jueves, 13 de noviembre de 2025

14 de noviembre del 2025: viernes de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario-I

 

Cuerpo vivo

(Sabiduría 13,1-9; Lucas 17,26-37) Anclar nuestras vidas en el Señor y no en mil ocupaciones, necesarias para nuestra existencia, pero insuficientes para darle sentido. Entonces el día de su venida no nos sorprenderá.
Pero ¿dónde está el Señor?

‘Donde hay un cadáver, allí se reunirán también los buitres.’
Permanecer reunidos alrededor de este Cuerpo partido por nuestra vida, sin dejarnos extraviar por obras muertas, como dice la Sabiduría.”

Colette Hamza, xavière

 


Primera lectura

Sab 13, 1-9

Si han sido capaces de escudriñar el universo, ¿cómo no encontraron a su Señor?

Lectura del libro de la Sabiduría.

SON necios por naturaleza todos los hombres que han ignorado a Dios
y no han sido capaces de conocer
al que es a partir de los bienes visibles,
ni de reconocer al artífice fijándose en sus obras,
sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire ligero,
a la bóveda estrellada, al agua impetuosa
y a los luceros del cielo, regidores del mundo.
Si, cautivados por su hermosura, los creyeron dioses,
sepan cuánto los aventaja su Señor,
pues los creó el mismo autor de la belleza.
Y si los asombró su poder y energía,
calculen cuánto más poderoso es quien los hizo,
pues por la grandeza y hermosura de las criaturas
se descubre por analogía a su creador.
Con todo, estos merecen un reproche menor,
pues a lo mejor andan extraviados,
buscando a Dios y queriéndolo encontrar.
Dan vueltas a sus obras, las investigan
y quedan seducidos por su apariencia, porque es hermoso
lo que ven.
Pero ni siquiera estos son excusables,
porque, si fueron capaces de saber tanto
que pudieron escudriñar el universo,
¿cómo no encontraron antes a su Señor?

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 18, 2-3. 4-5b (R.: 2a)

R. El cielo proclama la gloria de Dios.

V. El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. 
R.

V. Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. 
R.

 

Aclamación

RAleluya, aleluya, aleluya.
V. Levántense, alcen la cabeza; se acerca su liberación. R.


Evangelio

Lc 17, 26-37

El día que se revele el Hijo del hombre

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se revele el Hijo del hombre.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás.
Acuérdense de la mujer de Lot.
El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Les digo que aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán».
Ellos le preguntaron:
«¿Dónde, Señor?».
Él les dijo:
«Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres».

Palabra del Señor.

 

 

1

 

1.    Introducción: mirar más allá de lo visible

 

Queridos hermanos:

Hoy, en este viernes penitencial del Año Jubilar, el Señor nos invita a afinar la mirada. No la mirada física, sino la mirada del alma. Esa que no se queda en la superficie de las cosas bellas, dolorosas o complejas, sino que sabe leer la presencia de Dios escondida detrás de cada instante.
Las lecturas de hoy nos ponen frente a dos peligros espirituales que siguen vigentes:

1.    Quedarnos con la creación y olvidar al Creador.

2.    Vivir distraídos, sin vigilancia interior, mientras el Reino pasa a nuestro lado.

Y al mismo tiempo nos ofrecen un camino de esperanza: reconocer a Dios en lo pequeño, lo cotidiano, lo aparentemente ordinario; descubrirlo en quienes sufren; dejarnos alcanzar por su amor que viene a visitarnos en cada jornada.

Entramos en esta homilía pidiendo al Espíritu Santo que hoy nos haga volver el corazón al único Dios verdadero y que nos enseñe a vivir despiertos.


2. Primera lectura: Sabiduría 13,1-9 – La miopía espiritual de adorar lo creado

La Palabra dice con fuerza:

“Son necios por naturaleza todos los hombres que ignoraron a Dios.
Y, partiendo de los bienes visibles, no fueron capaces de conocer al que es.”

El autor del Libro de la Sabiduría no está atacando la belleza del cosmos —que es maravillosa— sino la miopía espiritual de quienes se quedan solo con la superficie.
Alejandría, donde se escribió el libro, era un centro de religiones, mitologías y filosofías. Allí se adoraban astros, vientos, aire, fuego… y el texto bíblico denuncia con claridad:

Cuando la criatura ocupa el lugar del Creador, el ser humano se pierde.

