de mi mano (…), nadie puede arrancar nada de la mano del Padre” (Juan 10,28-29).

Estas son afirmaciones muy fuertes sobre la FE. Los discursos del Evangelio de San Juan son difíciles a descifrar, a decodificar, porque todo es meditativo y las mismas palabras se repiten una y otra vez. Y todo eso le da uno una impresión de difuso, de enredado, donde el sentido de lo dicho se nos escapa.

Los adversarios de Jesús no podían admitir que Jesús hablaba en nombre de Dios, ellos podían creer en la Palabra de Dios, creer en los profetas, orar en el templo, pero ellos eran incapaces de comprender la manera como Jesús veía a Dios y le hablaba, no entendían la manera que tenía Él de hablar del Padre Dios y realizar sus obras. Era muy chocante, muy revolucionario, todo esto estaba lejos de sus ideas para que ellos puedan aceptar a Jesús. Debido a su dureza de corazón, ellos se negaban a entrar en la FE.

Y por lo tanto, Jesús afirma que la persona que cree en Él, entra en la Vida Eterna. En ese sentido, Jesús es el Pastor por excelencia. Escuchar su voz, seguirle, es recibir su vida, es participar de su esperanza. Y esto nadie puede arrebatárnoslo. Esta vida no puede ser destruida. Uno no puede arrancar, arrebatar nada de la mano del Padre. Estar ligado, unido a Jesús, es estar unido al Padre y entrar así en una realidad tan profunda, tan radical que nada puede destruirla.

Yo no sé qué quiere decir todo esto en la vida de todos los días. Cuando llegó el momento que Jesús padeciera, sus amigos lo abandonaron y huyeron. Pero ellos enseguida comprendieron y siguieron a Jesús con arrojo y valentía. Como lo hemos venido escuchando durante estos días posteriores a la Resurrección, en las lecturas pos pascuales, la primera comunidad cristiana ha enfrentado con valor, la persecución, y ha habido deserciones, abandonos seguramente, pero muchos han perseverado en la fe y han permanecido en la esperanza. Hoy, en este tiempo de Pascua, es a nosotros que se nos invita a ser ovejas del Señor, a ser sus amigos, a escuchar su voz, a poner toda nuestra confianza en Él.

Esto no quiere decir que mañana por la mañana seremos perseguidos. Los mártires están cerca de nosotros, en África, en Asia. Pero creer en Jesús, adherirse a Él, y desmarcarse sobre cierto número de cosas, preguntarse sobre el sentido de la vida, sobre la justicia, sobre el miedo a envejecer, a sufrir y a morir, sobre la honestidad, el respeto de las personas, sobre el dinero, sobre el sexo, sobre la sociedad de consumo.

Creer en Jesús y seguirle es sobre todo ser capaces de ser libres ante el modo o la manera de cómo ve las cosas el mundo, la moda de la sociedad, la manera como los medios de comunicación quieren imponerse sobre nuestros valores y creencias tradicionales.

La fe que nosotros confesamos, se articula alrededor de la persona de Jesús, de su muerte y de su resurrección, de la revelación que Jesús nos hace de Dios por una parte y de los otros, por otra parte. La sociedad en la cual vivimos nos revela o descubre el evangelio de la moda, el evangelio de lo instantáneo, lo que está presto y nos invita a pensar en las vedettes del momento, el evangelio del consumismo, del espectáculo y de la felicidad individualista al extremo. Yo no deseo que salgamos de este mundo, que lo ignoremos completamente, no, porque es en este mundo en donde hemos sido enviados, hemos sido puestos. Pero es esencial que nuestra Fe sea vigilante y muy fuerte para desmarcarse de las ideas que están de moda. En el maremágnum de las voces que nos solicitan, en medio de las muchas voces que nos aturden, es importante reconocer la voz del Señor.

En la tradición de nuestra Iglesia, el domingo del Buen Pastor es también un domingo de oración por las vocaciones. Nuestra Iglesia conoce en este punto una prueba gigantesca, una dificultad o sufrimiento que aparentamos no ver, esperando que mañana sea mejor que hoy y que ayer, y también que antier, es decir, antes de los años 50. Soñar esto, no es tener la fe ni la esperanza…es dejarse encerrar en el miedo a lo nuevo, a la novedad.

En este domingo de oración por las vocaciones, sepamos sumergirnos en nuestro corazón para redescubrir el llamado que nos hace (nos dirige) el “Buen Pastor”.

