10 de abril del 2016: 3er Domingo de Pascua (C)
Un nuevo comienzo
con el Resucitado!
Jesús resucitado se da a conocer en la vida concreta
de sus discípulos, hecha de encuentros, de noches y de fracasos.
Estamos
acá con nuestras alegrías, nuestros triunfos y también con nuestros
sufrimientos y nuestras decepciones. Jesús Resucitado nos espera y quiere abrir
nuestros ojos y darnos fuerza y coraje. Él ha preparado la mesa. Tomemos nuestro
lugar con toda confianza para vivir un nuevo comienzo con el Resucitado.
EVANGELIO
LECTURA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 21, 1-19
En aquel tiempo, Jesús se apareció
otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta
manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás
apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos
discípulos suyos. Simón
Pedro les dice:
-- Me voy a pescar.
Ellos contestaban:
-- Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella
noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús
se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús
les dice:
-- Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
-- No.
Él les dice:
-- Echad la red a la derecha de la
barca y encontrareis.
La echaron, y no tenían fuerzas para
sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le
dice a Pedro.
-- Es el Señor.
Al oír que era el Señor. Simón Pedro,
que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se
acercaron en la barca, porque no distaba de tierra más que unos cien metros,
remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas
con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
-- Traed de los peces que acabáis de
coger.
Simón Pedro subió a la barca y
arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y
tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
-- Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía
a preguntarle quien era, porque sabían muy bien que era el Señor. Jesús se
acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez
que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los
muertos.
Después de comer dice Jesús a Simón
Pedro:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más
que estos?
Él le contestó:
-- Sí, Señor, tu sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
-- Sí, Señor tu sabes que te quiero.
Él le dice:
-- Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
-- Se entristeció Pedro de que le
preguntara por tercera vez si lo quería y le contesto:
-- Señor, tú conoces todo, tú sabes
que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis ovejas. Te lo
aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero
cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no
quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con
que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
-- Sígueme.
Palabra
del Señor
A guisa de introducción:
Una simpática historia y
reflexión: comparación de peces y cristianos:
Vittorio Messori, ese
periodista italiano, ateo en un principio y anticlerical, se convirtió mientras
hacía una investigación sobre los fundamentos históricos de la FE CRISTIANA. Él
publicó un Best-seller traducido a más de 25 lenguas titulado “Hipótesis
sobre Jesús”. Cada vez que aparece un ataque, él como exegeta retoma
el trabajo para responder punto por punto y volver a decir que el evangelio, es
creíble. Nuestra fe es histórica. Ella es “apostólica”. Es decir, está basada
sobre lo que los apóstoles han visto con sus ojos, escuchado con sus oídos,
tocado con sus manos, olido con su olfato, saboreado al lado de Jesús. El
evangelio, es la experiencia concreta de hombres y mujeres que tenían los pies
sobre la tierra. Esto no impide que el evangelio emplee también el lenguaje simbólico.
Por ejemplo, ¿los apóstoles han realmente contado los 153 peces de la pesca
milagrosa del evangelio de Juan? Un pez es resbaladizo. Uno puede equivocarse
con facilidad…153 (es una cifra simbólica) (153 especies de peces según S.
Jerónimo) (para otros, es un número obtenido disponiendo sobre líneas sucesivas
1 punto, después 2 puntos, luego 3 puntos, etc., hasta 17. Estos puntos forman
un triángulo donde cada uno de los lados cuenta 17 puntos. Ahora, 17 es la suma
de 10, que significa la multitud, y de 7, cifra perfecta que significa la
totalidad.
El número 153 es entonces
el símbolo del conjunto o totalidad del universo. Esto significa que la red o
atarraya de San Pedro es bastante sólida para contener todo el universo.
La red, es el Reino de Dios. El primer pez, es Jesús. Ustedes saben que durante
siglos y todavía hoy, el pez- (que no pescado, de niño me enseñaron que pez se
llama mientras vive, y pescado una vez sacrificado o muerto)- es fácil de
dibujar- es el signo para reconocer los cristianos. Cuando ustedes ven un
pescado o pez detrás un carro, ustedes saben que el conductor es cristiano. En
griego pescado se dice ichtus. Cada letra es el comienzo de
una palabra y el conjunto constituye una frase que significa: Jesucristo
Hijo de Dios Salvador. Un signo perfecto. Como un pez en el agua: por
el Bautismo, nosotros nos hemos convertido en los peces (pescados) atrapados en
la red del Padre.
