Papa Francisco: cinco años después
"Francisco nos enseña que la humildad es esencial precisamente para hacer esta nueva evangelización real y efectiva, tanto al interior de la Iglesia como en sus relaciones con el mundo. El papa Francisco trabaja cotidianamente para hacer a la Iglesia más humilde, más tierna y misericordiosa, una Iglesia encarnada caminando al lado de la gente sobre el camino: una Iglesia que escucha, discierne, acompaña, perdona, bendice y que se expresa audazmente y valientemente; una Iglesia que llora con los que lloran y que se regocija o se alegra con quienes están alegres; una Iglesia que hace todo para resistir a las tentaciones de reducir la fe a una moral; una Iglesia que resiste ante las tentativas de desencarnar el mensaje y esta persona que está en su mismo corazón o centro: Jesucristo; una Iglesia que se esfuerza por integrar a toda persona en las comunidades de fe. Según el corazón y el espíritu del papa Francisco: "Una Iglesia que es capaz de darle la ciudadania a tantos de sus hijos que están exiliados".
El padre
Thomas Rosica. c.s.b, uno de los representantes oficiales del vaticano durante
la histórica transición papal del 2013, hace alusión a un texto profético de
este pontificado que se desarrolla en este momento ante nuestros ojos. Se trata
de una intervención de un cardenal durante el pre-cónclave de los cardenales
hecha el 7 de marzo de 2013. Este dircurso tenía como título: "La dulce y reconfortante alegría de
evangelizar". Dentro de esta
habitación alta, este cardenal comienza su discurso recordando a sus hermanos
obispos que "la evangelización es
la razón de ser de la Iglesia", y es por esta razón que ella debe ser "alegre y
reconfortante". Es Jesucristo mismo quien nos llama desde el interior.
Este mismo cardenal prosigue el discurso subrayando cuatro puntos con una gran
sencillez y profundidad:
- Evangelizar implica un celo apostólico.
Evangelizar implica un deseo de la Iglesia de salir de sí misma. La Iglesia
está llamada a salir de ella misma e ir hacia las periferias, no solamente en
el sentido geográfico sino también ha de ir a las periferias existenciales:
hacia aquellos que están en las periferias del misterio del pecado, del
sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia, hacia aquellos que no tienen
religión, no tienen pensamiento y que andan inmersos en tantas miserias…
- Cuando la Iglesia no sale de ella misma
para evangelizar, se vuelve autoreferencial y se enferma (cfr. la mujer
encorvada del evangelio). Los males que golpean a las instituciones eclesiales
a lo largo de la historia, tienen sus raices en una actitud autoreferencial,
dentro de una especie de narcisismo teológico. En el libro del Apocalipsis,
Jesús dice que Él está a la puerta y que Él toca. Evidentemente el texto hace
referencia a Aquel que toca a la puerta con intención de entrar pero yo pienso
con frecuencia en las veces que Jesús toca a la puerta desde el interior con la
intención que le dejemos salir fuera. La Iglesia autoreferencial se
guarda a Jesús para sí misma y se niega a dejarlo salir.
- Cuando la Iglesia es autoreferencial sin darse cuenta de ello, ella
cree poseer su propia luz. Ella deja de ser el mysterium lunae para entregarse a este
grandísimo mal de la mundanidad espiritual. La Iglesia autoreferencial vive
para glorificarse ella misma.
- En términos sencillos, hay dos imágenes de la Iglesia: por un lado, la
Iglesia evangelizadora que sale de ella misma: "A la escucha de la Palabra de Dios con reverencia y proclamando
la fe" (primeras palabras de la Constitución dogmática sobre la divina
revelación) y por otro lado, la Iglesia mundana que vive al interior de sí
misma, por ella misma y para ella misma. Esto aclara nuestra conciencia al
mirar los posibles cambios y reformas que deben ejecutarse por la salvación de
las almas.
El cardenal que ha pronunciado estas palabras era en ese momento, arzobispo
de Buenos Aires y su nombre, Jorge Mario Bergoglio. Su estilo y manera de ser se
ha convertido en mensaje. La humildad,
es el aspecto más radicalmente evangélico de la reforma espiritual de su
pontificado. De hecho, ha invitado a todos los católicos, y especialmente
al clero y a los consagrados, a rechazar el éxito, el suceso, la fortuna y el
poder. El padre espiritual de Francisco,
Ignacio de Loyola, insiste en el hecho que un jesuita no debe jamás tener un
espíritu anti eclesial y siempre estar abierto a las mociones del Espíritu
Santo. El compromiso de los jesuitas a no buscar ocupaciones eclesiásticas, de
igual modo, en la Compañía de Jesús, es una consecuencia de esta experiencia.
Francisco ha interiorizado hasta tal punto estos valores que él los aplica hoy
sin dudarlo en su reforma de la curia romana.
A los ojos de Ignacio, la humildad es la virtud
que nos acerca a Cristo. En este sentido, el papa Francisco parece guiar a la
Iglesia y educar al clero para asimilar
esta verdad fundamental.
