30 de agosto del 2015: 22º Domingo del Tiempo Ordinario (B)


El corazón antes que todo

A veces tendemos a creer o a pensar que la religión es una cuestión de ritos y tradiciones. Dios nos recuerda que el corazón debe ser lo primero.
La liturgia de hoy nos invita a que nos cuestionemos sobre nuestra manera de vivir la religión. Es el corazón que toma la delantera en nuestros actos? Iniciemos esta Eucaristía, acercándonos a Aquel que puede enseñarnos a amar de verdad.




A guisa de introducción:

Dios es la vida por excelencia.

Los seres humanos debemos hacer todo lo posible por conservar este vínculo vital con Él.

A través de la historia del pueblo hebreo, podemos entrever un deseo constante de estar o permanecer en comunión con Dios e impedir todo aquello que ponga trabas a esta disponibilidad o deseo de los creyentes. Moisés invitaba a acatar las órdenes del Señor y a ponerlas en práctica.

En la época de Jesús, la gente percibía la enfermedad y todos los hándicaps como golpes o heridas a la vida física, pero también como obstáculos a la vida de relación con Dios. En la Torà (compendio de los mandamientos de Dios y la Ley), estas situaciones están ligadas al pecado comunitario o personal, puesto que el pecado es una negación de la vida con Dios. Esta misma perspectiva vale para los ídolos y los lugares paganos que son los opositores del verdadero Dios. Ellos impiden la vida.
Hoy constatamos que en la sociedad, las leyes son necesarias para garantizar el orden y el bienestar de las personas. Para cumplirlas u observarlas, es necesario reconocer su pertinencia (o importancia o necesidad) y hacerlas nuestras.

Ninguna ley, sin embargo no podrá remplazar la conciencia que ha desarrollado la preocupación por la justicia y el respeto de los otros…

De igual modo en la Iglesia donde las leyes y las directrices no faltan, su observación exterior y legalista no conviene. Dentro de las leyes, es necesario discernir las exigencias del Evangelio que nosotros aceptamos en la FE y por AMOR. Estamos dispuestos a observarlas si ellas promueven la manera de vivir en el seguimiento de Cristo. Ninguna tradición, por muy respetable que sea, no reemplaza el Evangelio.  

Jesús no está contra las leyes de su pueblo, mas Él reprende ciertos fariseos y escribas que se conforman con cumplir gestos puramente exteriores, dejando de lado el mandamiento de Dios por apegarse a tradiciones humanas. Para Jesús es del interior de las personas que viene el mal y también el bien. Es en la intimidad del corazón que uno concuerda con los proyectos (o esperanzas) de Dios. Por consecuencia, uno no puede permitirse juzgar al prójimo, ni separar la “gente bien” de los otros. Jesús, Él ve dentro del corazón y es allí donde Dios es acogido o rechazado. Es ahí que Él invita a ver en toda persona un hermano (a) a respetar y a amar.





Aproximación psicológica al texto del evangelio:

Pregunten por lo que es válido (o verdadero)

Los mecanismos de defensa son procesos que empleamos para no darle la cara a los problemas (o enfrentarlos). Su número y clasificación es infinito, puesto que cada uno de nosotros puede desplegar mucha creatividad para evitar VER  (o ser consciente de) lo que hace mal.

Un mecanismo de defensa debe quedar secreto, porque si uno toma conciencia de estar escondiendo algo, se deja de tener buena conciencia y todo queda por recomenzar. Es por ello que nosotros nos volvemos tan agresivos-la mayor parte del tiempo sin saberlo o al menos sin saber las razones o el por qué- frente a aquellos que vienen a intervenir o inmiscuirse en nuestros problemas.

En tiempos de Jesús, el fariseísmo se manifestaba como un mecanismo de defensa bien popular. No hablamos del movimiento religioso como tal, que era un esfuerzo por tomar en serio la fe y encarnarla en la vida diaria.  Hacemos referencia más bien a la utilización inconsciente del movimiento religioso con fines sicológicos.

Esencialmente, el mecanismo consistía en lo siguiente: yo me centro en mis fortalezas exteriores, y durante este tiempo no me ocupo (o me preocupo) por lo que sucede en mi. Yo me abandono a la fe, y esto me dispensa de tener que decidir cómo vivir mi vida, cómo voy a unificar todo lo que fermenta en mí.

Pero Jesús no era un tonto, Él veía claramente funcionaba el mecanismo y se proponía desmontarlo cada vez que se le presentaba la ocasión. Él decía a los fariseos: ustedes bien saben que los verdaderos problemas no están allí donde ustedes los ubican (los ponen) en el exterior; ustedes bien saben que los verdaderos asuntos parten desde el interior. Comiencen entonces por mirar lo que pasa en ustedes (en su interior).

