lunes, 4 de abril de 2016

10 de abril del 2016: 3er Domingo de Pascua (C)


Un nuevo comienzo con el Resucitado!

Jesús resucitado se da a conocer en la vida concreta de sus discípulos, hecha de encuentros, de noches y de fracasos.

Estamos acá con nuestras alegrías, nuestros triunfos y también con nuestros sufrimientos y nuestras decepciones. Jesús Resucitado nos espera y quiere abrir nuestros ojos y darnos fuerza y coraje. Él ha preparado la mesa. Tomemos nuestro lugar con toda confianza para vivir un nuevo comienzo con el Resucitado.




EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 21, 1-19

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón
Pedro les dice:
-- Me voy a pescar.
Ellos contestaban:
-- Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice:
-- Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
-- No.
Él les dice:
-- Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro.
-- Es el Señor.
Al oír que era el Señor. Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaba de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
-- Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
-- Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quien era, porque sabían muy bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer dice Jesús a Simón Pedro:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
Él le contestó:
-- Sí, Señor, tu sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
-- Sí, Señor tu sabes que te quiero.
Él le dice:
-- Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
-- Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contesto:
-- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
-- Sígueme.

Palabra del Señor



A guisa de introducción:

Una simpática historia y reflexión: comparación de peces y cristianos:

Vittorio Messori, ese periodista italiano, ateo en un principio y anticlerical, se convirtió mientras hacía una investigación sobre los fundamentos históricos de la FE CRISTIANA. Él publicó un Best-seller traducido a más de 25 lenguas titulado “Hipótesis sobre Jesús”. Cada vez que aparece un ataque, él como exegeta retoma el trabajo para responder punto por punto y volver a decir que el evangelio, es creíble. Nuestra fe es histórica. Ella es “apostólica”. Es decir, está basada sobre lo que los apóstoles han visto con sus ojos, escuchado con sus oídos, tocado con sus manos, olido con su olfato, saboreado al lado de Jesús. El evangelio, es la experiencia concreta de hombres y mujeres que tenían los pies sobre la tierra. Esto no impide que el evangelio emplee también el lenguaje simbólico. Por ejemplo, ¿los apóstoles han realmente contado los 153 peces de la pesca milagrosa del evangelio de Juan? Un pez es resbaladizo. Uno puede equivocarse con facilidad…153 (es una cifra simbólica) (153 especies de peces según S. Jerónimo) (para otros, es un número obtenido disponiendo sobre líneas sucesivas 1 punto, después 2 puntos, luego 3 puntos, etc., hasta 17. Estos puntos forman un triángulo donde cada uno de los lados cuenta 17 puntos. Ahora, 17 es la suma de 10, que significa la multitud, y de 7, cifra perfecta que significa la totalidad.

El número 153 es entonces el símbolo del conjunto o totalidad del universo. Esto significa que la red o atarraya de San Pedro es bastante sólida para contener todo el universo.  La red, es el Reino de Dios. El primer pez, es Jesús. Ustedes saben que durante siglos y todavía hoy, el pez- (que no pescado, de niño me enseñaron que pez se llama mientras vive, y pescado una vez sacrificado o muerto)- es fácil de dibujar- es el signo para reconocer los cristianos. Cuando ustedes ven un pescado o pez detrás un carro, ustedes saben que el conductor es cristiano. En griego pescado se dice ichtus. Cada letra es el comienzo de una palabra y el conjunto constituye una frase que significa: Jesucristo Hijo de Dios Salvador. Un signo perfecto. Como un pez en el agua: por el Bautismo, nosotros nos hemos convertido en los peces (pescados) atrapados en la red del Padre.

En la Iglesia del Señor, hay peces:

Que ronronean, esos son los peces-gato…que están ahí “Dios me lleve, Dios me traiga, adormilados, indiferentes, contentos con muy poco”.

Que no hacen más que repetir sin reflexionar demasiado: esos son los peces-loro.

Peces que son a menudo distraídos, esos son los peces-luna.

Peces que no perseveran o cambian de lugar: esos son los peces-eléctricos.

