lunes, 12 de marzo de 2018

Papa Francisco: cinco años después



"Francisco nos enseña que la humildad es esencial precisamente para hacer esta nueva evangelización real y efectiva, tanto al interior de la Iglesia como en sus relaciones con el mundo. El papa Francisco trabaja cotidianamente para hacer a la Iglesia más humilde, más tierna y misericordiosa, una Iglesia encarnada caminando al lado de la gente sobre el camino: una Iglesia que escucha, discierne, acompaña, perdona, bendice y que se expresa audazmente y valientemente; una Iglesia que llora con los que lloran y que se regocija o se alegra con quienes están alegres; una Iglesia que hace todo para resistir a las tentaciones de reducir la fe a una moral; una Iglesia que resiste ante las tentativas de desencarnar el mensaje y esta persona que está en su mismo corazón o centro: Jesucristo; una Iglesia que se esfuerza por integrar a toda persona en las comunidades de fe. Según el corazón y el espíritu del papa Francisco: "Una Iglesia que es capaz de darle la ciudadania a tantos de sus hijos que están exiliados".



El padre Thomas Rosica. c.s.b, uno de los representantes oficiales del vaticano durante la histórica transición papal del 2013, hace alusión a un texto profético de este pontificado que se desarrolla en este momento ante nuestros ojos. Se trata de una intervención de un cardenal durante el pre-cónclave de los cardenales hecha el 7 de marzo de 2013. Este dircurso tenía como título: "La dulce y reconfortante alegría de evangelizar".  Dentro de esta habitación alta, este cardenal comienza su discurso recordando a sus hermanos obispos que "la evangelización es la razón de ser de la Iglesia", y es por esta razón  que ella debe ser "alegre y reconfortante". Es Jesucristo mismo quien nos llama desde el interior. Este mismo cardenal prosigue el discurso subrayando cuatro puntos con una gran sencillez y profundidad:

- Evangelizar implica un celo apostólico. Evangelizar implica un deseo de la Iglesia de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de ella misma e ir hacia las periferias, no solamente en el sentido geográfico sino también ha de ir a las periferias existenciales: hacia aquellos que están en las periferias del misterio del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia, hacia aquellos que no tienen religión, no tienen pensamiento y que andan inmersos en tantas miserias…

- Cuando la Iglesia no sale de ella misma para evangelizar, se vuelve autoreferencial y se enferma (cfr. la mujer encorvada del evangelio). Los males que golpean a las instituciones eclesiales a lo largo de la historia, tienen sus raices en una actitud autoreferencial, dentro de una especie de narcisismo teológico. En el libro del Apocalipsis, Jesús dice que Él está a la puerta y que Él toca. Evidentemente el texto hace referencia a Aquel que toca a la puerta con intención de entrar pero yo pienso con frecuencia en las veces que Jesús toca a la puerta desde el interior  con la  intención que le dejemos salir fuera. La Iglesia autoreferencial se guarda a Jesús para sí misma y se niega a dejarlo salir.

- Cuando la Iglesia es autoreferencial sin darse cuenta de ello, ella cree poseer su propia luz. Ella deja de ser el mysterium lunae para entregarse a este grandísimo mal de la mundanidad espiritual. La Iglesia autoreferencial vive para glorificarse ella misma.

- En términos sencillos, hay dos imágenes de la Iglesia: por un lado, la Iglesia evangelizadora que sale de ella misma: "A la escucha de la Palabra de Dios con reverencia y proclamando la fe" (primeras palabras de la Constitución dogmática sobre la divina revelación) y por otro lado, la Iglesia mundana que vive al interior de sí misma, por ella misma y para ella misma. Esto aclara nuestra conciencia al mirar los posibles cambios y reformas que deben ejecutarse por la salvación de las almas.

El cardenal que ha pronunciado estas palabras era en ese momento, arzobispo de Buenos Aires y su nombre, Jorge Mario Bergoglio. Su estilo y manera de ser se ha convertido en mensaje. La humildad, es el aspecto más radicalmente evangélico de la reforma espiritual de su pontificado. De hecho, ha invitado a todos los católicos, y especialmente al clero y a los consagrados, a rechazar el éxito, el suceso, la fortuna y el poder. El padre espiritual de Francisco, Ignacio de Loyola, insiste en el hecho que un jesuita no debe jamás tener un espíritu anti eclesial y siempre estar abierto a las mociones del Espíritu Santo. El compromiso de los jesuitas a no buscar ocupaciones eclesiásticas, de igual modo, en la Compañía de Jesús, es una consecuencia de esta experiencia. Francisco ha interiorizado hasta tal punto estos valores que él los aplica hoy sin dudarlo en su reforma de la curia romana.

A los ojos de Ignacio, la humildad es la virtud que nos acerca a Cristo. En este sentido, el papa Francisco parece guiar a la Iglesia  y educar al clero para asimilar esta verdad fundamental.