La vida eterna es un don extraordinario. Sin duda, estamos acostumbrados desde nuestra niñez a escuchar esta expresión y corremos el riesgo de no sorprendernos ante ella. La VIDA ETERNA, es estar entre las manos de Dios. Una mano paternal y tierna que seca toda lagrima de nuestros ojos (segunda lectura). Una mano protectora: nunca pereceremos, no sufriremos de hambre, de sed, de dolor. Una mano fuerte, puesto que el Padre es más grande que todo. Nadie puede arrebatarnos (arrancarnos de su mano. ¡Qué formidable ESPERANZA!

Y TU que estás en el centro de la contradicción y las críticas de tu entorno por tus convicciones cristianas, como Pablo y Bernabé en Antioquia de Pisidia (primera lectura de los Hechos), ¿a qué temes? ¿A qué le tienes miedo? Tu que eres tentado fuertemente, no lo olvides: el mal no puede arrancarte de las manos de Cristo, porque “mi Padre quien me las ha dado es más grande que todo”. ¡Qué delicadeza! ¡El Padre nos ha dado un regalo en su Hijo Jesucristo!

La VIDA ETERNA, es ser introducido por Él en la intimidad del Padre. Nadie puede arrancarnos de este amor. Pues este amor ha surgido de la FUENTE VIVA, de la comunión perfecta del Padre y del Hijo: “El Padre y yo somos UNO”.

Un día veremos a Dios tal cual es, en su unidad. “El Cordero permanece en medio del Trono”, observa el visionario del Apocalipsis (segunda lectura). Y nuestro pastor nos conducirá al Padre, fuente y origen de toda vida. Desde ya Él nos ofrece el aperitivo, la entrada de esta comunión al compartirnos su PAN y su VINO de VIDA ETERNA (La Eucaristía).



Reflexión 2 :

JESUS EL BUEN PASTOR

En el evangelio de este domingo, Jesús se nos presenta como el BUEN PASTOR, que conoce perfectamente cada una de sus ovejas.

En nuestros ambientes rurales y otros lugares aun, todo el mundo conoce bien la vida de los pastores. Sabemos que comienzan a trabajar desde muy temprano y que su labor no permite un día de vacaciones. El verdadero pastor ama su rebaño y se propone como deber estar siempre atento a sus necesidades. Una precisión es necesaria precisamente sobre el sentido del verbo CONOCER:

EN el mundo de la biblia, esto no significa que se tenga datos sobre la persona (su nombre, su edad, el lugar donde ella habita…) Cuando Jesús nos dice que Él conoce sus ovejas, esto significa que El las ama. El ve los puntos débiles de cada una y las cuida. Su amor es totalmente inmenso que es capaz hasta dar la vida por ellas.

Ante el amor nos sentimos bien miserables porque descubrimos que no conocemos de verdad al Señor. Los medios de formación sobre la biblia son cada día más accesibles para nosotros. Y, por lo tanto, estamos en un mundo, donde la ignorancia religiosa es cada vez más grande. Los propósitos y o proposiciones del Papa son examinados con lupa y son objeto de burla por parte de medios de comunicación extraños a la fe. Cuando se rechaza al Papa es a Cristo a quien se rechaza. Es a su palabra que uno se cierra y pone oídos sordos.  Pero para la Iglesia lo importante no es tanto hacer creer, sino testimoniar de este amor apasionado de Cristo que supera todo aquello que podemos imaginar.

El evangelio de este domingo insiste precisamente sobre la importancia de la escucha: “Mis ovejas escuchan mi voz”. Escuchar, supone un dialogo entre dos personas, al menos. Es necesario que cada una sea verdaderamente atenta a lo que la otra persona dice. Y si no es así, la otra no se avergüenza de decir: “Escúchame cuando yo te hablo”. Y cuando la relación llega a ser difícil se dice: “Ellos no se entienden (escuchan, hablan) más”. Escuchar, es estar abierto (disponible para) al otro, es acoger su palabra con respeto y sabiduría, es estar convencido que su palabra es más importante que la nuestra. Una tal acogida necesita de la parte del otro, de tiempo, de silencio. Demasiadas palabras son un obstáculo para la escucha.

Esta invitación a escuchar al Señor, nosotros la encontramos a lo largo de toda la Biblia. Cristo ha retomado este llamado: “felices aquellos que escuchan la Palabra de Dios” (Lucas 11,22). El problema es que muchos oyen, pero no escuchan. Esto es así desde el comienzo de la humanidad: Adán ha oído la Palabra de Dios, él ha tenido miedo y se ha escondido porque no ha escuchado esta voz que le ofrecía un camino de vida.

Ahora sí, nosotros podemos pedir al Señor que nos enseñe a escuchar su mensaje de amor para que El impregne verdaderamente toda nuestra vida. Es su voz que quiere hacerse oír en la intimidad de nuestro corazón. Es su mirada plena de amor que nos toca a cada uno de nosotros en lo más profundo.

