29 de abril del 2021: jueves de la Cuarta semana de Pascua o Santa Catalina de Siena
(Hechos
13, 13-25) La historia del pueblo de Israel es de esperanza, porque da
testimonio de la fidelidad y de la generosidad de Dios para con los suyos. Y
todos hacemos parte de eso. Por tanto, hoy le damos las gracias por estar
siempre presente a nuestro lado.
Primera
lectura de hoy
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
Hch
13, 13-25
Predicación
en Antioquía de Pisidia
13 Pablo y sus compañeros se embarcaron en Pafos y
viajaron a Perge, en la región de Panfilia; pero Juan los dejó y volvió a
Jerusalén. 14 De Perge pasaron a Antioquía de
Pisidia. Allí, el sábado, entraron en la sinagoga y se sentaron. 15 Después de la
lectura de la ley y de los profetas, los jefes de la sinagoga los invitaron:
—Hermanos, si tienen algo que decir para dar ánimo a la gente, díganlo
ahora.
16 Entonces Pablo se levantó y, pidiéndoles con la
mano que guardaran silencio, dijo:
—Escuchen ustedes, israelitas, y también ustedes, los extranjeros que
tienen temor de Dios. 17 El Dios del pueblo
de Israel escogió a nuestros antepasados; hizo de ellos una nación grande
cuando todavía estaban viviendo como extranjeros en Egipto, y después, con su
poder, los sacó de aquella tierra. 18 Dios soportó su
conducta en el desierto unos cuarenta años, 19 y destruyó siete
naciones en el país de Canaán, para dar sus tierras a nuestros
antepasados. 20 Todo esto duró unos cuatrocientos
cincuenta años.
»Después les dio caudillos, hasta los días del profeta Samuel. 21 Entonces ellos
pidieron un rey que los gobernara, y Dios, durante cuarenta años, les dio como
rey a Saúl, hijo de Quis, que era de la tribu de Benjamín. 22 Más tarde, Dios
quitó de su puesto a Saúl, y les dio por rey a David, de quien dijo: “He
encontrado que David, hijo de Jesé, es un hombre que me agrada y que está
dispuesto a hacer todo lo que yo quiero.” 23 Uno de los
descendientes de este mismo David fue Jesús, a quien Dios envió para salvar a
Israel, como había prometido. 24 Antes que Jesús
viniera, Juan anunciaba el mensaje a todo el pueblo de Israel, diciéndoles que
debían volverse a Dios y ser bautizados. 25 Y cuando Juan se
iba acercando al fin de su vida, dijo: “Yo no soy lo que ustedes piensan; pero
después de mí viene uno a quien yo ni siquiera merezco desatarle las sandalias
de los pies.”
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo
responsorial del día
Salmo
89(88)
Sal 89(88),
El
pacto de Dios con David
R/. Tuviste
misericordia de David y su linaje por siempre.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad
por todas las edades Pues dijiste: “Cimentado está por siempre mi amor,
asentada más que el cielo mi lealtad”. R/.
“Encontré a David, mi siervo, y lo he ungido con óleo sagrado; para que
mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso”. R/.
“Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán, por mi nombre crecerá su
poder. Él me invocará: ‘Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora’”. R/.
Evangelio
del día según San Juan
Jn
13, 16-20
Jesús
lava los pies de sus discípulos
–En la última
cena, después de lavar los pies a sus discípulos les dijo Jesús–
16 Les aseguro que ningún servidor es más que su señor, y que ningún
enviado es más que el que lo envía. 17 Si entienden estas
cosas y las ponen en práctica, serán dichosos.
18 »No estoy hablando de todos ustedes; yo sé quiénes son los que he
escogido. Pero tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: “El que come
conmigo, se ha vuelto contra mí.”
19 Les digo esto de antemano para que, cuando suceda, ustedes crean que Yo
Soy. 20 Les aseguro que el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que
me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
*******
–En la última cena, después de lavar
los pies a sus discípulos les dijo Jesús–
16 Les aseguro que
ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo
envía. 17 si entienden estas
cosas y las ponen en práctica, serán dichosos.
Juan
13: 16-17
Durante esta Cuarta Semana de
Pascua, volvemos a la Última Cena y pasaremos algunas semanas considerando el
discurso que Jesús dio esa noche de Jueves Santo a sus discípulos. La
pregunta que debes hacerte hoy es esta: "¿Eres bendecido?" Jesús
dice que eres bendecido si "entiendes" y "haces" lo que
enseña a sus discípulos. Entonces, ¿qué les enseñó?
Jesús ofrece esta acción
profética mediante la cual asumió el papel de esclavo al lavar los pies de los
discípulos. Su acción fue mucho más fuerte que las palabras, como dice el
refrán. Los discípulos se sintieron humillados por este acto, y Pedro, al
principio, lo rechazó. No hay duda de que este humilde acto de servicio,
mediante el cual Jesús se rebajó ante sus discípulos, les causó una fuerte
impresión.
La visión mundana de la
grandeza es muy diferente a la que enseñó Jesús. La grandeza mundana es un
proceso de elevarte a los ojos de los demás, esforzándote por hacerles saber lo
bueno que eres. La grandeza mundana a menudo está impulsada por el miedo a
lo que otros puedan pensar de ti y el deseo de ser honrado por todos. Pero
Jesús quiere dejar claro que solo seremos grandes si servimos. Debemos
humillarnos ante los demás, sosteniéndolos a ellos y con bondad, honrándolos y
mostrándoles el más profundo amor y respeto. Al lavarles los pies, Jesús
abandonó por completo la visión mundana de la grandeza e invitó a sus
discípulos a hacer lo mismo.
La humildad a veces es difícil
de entender. Es por lo que Jesús dijo: “Si entienden estas cosas…”
Se dio cuenta de que los discípulos, así como todos nosotros, lucharemos por
comprender la importancia de humillarnos ante los demás y servirlos. Pero
si entiendes la humildad, serás "bendecido" cuando la vivas. No
serás bendecido a los ojos del mundo, pero serás verdaderamente bendecido a los
ojos de Dios.
La humildad se logra
especialmente cuando purificamos nuestro deseo de honor y prestigio, cuando
superamos todo temor de ser maltratados y cuando, en lugar de este deseo y
temor, deseamos abundantes bendiciones para los demás, incluso antes que
nosotros mismos. Este amor y humildad es el único camino a esta
profundidad misteriosa y profunda de amor.
Reflexiona hoy sobre este acto
humilde del Hijo de Dios, el Salvador del mundo, rebajándose ante sus
discípulos, sirviéndoles como si fuera un esclavo. Intenta imaginarte a ti
mismo haciendo esto por los demás. Piensa en varias formas en las que
puedes hacer más fácilmente todo lo posible para poner a los demás y sus
necesidades antes que las tuyas. Busca eliminar todos los deseos egoístas
con los que luches e identifica cualquier miedo que te impida la humildad. Comprende
este don de la humildad y vívelo. Solo entonces serás verdaderamente
bendecido.
Mi humilde Señor, Tú nos diste
el ejemplo perfecto de amor cuando elegiste servir a Tus discípulos con gran
humildad. Ayúdame a comprender esta hermosa virtud y a vivirla. Líbrame
de todo egoísmo y miedo para que pueda amar a los demás como Tú nos has amado a
todos. Jesús, en Ti confío.
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