No se refiere solamente a mitologías antiguas. Hoy pasa lo mismo, solo que con nuevos dioses:

  • el dios del dinero,
  • el dios del poder,
  • el dios del consumo,
  • el dios del éxito,
  • el dios del placer,
  • el dios de la apariencia,
  • el dios de “lo que diga el horóscopo”,
  • el dios de “la energía”, “el universo”, “las vibraciones”, pero sin referencia alguna al Dios vivo.

La gente sigue admirando la obra, pero ignorando al Artista.
Sigue mirando la creación, pero sin encontrar al Creador.

Es la idolatría de siempre: confiar en lo que no puede salvar.

La Sabiduría no condena la belleza de la naturaleza; al contrario, nos dice:
Si esto que vemos es hermoso… ¡cuánto más hermoso será Dios, su Autor!
Lo que denuncia es la ceguera de un corazón que no quiere ir más allá.

El Año Jubilar nos llama a volver a la Fuente

Un año santo siempre es un tiempo para purificar idolatrías, deshacer falsos altares, renunciar a dependencias espirituales engañosas, romper con supersticiones y volver al único que da vida.

Y en este viernes penitencial, la Palabra es clara:
Cambiar de mirada es parte de la conversión.
Le pedimos al Señor que nos cure esta miopía del alma.


3. Evangelio: Lucas 17,26-37 – La llegada del Reino en lo cotidiano

Jesús compara su venida con los días de Noé y los días de Lot. ¿Qué pasaba entonces?

La gente comía, bebía, se casaba, compraba, vendía…
Es decir: lo normal, lo cotidiano, la vida de todos los días.

No fueron sorprendidos porque hicieran cosas malas, sino porque vivían anestesiados.
Su pecado era la distracción permanente.

Jesús hoy nos dice:

“El Hijo del Hombre se revelará… pero muchos no estarán preparados.”

¿Por qué?
Porque esperan un acontecimiento espectacular, extraordinario, apocalíptico…
Y se les pasa la visita de Dios que llega en lo pequeño:

  • en la persona que necesita consuelo,
  • en el enfermo que pide oración,
  • en la familia que sufre,
  • en la comunidad que lucha,
  • en la realidad pobre que clama justicia,
  • en el silencio interior donde Dios toca el alma.

Jesús viene cada día, y muchos no lo ven.

El Reino no llega con anuncios rimbombantes.
El Reino llega como la luz del amanecer: silenciosa, pero inevitable.

El Reino nos examina cada día según lo que hemos preferido en la vida.

No se trata de tener miedo, sino de vivir despiertos.
No se trata de esperar que “el cielo se caiga”, sino de construir el Reino en cada gesto de amor, cada acto de justicia, cada paso de fidelidad.


4. Viernes penitencial: un día para despertar del letargo

Hoy es viernes.
Día penitencial para volver al Señor con corazón sincero.
Día para reconocer que hemos vivido con prisas, distracciones y ruidos, sin darle espacio al Espíritu.

Hoy el Señor nos dice:
“Vuelve. Despierta. Estoy viniendo a tu vida… ¿me reconoces?”

Penitencia no es tristeza.
Penitencia es despertar.
Es revisar la mirada: ¿qué oculta, qué nubla, qué confunde mi visión espiritual?

  • ¿Qué idolatría me está robando el corazón?
  • ¿Qué ocupaciones me impiden percibir al Señor?
  • ¿Qué ruidos ahogan su voz?
  • ¿Qué cansancio me ha dormido el alma?

5. En el Año Jubilar: caminar como peregrinos vigilantes

Este año santo nos ha llamado a ser Peregrinos de la Esperanza.
Y un peregrino no camina dormido.
Un peregrino avanza ligero, con la mirada puesta en lo esencial.

El Jubileo nos enseña que el Reino se hace visible:

  • en el perdón ofrecido,
  • en la reconciliación buscada,
  • en la justicia defendida,
  • en la dignidad de los pobres,
  • en el amor que se entrega sin medida,
  • en la humanidad sufriente que necesita ser levantada.

