15 de septiembre del 2013: 24º Domingo del Tiempo Ordinario C
La liturgia de este domingo 24 ordinario, nos revela un rostro imprevisto e inusitado de Dios: Él se alegra con la conversión de los pecadores. Aquel que está perdido, alejado, puede volver a Él instantáneamente (inmediatamente) para ser vuelto a encontrar y en el cielo hay una fiesta.
Nos es necesario siempre revisar las imágenes que nos hacemos de Dios. En un sentido, Él está siempre más allá de toda representación (o imagen) que podamos formarnos de Él. Quién de entre nosotros podría haber sospechado la confidencia que nos hace Jesús: “hay alegría en el cielo por un pecador que se convierte”. Entremos en esa alegría.
Los fariseos le reprochan a Jesús por conversar y comer con personas de “mala fama” o pésima reputación (pecadores, señalados).
Con estas tres parábolas llamadas “de la misericordia”, Jesús muestra la ternura de Dios. Qué alegría encontrar aquel o aquello que se había perdido! De la misma manera, Dios nunca cesa de buscarnos y de esperarnos, pues cada uno es importante ante sus ojos. Cualesquiera sean los caminos en que nos hayamos perdido, nosotros permanecemos (no dejamos de ser) dignos para Él. Él está siempre ahí para acogernos de nuevo, y para forjarnos un futuro a su lado.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 15, 1-32
En aquel tiempo, solían acercarse a
Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los
escribas murmuraban entre ellos:
-- Ése acoge a los pecadores y come con
ellos.
Jesús les dijo esta parábola:
-- Si uno de vosotros tiene cien ovejas
y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la
descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre
los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los
vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me
había perdido" Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por
un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no
necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una,
¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la
encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para
decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierta.
También les dijo:
-- Un hombre tenía dos hijos; el menor
de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la
fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el
hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su
fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella
tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto
le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar
cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían
los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí
me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo:
trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su
padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a
correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y
vestido; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero
cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y
ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el
banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la
casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué
pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el
ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se
negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su
padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una
orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis
amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas
mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú
estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este
hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
Dejarse encontrar por Dios…y lo que nos enseña el fútbol
No solo estamos para “pararle bolas” o mejor “ponerle
bolas”(según corrección del difunto Argos) al fútbol sino también
a Dios. Y en medio de estas ansias, sueños “mundialistas”, optimismos
terrestres y sueños de gloria para “la selección Colombia”, no debemos olvidar
las estrategias, las jugadas, las maniobras indispensables, para jugar el partido más importante de nuestra
vida que es el de la plenitud existencial propia (la felicidad, la
realización…LA SALVACIÓN)…Sólo así seremos los auténticos campeones de la vida
terrenal y post terrenal. El DT Dios y su asistente físico Jesucristo nos dan
las pautas.
Muchos ponen a nuestra selección nacional de Colombia como una disculpa o un medio para desahogar nuestras penas y preocupaciones, un elemento para alegrarnos la ponen como lenitivo
existencial para tantos problemas socio-políticos del país, y eso es bueno,
pero no podemos olvidar nunca qué es lo esencial, cuál es el verdadero sentido
de la vida, cuál es el fin de nuestras batallas y nuestras luchas
cotidianas…les aseguro, está en juego, algo o mucho más que un partido de
fútbol, un equipo nacional o una copa del mundo…eso se sabe, pero no está mal
recordarlo…
Si es cierto que nos salvamos individualmente pero necesitamos de los otros, estar en comunión con ellos (en Iglesia) para adquirir esa gran recompensa. Nadie es cristiano solo, solo se es cristiano en Iglesia, no lo olvidemos.
Aunque es verdad que desde 1998 no se asistía a una cita
mundialista, “encontrar” de nuevo este cupo de participación llena de alegría a
muchos colombianos, sin duda. Y es algo parecido a lo que sucede en el
evangelio de este domingo, donde por 3 veces aflora la alegría a cuenta de encontrar
lo que se había perdido.
