miércoles, 2 de diciembre de 2020

3 de diciembre del 2020: jueves de la primera semana de Adviento- San Francisco Javier, patrono de las Misiones


(Mateo 7, 21.24-27)  Mis esperanzas, mis sueños, todos mis proyectos en qué se sustentan? en qué se apoyan? Cuando aparecen las dificultades, las tempestades de la vida, yo me hundo o encuentro como debe ser mi apoyo en el Señor?

Que su Palabra permanezca siempre en mí y que Él sea mi fuerza y mi paz! Amén!






Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (26,1-6):

Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura,
a la ciudad elevada;
la abatirá, la abatirá
hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido,
los pasos de los pobres».
Palabra de Dios



Salmo
Sal 117,1.8-9.19-21.25-27a

R/. Bendito el que viene en nombre del Señor

R/. Bendito el que viene en nombre del Señor.


O bien:

R/. Aleluya

V/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.

V/. Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mí salvación. R/.

V/. Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.



Texto del Evangelio (Mt 7,21.24-27): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

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Reflexión:      

Construir sobre lo sólido

Es bien seguro que Jesús habla en sentido figurado: se trata de construir nuestra vida sobre valores sólidos. La pregunta entonces sería esta: sobre que está fundada nuestra vida ? Sobre bases o columnas solidas o sobre la arena movediza?

Pero Jesús no se contenta con enunciar un principio general. Como por azar, su parábola aparece o viene para clausurar el sermón de la montaña (Mateo 5-7). Es necesario entonces leer por completo el sermón, que se abre con las bienaventuranzas y que nos transmite lo mejor de las enseñanzas de Jesús. Esto es algo sólido!

Quizás y por al contrario, yo soy menos entusiasta con la idea de invocar a Dios como “roca”, como lo hace Isaías hoy. Yo prefiero las otras imágenes que encontramos en su obra y que son, estas, deducidas de las relaciones y las actitudes humanas: Padre, Madre, Esposo, Pastor, Alfarero, Protector, Consolador, Servidor.

Es sobre este Dios que es necesario apoyarse.

Los que aceptan el llamado retador de las palabras de Jesús, viviendo como discípulos, están edificando sobre roca. Esto se realiza tanto en el discípulo individual, como en la comunidad de la Iglesia.




San Francisco Javier




Fue un importante misionero jesuita, miembro del grupo inicial de la Compañía de Jesús y estrecho colaborador de su fundador, Ignacio de Loyola. Destacó por sus misiones que se desarrollaron en el oriente asiático y en el Japón, recibiendo el sobrenombre de Apóstol de las Indias.

Presbítero jesuita y patrono de las misiones

Javier (Navarra) 7 de abril de 1506 - Isla de Sancián (Asia) 3 de diciembre de 1552
 

Fechas clave en la vida de Javier:

1506. Nace en el Castillo de Javier, sexto y último hijo de Juan de Jaso y María Azpilicueta.

1525. Marcha a París para estudiar en la Sorbona

1528. Conoce en París a Ignacio de Loyola y Pedro Fabro, con quienes comparte habitación.

1533. Se une a la «Compañía» de Ignacio.

1534. Practica los Ejercicios Espirituales, dirigidos por Ignacio. El 15 de agosto, el primer grupo de "compañeros' de Ignacio emite los votos.

1535. Parten para Venecia, con intención de embarcar para Jerusalén, adonde no irán. Se dirigen a Roma, donde Pablo III los acoge y bendice.

1537. Javier es ordenado sacerdote el 24 de junio.

1540. El 14 de marzo es nombrado delegado papal para todo Oriente, y al día siguiente parte hacia Lisboa.

1541. En abril zarpa la flota portuguesa hacia las Indias, con Javier a bordo, entre los más humildes de la embarcación.

1542. El 6 de mayo arribaba a Goa, capital del imperio portugués. Intensa labor misionera.

1545. Llega a Malaca, después de venerar el sepulcro de Santo Tomás en Meliepur.

1549. El 15 de agosto, Javier pone pie en Japón: el primer misionero cristiano que llega hasta allí. Luego volvería a Goa.

1552. En su afán misionero de evangelizar China, llega a la isla de Sancián, donde murió el 3 de diciembre.

1622. Es canonizado el 12 de marzo.

La alegría de Javier, clave de su perfil humano, espiritual y misionero

[...] Decir que Javier tenía un carácter alegre y una especial donosura en el trato, es decir bastante, pero no es decir todo, ni siquiera lo más significativo. Acerca de lo primero, el doctor Navarro informa a Tursellini: «[De niño] nadie era más honrado, jovial y afable que él». Él escribe de sí mismo a su hermano Juan acerca de su mundo de relaciones en la Universidad de París: «Acá se me hacen todos muy amigos».

Damos un paso más cuando descubrimos en los abundantes testimonios de sus compañeros de viaje el significado oblativo de una alegría que él sirve gratuitamente como un bálsamo que alivia las penas, y enjuga las lágrimas de todos los que le rodean. Sobre todo en los momentos difíciles de enfermedades, peligros por mar y tierra, y trances especialmente dolorosos. Todos se le acercaban para sacudirse el yugo oprimente de sus pesares y reencontrar la paz y la esperanza amenazadas. ¿Acaso no es éste el sentido más inmediato de «evangelizar»?: contagiar de la verdadera vida que nos ha sido regalada en Cristo, y que se extrovierte en la bandeja de la santa alegría como signo de autenticidad de lo encontrado.

No me privo de reproducir un maravilloso testimonio tomado de una carta del padre Melchior Nunes Barreto a sus hermanos en Coimbra. En él encontramos el aroma que desprendía el Javier de la última época. El Javier resultante de la misión del Japón, crucificada quizá como ninguna de la anteriores: «A principios de febrero quiso Dios nuestro Señor traernos inesperadamente al Padre Maestro Francisco del Japón; y creo que vino más movido por inspiración divina que por razón humana, por la mucha necesidad que había de arreglar las cosas de la Compañía en estas partes de la India. Vosotros, mis Hermanos, podréis comprender la alegría que su llegada trajo a mi alma, si tenéis en cuenta qué cosa es ver a un hombre sobre la tierra, que andando en ella conversatio eius in caelis est. ¡Oh mis Hermanos, qué cualidades vi en él en esos pocos días que tuve trato con él! ¡Oh, qué corazón tan encendido en el amor de Dios! ¡Oh, con qué llamas arde de amor al prójimo! ¡Qué cuidado tiene para resucitarlas y restituirlas al estado de gracia. siendo ministro de Cristo para la más bella obra que hay sobre la tierra, la justificación del impío y pecador! ¡Oh, que afable es, siempre riendo con rostro afable y sereno. Siempre ríe y nunca ríe: siempre ríe porque tiene siempre una alegría espiritual... Y a pesar de ello nunca ríe, ya que siempre está recogido en sí mismo y nunca se disipa con las criaturas».

Siempre ríe y nunca ríe... ¿No es acaso la viva pintura del rostro del Cristo de Javier? ¿No se hizo Francisco, poco a poco, trasunto de aquella imagen serenamente gozosa, alegremente víctoríosa, contenida a la vez que inmensamente expresiva? [...]

Germán Arana S.J.
 

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.

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