**Hoy el Señor nos pide una vigilancia amorosa.

No vigilancia por miedo, sino por amor.**


6. Intención orante: por quienes sufren en el alma y en el cuerpo

El Evangelio de hoy nos recuerda que la venida del Hijo del Hombre ilumina lo que está herido y lo que necesita ser sanado.

En este momento ponemos ante el Señor:

  • a los enfermos del cuerpo: los que sienten dolor, cansancio, agonía, debilidad;
  • a los enfermos del alma: quienes viven ansiedad, depresión, soledad, tristeza;
  • a los que no encuentran sentido, a los que luchan con adicciones,
  • a los que no ven luz en su camino.

A ellos, Jesús les dice hoy: “Yo vengo a ti…”

Y a nosotros nos dice:
“Sé vigilante: el sufrimiento del hermano es un lugar donde yo vengo.”

El cristiano que vive despierto no pasa de largo.
Reconoce a Cristo en el que está roto, herido o abandonado.


7. Conclusión: prepararnos… no para el desastre, sino para el Reino

El comentario que nos inspira hoy lo dice con sabiduría:

“No se trata de que el cielo nos caiga en la cabeza.
Se trata de que cada jornada sea un camino hacia el Reino.”

Así es.
No estamos llamados a vivir temiendo un final catastrófico, sino esperando la presencia de Dios que llega todos los días.

El Señor viene:

  • en la belleza de la creación, para elevarnos al Creador;
  • en los acontecimientos cotidianos, para enseñarnos a vivir despiertos;
  • en quienes sufren, para que seamos misericordia viva;
  • en la oración, para encendernos;
  • en la Eucaristía, para hacerse nuestro alimento.

Pidámosle hoy un corazón vigilante, contemplativo y agradecido.
Uno que se postra ante el único Dios verdadero y que no se deja seducir por ídolos.
Uno que sabe que cada día —también este viernes penitencial—
es una oportunidad para reconocer la visita del Señor y caminar hacia su Reino.

Amén.

 

 

2

 

“UN CUERPO QUE DA VIDA EN MEDIO DE UN MUNDO QUE SE MUERE”

 

1. Introducción: cuando la vida se ancla en lo esencial

Queridos hermanos:

En este viernes penitencial del Año Jubilar, el Señor vuelve a sacudirnos con una pregunta crucial:
¿En qué está anclada nuestra vida?

Podemos estar ocupados, corriendo, resolviendo mil asuntos necesarios: trabajo, familia, tareas, compromisos… y aun así sentir que algo falta.
Como decía alguien:

“Mil ocupaciones pueden sostener nuestra existencia,
pero no pueden darle sentido.”

Las lecturas de hoy —Sabiduría 13 y Lucas 17— son un llamado fuerte a centrarnos de nuevo en Dios, a no dejarnos arrastrar por lo que no da vida, a no dispersarnos con lo que no salva.
Y a comprender que la venida del Señor no será sorpresa para quienes permanecen cerca de su Cuerpo, cerca de su presencia que sostiene, ilumina y transforma.


2. Sabiduría 13,1-9: obras vivas y obras muertas

La primera lectura denuncia lo que la Sabiduría llama “obras muertas”:
todo aquello que deslumbra, entretiene, ocupa… pero no conduce a Dios.

El autor mira la belleza del mundo —los astros, el fuego, el viento, la inmensidad de la creación— y dice que es miopía espiritual quedarse solo con eso.
La creación es maravillosa, pero no es Dios.

La idolatría no es solo un fenómeno del pasado.
Hoy seguimos adorando cosas que parecen vivas pero están muertas:

  • el éxito exterior,
  • la imagen,
  • la salud a cualquier precio,
  • el rendimiento,
  • el consumo,
  • la superstición,
  • los horóscopos,
  • el individualismo,
  • la espiritualidad sin Dios.

Son “cosas vivas” por fuera, pero “obras muertas” por dentro.
No sostienen la vida.
No llenan el corazón.
No responden a la sed más profunda.

La Sabiduría hoy nos grita:
No pongas tu vida sobre algo que no tiene vida.

El Año Jubilar es precisamente un tiempo para desmontar idolatrías y volver a la Fuente.