Y es escuchando la voz del Señor que aprenderemos a conocerle mejor. Este verbo CONOCER, debemos entenderlo en el sentido de “nacer con” (del verbo francés connaitre, naître =nacer). Para ello, debemos frecuentarlo, darle de nuestro tiempo, vivir con Él. Es así como Jesús vino a vivir con la humanidad. Él se hizo uno de nosotros, semejante en todo a sus hermanos menos en el pecado. En El, es Dios quien se hace cercano a los hombres. El comparte nuestra vida porque nos ama. Y nosotros le conoceremos verdaderamente cuando aceptemos ser arrastrados (atrapados) en su corriente de amor. Aun, una vez más, decimos, no se trata de un conocimiento intelectual sino de un conocimiento amoroso.

Todo lo anterior nos lleva a adoptar una tercera actitud: Las ovejas siguen su pastor. Seguir el Señor es caminar con El, es acompañarlo. Nosotros podemos confiar en Él ya que Él nos conduce por el camino de la verdadera vida: Es eso que Pedro le respondió un día a Jesús: “¿Señor, a quien podremos ir? Solo Tú tienes Palabras de Vida Eterna”.  Lo que Jesús nos quiere ofrecer es una vida de felicidad sin fin. Pensemos en el padre de la parábola del Hijo Prodigo. Este último pide su parte de la herencia. El no comprendió que su Padre había previsto, pensado, en dárselo todo. Ahora no dudemos de pedir al Señor toda la plenitud de su amor y de su presencia a través de su Espíritu Santo.

Veamos pues la Buena Nueva de este domingo, Dios es un dios de amor. Y esta Buena Noticia, Cristo nos pide de anunciarla y de gritarla al mundo entero. Este mundo impregnado de malas creencias en ideologías y espejismos, de incredulidad y de indiferencia, el señor quiere curarlo y salvarlo.  Él quiere ofrecerle la VIDA ETERNA. Y es por todos y por cada uno que Él ha dado su vida sobre la cruz y él cuenta con cada uno de nosotros para testimoniar la fe, la esperanza y el amor nos animan.  “Vayan por todo el mundo y de todos los pueblos hagan discípulos”.

Es por eso, y en razón de esta misión, que Cristo ha instituido los sacerdotes de la Nueva Alianza. Ellos son enviados al mundo entero para evangelizar y darle la Palabra de Dios y el Pan de la Vida. Cuando el sacerdote proclama la Palabra de Dios y celebra la eucaristía, es el mismo Hijo de Dios quien se hace presente y se entrega a cada uno de los creyentes (el sacerdote es Alter Christus= otro Cristo). Él quiere atraernos hacia esta intimidad extraordinaria que existe entre Él y su Padre. Él quiere aumentar (hacer crecer) en nosotros el deseo de Dios.

En este año de la misericordia, te pedimos Señor por todos los sacerdotes. Dales la fuerza y el coraje en la misión que tú les confías. Y dales a todos los creyentes la capacidad de reconocer y de acoger este don de la eucaristía, del sacerdocio y de la misericordia que se les ofrece. Danos las ganas de vivir de tu amor para que, en verdad, Tú llenes plenamente nuestras vidas.


¡A TODOS FELIZ DIA DEL BUEN PASTOR!!!


OBJETIVO-VIDA PARA LA SEMANA:

1.    Escucho los llamados del Señor y cuál es mi manera particular de responderle?

2.    Cómo traduzco o interpreto sus llamados al amor y a la comunión en mis relaciones con mi conyugue, mis hijos, mis amigos y colegas de trabajo?

3.    Doy gracias a Dios por las personas que han sido en el pasado y son hoy BUENOS PASTORES para mí, por su acogida incondicional, sus consejos, su ternura.

4.    Oro al Señor para que envíe BUENOS PASTORES al servicio de la IGLESIA.




ORACIÓN- MEDITACIÓN:


Señor,
tantas voces me llaman,
tantos filósofos, tantos poetas, tantos periodistas!
La ciencia me permite arreglar todos mis problemas.
la quiromancia pretende leerme la carta astral.
Las sectas pululan y cada una tiene sus razones
tanto, que mi razón no entiende nada.

Cómo reconocer tu voz,
distinguir lo verdadero de lo falso?
Acoger un poco en todos lados las semillas del Verbo,
pero saber rechazar lo que es indigno de Ti.

Yo quisiera escuchar tu voz,
yo quisiera reconocer tus obras,
me gustaría seguirte sobre el camino,
ven a socorrerme en mi poca fe!

Amen!




Otras entradas anteriores sobre este mismo evangelio:







REFERENCIAS:



BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole, année C. Novalis, 2006.

y diversas fuentes de internet.



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