15 de septiembre del 2019: Domingo 23º del Tiempo Ordinario (C)
La liturgia de este domingo 24 ordinario, nos revela un rostro
imprevisto e inusitado de Dios: Él se alegra con la conversión de los
pecadores. Aquel que está perdido, alejado, puede volver a Él instantáneamente
(inmediatamente) para ser vuelto a encontrar y en el cielo hay una fiesta.
Es necesario para nosotros revisar siempre las imágenes que nos hacemos
de Dios. En un sentido, Él está siempre más allá de toda representación (o
imagen) que podamos formarnos de Él. Quién de entre nosotros podría haber
sospechado la confidencia que nos hace Jesús: “hay alegría en el cielo por un
pecador que se convierte”. Entremos en esa alegría.
Los fariseos le reprochan a Jesús por conversar y comer con personas de
“mala fama” o pésima reputación (pecadores, señalados).
Con estas tres parábolas llamadas “de la misericordia”, Jesús muestra la
ternura de Dios. ¡Qué alegría encontrar aquel o aquello que se había perdido!
De la misma manera, Dios nunca cesa de buscarnos y de esperarnos, pues cada uno
es importante ante sus ojos. Cualesquiera sean los caminos en que nos hayamos
perdido, nosotros permanecemos (no dejamos de ser) dignos para Él. Él está
siempre ahí para acogernos de nuevo, y para forjarnos un futuro a su lado.
Primera
lectura
Lectura
del libro del Éxodo (32,7-11.13-14):
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal
50,3-4.12-13.17.19
R/. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.
V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
V/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
V/. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Mi sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
R/. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.
V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
V/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
V/. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Mi sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
Segunda
lectura
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,12-17):
QUERIDO hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente.
Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos de la fe; sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios
QUERIDO hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente.
Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos de la fe; sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios
LECTURA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 15, 1-32
En
aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
--
Ése acoge a los pecadores y come con ellos.
Jesús
les dijo esta parábola:
--
Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y
nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando
la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa,
reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he
encontrado la oveja que se me había perdido" Os digo que así también habrá
más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y
nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y
se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado,
hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las
vecinas para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me
había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de
Dios por un solo pecador que se convierta.
También
les dijo:
--
Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame
la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No
muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país
lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había
gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar
necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo
mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago
de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen
abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino
adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;
ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su
padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso
a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;
ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida el mejor traje y vestido; ponedle un anillo en la mano y
sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un
banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y
lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el
campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y
llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha
vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha
recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre
salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos
años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has
dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese
hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero
cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo
mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
La
alegría de recuperar lo perdido
Y cuando se trata de una
persona,o un amigo o familiar de quien hace tiempos no sabiamos, la
alegría es más intensa y significativa.
Pues bien, el Evangelio de
este domingo, nos habla de tres personas que encuentran algo o alguien que
habían perdido: el pastor abandona 99 ovejas para irse a buscar una sola que se
había extraviado. La mujer busca con determinación una moneda, que equivalía a
una jornada de trabajo. El Padre espera con ansia, un hijo que había
decidido libremente dejar la casa paterna, reclamando su herencia. Ellos
festejan cuando encuentran lo que habían perdido.
¡Pero todas estas situaciones
tan terrenales y evangélicas a la vez nos ayudan a comprender y a ver cómo
Dios ama! ¡Sí, para Dios cada ser humano es precioso! Él no puede
resignarse a perder uno solo de ellos. El sale en nuestra búsqueda, barriendo
el mundo para encontrarnos y darnos su amor. Su alegría es guardarnos en su
corazón.
¡Quizás debería yo tomar
conciencia de mis extravíos, de mis alejamientos…El Señor me busca! ¡Lo mejor
que podría suceder es que yo me deje encontrar por Él y que conmovido por su
ternura, yo transmita a otros el gusto de su salvación!
Aproximación
psicológica al texto del evangelio:
De tal padre tal hijo (a)…De tal palo tal astilla
Pensándolo bien, hay un poco de estos dos hermanos en cada uno de
nosotros. A veces somos como el hijo menor. Buscamos construir nuestras vidas
sin Dios. Nos aventuramos de manera poco inteligente en la autosuficiencia y
negamos su existencia basados en las opiniones infundadas y los intereses ateos
de otros, nos dejamos arrastrar por la corriente manipuladora de los medios de
comunicación…si, negamos con rapidez y negligencia el misterio del totalmente
OTRO y nos entregamos irresponsablemente al ateísmo (negando a Dios) sin
profundizar en la propia fe, sin pedir a nuestros padres las razones de su
creencia y sin adentrarnos siquiera un poco en nuestra ciencia teológica.
Pero cuando llega una crisis o afrontamos una dificultad, nos
volvemos hacia Dios y esperamos que Él arregle todos nuestros problemas. Y
entonces nos mostramos dispuestos a muchas conversiones de estómago, siempre y
cuando Dios nos provea y nos de todo lo que deseamos.