3. Evangelio: Lucas 17,26-37 – La venida del Señor y la vida distraída

Jesús recuerda los días de Noé y de Lot.
¿Qué denuncia?
La distracción permanente.

No estaban haciendo nada malo en sí:
comían, bebían, compraban, vendían…
Pero estaban tan sumergidos en sus actividades que no vieron a Dios pasar.

La Palabra es fuerte:
La vida puede volverse tan ruidosa que deja de ser lúcida.
Uno se ocupa tanto, que deja de ocuparse de lo esencial.

Jesús entonces suelta una frase desconcertante:

“Donde hay un cadáver, allí se reunirán los buitres.”

No es una amenaza; es una advertencia espiritual.
Cuando una vida se vuelve “cadáver” —es decir, cuando se vacía de Dios, cuando pierde el sentido, cuando se seca interiormente— lo muerto atrae lo muerto.
Siempre que un corazón se aleja del Señor, comienzan a rondar los buitres de la desesperanza, el pecado, el miedo, la falsedad, la violencia, la tristeza.

Pero cuando una vida está anclada en Cristo, aunque pasen tormentas, aunque vengan dolores, el corazón permanece vivo.

Por eso el texto decía:
anclar la vida en el Cuerpo de Cristo
para no dejarnos atraer por las “obras muertas”.


4. El Cuerpo vivo: la clave

Alguien comentando lo que dice Jesús, a propósito del cuerpo, nos recordaba una verdad luminosa:

“Permanecer reunidos alrededor de este Cuerpo partido por nuestra vida.”

Aquí está todo:
solo una vida arraigada en la Eucaristía permanece viva.
Solo una vida centrada en Cristo se mantiene despierta.
Solo quien se alimenta del Cuerpo vivo de Jesús no se deja seducir por los cadáveres espirituales.

Estar unidos a la Eucaristía no es solo comulgar;
es dejar que el Cuerpo de Cristo se convierta en el centro de la jornada, en la medida, en la fuente, en el horizonte.

Cristo es el Cuerpo vivo que da vida a cada uno de nuestros cuerpos cansados, heridos o rotos.


5. Viernes penitencial: un día para renunciar a las obras muertas

Hoy es viernes penitencial.
La Iglesia nos invita a contemplar a Cristo crucificado y a dejar caer lo que no nutre el alma:

  • hábitos que nos dispersan,
  • preocupaciones que nos quitan la paz,
  • culpas que cargamos innecesariamente,
  • idolatrías silenciosas,
  • adicciones afectivas o espirituales,
  • ruidos interiores que no permiten escuchar a Dios.

Con la cruz ante los ojos, la Palabra nos dice:

“Vuelve al Cuerpo que da vida.
Deja atrás lo que está muerto.”


6. Año Jubilar: peregrinos que se alimentan del Cuerpo de Cristo

Este año santo nos invita a ser Peregrinos de la Esperanza.
¿Dónde se alimenta la esperanza?
En el Cuerpo de Cristo.

Un peregrino no camina solo con fuerzas humanas.
Un peregrino no avanza sustentado en ocupaciones.
Un peregrino atraviesa la vida con el pan vivo del cielo.

El Jubileo nos recuerda que el verdadero centro de la vida cristiana no es lo que hacemos, sino con quién estamos unidos.
Y el comentario francés nos lo decía con claridad:

Mantenernos alrededor del Cuerpo partido.

Allí se renuevan la fe, la esperanza, la caridad.


7. Intención orante: por quienes sufren en el alma y en el cuerpo

Hoy, unidos al Cuerpo vivo de Cristo, presentamos a todos los que sufren:

  • a los enfermos físicos,
  • a los hospitalizados,
  • a quienes viven dolor crónico o soledad,
  • a los que están deprimidos, angustiados, sin fuerzas,
  • a quienes sienten que la vida se volvió “un cadáver” y no encuentran sentido,
  • a quienes están buscando un Cuerpo vivo que pueda sostenerlos.

La Eucaristía —este Cuerpo entregado— es medicina para ellos.

Pedimos:

Señor Jesús,
que tu Cuerpo vivo despierte los cuerpos cansados,
levante los cuerpos caídos,
y sane los cuerpos heridos.


