A-Dios a Monseñor Luis Alberto Luna Tobar "La conciencia del Ecuador" (Quito, 15 de diciembre de 1923- 7 de febrero de 2017)



El 9 de enero de 1993, salía de Marquetalia, mi pueblo, a la ciudad de Cali, emprendía mi viaje hacia el Ecuador y vivir la experiencia del año de pastoral, fijado por la comunidad de los Misioneros de Yarumal a la cual pertenecía. Al día siguiente, estando yo en Cali, en casa de mis abuelos maternos José Fabio y Rubi, llegó la noticia de la muerte del P. Antonio María Hincapié, egregio pastor que dejó una gran huella en mi pueblo. Con todo, no me fue posible volverme a Marquetalia y asistir al sepelio del padre Hincapié, pues tenía el deber de llegar pronto al país del sur, donde me esperaban mis compañeros sacerdotes y seminaristas. Fue así como después de un viaje de 3 días por tierra, incursioné en tierra ecuatoriana, el 12 de enero de ese año. Mi compañero y paisano Darío Castillo y yo fuimos bien acogidos por nuestros hermanos en Cuenca. Durante 20 días estuvimos en plan de compartir fraternalmente y encontrar las comunidades de algunas parroquias, mientras nos ubicaban en nuestros respectivos lugares para llevar a cabo la experiencia de misión.

Finalmente el 5 de febrero me asignaron para trabajar con el P. Vicente Peña, ecuatoriano y miembro de nuestra comunidad. Los superiores nos designaron una parroquia rural muy extensa llamada San Felipe y Santiago de Molleturo, ubicada en la Arquidiócesis de Cuenca, capital del Azuay, una de las principales provincias del país sureño. Su obispo desde 1981 era Monseñor Luis Alberto Luna Tobar, que frisaba los 70 años para ese entonces. De Monseñor se oía decir que era un comprometido con los pobres, con posiciones revolucionarias y medio izquierdosas, que era el obispo del pueblo, exigente con sus pastores o sacerdotes y su rebaño.

Las pocas veces que le ví, pude comprobar lo que se decía, en verdad era un hombre muy sencillo, de gran vitalidad y sonriente, acogedor, pastor.

Una anécdota: A mediados de aquel año 1993, en nuestra parroquia de la sierra tuvimos unas confirmaciones presididas por Monseñor Luna. Llegó un poco retardado y se le vio luego muy afanado. Nunca olvidaré que junto a los catequistas y asesorado por el párroco preparamos y editamos un folleto guía de la celebración y para mi sorpresa y un poco de decepción Monseñor no lo siguió sino que se limitó al ritual normal del misal romano. Así cantos, y ciertos gestos particulares adaptados para la celebración no se realizaron…Repito, esto me decepcionó un poco pero no cambió nunca la imagen del pastor comprometido, sencillo, sonriente y afable que era Monseñor Luna.
Cuando le visitábamos en su oficina de la curia en Cuenca, siempre nos acogió gentilmente.

Esta mañana, dos días después, me he enterado de su fallecimiento en la ciudad de Quito.

Curiosamente hace unas dos semanas pensé en él, preguntándome qué sería de su vida, si aún vivía y fue así como busqué en internet las últimas noticias de nuestro egregio Monseñor. Vi un documental que le hicieron después de haberse jubilado como Arzobispo de la Diócesis de Cuenca, confirmando su denodado amor por la gente del pueblo, los campesinos y los más pobres.

Monseñor Luis Alberto Luna por su mismo compromiso social, en alguna ocasión o quizás varias, algunos líderes sociales y políticos propusieron la candidatura del prelado para la presidencia del Ecuador, cosa que él siempre rechazó, teniendo claro que no podía ceder a esas ambiciones, mismo si eran ellas apoyadas por su pueblo.
Dice Diego Bravo, periodista de EL Comercio, diario de la capital ecuatoriana:


Semblanza de Monseñor Luna:


Desde niño fue inquieto y rebelde con lo que era injusto.

Con la característica paz que solía transmitir, Luis Alberto Luna Tobar, monseñor Emérito de Cuenca, recordaba aspectos de su vida, hace 10 años, en el 2007. Entonces, todavía se encontraba en su casa en el sector de El Ejido, en el sur de la capital azuaya. Sonreía con cada anécdota.

El pasado martes 7 de febrero de 2017 falleció a los 93 años en la Casa Sacerdotal Sagrado Corazón en La Armenia, en Quito. Según el actual arzobispo de Cuenca, Marcos Pérez, murió en la misma actitud: “en paz”, mientras dormía. Pero será más recordado por la rebeldía que expresaba en sus sermones.

No solo opinaba sino que también participaba en protestas por la congelación de depósitos. La más recordada fue en enero del 2000, cuando fue junto a indígenas, campesinos, estudiantes... Un mes después dejó el Arzobispado de Cuenca y siguió pronunciándose sobre política. Incluso, su nombre sonó para una candidatura y en el 2006 presidió la Comisión de Auditoría de la Deuda Externa.

Juan Cuvi, su amigo, lo califica como la conciencia del Ecuador. “A partir de su ética y compromiso podía interpelar a cualquier grupo de poder, Gobierno... Eso le daba la cualidad de ser una palabra respetada y apreciada”.

