miércoles, 7 de abril de 2021

7 de abril del 2021: miércoles de la Octava de Pascua

 

(Lucas 24, 13-35) Al partir el pan, los discípulos reconocen a Jesús. Y esta historia se repite hoy en cada Eucaristía. Un encuentro imprescindible entre los vivos y los discípulos de Emaús que hoy somos  nosotros…



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10):

EN aquellos días, Pedro y Juan subían al tempo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9


R/.
 Que se alegren los que buscan al Señor

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas todos los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

AQUEL mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

 

 

************

 

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

Lucas 24: 30–31

 

 

Dos de los discípulos de Jesús, mientras hacían el viaje de siete millas a lo largo del camino de Jerusalén a Emaús, habían estado discutiendo los eventos que habían sucedido tres días antes y decían  Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero fue asesinado. Y tres días después, hubo rumores de Su resurrección, lo que solo los dejó confundidos. Mientras caminaban, Jesús se apareció a los dos discípulos, pero al principio no lo reconocieron. Su identidad estaba oculta a sus ojos. Jesús los escuchó y expresó su pesar por su falta de entendimiento, por lo que les explicó las enseñanzas de Moisés y los profetas y que el Mesías necesitaba sufrir, morir y resucitar al tercer día. Mientras Jesús hablaba, los discípulos empezaron a comprender y sus corazones ardían dentro de ellos. Finalmente, en el don de la Sagrada Eucaristía, en la fracción del pan lo reconocieron…

 

¿Por qué Jesús, en un primer momento, ocultó su presencia resucitada a estos discípulos? Parece que lo hizo porque les faltaba fe. Dijeron: "... esperábamos que él fuera el que redimiera a Israel". Pero la crucifixión fue demasiado para ellos. No podían comprender por qué el Redentor tenía que sufrir como Jesús, por lo que comenzaron a dudar.

 

Con demasiada frecuencia nosotros somos como estos discípulos que están confundidos sobre cuestiones de fe y que luchan con las dudas. Por eso, debemos vernos en las personas de estos discípulos mientras caminaban por el camino de Emaús. Jesús les ofreció a estos discípulos un maravilloso regalo de misericordia ayudándolos a comprender Su acto salvador. Les explicó todo lo que se enseña en las Escrituras con respecto a él. Y mientras estos discípulos escuchaban las enseñanzas de Jesús, poco a poco llegaron a creer.


Nosotros también debemos permitir que Jesús nos enseñe sobre el poder transformador de Su muerte y Resurrección. Debemos escuchar atentamente y permitir que nuestro corazón arda dentro de nosotros mientras escuchamos Su santa Palabra. Solo así llegaremos al nivel de fe que necesitamos para comprender y aceptar más plenamente el poder transformador del Misterio Pascual.

 

Reflexione hoy sobre estos discípulos y su necesidad de reflexionar sobre la Palabra de Dios para comprender, creer y tener los ojos abiertos. Sepa que necesita esta misma gracia. Necesita pasar tiempo con nuestro Señor, sumergido en Su Palabra, escuchando Su voz, para que llegue a creer más plenamente. Permita que el mensaje de la muerte y resurrección de Jesús arda dentro de usted para que usted también llegue a creer.

 

 

Mi Señor resucitado, te apareciste a estos discípulos que carecían de fe y entendimiento y les diste el don de tu santa enseñanza. Enséñame, querido Señor, todo lo que debo llegar a comprender y saber acerca de Ti, Tu muerte, Resurrección y don glorioso de nueva vida. Que tu Palabra arda dentro de mí y me lleve a una transformación de mi vida. Jesús, en Ti confío.

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