8. Conclusión: permanecer donde hay vida

Hoy la Palabra es clara:
no todo lo que parece vida, da vida;
solo Cristo es la Vida.

Quienes se reúnen en torno a su Cuerpo:

  • viven despiertos,
  • permanecen vigilantes,
  • no son sorprendidos por su venida,
  • y atraviesan la historia con esperanza.

Que este viernes penitencial nos encuentre reunidos no alrededor de “obras muertas”, sino del Cuerpo vivo que se parte por nosotros y que nos enseña a vivir, esperar y amar.

Amén.

 

3

“Vivir el presente con el corazón despierto”

 

1. Introducción: el final del año litúrgico, una invitación a despertar

Queridos hermanos:

Entramos en las últimas semanas del año litúrgico, ese tramo en el que la Iglesia nos recuerda la venida gloriosa de Cristo y el sentido último de nuestra vida. No para asustarnos, sino para despertarnos. No para infundir temor, sino para renovar nuestra esperanza y nuestra vigilancia interior.

La liturgia de hoy y lo que nos hace decir, nos muestra con claridad el riesgo de vivir adormecidos, postergando decisiones esenciales, dejándonos arrastrar por lo secundario. Y—sobre todo el Evangelio según san Lucas— nos ponen un espejo delante: el Reino puede llegarnos de improviso… y no siempre estamos preparados.

La invitación es simple, pero exigente:
Vivir hoy. Convertirnos ahora. Acoger la gracia en el momento presente.


2. La Sabiduría que denuncia la distracción espiritual (Sab 13,1-9)

La primera lectura vuelve a recordarnos la profunda ceguera del ser humano cuando adora lo que no es Dios. Sabiduría denuncia a quienes se dejan deslumbrar por las obras creadas —los astros, el viento, el fuego, la inmensidad del cosmos— y se olvidan de reconocer al Creador.

El texto lo dice sin rodeos:
mirar la vida sin ver a Dios es ser miope.

Y esa miopía sigue viva:

  • cuando el trabajo absorbe todo,
  • cuando la pantalla se vuelve el refugio,
  • cuando el consumo se convierte en consuelo,
  • cuando las supersticiones sustituyen la fe,
  • cuando se idolatra la salud, la imagen o el éxito,
  • cuando las preocupaciones ahogan la oración.

La Sabiduría nos invita a desenmascarar los ídolos que ocupan el lugar del Señor.
Porque quien vive disperso entre mil ocupaciones termina perdiendo lo esencial.

La lectura hoy es un llamado a ordenar la mirada, el tiempo y el corazón.


3. El Evangelio: los días de Noé y de Lot, un espejo para nosotros (Lc 17,26-37)

Jesús es directo:
la vida puede entretenernos tanto, que el Reino pasa y no lo vemos.

En los días de Noé y Lot, las personas vivían su cotidianidad:

  • comían y bebían,
  • se casaban,
  • compraban y vendían,
  • construían…

Nada de eso es malo. Lo malo es vivir sin vigilancia interior, sin alma despierta, sin conciencia de la presencia de Dios.

La tragedia en tiempos de Noé y Lot no fue un castigo arbitrario:
fue el resultado de un corazón adormecido.

Y Jesús advierte que la venida del Hijo del Hombre será igual:
inesperada. Sorprendente. Definitoria.

No se trata de vivir con miedo al fin del mundo, sino de vivir con fidelidad unida al Señor en cada instante.


4. El peligro de la postergación espiritual: “mañana me convertiré”

La Palabra de Dios hoy,  toca un punto profundo de nuestra experiencia humana: la tentación de dejar todo para mañana.

  • “Mañana empiezo a orar bien.”
  • “Mañana dejo ese pecado.”
  • “Mañana arreglo esta relación.”
  • “Mañana vuelvo a la misa.”
  • “Mañana perdono.”
  • “Mañana seré más fiel.”

Y así pasan semanas, meses, años…
Y el mañana nunca llega.

Alguien dijo sabiamente:
“quien se acostumbra a posponer la conversión hoy, la seguirá posponiendo mañana.”

El corazón se acostumbra a caminar con el freno puesto, justificando lo que sabe que debe cambiar. Y la conversión se convierte en una intención impotente que no transforma nada.