En el 2000, los saraguros lo nombraron Arzobispo de los Pueblos del Ecuador, en un homenaje que se realizó en el Salón de la Ciudad, en Cuenca. Allí dijo que la riqueza de un pueblo no son las minas ni el petróleo sino su gente. “En cada hombre, mujer, niño... encontré este tesoro. Incluso, al ponerme al servicio de cada uno de ellos, he visto a Dios”.

En su Arzobispado, que duró 19 años, su obra más relevante fue la ayuda para los afectados del desastre de La Josefina, en 1993 en El Descanso, en Azuay. 20 millones de metros cúbicos de tierra del cerro Tamuga represaron el río Paute. Hubo un centenar de personas sepultadas, 5 631 damnificados, 741 casas y dos puentes destruidos, miles de hectáreas de cultivos acabadas y pérdidas económicas por USD 148 millones, según la FAO. Desde la Curia, Luna consiguió el apoyo de la Unión Europea para la reconstrucción y reactivación económica de la zona nororiental de Azuay.

Según el sacerdote Fernando Vega, el país confió en él para que colaborara en la reconstrucción de viviendas, producción y atención a los damnificados. También enfrentó temas polémicos como la presunta aparición de la Virgen del Cajas y el ajusticiamiento de una persona que fue quemada viva en La Unión, en el cantón azuayo de Chordeleg. En 1999, el pueblo fue excomulgado.

Vega dice que pese a que Luna era pacífico y conciliador, “cuando debía tomar una decisión drástica, lo hacía... Hizo ver que el ajusticiamiento no podía ser el camino”.
 La vida de Luna tiene dos etapas y la línea divisora fue su llegada a Cuenca, en 1981. En su niñez acompañaba a su padre Moisés, un abogado conservador, a visitar a los pobres. También tenía tiempo para las corridas de toros, una afición que perduró en su sacerdocio.

Antes de cumplir 13 años ingresó a una brigada de boy scouts cuando estaba en el Colegio San Gabriel de Quito. “Nos fuimos de paseo a lo que hoy es Sucumbíos, donde vivían como misioneros los carmelitas, a quienes conocía muy ligeramente en Quito, pese a que mi padre era su Procurador Jurídico”, contaba Luna. Allí se enamoró del plan misionero de los Carmelitas Descalzos, por ello no dudó cuando le plantearon que ingresaran a la orden. Lo recibieron en el convento Santa Teresita, de Quito. Pocos meses después viajó a España para estudiar. En esa época, ese país afrontaba su Guerra Civil. Ayudó como camillero.

A los 22 años se ordenó como sacerdote en España y al año siguiente regresó a Ecuador. Su primera parroquia fue La Mariscal Santa Teresita, en Quito. En ese entonces era el centro pastoral, económico y político del país, apuntaba Luna. Pero buscaba otra labor. Los martes confesaba a los leprosos y cuando lo llamaban iba a los hospitales, en las noches. “Los enfermos pensaban que Luna no dormía en las noches”, era una de sus bromas.

La segunda etapa de su vida empezó el 8 de abril de 1981, cuando asumió la Arquidiócesis de Cuenca. Empezó los planes de Pastoral, implementó las asambleas cristianas, catequesis, formó líderes… Llegó a una Arquidiócesis dividida y la unió”, comenta Vega, quien colaboró con él desde la Pastoral Social, que fue un referente en temas de migración.

El vicario de la Curia cuencana, Bolívar Piedra, lo conoció cuando ingresó al Seminario de la capital azuaya, que fue reabierto por Luna. De él destaca su vocación por trabajar con los pobres. “Visitó las zonas más alejadas de la Diócesis”.
Los últimos siete años pasó la Casa Sacerdotal Sagrado Corazón en Quito. Allí tenía a su alcance obras completas de San Juan de la Cruz, el poeta místico español. También, objetos cercanos que llevó desde Cuenca, como su escritorio, libros y una máquina Olivetti Lettera 32, con la que escribía sus artículos de opinión. 



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En su última semana de vida, monseñor Luis Alberto Luna Tobar permaneció en cama. No hablaba con la gente. Solamente consumía líquidos y permanecía bajo cuidados paliativos. Según los especialistas que lo trataron en el Centro Médico Pablo Muñoz Vega, ubicado en La Armenia (oriente de Quito), las causas de su muerte fueron un paro cardiorespiratorio, insuficiencia renal y cardíaca.

…(fue) un sacerdote que entregó su vida a la ayuda de los pobres, con un mensaje 
claro y transparente. 



El Movimiento Alianza PAIS
Expresa su profundo pesar ante el sensible fallecimiento de Monseñor Luis Alberto Luna Tobar.
A su familia, amigos y todos sus allegados, nuestro más sentido pésame y sentimiento de solidaridad.
La muerte de Monseñor Luis Alberto Luna Tobar deja un profundo vacío en el país, su nombre permanecerá en el tiempo al ser recordado como símbolo de justicia y lucha por las causas sociales.
Paz en su tumba


Referencias:

https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Alberto_Luna_Tobar

http://www.rts.com.ec/actualidad/muere-monsenor-luis-alberto-una-tobar--40621

http://www.elcomercio.com/tendencias/monsenorluisalbertolunatobar-fallecimiento-perfil-compromisosocial-iglesiacatolica.html


http://www.alianzapais.com.ec/tag/monsenor-luis-alberto-luna-tobar/

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