Esta espera de casi 16 años para encontrar de nuevo esa
posición perdida o esa participación en la gran cita futbolística mundial (esta
vez en Brasil 2014), puede ayudarnos a comprender la actitud del pastor y la
mujer del evangelio. El pastor abandona 99 ovejas para irse a buscar una sola
que se había extraviado. La mujer busca con determinación una moneda, que
equivalía a una jornada de trabajo. Ellos festejan cuando encuentran lo que
habían perdido. Como muchos compatriotas que están de plácemes desde el final
del partido anterior que se le ganó a Ecuador, porque sienten haber encontrado
la senda a Brasil, se saben ya vueltos a participar en un mundial de fútbol.
Pero todas estas situaciones tan terrenales y evangélicas a la
vez me ayudan a comprender y a ver cómo
Dios ama! Sí, para Dios cada ser humano es precioso. Él no puede resignarse a
perder uno solo. El sale en nuestra búsqueda, barriendo el mundo para
encontrarnos y darnos su amor. Su alegría es guardarnos en su corazón.
Quizás debería yo tomar conciencia de mis extravíos, de mis
alejamientos…El Señor me busca! Lo mejor que podría suceder es que yo me deje
encontrar por Él y que tocado por su ternura, yo transmita a otros el gusto de
su salvación!
Aproximación psicológica al texto del evangelio:
De tal padre tal hijo (a)…De tal palo tal astilla
Pensándolo bien, hay un poco
de estos dos hermanos en cada uno de nosotros. A veces somos como el hijo
menor. Buscamos construir nuestras vidas sin Dios. Nos aventuramos
de manera poco inteligente en la autosuficiencia y negamos su existencia basados en las
opiniones infundadas y los intereses ateos de otros, nos dejamos arrastrar por
la corriente manipuladora de los medios de comunicación…si, negamos con rapidez
y negligencia el misterio del totalmente OTRO y nos entregamos
irresponsablemente al ateísmo (negando a Dios) sin profundizar en la
propia fe, sin pedir a nuestros padres las razones de su creencia y sin
adentrarnos siquiera un poco en nuestra ciencia teológica.
Pero cuando llega una crisis
o afrontamos una dificultad, nos volvemos hacia Dios y esperamos que Él arregle
todos nuestros problemas. Y entonces nos mostramos dispuestos a muchas
conversiones de estomago, siempre y cuando Dios nos provea y nos de todo lo que
deseamos.
En otras ocasiones nos
parecemos al hijo mayor. Vemos a Dios como un amo o capataz exigente, alguien
ante quien no tenemos otra elección que servir, mismo si deseamos hacer otra
cosa; vemos a Dios como alguien que nos debe algo puesto que hacemos lo que Él
nos manda. Y sobre todo, nos parecemos al hijo mayor cuando se nos dificulta amar
a los hermanos y hermanos (semejantes) que nos rodean.
Por fortuna, la Buena
Noticia de este domingo no se encuentra del lado de los hijos. La Buena Noticia
de este domingo la encontramos del lado del padre. Ante todo, él acepta dejar
partir a su hijo menor con su herencia. Sin cesar, él escruta el horizonte con
la esperanza de que volverá. Cuando lo ve volver a lo lejos, corre hacia él,
se lanza entre sus brazos y lo cubre de besos. Él no le hace ningún reproche,
pero a través de gestos concretos a su hijo más joven le restablece en su
dignidad de hijo. Como dicen los mexicanos qué padre! Este hombre con corazón
de madre!
Cuando Jesús nos cuenta la
parábola del hijo prodigo, nos revela los verdaderos rasgos de Dios, nuestro
Padre. Él nos dice de nuevo que Padre tan amoroso y amante tenemos. También,
Jesús nos revela el deseo ardiente de nuestro Padre de devolvernos nuestra
dignidad de hijos de Dios, su deseo de reconciliarnos con Él, su deseo de
reconciliarnos los unos con los otros.
Cuál es nuestra reacción
ante los hijos, la esposa, el marido, que nos dejan? Ante la ingratitud o las
calumnias que nos afectan, y mucho más cuando vienen de nuestros parientes y
cercanos? Cólera? Venganza? Palabras que matan? “ Ojo por ojo, diente por diente “, “él está muerto, ella está
muerta para mí. “Tú no eres más mi hija (o), mi padre, mi madre”.