Por eso Jesús insiste:
“Estén preparados en todo momento.”

No porque el fin del mundo sea inminente,
sino porque la gracia de Dios llega siempre en el instante presente.


5. La otra interpretación: Jesús viene también ahora, en cada minuto

La Palabra nos invita a ver algo muy hermoso:
no solo se trata del fin del mundo o del momento de la muerte.
Cada minuto es un lugar donde Cristo viene a nuestro encuentro.

  • Cuando aparece un pobre, Cristo viene.
  • Cuando surge la oportunidad de perdonar, Cristo viene.
  • Cuando la tentación invita al pecado, Cristo viene para darnos fuerza.
  • Cuando la conciencia se inquieta, Cristo viene para despertarnos.
  • Cuando alguien sufre a nuestro lado, Cristo viene para que lo atendamos.
  • Cuando llega la paz interior, Cristo viene a consolarnos.
  • Cuando la Palabra toca el corazón, Cristo viene a iluminarnos.
  • Cuando oramos, Cristo viene a abrazarnos.

Cada instante es un lugar de visita del Señor.
Pero si vivimos distraídos —comiendo, bebiendo, corriendo, angustiados, ocupados— su presencia pasa de largo.

El gran problema de los tiempos de Noé y Lot es exactamente ese:
Dios pasó… y no se dieron cuenta.


6. “Quien pierda su vida, la salvará”: el combate interior de cada día

Jesús dice hoy algo que resume todo:

“El que busque conservar su vida, la perderá.
El que la pierda, la conservará.”

Perder la vida no significa sufrir por sufrir, ni despreciarse, ni dañarse.
Significa escoger al Reino por encima del ego.
Escoger lo eterno por encima de lo pasajero.
Escoger el amor por encima del resentimiento.
Escoger la gracia por encima del pecado.
Escoger el perdón por encima de la venganza.
Escoger la caridad por encima de la indiferencia.

Cada renuncia a lo superficial, cada victoria sobre la tentación,
cada acto de misericordia, cada vez que evitamos el mal…
es un encuentro directo con Cristo que nos prepara para la gran venida final.


7. Viernes penitencial: un día para poner el alma en orden

Hoy, viernes penitencial, la Iglesia nos invita a un ejercicio muy sano:
mirar de frente aquello que no está convertido.

  • ¿Qué pecado estoy aplazando cambiar?
  • ¿Qué herida estoy evitando sanar?
  • ¿Qué reconciliación estoy postergando?
  • ¿Qué paso de fe quiero dar… pero me da miedo?
  • ¿Qué idolatrías me están robando la mirada?
  • ¿Qué “mañana” debe convertirse en “hoy”?

La conversión no se vive con ansiedad,
sino con firmeza, esperanza y humildad.

La gracia viene hoy. No ayer. No mañana. Hoy.


8. Intención orante: por quienes sufren en el alma y en el cuerpo

Hoy presentamos al Señor a los que cargan dolores visibles e invisibles:

  • enfermos físicos;
  • personas con dependencia emocional, ansiedad o depresión;
  • quienes viven atrapados en culpas o miedos;
  • los que se sienten lejos de Dios;
  • los que han perdido esperanza;
  • los que “van postergando” la sanación interior.

A ellos Jesús les repite hoy:
“Vengo a tu vida ahora. Déjame entrar.”

El momento presente se convierte en sacramento de encuentro,
en espacio donde Cristo sana, eleva, libera.


9. Conclusión: vivir para Dios en este preciso momento

Hoy la Palabra nos pide algo urgente y hermoso:

Vive hoy. Conviértete hoy. Ámame hoy.
Porque hoy vengo a tu encuentro.

No como un relámpago de destrucción,
sino como la visita suave de su gracia que despierta, ilumina y transforma.

Si vivimos así:

  • vigilantes,
  • despiertos,
  • disponibles,
  • centrados en Dios,
  • desprendidos de la idolatría,
  • atentos al sufrimiento del hermano…

Cuando llegue el día final —sea cuando sea— nos encontrará preparados,
y nuestro corazón estará lleno de paz.

Porque cada momento habrá sido un encuentro con Él.

Amén.

 

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