En la Iglesia del Señor,
hay peces:
Que ronronean, esos son los
peces-gato…que están ahí “Dios me
lleve, Dios me traiga, adormilados, indiferentes, contentos con muy poco”.
Que no hacen más que
repetir sin reflexionar demasiado: esos son los peces-loro.
Peces que son a menudo
distraídos, esos son los peces-luna.
Peces que no perseveran o
cambian de lugar: esos son los peces-eléctricos.
Peces que son viejos lobos
de mar…peces-piloto que guían a los otros.
Peces que están siempre
alegres: esos son los peces-payaso.
Hay peces de todos los
colores: peces rojos, peces blancos, e igualmente peces negros, al chocolate.
Hay peces con la lengua
bien afilada: esos son los peces-espadas.
Hay peces muy
intelectuales: esos son los peces-volante (o cabrilla).
Hay algunos que fueron
tiburones y que han llegado a ser delfines muy tiernos, muy buenos (mismo si
los delfines no están clasificados entre los peces),
Hay peces de agua
dulce y aguas de alta mar.
Viva la variedad extrema de
nuestra Iglesia!
Nosotros sabemos lo que
entristece al señor: y es que lleguemos a ser pescado seco o pescado congelado.
Cuando nos separamos de Él, cuando nuestro corazón no lo acoge más, ni en la
oración, ni en la comunión, ni en la confesión.
A Él tampoco le gusta que
uno termine en cola de pescado cuando uno no va hasta el final de sus
compromisos, o que hagamos colas de pescado a los demás. O que nosotros los
“atrapemos o encintemos” como pescado podrido.
A Él tampoco le gusta que
uno ahogue el pez cuando se rechaza a la verdad. Pero el Señor también puede
repescarnos…Lo que le agrada, es que nosotros estemos en su casa como un pez en
el agua.
Es el gran negocio de nuestra
vida: conocer al Señor, conocerlo cada vez más y mejor, llegar a ser un
familiar de Dios.
Un día, un pescador me
hacía caer en cuenta: se dice que uno atrapa peces. En efecto, será necesario
decir lo contrario. Es el pez quien nos atrapa. Si un pez no quiere morder el
anzuelo, usted no puede hacer nada absolutamente. Esto también es verdad en la
FE: el Señor no nos atrapará nunca a la fuerza. Él hace todo lo necesario para
atraernos. Él nos ama, Él imanta. Pero seré yo quien finalmente decidirá dejarse
o no atrapar por Él…
Aproximación psicológica al
texto del evangelio:
Un nuevo comienzo de manera
suave y tierna…
Después de una disputa
violenta, los conyugues que se quieren reconciliar retoman a menudo contacto,
rehacen su relación, haciéndose preguntas muy aterrizadas, como para evitar
toda alusión a lo que acaba de pasar. En la punta de los pies, como para
reaprovisionarse el uno con el otro, ellos comienzan a hacer el uno por el otro,
gestos muy simples que significan: acércate suavemente. Y más pronto que tarde,
ellos están juntos de nuevo.
Esto se parece mucho al
clima psicológico que se desprende de la aparición de Jesús a sus discípulos
cuando estos están pescando.
Acaba de sucederse cosas
terribles, muy duras entre Jesús y los apóstoles. El “pastor” que tenía
tanta influencia sobre el grupo “ha sido golpeado”, y este evento ha sumergido
“las ovejas” en la decepción (Marcos 14,27). “Apretujados los unos contra los
otros como animales durante la tormenta” (Bornkamm), los discípulos cargan
en silencio su sufrimiento reciente.
Si Jesús resucitado quiere
reanudar contacto con ellos, le será necesario respetar este sufrimiento,
caminar en la punta de los pies, consentir a recomenzar suavemente con ellos. Y,
de hecho, las interacciones entre las personas que no quieren hacerse daño,
están teñidas emocionalmente de sobriedad y pudor:
Pedro: “Voy a
pescar”.
Los otros: “Vamos
contigo”.
Jesús: «Muchachos,
¿tienen algo que comer?»