Quieren conocer ustedes la
alegría plena, la felicidad completa? Aprendan a
parecerse o a asemejarse al Padre, a dar y a perdonar…que se pueda decir de
nosotros: “De tal padre tal hijo (a)”, “Hijo de tigre sale rayado”…
Pero la parábola de Jesús
termina sin que sepamos si el hijo mayor se reconciliará con su hermano. No
sabemos tampoco si los dos hermanos reconocerán en fin, se darán cuenta del
padre extraordinario que tienen.
Nos corresponde a nosotros
escribir el fin de la parábola en lo cotidiano de nuestras vidas.
REFLEXIÓN CENTRAL
Superar
las erróneas imágenes de Dios
Cuáles son nuestras imágenes
de Dios? Leemos la Biblia? La vemos mucho
más que un libro de
anaquel, viejo, olvidado, empolillado, dogmático, que no tiene nada que
decirnos a los hombres y mujeres de hoy?
Para conocer a Dios
verdaderamente es necesario leer la Biblia. En la Biblia se han inspirado la
mayoría de obras espirituales, y consideradas por muchos de manera errónea más
importantes o trascendentes que la Biblia (cfr. “El Principito” o no importa
cuál obra del prolífico Paulo Coelho).
La primera lectura de
este domingo, tomada del libro del Éxodo nos cuenta el incidente del “becerro
de oro”. Lo que nos hace caer en cuenta que desde siempre el hombre ha estado
tentado a crearse IDOLOS, “falsos dioses” por la impaciencia ante la aparente
inacción y el aparente silencio de Dios.
Una imagen fija, no es
así como nos representamos frecuentemente a Dios? Pero a Dios no le gusta que
se le represente así. Es por ello que toda la Biblia nos muestra un Dios en
movimiento.
En la lectura del éxodo
referida, la cuestión de la imagen es central. Los Hebreos (o israelitas)
primer pueblo de la alianza con Dios, han querido representar su Dios con una
figura de metal fundido. Peligro de idolatría, ciertamente, pero, más allá de
eso, desprecio desastroso, que consiste en fijar a Dios en una imagen
inmutable, sólida, cuando Dios no puede ser “agarrado” ni fijado (inmovilizado).
Pensemos en las imágenes que tenemos de
Dios en la cabeza: a menudo, ellas son ídolos equiparables al becerro de oro.
Nos imaginamos a Dios como aquel que previene o prevee y organiza todo de
avance, que no puede cambiar de proyecto, ya que su primera idea es por fuerza
lo mejor! No es Él perfecto? Él es el Todo Poderoso, el soberano Señor del
universo, el Juez supremo…entonces, perfectamente inmutable.
Finalmente la única
imagen legítima de Dios, es el hombre, puesto que él está vivo y no se le puede
comprender totalmente (agarrar, asir).
Moisés se niega a
pensar Dios como inmutable y es por eso que negocia con Él, para hacerle
cambiar de idea y que renuncie a castigar. Antes de él, ya Abraham había
negociado la suerte de Sodoma (Génesis 18,20-32).
Toda la Biblia (y por
eso hay que esforzarse por leerla) se inscribe contra la idea falsa que nos
hacemos de un Dios exterminador, para quien todo sería programado de una vez
por todas.
Con Cristo Jesús,
perfecta “imagen del Dios invisible”,
nosotros llegamos al término de este camino del conocimiento de Dios. En todo
el evangelio vemos como muchos no quieren a Cristo ya que todos “los publicanos y los pecadores vienen hacia
Él” y porque el “acoge bien los
pecadores: Él come con ellos”. Por qué esta actitud constante de Jesús?
Pues, porque es la misma actitud de Dios
quien nos busca. “Adán, por qué te
escondes? Dónde estás?” (Génesis
3,9) : como a Adán, Es a mí (Adan) hombre-mujer de hoy a quien Dios se
dirige. Él me busca. Búsqueda laboriosa de su parte, como aquella del pastor
que recorre la campaña, como aquella de la mujer que barre hasta el más pequeño
rincón de la casa sin reparar en el tiempo. Hasta el final. “Hasta que él o ella haya encontrado su
oveja, su moneda”.
