9 de diciembre del 2017: Sábado de la primera semana de Adviento


(Mateo 9, 35—10, 1.5a.6-8)  Aquel que esperamos y que viene será como un pastor con gran corazón. Él curará las ovejas heridas, acompañará sus pasos fatigados para llevarlos a mejores pastos.





Lectura del libro de Isaías (30,19-21.23-26):

ESTO dice el Señor, el Santo de Israel:
«Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén,
no tendrás que llorar,
se apiadará de ti al oír tu gemido:
apenas te oiga, te responderá.
Aunque el Señor te diera
el pan de la angustia y el agua de la opresión
ya no se esconderá tu Maestro,
tus ojos verán a tu Maestro.
Si te desvías a la derecha o a la izquierda,
tus oídos oirán una palabra a tus espaldas que te dice: “Éste es el camino, camina por él”.
Te dará lluvia para la semilla
que siembras en el campo,
y el grano cosechado en el campo
será abundante y suculento;
aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas;
los bueyes y asnos que trabajan en el campo
comerán forraje fermentado,
aventado con pala y con rastrillo.
En toda alta montaña,
en toda colina elevada
habrá canales y cauces de agua
el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.
La luz de la luna será como la luz del sol,
y la luz del sol será siete veces mayor,
como la luz de siete días,
cuando el Señor vende la herida de su pueblo
y cure las llagas de sus golpes».

Palabra de Dios



Salmo
Sal 146,1-2.3-4.5-6

R/.
 Dichosos los que esperan en el Señor

V/. Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R/.

V/. Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R/.

V/. Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R/.


Texto del Evangelio (Mt 9,35—10,1.6-8):

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».
Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».


///////

Reflexión

Un Mesías compasivo

Los grupos de intervención o ayuda humanitaria, sin ninguna duda podrían estar de acuerdo con el adagio bien conocido de Jesús según el cual “la cosecha (la mies) es abundante pero los obreros son pocos”. Porque a pesar del progreso de la tecnología en nuestros días, el sufrimiento humano es todavía casi infinito. Pensemos no solamente en el drama de la población del Cuerno de África, con su desertificación, sequía y grande hambruna, también veamos el sufrimiento nuestra  gente en Colombia a causa del intenso y cruel invierno…En el momento actual del proceso de paz y reconciliación, cuántas trabas humanas aparecen (egoismo, odio e indiferencia) sin hablar de la corrupción de los políticos y dirigentes, el desempleo, la crisis económica que genera todo ello.

 La pérdida del empleo en países desarrollados…O aun todavía, pensemos en el pueblo afgano  y el pueblo iraquí que no han conocido sino otra cosa que la guerra y las divisiones étnicas y religiosas profundas en el último cuarto de siglo. Siempre hay escasez de obreros para curar las heridas de todas esas personas y devolverles la esperanza.

Isaías y Jesús, todos dos han conocido los estragos causados por la ocupación de un potencia extranjera  en su país. Ellos conocían o sabían de lo que hablaban y predicaban (sobre todo cuando hacían el balance del sufrimiento de los suyos (de su pueblo) ) e igualmente sabían lo que expresaban al testimoniar un Dios compasivo de sus sufrimientos …Ellos constantemente deseaban curar (sanar, consolar) esas multitudes que erraban sin esperanza “fatigados y abatidos como ovejas sin pastor”.

 Quien se atreverá a decir que en nuestros días no se tiene necesidad de un Mesías así de compasivo?

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