Francisco nos enseña que la humildad es esencial precisamente para hacer esta nueva evangelización real y efectiva, tanto al interior de la Iglesia como en sus relaciones con el mundo. El papa Francisco trabaja cotidianamente para hacer a la Iglesia más humilde, más tierna y misericordiosa, una Iglesia encarnada caminando al lado de la gente sobre el camino: una Iglesia que escucha, discierne, acompaña, perdona, bendice y que se expresa audazmente y valientemene; una Iglesia que llora con los que lloran y que se regocija o se alegra con quienes están alegres; una Iglesia que hace todo para resistir a las tentaciones de reducir la fe a una moral; una Iglesia que resiste ante las tentativas de desencarnar el mensaje y esta persona que está en su mismo corazón o centro: Jesucristo; una Iglesia que se esfuerza por integrar a toda persona en las comunidades de fe. Según el corazón y el espíritu del papa Francisco: "Una Iglesia que es capaz de darle la ciudadania a tantos de sus hijos que están exiliados".

Dice también el padre Rosica: "Yo no podre olvidar nunca estas palabras que  Francisco dirigió a sus hermanos obispos de los Estados Unidos en septiembre del 2015, por ocasión de un encuentro  en la catedral San Mathieu de Washington DC. En esa ocasión,Francisco se expresa acerca de su  visión del ministerio presbiteral para América y el mundo:
"Una Iglesia que sabe reunirse alrededor de la fogata permanece con la capacidad de atraer. Es cierto, pero no se trata de cualquier fuego, hablo de aquel que se encendió la mañana de Pascua. Es el Señor resucitado que continúa interpelando los pastores de la Iglesia a través de la voz tímida de tantos hermanos: "Tienen ustedes algo de comer?" Es necesario reconocer  su voz como lo han hecho los apóstoles a la orilla del mar de Tiberiades (cfr Juan 21,4-12). Y todavía es más importante  tener la certeza que las brasas de su presencia encendidas en el fuego de la pasión, nos preceden y no se apagan jamás. Cuando esta certeza se debilita o falla, uno corre el riesgo de convertirse en amador de cenizas y no en guardianes y dispensadores de la verdadera luz, así como de este calor capaz de calentar el corazón" (Lucas 24,32).

El plan del match del ministerio petrino de Francisco no emana ni de Buenos Aires, Loyola o Asis.  Él proviene más bien de Belén, Nazaret, Jerusalén, Galilea y Emaús. Allí mismo donde toda la historia ha comenzado! Si muchos grupos e individuos dentro de la Iglesia parecen tener dificultades con el papa Francisco, yo me pregunto, si al final de cuentas, no es esta inspiración primordial que les crea dificultades.

Al final de la tarde del 13 de marzo del 2013, Jorge Mario Bergoglio ha recibido el llamado a reconstruir, a reparar, a renovar y sanar la Iglesia.

Hay muchos que sienten placer al describir al nuevo papa como un revolucionario audaz enviado para sacudir la barca.

Otros piensan que ha venido a provocar un inmenso naufragio. Sin embargo, la única revolución que el papa Francisco ha inaugurado es una revolución de la ternura de acuerdo a las palabras que él mismo ha utilizado en su carta magna: "La alegría del Evangelio" (EG, No 88).

En efecto numerosos son los que catalogan a Francisco de "gran  revolucionario". La única vez que ha utilizado esta palabra "revolución" es dentro de la Exhortación Evangelii Gaudium en el parágrafo 88 para calificar la revolución de la ternura inaugurada cuando el Hijo de Dios toma carne. Me parece que Francisco inaugura otra revolución: la de la normalidad. Él es para nosotros un ejemplo de un comportamiento pastoral normal. Confrontados a una tal actitud cristiana normal, algunos son completamente desestabilizados. Esta reacción refleja nuestros propios comportamientos anormales, estas ganas muy humanas de seguir los caminos del mundo antes que el camino del Evangelio; este camino que lleva a la santidad y a la vida por venir. El comportamiento normal del papa Francisco es para nosotros, a la vez, un desafío, una consolación y a la vez una cierta ternura que nosotros deseamos después de un largo momento. Él es demasiado exigente cuando predica sobre la misericordia divina, cuando entra en relación con los no creyentes, ateos, agnósticos, escépticos, con aquellos que están en los límites de la vida, igualmente,con aquellos que piensan que el cristianismo no tiene nada que aportarle al sentido de la vida. De igual modo por el mensaje provocante  y profundo que contiene tanto Evangelii Gaudium, Laudato Sì y Amoris Laetitia, así como por sus reflexiones cotidianas luego de sus sencillas celebraciones eucarísticas en la capilla de la casa de Santa Marta, Francisco ha logrado conectarse y encontrar esta familia humana que tiene hambre y sed de un mensaje de esperanza y consolación.

Nosotros necesitamos de esta revolución de la ternura, de la misericordia y de la normalidad ahora más que nunca. Yo espero solamente y oro con tal que podamos inspirarnos e imitarlo.




Referencia:

Père Thomas Rosica c.s.b.

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