Peces que son viejos lobos de mar…peces-piloto que guían a los otros.

Peces que están siempre alegres: esos son los peces-payaso.

Hay peces de todos los colores: peces rojos, peces blancos, e igualmente peces negros, al chocolate.

Hay peces con la lengua bien afilada: esos son los peces-espadas.

Hay peces muy intelectuales: esos son los peces-volante (o cabrilla).

Hay algunos que fueron tiburones y que han llegado a ser delfines muy tiernos, muy buenos (mismo si los delfines no están clasificados entre los peces),

Hay peces  de agua dulce y aguas de alta mar.

Viva la variedad extrema de nuestra Iglesia!


Nosotros sabemos lo que entristece al señor: y es que lleguemos a ser pescado seco o pescado congelado. Cuando nos separamos de Él, cuando nuestro corazón no lo acoge más, ni en la oración, ni en la comunión, ni en la confesión.

A Él tampoco le gusta que uno termine en cola de pescado cuando uno no va hasta el final de sus compromisos, o que hagamos colas de pescado a los demás. O que nosotros los “atrapemos o encintemos” como pescado podrido.

A Él tampoco le gusta que uno ahogue el pez cuando se rechaza a la verdad. Pero el Señor también puede repescarnos…Lo que le agrada, es que nosotros estemos en su casa como un pez en el agua.

Es el gran negocio de nuestra vida: conocer al Señor, conocerlo cada vez más y mejor, llegar a ser un familiar de Dios.

Un día, un pescador me hacía caer en cuenta: se dice que uno atrapa peces. En efecto, será necesario decir lo contrario. Es el pez quien nos atrapa. Si un pez no quiere morder el anzuelo, usted no puede hacer nada absolutamente. Esto también es verdad en la FE: el Señor no nos atrapará nunca a la fuerza. Él hace todo lo necesario para atraernos. Él nos ama, Él imanta. Pero seré yo quien finalmente decidirá dejarse o no atrapar por Él…



Aproximación psicológica al texto del evangelio:

Un nuevo comienzo de manera suave y tierna…

Después de una disputa violenta, los conyugues que se quieren reconciliar retoman a menudo contacto, rehacen su relación, haciéndose preguntas muy aterrizadas, como para evitar toda alusión a lo que acaba de pasar. En la punta de los pies, como para reaprovisionarse el uno con el otro, ellos comienzan a hacer el uno por el otro, gestos muy simples que significan: acércate suavemente. Y más pronto que tarde, ellos están juntos de nuevo.

Esto se parece mucho al clima psicológico que se desprende de la aparición de Jesús a sus discípulos cuando estos están pescando.

Acaba de sucederse cosas terribles, muy duras entre Jesús y los apóstoles. El “pastor” que tenía tanta influencia sobre el grupo “ha sido golpeado”, y este evento ha sumergido “las ovejas” en la decepción (Marcos 14,27). “Apretujados los unos contra los otros como animales durante la tormenta” (Bornkamm), los discípulos cargan en silencio su sufrimiento reciente.

Si Jesús resucitado quiere reanudar contacto con ellos, le será necesario respetar este sufrimiento, caminar en la punta de los pies, consentir a recomenzar suavemente con ellos. Y, de hecho, las interacciones entre las personas que no quieren hacerse daño, están teñidas emocionalmente de sobriedad y pudor:

Pedro: “Voy a pescar”.
Los otros: “Vamos contigo”.
Jesús:  «Muchachos, ¿tienen algo que comer?»
Ellos: Nada
Él: «Echen la red a la derecha…”
Juan: “Es el Señor”
El Señor: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar. Vengan a desayunar».

Y eso es todo…No hay más palabras. De parte y parte, se respeta la intensidad de lo que se ha vivido en el sufrimiento y el decaimiento. No será sino más tarde, luego de otros encuentros, que se arriesgará volver sobre lo que se ha vivido, que se ensayará de desprender o encontrar el sentido.