Ellos: Nada
Él: «Echen la red a
la derecha…”
Juan: “Es el Señor”
El Señor: «Traigan
algunos de los pescados que acaban de sacar. Vengan a desayunar».
Y eso es todo…No hay más
palabras. De parte y parte, se respeta la intensidad de lo que se ha vivido en
el sufrimiento y el decaimiento. No será sino más tarde, luego de otros
encuentros, que se arriesgará volver sobre lo que se ha vivido, que se ensayará
de desprender o encontrar el sentido.
Pero tranquilamente, poco a
poco, la vida retoma su fuerza. Ahora, es alrededor de los apóstoles cuando
hay que retomar aliento. Y cuando el tiempo, mucho tiempo después, Pedro
volverá a pensar en ello, cuando evocará los caminos de Dios a través de esta
extraordinaria aventura, escribirá: “Él
nos ha hecho renacer por la resurrección de Jesús” (1 Pedro 1,3). “Es aquel que uno creía muerto, pero éramos
nosotros los muertos. Y su resurrección nos ha hecho revivir”.
¡Feliz o bienaventurado
aquel que vuelve a encontrar la FE en la persona que para sus ojos (o a su
manera de ver) estaba muerta!
REFLEXIÓN CENTRAL:
1 Ante una misión imposible:
Hay momentos y horas
oscuras, sombrías en la vida, cuando todo parece condenado al fracaso. Uno se
siente acongojado por los eventos, agotado por las responsabilidades. En esos
momentos uno se siente poca cosa, muy pequeño. Uno busca de donde nos vendrá la
luz y la fuerza para cumplir nuestra misión o cometido. Y es cierto, mirando
nuestra vida familiar, nuestros ambientes de trabajo, por todas partes.
Y es verdad todo esto sobre
todo cuando pensamos en nuestra misión de cristianos: aportar al mundo la buena
noticia del evangelio, hacer descubrir a los otros la ternura de Dios. Miles de
obstáculos nos recuerdan nuestra impotencia, al menos que el Señor intervenga
con su fuerza de Resucitado.
En tiempos simples y de
conmoción, el evangelio de hoy nos muestra una manifestación de Jesús
resucitado a sus discípulos. La escena se pasa a la orilla del lago Tiberíades,
en Galilea. Los apóstoles rencuentran a Jesús pero sin reconocerlo. Les
será necesario la experiencia de una pesca milagrosa para darse cuenta que
Jesús está vivo y presente en ellos, en sus penas y en sus esfuerzos.
La historia nos es
familiar. Simón Pedro anuncia que va a la pesca y los apóstoles se comprometen
espontáneamente a seguirlo. Ellos parten y pasan toda la noche sin pescar nada.
En sus recuerdos de la predicación de Jesús, la pesca con la red, representa el
Reino. Ella evoca también su misión a ellos: Jesús les había dicho que los
haría PESCADORES DE HOMBRES (Mateo 4,19).
Los apóstoles sufren con
dolor la pobreza de sus medios. Ellos parecen condenados a una misión imposible
(como la del equipo IMF de la célebre serie de los 60s). Si ellos no llegan a
atraer un solo pez en su red, ¿como pueden ellos soñar con reunir el mundo en
el Reino de Jesús?
2. El encuentro que cambia todo
Al despertad del día, los
apóstoles vuelven con las manos vacías. Jesús se encuentra en la orilla, pero
ellos no lo reconocen. Él les dirige la palabra para saber si tienen con qué
desayunar. Después les sugiere lanzar nuevamente la red. Los discípulos confían
en Él. Ellos esperan contra toda esperanza. Y he aquí que se reproduce el
milagro de la pesca milagrosa. Una enorme cantidad de pescados, una red que no
se rompe. “Es el señor”. Este grito de fe es de San Juan, quien había sido el
primero en creer ante la tumba vacía. Pedro se lanza al agua, impetuoso como
siempre. Y es ahí cuando tiene lugar el encuentro en el paro, en la alegría de
la FE.
Los apóstoles no han sido
engañados. Ellos serán pescadores de hombres. Librados a ellos mismos, ellos
son incapaces de extender el evangelio en el mundo. Pero el Señor está con
ellos. Y esto cambia todo. La misión es posible, a causa de Jesús.