En otras ocasiones nos parecemos al hijo mayor. Vemos a Dios como
un amo o capataz exigente, alguien ante quien no tenemos otra elección que
servir, mismo si deseamos hacer otra cosa; vemos a Dios como alguien que nos
debe algo puesto que hacemos lo que Él nos manda. Y, sobre todo, nos parecemos
al hijo mayor cuando se nos dificulta amar a los hermanos y hermanos
(semejantes) que nos rodean.
Por fortuna, la Buena Noticia de este domingo no se encuentra del
lado de los hijos. La Buena Noticia de este domingo la encontramos del lado del
padre. Ante todo, él acepta dejar partir a su hijo menor con su herencia. Sin
cesar, él escruta el horizonte con la esperanza de que volverá. Cuando lo ve
volver a lo lejos, corre hacia él, se lanza entre sus brazos y lo cubre de
besos. Él no le hace ningún reproche, pero a través de gestos concretos a su
hijo más joven le restablece en su dignidad de hijo. Como dicen los mexicanos
qué padre! Este hombre con corazón de madre!
Cuando Jesús nos cuenta la parábola del hijo prodigo, nos revela
los verdaderos rasgos de Dios, nuestro Padre. Él nos dice de nuevo que Padre
tan amoroso y amante tenemos. También, Jesús nos revela el deseo ardiente de
nuestro Padre de devolvernos nuestra dignidad de hijos de Dios, su deseo de
reconciliarnos con Él, su deseo de reconciliarnos los unos con los otros.
¿Cuál es nuestra reacción ante los hijos, la esposa, el marido,
que nos dejan? Ante la ingratitud o las calumnias que nos afectan, ¿y mucho más
cuando vienen de nuestros parientes y cercanos? ¿Cólera? ¿Venganza? ¿Palabras
que matan? “Ojo por ojo, diente por diente “, “él está muerto, ella
está muerta para mí. “Tú no eres más mi hija (o), mi padre, mi madre”.
¿Quieren conocer ustedes la alegría plena, la felicidad completa? Aprendan
a parecerse o a asemejarse al Padre, a dar y a perdonar…que se pueda decir de
nosotros: “De tal padre tal hijo (a)”, “Hijo de tigre sale rayado” …
Pero la parábola de Jesús termina sin que sepamos si el hijo mayor
se reconciliará con su hermano. No sabemos tampoco si los dos hermanos reconocerán,
en fin, se darán cuenta del padre extraordinario que tienen.
Nos corresponde a nosotros escribir el fin de la parábola en lo
cotidiano de nuestras vidas.
REFLEXIÓN CENTRAL
¿Cuáles son nuestras
imágenes de Dios? ¿Leemos la Biblia? La vemos mucho
más que un libro de anaquel,
viejo, olvidado, apolillado, dogmático, que no tiene nada que decirnos a los
hombres y mujeres de hoy?
Para conocer a Dios verdaderamente es necesario leer la Biblia. En la
Biblia se han inspirado la mayoría de obras espirituales, y consideradas por
muchos de manera errónea más importantes o trascendentes que la Biblia (cfr.
“El Principito” o no importa cuál obra del prolífico Paulo Coelho).
La primera lectura de este domingo, tomada del libro del Éxodo nos
cuenta el incidente del “becerro de oro”. Lo que nos hace caer en cuenta que
desde siempre el hombre ha estado tentado a crearse IDOLOS, “falsos dioses” por
la impaciencia ante la aparente inacción y el aparente silencio de Dios.
Una imagen fija, ¿no es así como nos representamos frecuentemente
a Dios? Pero a Dios no le gusta que se le represente así. Es por ello que toda
la Biblia nos muestra un Dios en movimiento.
En la lectura del éxodo referida, la cuestión de la imagen es central.
Los hebreos (o israelitas) primer pueblo de la alianza con Dios, han querido
representar su Dios con una figura de metal fundido. Peligro de idolatría,
ciertamente, pero, más allá de eso, desprecio desastroso, que consiste en fijar
a Dios en una imagen inmutable, sólida, cuando Dios no puede ser “agarrado” ni
fijado (inmovilizado). Pensemos en las imágenes que tenemos de Dios en la
cabeza: a menudo, ellas son ídolos equiparables al becerro de oro. Nos
imaginamos a Dios como aquel que previene o prevé y organiza todo de avance,
que no puede cambiar de proyecto, ¡ya que su primera idea es por fuerza lo
mejor! ¿No es Él perfecto? Él es el Todo Poderoso, el soberano Señor del
universo, el Juez supremo…entonces, perfectamente inmutable.
Finalmente, la única imagen legítima de Dios, es el hombre, puesto que
él está vivo y no se le puede comprender totalmente (agarrar, asir).
Moisés se niega a pensar Dios como inmutable y es por eso que negocia
con Él, para hacerle cambiar de idea y que renuncie a castigar. Antes de él, ya
Abraham había negociado la suerte de Sodoma (Génesis 18,20-32).
Toda la Biblia (y por eso hay que esforzarse por leerla) se inscribe
contra la idea falsa que nos hacemos de un Dios exterminador, para quien todo
sería programado de una vez por todas.