Pero tranquilamente, poco a poco, la vida retoma su fuerza. Ahora, es alrededor de los apóstoles cuando hay que retomar aliento. Y cuando el tiempo, mucho tiempo después, Pedro volverá a pensar en ello, cuando evocará los caminos de Dios a través de esta extraordinaria aventura, escribirá: “Él nos ha hecho renacer por la resurrección de Jesús” (1 Pedro 1,3). “Es aquel que uno creía muerto, pero éramos nosotros los muertos. Y su resurrección nos ha hecho revivir”.

¡Feliz o bienaventurado aquel que vuelve a encontrar la FE en la persona que para sus ojos (o a su manera de ver) estaba muerta!


REFLEXIÓN CENTRAL:


1    Ante una misión imposible:

Hay momentos y horas oscuras, sombrías en la vida, cuando todo parece condenado al fracaso. Uno se siente acongojado por los eventos, agotado por las responsabilidades. En esos momentos uno se siente poca cosa, muy pequeño. Uno busca de donde nos vendrá la luz y la fuerza para cumplir nuestra misión o cometido. Y es cierto, mirando nuestra vida familiar, nuestros ambientes de trabajo, por todas partes.

Y es verdad todo esto sobre todo cuando pensamos en nuestra misión de cristianos: aportar al mundo la buena noticia del evangelio, hacer descubrir a los otros la ternura de Dios. Miles de obstáculos nos recuerdan nuestra impotencia, al menos que el Señor intervenga con su fuerza de Resucitado.

En tiempos simples y de conmoción, el evangelio de hoy nos muestra una manifestación de Jesús resucitado a sus discípulos. La escena se pasa a la orilla del lago Tiberíades, en Galilea. Los apóstoles rencuentran a Jesús pero sin reconocerlo.  Les será necesario la experiencia de una pesca milagrosa para darse cuenta que Jesús está vivo y presente en ellos, en sus penas y en sus esfuerzos.

La historia nos es familiar. Simón Pedro anuncia que va a la pesca y los apóstoles se comprometen espontáneamente a seguirlo. Ellos parten y pasan toda la noche sin pescar nada. En sus recuerdos de la predicación de Jesús, la pesca con la red, representa el Reino. Ella evoca también su misión a ellos: Jesús les había dicho que los haría PESCADORES DE HOMBRES (Mateo 4,19).

Los apóstoles sufren con dolor la pobreza de sus medios. Ellos parecen condenados a una misión imposible (como la del equipo IMF de la célebre serie de los 60s). Si ellos no llegan a atraer un solo pez en su red, ¿como pueden ellos soñar con reunir el mundo en el Reino de Jesús?

2.    El encuentro que cambia todo

Al despertad del día, los apóstoles vuelven con las manos vacías. Jesús se encuentra en la orilla, pero ellos no lo reconocen. Él les dirige la palabra para saber si tienen con qué desayunar. Después les sugiere lanzar nuevamente la red. Los discípulos confían en Él. Ellos esperan contra toda esperanza. Y he aquí que se reproduce el milagro de la pesca milagrosa. Una enorme cantidad de pescados, una red que no se rompe. “Es el señor”. Este grito de fe es de San Juan, quien había sido el primero en creer ante la tumba vacía. Pedro se lanza al agua, impetuoso como siempre. Y es ahí cuando tiene lugar el encuentro en el paro, en la alegría de la FE.

Los apóstoles no han sido engañados. Ellos serán pescadores de hombres. Librados a ellos mismos, ellos son incapaces de extender el evangelio en el mundo. Pero el Señor está con ellos. Y esto cambia todo. La misión es posible, a causa de Jesús.

Hoy aun, mucha gente dice que la Iglesia está acabada, que ella es impotente ante las crisis que la atraviesan, o todavía más, que ella no podrá nunca responder a los desafíos del mundo postmoderno, relativo y confundido. Mas nosotros compartimos la FE DE LOS APOSTOLES que es más fuerte y es evidente: El Señor está con nosotros. A causa de esto, juntos podemos construir un mundo nuevo. Nosotros podemos aportar en nuestros ambientes respectivos un poco de paz y de amor como lo que somos, reflejos del evangelio. Eso que es imposibilidad sin Jesucristo, llega a ser posible y altamente realizable a causa de Él, mismo si nosotros disponemos de pocos medios, poco prestigio o influencia.