Hoy aun, mucha gente dice
que la Iglesia está acabada, que ella es impotente ante las crisis que la
atraviesan, o todavía más, que ella no podrá nunca responder a los desafíos del
mundo postmoderno, relativo y confundido. Mas nosotros compartimos la FE DE LOS
APOSTOLES que es más fuerte y es evidente: El Señor está con nosotros. A
causa de esto, juntos podemos construir un mundo nuevo. Nosotros podemos
aportar en nuestros ambientes respectivos un poco de paz y de amor como lo que
somos, reflejos del evangelio. Eso que es imposibilidad sin Jesucristo, llega a
ser posible y altamente realizable a causa de Él, mismo si nosotros disponemos
de pocos medios, poco prestigio o influencia.
El encuentro a la orilla
del lago de Tiberiades tiene lugar al comienzo de la mañana. Esta luz de aurora
todavía ilumina nuestra manera de ver nuestra misión y nuestros compromisos de
hoy.
3. La comida compartida
El Señor está con nosotros.
Como en Galilea, Él tiene su manera discreta de irrumpir en nuestras vidas, de
compartir nuestras penas y nuestras alegrías. A la manera de los discípulos, es
necesario que lo reconozcamos y gocemos con su presencia que nos aporta LUZ,
CORAJE y CONFIANZA.
San Juan ha querido
describirnos la comida de Jesús con sus discípulos al momento del paro, de la
inactividad laboral. Es el comienzo de un día nuevo. Jesús sirve a sus
discípulos en la intimidad de una comida improvisada. Esta comida recuerda
otras: la de la multiplicación de los panes, la de Emaús, y sobre todo aquella
de la última cena.
En esta página del
evangelio, la Iglesia aparece como enviada a lo ancho y profundo del mundo,
encargada de la MISION. Los cristianos somos enviados de Jesucristo cerca de
nuestros hermanos. La Iglesia aparece también reunida alrededor de su Señor
quien la quiere alimentar con su Palabra y su Pan. Los cristianos somos amigos
de Jesús, sus familiares.
Tenemos una gran misión a
realizar, pero nosotros sabemos en quien hemos puesto nuestra confianza.
Después de su RESURRECCIÓN,
Jesús está presente en la orilla de nuestras vidas.
Reflexión (2)
El Señor está siempre ahí...en el horizonte de nuestras vidas.
El pasado domingo, el
Evangelio nos ha hablado de la fe del apóstol Tomás. Recordemos cómo él ha
pasado de una fe que pide pruebas a una fe que dice: “Señor mío y Dios mío”.
Hoy es Pedro quien resulta cuestionado: al comienzo su fe era muy voluntarista;
hoy su fe se convierte en respuesta a la confianza que Jesús le demuestra.
Todo comienza con una decisión
de ir a pescar, una pesca que se ve infructuosa. Es dentro de esta situación de
fracaso que Jesús aparece y se une a sus discípulos. Él les hace reiniciar la
pesca, y entonces el resultado supera todas sus expectativas y o esperanzas. El
Evangelio nos habla de 153 pescados. Este número corresponde a un número de
especies de peces conocido en la época. Este número simboliza la autoridad y la
misión universal de los apóstoles. Pedro será confirmado en su misión de
pescador de hombres. Pero él deberá comprender que el trabajo principal es
realizado por Jesús. Y es siempre verdad para nosotros también: Él trabaja, Él
está manos a la obra, nosotros no somos que los obreros, sus manos de obra.
Pedro era un hombre de
mucha fogosidad. Él deberá aceptar que alguien diferente dirige su vida. Es
Jesús quien tiene la iniciativa y no le pide a Pedro más que una cosa y es de
amarlo más que los otros discípulos y estar dispuesto a sufrir para seguirlo.
Él mismo, que había negado 3 veces a su maestro, se encontraba en una situación
muy incómoda. Pero Jesús le va ofrecer
la manera de salir de tal situación: Pedro podrá decirle 3 veces seguidas su
amor; Jesús lo convertirá en el pastor de su rebaño.
La misericordia de Cristo
no ha cambiado. Ella se nos ofrece a todos. Cuando todo va mal, Él está sobre
la rivera, en la orilla de nuestras vidas. Muy a menudo, nosotros no le
reconocemos. Para reconocerlo, necesitamos pasar a la Fe pascual como el apóstol
Tomás y como Pedro. Si estamos demasiado encartados, alienados por nuestras
preocupaciones y por todo lo que nos mantiene alejados de Él, seremos incapaces
de reconocerlo.