En lugar de debatir sin cansancio cuestiones religiosas estériles, enfrenten las verdaderas cuestiones: sus ambiciones desaforadas y su gusto por poseer, su agresividad y su gusto por dominar los demás, su deseo y sus fantasías sexuales, su gusto por el prestigio y todos sus sueños desmesurados (vv.22-23).

Si ustedes no miran esto, es así como llegarán a ser “impuros”, es decir confundidos, indignos e inapropiados para el culto, incapaces de situarse o ponerse ante Dios en la serenidad y la apertura. Es ahí donde su religión debe comenzar.

Jesús, entonces no sugiere abandonar las costumbres transmitidas por los ancestros…No rebaja ni denigra las precauciones tomadas por las personas que se preocupan de respetar la ley judía. Él propone solamente la coherencia entre el gesto visible y el fondo del corazón, esta zona intima del ser humano donde se toman las grandes decisiones.

Observar una tradición sin recordar la razón espiritual de este comportamiento puede degenerar en obsesión. Los gestos vacíos, desprovistos de su sentido no le dicen nada a Dios. Al contrario, los gestos realizados con plena conciencia de la relación que ellos quieren expresar, son pertinentes.

Ahora, Con tales confrontaciones no es sorprendente que Jesús haya sido rechazado y no es sorprendente tampoco que haya pasajes de evangelio sobre los que pasamos bastante rápido!





 Reflexión Central

Una religión del corazón



Al escuchar la Palabra de Dios cada domingo, descubrimos lo que Dios dice a los hombres para conducir su vida. Esta Palabra es luz para su camino.

La primera lectura del Deuteronomio (2ª ley) y que según la tradición conserva y nos presenta preferiblemente los discursos de Moisés, antes de entrar a la Tierra Prometida, nos cuenta lo que le ha pasado al pueblo de Israel: bajo la conducción de Moisés, Dios les ha hecho salir de la esclavitud de Egipto. Al darle su ley a su pueblo, Dios les ofrecía un “pasaporte a la libertad” . En efecto, solo los pueblos libres tienen una ley Los otros son sometidos a la arbitrariedad y a la violencia. Esto lo constatamos todos los días.

La lectura del libro del Deuteronomio que hemos escuchado, fue escrito mucho tiempo después del éxodo. Sobre la montaña del Sinaí, Dios ha hecho alianza con su pueblo. Él se ha comprometido con el pueblo y Dios ha sido fiel a su promesa. Pero el pueblo no ha sido siempre fiel a la alianza. Finalmente abandonaron los caminos de Dios, sin comprender hasta qué punto Dios los ama.

El autor del libro del Deuteronomio nos recuerda que la ley dada en el Sinaí es una ley para ponerla en práctica y para vivirla. Ella es el orgullo de Israel de cara a las naciones paganas. Esta ley se resume en dos grandes mandamientos: El amor a Dios y el amor a nuestros hermanos.

El primer mandamiento mira a Dios: “Tu amaras al Señor tu Dios…santificarás el día del Señor…” Lo primordial, es recordar que Dios es nuestro Creador y que está apasionado de amor por el mundo. Fuera de Él, toda búsqueda de felicidad es vana (que lo diga S. Agustín, en sus “confesiones”, modelo de vida y ejemplo de santidad para la Iglesia,).

Todo lo que tenemos, todo lo que somos es un don de Dios. La sola actitud digna de un creyente es la de poner toda nuestra confianza en este Dios y construir nuestra vida sobre Él. Nosotros somos reenviados al gran mandamiento del amor. Es ahí donde encontramos la verdadera y única felicidad.

El segundo mandamiento hace referencia al prójimo: “Amaras a tu padre y a tu madre…respetaras los bienes del prójimo…” Se trata de evitar todo aquello que puede hacer mal a los otros. Dios ama su pueblo con un amor apasionado. Nuestra respuesta debe ser cada día más parecida y o cercana a la altura de la respuesta de Dios. Es esencial para  todos que escuchemos estos dos mandamientos y los pongamos en práctica.

Vivimos en un mundo que enfrenta la violencia diariamente, la indiferencia, el desprecio y toda clase de desgracias. Nuestra misión es la de vivir de otro modo y formar la sociedad alternativa del amor, el perdón, la justicia y la unidad en la tolerancia.