El encuentro a la orilla del lago de Tiberiades tiene lugar al comienzo de la mañana. Esta luz de aurora todavía ilumina nuestra manera de ver nuestra misión y nuestros compromisos de hoy.

3.    La comida compartida

El Señor está con nosotros. Como en Galilea, Él tiene su manera discreta de irrumpir en nuestras vidas, de compartir nuestras penas y nuestras alegrías. A la manera de los discípulos, es necesario que lo reconozcamos y gocemos con su presencia que nos aporta LUZ, CORAJE y CONFIANZA.

San Juan ha querido describirnos la comida de Jesús con sus discípulos al momento del paro, de la inactividad laboral. Es el comienzo de un día nuevo. Jesús sirve a sus discípulos en la intimidad de una comida improvisada. Esta comida recuerda otras: la de la multiplicación de los panes, la de Emaús, y sobre todo aquella de la última cena.

En esta página del evangelio, la Iglesia aparece como enviada a lo ancho y profundo del mundo, encargada de la MISION. Los cristianos somos enviados de Jesucristo cerca de nuestros hermanos. La Iglesia aparece también reunida alrededor de su Señor quien la quiere alimentar con su Palabra y su Pan. Los cristianos somos amigos de Jesús, sus familiares.

Tenemos una gran misión a realizar, pero nosotros sabemos en quien hemos puesto nuestra confianza.

Después de su RESURRECCIÓN, Jesús está presente en la orilla de nuestras vidas.



Reflexión (2)

El Señor está siempre ahí...en el horizonte de nuestras vidas.

El pasado domingo, el Evangelio nos ha hablado de la fe del apóstol Tomás. Recordemos cómo él ha pasado de una fe que pide pruebas a una fe que dice: “Señor mío y Dios mío”. Hoy es Pedro quien resulta cuestionado: al comienzo su fe era muy voluntarista; hoy su fe se convierte en respuesta a la confianza que Jesús le demuestra.

Todo comienza con una decisión de ir a pescar, una pesca que se ve infructuosa. Es dentro de esta situación de fracaso que Jesús aparece y se une a sus discípulos. Él les hace reiniciar la pesca, y entonces el resultado supera todas sus expectativas y o esperanzas. El Evangelio nos habla de 153 pescados. Este número corresponde a un número de especies de peces conocido en la época. Este número simboliza la autoridad y la misión universal de los apóstoles. Pedro será confirmado en su misión de pescador de hombres. Pero él deberá comprender que el trabajo principal es realizado por Jesús. Y es siempre verdad para nosotros también: Él trabaja, Él está manos a la obra, nosotros no somos que los obreros, sus manos de obra.

Pedro era un hombre de mucha fogosidad. Él deberá aceptar que alguien diferente dirige su vida. Es Jesús quien tiene la iniciativa y no le pide a Pedro más que una cosa y es de amarlo más que los otros discípulos y estar dispuesto a sufrir para seguirlo. Él mismo, que había negado 3 veces a su maestro, se encontraba en una situación muy incómoda.  Pero Jesús le va ofrecer la manera de salir de tal situación: Pedro podrá decirle 3 veces seguidas su amor; Jesús lo convertirá en el pastor de su rebaño.

La misericordia de Cristo no ha cambiado. Ella se nos ofrece a todos. Cuando todo va mal, Él está sobre la rivera, en la orilla de nuestras vidas. Muy a menudo, nosotros no le reconocemos. Para reconocerlo, necesitamos pasar a la Fe pascual como el apóstol Tomás y como Pedro. Si estamos demasiado encartados, alienados por nuestras preocupaciones y por todo lo que nos mantiene alejados de Él, seremos incapaces de reconocerlo.