Tres parábolas sobre
la ternura de Dios dirigidas a aquellos que están “perdidos”. Cada una aporta
su propio mensaje. La primera, la de la oveja, nos dice que “uno solo” es tan
precioso como todos. Ahora que nuestras sociedades aceptan el sacrificio de un
cierto número para la prosperidad general, el evangelio nos obliga a tornar
nuestra mirada hacia los olvidados: uno solo, es mucho. Mismo esquema para la
mujer que ha perdido una moneda, la que, inmediatamente, enseguida, llega a ser
la única importante. Ella se pone en movimiento, se desvive “hasta que ella la encuentra”.
En cuanto al Padre de
la tercera parábola (reflexionada más particularmente en el 4º domingo de
cuaresma del ciclo C), él no se desplaza, no se pone en trabajos por recuperar
su hijo: él espera. Y es porque el hijo no es ni un objeto ni un animal, sino
un SER HUMANO. Los reencuentros deben ser el fruto de una decisión de su
libertad. Entonces, solamente el Padre se pone a correr.
Cada una de estas tres
parábolas nos dicen cómo es Dios, cuál es su manera de religarse (reunirse) a
nosotros. Dios no soporta que un solo ser humano llegue a perderse. En su obra,
nada de desecho, nada de “sacrificado” a una lógica económica que deja cada vez
más millones (masas) de pobres y frustrados, y mucho menos víctimas inocentes
masacradas insoportablemente por el terrorismo político-religioso.
Como lo recuerdan
incesantemente los Papas, es necesario cerrar las puertas frente a todo terrorismo
que nos hace la guerra y que es el neo totalitarismo del siglo XXI, y erradicar
sus causas profundas que son la desigualdad y la injusticia social. Para Dios,
es la oveja perdida, es la moneda extraviada, es el hijo pródigo, quienes
llegan a ser los más importantes. El amor, mismo e igual para todos y menos para uno, no sería el
amor.
San Pablo, en fin, nos
descubre, en la segunda lectura, su identidad: él es un “pecador perdonado”. Para aportar nuestro pequeño grano de arena al
mejoramiento de este mundo herido por la injusticia y la violencia insensata,
tenemos necesidad de ser pecadores perdonados. Esto nos hace más humildes y más
pacificados para llegar a ser intrépidos y valientes artesanos de paz…
OBJETIVO DE VIDA
SEMANAL:
1. Tomo conciencia que mis faltas son
ocasiones para mí de acoger la misericordia del Señor.
2. Me propongo ir a la búsqueda de una persona que he juzgado y quizás
rechazado. Reanudo mi relación con ella y le ofrezco mi perdón.
3. Oro por alguien entre mis conocidos (as) y que se siente perdido (a), que
no sabe en cuál dirección conducir su vida.
ORACIÓN- MEDITACIÓN
Señor, a través de
estas tres pequeñas historias,
que Tú nos cuentas hoy,
Tú te nos revelas como
un Padre infinitamente bueno y misericordioso.
Tú nos descubres tu más
bellos rostro:
tu rostro de amor y de
ternura.
Tú nos recuerdas que
cada ser humano es precioso ante tus ojos
y que no puedes
resignarte o resolverte a perder alguno.
Cómo no reconocernos en
los dos hijos de la parábola?
Nosotros somos a veces
hijos perdidos que se alejan de Ti,
y a veces somos hijos
fieles que se creen sin falla y que respetan las reglas.
Y por lo tanto al
mostrarnos cómo actúa el Padre,
Tú quiere llevarnos aún más lejos.
Tú nos invitas a
imitarle, nada menos!
Tú nos invitas a que
lleguemos a ser como Él: buenos, misericordiosos,
siempre prestos a
perdonar y a acoger sin condición.
Señor danos un Espíritu
Nuevo!
Ayúdanos también a
nosotros a entrar en la lógica del corazón!
Ayúdanos a no fijar
(encerrar) o estigmatizar los otros por
sus errores,
A estar siempre
dispuestos a darles una oportunidad.
Y a encontrar como Tú, nuestra alegría de
perdonar y ayudar volver a poner de pie a
quienes han caído.
Amén.
REFERENCIAS:
- Pequeño
misal “Prions en Église”, edición en francés, Quebec, 2010.
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