Con Cristo Jesús, perfecta “imagen del Dios invisible”, nosotros
llegamos al término de este camino del conocimiento de Dios. En todo el
evangelio vemos como muchos no quieren a Cristo ya que todos “los
publicanos y los pecadores vienen hacia Él” y porque el “acoge
bien los pecadores: Él come con ellos”. ¿Por qué esta actitud constante de
Jesús? Pues, porque es la misma actitud de Dios quien nos busca. “¿Adán, por
qué te escondes? ¿Dónde estás?” (Génesis 3,9): como a
Adán, Es a mí (Adan) hombre-mujer de hoy a quien Dios se dirige. Él me busca.
Búsqueda laboriosa de su parte, como aquella del pastor que recorre la campaña,
como aquella de la mujer que barre hasta el más pequeño rincón de la casa sin
reparar en el tiempo. Hasta el final. “Hasta que él o ella haya
encontrado su oveja, su moneda”.
Tres parábolas sobre la ternura de Dios dirigidas a aquellos que
están “perdidos”. Cada una aporta su propio mensaje. La primera, la de la
oveja, nos dice que “uno solo” es tan precioso como todos. Ahora que nuestras
sociedades aceptan el sacrificio de un cierto número para la prosperidad
general, el evangelio nos obliga a tornar nuestra mirada hacia los olvidados:
uno solo, es mucho. Mismo esquema para la mujer que ha perdido una moneda, la
que, inmediatamente, enseguida, llega a ser la única importante. Ella se pone
en movimiento, se desvive “hasta que ella la encuentra”.
En cuanto al Padre de la tercera parábola (reflexionada más
particularmente en el 4º domingo de cuaresma del ciclo C), él no se desplaza,
no se pone en trabajos por recuperar su hijo: él espera. Y es porque el hijo no
es ni un objeto ni un animal, sino un SER HUMANO. Los reencuentros deben ser el
fruto de una decisión de su libertad. Entonces, solamente el Padre se pone a
correr.
Cada una de estas tres parábolas nos dicen cómo es Dios, cuál es su
manera de religarse (reunirse) a nosotros. Dios no soporta que un solo ser
humano llegue a perderse. En su obra, nada de desecho, nada de “sacrificado” a
una lógica económica que deja cada vez más millones (masas) de pobres y
frustrados, y mucho menos víctimas inocentes masacradas insoportablemente por
el terrorismo político-religioso.
Como lo recuerdan incesantemente los Papas, es necesario cerrar las
puertas frente a todo terrorismo que nos hace la guerra y que es el neo
totalitarismo del siglo XXI, y erradicar sus causas profundas que son la
desigualdad y la injusticia social. Para Dios, es la oveja perdida, es la
moneda extraviada, es el hijo pródigo, quienes llegan a ser los más
importantes. El amor, mismo e igual para todos y menos para uno, no sería
el amor.
San Pablo, en fin, nos descubre, en la segunda lectura, su identidad: él
es un “pecador perdonado”. Para aportar nuestro pequeño grano de
arena al mejoramiento de este mundo herido por la injusticia y la violencia
insensata, tenemos necesidad de ser pecadores perdonados. Esto nos hace más
humildes y más pacificados para llegar a ser intrépidos y valientes artesanos
de paz…
OBJETIVO DE VIDA SEMANAL:
1. Tomo conciencia que mis faltas son ocasiones para mí de acoger la
misericordia del Señor.
2. Me propongo ir a la búsqueda de una persona que he juzgado y quizás
rechazado. Reanudo mi relación con ella y le ofrezco mi perdón.
3. Oro por alguien entre mis conocidos (as) y que se siente perdido
(a), que no sabe en cuál dirección conducir su vida.
ORACIÓN- MEDITACIÓN
Señor, a través de estas tres pequeñas
historias,
que Tú nos cuentas hoy,
Tú te nos revelas como un Padre
infinitamente bueno y misericordioso.
Tú nos descubres tu más bello rostro:
tu rostro de amor y de ternura.
Tú nos recuerdas que cada ser humano es
precioso ante tus ojos
y que no puedes resignarte o resolverte a
perder alguno.
¿Cómo no reconocernos en los dos hijos de
la parábola?
Nosotros somos a veces hijos perdidos que
se alejan de Ti,
y a veces somos hijos fieles que se creen
sin falla y que respetan las reglas.
Y por lo tanto al mostrarnos cómo actúa el
Padre,
Tú quiere llevarnos aún más lejos.
Tú nos invitas a imitarle, ¡nada menos!
Tú nos invitas a que lleguemos a ser como
Él: buenos, misericordiosos,
siempre prestos a perdonar y a acoger sin
condición.
¡Señor danos un Espíritu Nuevo!
¡Ayúdanos también a nosotros a entrar en
la lógica del corazón!
Ayúdanos a no fijar (encerrar) o
estigmatizar los otros por sus errores,
A estar siempre dispuestos a darles una
oportunidad.
Y a encontrar como Tú, nuestra
alegría de perdonar y ayudar volver a poner de pie a quienes han caído.
Amén.
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