Pero, repetimos, la
misericordia de Cristo no tiene límites. Él está siempre ahí, donde nosotros
estamos para reavivar nuestra esperanza. Como Pedro, estamos invitados a
sumergirnos y a confiar en su Palabra. Con Él, nosotros somos enviados al mundo
para testimoniar esta fe que nos anima. Es a todos los hombres y mujeres del
universo que Dios quiere manifestar su misericordia. Él mismo nos ha dicho que
ha venido para buscar y salvar lo que estaba perdido, a quienes estaban
perdidos. Sí Él ha dado su vida en la cruz, es por nosotros y la multitud.
La primera lectura nos
muestra a los apóstoles en esta misión que Cristo les ha confiado. Hoy,
nosotros los vemos ante el mismo tribunal que condenó a Jesús. Graves amenazas
pesan sobre ellos. Pero ellos no dudan en afirmar su fe en Jesús Resucitado.
Ellos deciden mejor obedecer a Dios antes que a los hombres. Ellos testimonian
la victoria de Cristo sobre la muerte. Dios lo ha elevado al rango de jefe y de
salvador de su pueblo. Es así como el Espíritu Santo ha hecho de estos hombres
miedosos unos misioneros valientes.
En la 2ª lectura, hemos
escuchado el pasaje del apocalipsis de San Juan. Este libro, es necesario
decirlo, ha sido escrito por cristianos perseguidos y nos invita a darle Gloria
al Cordero inmolado, vencedor de la muerte y del pecado. Seguramente que hay catástrofes
y violencias de todo tipo. Hoy, más que nunca, los cristianos son perseguidos y
son presa de burlas. Pero el poder del amor es una fuerza contagiosa que nada
ni nadie puede detener. En definitiva, es el amor y no el mal que tendrá la última
palabra.
El gran mensaje de estas
tres lecturas bíblicas es que Cristo Resucitado está siempre ahí, aquí, y a
pesar que no lo veamos. Él se nos une en las vivencias de cada día, en medio de
nuestras dudas y nuestros sufrimientos. Cuando todo va mal, Él está ahí. Él
viene para perdonarnos y hacer renacer nuestra confianza. Con él, podemos
siempre empezar el camino hacia una vida renovada. La comida que nos propone
para rehacer nuestras fuerzas, no es más ya pescado asado, sino su Cuerpo y su
Sangre. Como Pedro, estamos confirmados en el amor; somos enviados para ser los
testigos y los mensajeros del amor.
Con todos los cristianos del
mundo entero, recibimos esta misión: “Vayan
por todas las plazas, vayan por todo el mundo, a anunciar el amor y buscar mis
amigos…”
ORACIÓN-MEDITACIÓN:
Eres Tú!, Señor,
hoy, todavía estás aquí,
¡Tú el pan verdadero, que
hace vivir!
Tú nos invitas a comer
contigo,
todos juntos, los unos con
los otros.
Mira entre nosotros
aquellos que resienten
una carencia, un vacío, en
su existencia.
Mira, aquellos que están
sacudidos por un fracaso…
un rechazo…un duelo…el
anuncio de un cáncer…
y que se ven tentados a
desanimarse y a desesperarse.
¡Calienta y reconforta
Señor sus corazones!
¡Provoca la
sobreabundancia!
Que el Pan de amor que Tú
nos das
nos empuje por ellos,
a lanzar las redes de la compasión y de la ternura
que muestran tu rostro y
traducen
tu presencia y tu amistad
que se ofrendan siempre.
Contigo, que te haces
alimento para nuestra ruta,
que todos marchemos en la confianza,
con el corazón más liviano
y en la Paz…que viene de Ti.
Amén.
REFERENCIAS:
- http://betania.es (para
los textos integrales de las lecturas bíblicas).
- Pequeño
Misal “Prions en Église”, edición quebequense, 2010.
- HÉTU, Jean- Luc. Les
Options de Jésus.
- Histoire et réflexion: (extraites
de « Paraboles d'un curé de campagne »
de Pierre Trevet, no 57 et 58)
http://dimancheprochain.org
de Pierre Trevet, no 57 et 58)
http://dimancheprochain.org
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