Francisco nos enseña que la humildad es esencial
precisamente para hacer esta nueva evangelización real y efectiva, tanto al
interior de la Iglesia como en sus relaciones con el mundo. El papa Francisco
trabaja cotidianamente para hacer a la Iglesia más humilde, más tierna y
misericordiosa, una Iglesia encarnada
caminando al lado de la gente sobre el camino: una Iglesia que escucha,
discierne, acompaña, perdona, bendice y que se expresa audazmente y
valientemene; una Iglesia que llora con los que lloran y que se regocija o se
alegra con quienes están alegres; una Iglesia que hace todo para resistir a las
tentaciones de reducir la fe a una moral; una Iglesia que resiste ante las
tentativas de desencarnar el mensaje y esta persona que está en su mismo
corazón o centro: Jesucristo; una Iglesia que se esfuerza por integrar a toda
persona en las comunidades de fe. Según el corazón y el espíritu del papa
Francisco: "Una Iglesia que es capaz de darle la ciudadania a tantos de
sus hijos que están exiliados".
Dice también el padre Rosica: "Yo no podre olvidar nunca estas
palabras que Francisco dirigió a sus
hermanos obispos de los Estados Unidos en septiembre del 2015, por ocasión de
un encuentro en la catedral San Mathieu
de Washington DC. En esa ocasión,Francisco se expresa acerca de su visión del ministerio presbiteral para América
y el mundo:
"Una Iglesia que sabe reunirse alrededor de la fogata permanece con la
capacidad de atraer. Es cierto, pero no se trata de cualquier fuego, hablo de
aquel que se encendió la mañana de Pascua. Es el Señor resucitado que continúa
interpelando los pastores de la Iglesia a través de la voz tímida de tantos
hermanos: "Tienen ustedes algo de
comer?" Es necesario reconocer su
voz como lo han hecho los apóstoles a la orilla del mar de Tiberiades (cfr Juan
21,4-12). Y todavía es más importante tener la certeza que las brasas de su presencia
encendidas en el fuego de la pasión, nos preceden y no se apagan jamás. Cuando
esta certeza se debilita o falla, uno corre el riesgo de convertirse en amador
de cenizas y no en guardianes y dispensadores de la verdadera luz, así como de
este calor capaz de calentar el corazón" (Lucas 24,32).
El plan del match del ministerio petrino de Francisco no emana ni de Buenos
Aires, Loyola o Asis. Él proviene más
bien de Belén, Nazaret, Jerusalén, Galilea y Emaús. Allí mismo donde toda la
historia ha comenzado! Si muchos grupos e individuos dentro de la Iglesia parecen
tener dificultades con el papa Francisco, yo me pregunto, si al final de
cuentas, no es esta inspiración primordial que les crea dificultades.
Al final de la tarde del 13 de marzo del 2013, Jorge Mario Bergoglio ha
recibido el llamado a reconstruir, a reparar, a renovar y sanar la Iglesia.
Hay muchos que sienten placer al describir al nuevo
papa como un revolucionario audaz enviado para sacudir la barca.
Otros piensan que ha venido a provocar un
inmenso naufragio. Sin
embargo, la única revolución que el papa Francisco ha inaugurado es una
revolución de la ternura de acuerdo a las palabras que él mismo ha utilizado en
su carta magna: "La alegría del Evangelio" (EG, No 88).
En efecto numerosos son los que catalogan a Francisco de "gran revolucionario". La única vez que ha
utilizado esta palabra "revolución" es dentro de la Exhortación
Evangelii Gaudium en el parágrafo 88 para calificar la revolución de la ternura
inaugurada cuando el Hijo de Dios toma carne. Me parece que Francisco inaugura
otra revolución: la de la normalidad. Él es para nosotros un ejemplo de un
comportamiento pastoral normal. Confrontados a una tal actitud cristiana normal,
algunos son completamente desestabilizados. Esta reacción refleja nuestros
propios comportamientos anormales, estas ganas muy humanas de seguir los
caminos del mundo antes que el camino del Evangelio; este camino que lleva a la
santidad y a la vida por venir. El comportamiento normal del papa Francisco es
para nosotros, a la vez, un desafío, una consolación y a la vez una cierta
ternura que nosotros deseamos después de un largo momento. Él es demasiado
exigente cuando predica sobre la misericordia divina, cuando entra en relación
con los no creyentes, ateos, agnósticos, escépticos, con aquellos que están en
los límites de la vida, igualmente,con aquellos que piensan que el cristianismo
no tiene nada que aportarle al sentido de la vida. De igual modo
por el mensaje provocante y profundo que contiene tanto Evangelii Gaudium, Laudato Sì y Amoris Laetitia, así como por
sus reflexiones cotidianas luego de sus sencillas celebraciones eucarísticas en
la capilla de la casa de Santa Marta, Francisco ha logrado conectarse y
encontrar esta familia humana que tiene hambre y sed de un mensaje de esperanza
y consolación.
Nosotros
necesitamos de esta revolución de la ternura, de la misericordia y de la
normalidad ahora más que nunca. Yo espero solamente y oro con tal que podamos
inspirarnos e imitarlo.
Referencia:
Père Thomas
Rosica c.s.b.
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