Pero, repetimos, la misericordia de Cristo no tiene límites. Él está siempre ahí, donde nosotros estamos para reavivar nuestra esperanza. Como Pedro, estamos invitados a sumergirnos y a confiar en su Palabra. Con Él, nosotros somos enviados al mundo para testimoniar esta fe que nos anima. Es a todos los hombres y mujeres del universo que Dios quiere manifestar su misericordia. Él mismo nos ha dicho que ha venido para buscar y salvar lo que estaba perdido, a quienes estaban perdidos. Sí Él ha dado su vida en la cruz, es por nosotros y la multitud.

La primera lectura nos muestra a los apóstoles en esta misión que Cristo les ha confiado. Hoy, nosotros los vemos ante el mismo tribunal que condenó a Jesús. Graves amenazas pesan sobre ellos. Pero ellos no dudan en afirmar su fe en Jesús Resucitado. Ellos deciden mejor obedecer a Dios antes que a los hombres. Ellos testimonian la victoria de Cristo sobre la muerte. Dios lo ha elevado al rango de jefe y de salvador de su pueblo. Es así como el Espíritu Santo ha hecho de estos hombres miedosos unos misioneros valientes.

En la 2ª lectura, hemos escuchado el pasaje del apocalipsis de San Juan. Este libro, es necesario decirlo, ha sido escrito por cristianos perseguidos y nos invita a darle Gloria al Cordero inmolado, vencedor de la muerte y del pecado. Seguramente que hay catástrofes y violencias de todo tipo. Hoy, más que nunca, los cristianos son perseguidos y son presa de burlas. Pero el poder del amor es una fuerza contagiosa que nada ni nadie puede detener. En definitiva, es el amor y no el mal que tendrá la última palabra.

El gran mensaje de estas tres lecturas bíblicas es que Cristo Resucitado está siempre ahí, aquí, y a pesar que no lo veamos. Él se nos une en las vivencias de cada día, en medio de nuestras dudas y nuestros sufrimientos. Cuando todo va mal, Él está ahí. Él viene para perdonarnos y hacer renacer nuestra confianza. Con él, podemos siempre empezar el camino hacia una vida renovada. La comida que nos propone para rehacer nuestras fuerzas, no es más ya pescado asado, sino su Cuerpo y su Sangre. Como Pedro, estamos confirmados en el amor; somos enviados para ser los testigos y los mensajeros del amor.

Con todos los cristianos del mundo entero, recibimos esta misión: “Vayan por todas las plazas, vayan por todo el mundo, a anunciar el amor y buscar mis amigos…”



ORACIÓN-MEDITACIÓN:

Eres Tú!, Señor, 
hoy, todavía estás aquí,
¡Tú el pan verdadero, que hace vivir!
Tú nos invitas a comer contigo,
todos juntos, los unos con los otros.

Mira entre nosotros aquellos que resienten
una carencia, un vacío, en su existencia.
Mira, aquellos que están sacudidos por un fracaso…
un rechazo…un duelo…el anuncio de un cáncer…
y que se ven tentados a desanimarse y a desesperarse.
¡Calienta y reconforta Señor sus corazones!
¡Provoca la sobreabundancia!

Que el Pan de amor que Tú nos das
nos empuje por ellos,
a lanzar las redes de la compasión y de la ternura
que muestran tu rostro y traducen
tu presencia y tu amistad que se ofrendan siempre.

Contigo, que te haces alimento para nuestra ruta,
que todos marchemos en la confianza,
con el corazón más liviano y en la Paz…que viene de Ti.

Amén.




REFERENCIAS:

-        http://betania.es (para los textos integrales de las lecturas bíblicas).

-        Pequeño Misal “Prions en Église”, edición quebequense, 2010.

-        HÉTU, Jean- Luc. Les Options de Jésus.

-        Histoire et réflexion: (extraites de « Paraboles d'un curé de campagne » 
         de  Pierre Trevet, no 57 et 58)

         http://dimancheprochain.org 



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