viernes, 4 de diciembre de 2020

4 de diciembre del 2020: viernes de la primera semana de Adviento

 

(Isaías 29, 17-24) Los humildes y los pobres estarán alegres! Los ciegos al final verán! Es el mundo al revés, o quizás mejor puesto al derecho.

 Que en este Adviento, Jesús nos sane de nuestras cegueras para que volvamos a encontrar el verdadero sentido de las cosas.

 

 


Primera lectura

 

Lectura del libro de Isaías (29,17-24):

ESTO dice el Señor:
«Pronto, muy pronto,
el Líbano se convertirá en vergel,
y el vergel parecerá un bosque.
Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro;
sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.
Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor,
y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel;
porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico;
y serán aniquilados los que traman para hacer el mal:
los que condenan a un hombre con su palabra,
ponen trampas al juez en el tribunal,
y por una nadería violan el derecho del inocente.
Por eso, el Señor, que rescató a Abrahán,
dice a la casa de Jacob:
“Ya no se avergonzará Jacob,
ya no palidecerá su rostro,
pues, cuando vean sus hijos mis acciones en medio de ellos,
santificarán mi nombre,
santificarán al Santo de Jacob
y temerán al Dios de Israel”.
Los insensatos encontrarán la inteligencia
y los que murmuraban aprenderán la enseñanza».

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 26,1.4.13-14



R/.
 El Señor es mi luz y mi salvación.

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

V/. El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

V/. Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.

V/. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,27-31):

EN aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Palabra del Señor

 

 

////////////////

 

Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Mateo 9: 30–31

 

¿Quién es Jesús? Esta pregunta es mucho más fácil de responder hoy que cuando Jesús caminó por la Tierra. Hoy somos bendecidos con innumerables santos que nos han precedido y que con oración e inteligencia han enseñado mucho acerca de la persona de Jesús. Sabemos que Él es Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Salvador del mundo, el Mesías prometido, el Cordero sacrificado y mucho más.

 

El evangelio anterior proviene de la conclusión del milagro en el que Jesús sanó a dos ciegos. Estos hombres se sintieron abrumados por su curación y su emoción se apoderó de ellos. Jesús les instruyó a “Ver que nadie sepa acerca de esta” curación milagrosa. Pero su emoción no pudo ser contenida. No es que fueran intencionalmente desobedientes a Jesús; más bien, no sabían de qué otra manera expresar su sincera gratitud aparte de contarles a otros lo que Jesús había hecho.

 

Una razón por la que Jesús les dijo que no le dijeran a otros acerca de Él es porque Jesús sabía que ellos no entendían completamente quién era Él. Sabía que su testimonio acerca de Él no lo presentaría de la manera más veraz. El era el Cordero de Dios. El Salvador. El Mesías. El Cordero del sacrificio. Él fue Aquel que vino a este mundo para redimirnos mediante el derramamiento de Su sangre. Mucha gente, sin embargo, quería un “mesías” nacionalista o un hacedor de milagros solo. Querían uno que los salvaría de la opresión política y los convertiría en una gran nación terrenal. Pero esta no era la misión de Jesús.

 

A menudo también podemos caer en la trampa de malinterpretar quién es Jesús y quién quiere ser en nuestras vidas. Podemos desear un "dios" que nos salve solo de nuestras luchas diarias, injusticias y dificultades temporales. Podemos querer un "dios" que actúe de acuerdo con nuestra voluntad y no al revés. Queremos un "dios" que nos sane y nos libere de toda carga terrenal. Pero Jesús enseñó claramente a lo largo de su vida que sufriría y moriría. Nos enseñó que debemos tomar nuestras propias cruces y seguirlo. Y nos enseñó que debemos morir, abrazar el sufrimiento, ofrecer misericordia, poner la otra mejilla y encontrar nuestra gloria en lo que el mundo nunca comprenderá.


Reflexiona hoy sobre si Jesús te advierte acerca de hablar demasiado alto acerca de su visión de Quién es Él. ¿Luchas por presentar un "dios" que en realidad no es Dios? ¿O has llegado a conocer la misma Persona de Cristo nuestro Señor hasta tal punto que eres capaz de dar testimonio de Aquel que murió? ¿Te jactas solo en la Cruz? ¿Proclamas a Cristo crucificado y predicas solo la sabiduría más profunda de la humildad, la misericordia y el sacrificio? 


Vuelve a a una verdadera proclamación de Cristo, dejando de lado todas y cada una de las imágenes confusas de nuestro Dios salvador.

 

Mi verdadero y salvador Señor, me encomiendo a Ti y oro para llegar a conocerte y amarte como eres. Dame los ojos que necesito para verte y la mente y el corazón que necesito para conocerte y amarte. Elimina de mí cualquier visión falsa de Quien eres y emplaza dentro de mí un verdadero conocimiento de Ti, mi Señor. Al llegar a conocerte, me ofrezco a ti para que me utilices para proclamar tu grandeza a todos. Jesús, en Ti confío.

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