En su carta (segunda lectura) Santiago se dirige a los nuevos bautizados. Los invita precisamente a vivir de otra manera como muestra el mundo. El día del bautismo, ellos han entrado a la asamblea  de los seguidores de Cristo (Iglesia) y han acogido la vida nueva.  La invitación para todos es a ser luz en medio de las tinieblas de la humanidad. En el centro de esta vida nueva que se abraza está Jesucristo. Él es la Palabra dada-ofrecida para que el mundo tenga la vida. Esta Palabra está  sembrada en cada uno de nosotros; nos corresponde acogerla con humildad pues ella tiene la capacidad de salvarnos. Como en el Deuteronomio, Santiago nos invita a ponerla en práctica: “la manera pura e irreprochable de practicar la religión es asistiendo a los huérfanos y a las viudas y conservarse dignos (limpios) en medio del mundo”.

Antes de comentar algo sobre el evangelio, es preciso recordar que con el fin de reglamentar los comportamientos y las situaciones de las personas, los escribas o maestros de la Ley habían creado 613 mandamientos. Entonces, es necesario lavarse las manos, lavar los platos, rociarse con agua, no comer la carne con la sangre, no mirar los ídolos, no relacionarse con los paganos, etc. La persona que no respetaba las reglas era declarada impura o pecadora, en el sentido de la ley, puesto que ella no hacia lo que era necesario para la vida. Ella impide la vida, y en consecuencia los vínculos con Dios.

Para Jesús, no es ante todo el respeto exterior de la regla lo que lleva a preservar la vida y conservar la comunión con Dios, sino más bien la actitud interior. El ser humano ha recibido una revelación. Dios ha hecho alianza y se ha manifestado a los humanos a través del Hijo del Hombre, Cristo-Jesús. Este último ha propuesto la Palabra de Vida y ha invitado los seres humanos a adherirse.  Son aquellos que la reciben quienes tienen la vida en abundancia y viven la relación con Dios, Padre y madre del amor.

El humano que sacia su sed en la fuente de la Vida produce la vida.
El humano que se alimenta del amor de Dios produce el amor.
Lo que sale de la boca del hombre es malo, no miremos del lado de Dios, miremos del lado humano. Dios no puede producir el mal.

EL mundo se queja de la contaminación del medio ambiente. La polución del agua y del aire ocupan una multitud de organismos ambientales. Y eso está muy bien. Acaso el mundo se preocupa también de la polución que ahoga el corazón y el alma? Las poluciones de la violencia, de la guerra, de la infidelidad, de la droga, de la tecnología, de la pornografía, etc, aparecen en profusión en los medios de comunicación. Y lo peor es la prensa escrita, visual o electrónica que estanca toda esta polución, haciéndola aparecer como si fuera normal.

EL mejor remedio a la polución del ser nos la ofrece Cristo. Yo les doy un mandamiento nuevo: “Ámense los unos a los otros.  Como yo los he amado, ustedes también ámense los unos a los otros”.

Por otra parte, hoy, cada quien tiene sus prohibiciones o vetos en la comida: alguien que no quiere mantequilla, el otro se priva de café (quizás porque “tomarlo es pecado dicen los mormones”, según la canción de Arjona) o de manzanas, alguien no puede sino tomar leche descremada, a otro se le ha prohibido el pan, otro no comerá tal o determinada legumbre, etc. Otros prohíben la carne, o el azúcar, o no beben sino agua embotellada. La lista no terminaría. Con seguridad, todo parece justificado por razones pura y solamente científicas, reposando en razones de higiene y de nutrición, y parece puramente racional. Yo no estoy seguro, ni por el campo estrictamente alimentario, ni por todo lo concerniente a la limpieza o la suciedad.  Y estoy màs convencido que sea màs bien  porque vivimos en una sociedad de comunicación donde gracias a la opinión de dos cadenas mediáticas, o por la complacencia de científicos, la opinión parte en órbita e influye en los espíritus…Detrás de todas las prohibiciones se esconde un miedo. Yo amo así entonces, de cara a todo esto, la libertad de Jesús y su esmero y cuidado por ver los resultados reales de las tradiciones humanas. El amor es y siempre será lo prioritario.

Emulando a Cristo, el apóstol Santiago, en la segunda lectura dice: pongan en práctica la Palabra y desde entonces, la Iglesia proclama el mismo mensaje a través del universo.  Ella invita a los discípulos de Cristo a vivir en este sentido y les convoca al más bello viaje interior que el ser humano pueda vivir: la subida, o ascenso hacia la vida.

Hoy, Jesús nos invita a reflexionar a propósito de nuestras prácticas religiosas y nuestras creencias.  La fuente de nuestra acción, afirma Él, se encuentra en el fondo de nuestro corazón. En la vida, no todo tiene la misma importancia… A medida que llegamos a ser más maduros en nuestra FE, la Palabra de Dios progresa en nosotros y se convierte en fuente de luz y de vida.

Jesús nos indica hoy la fuente del bien y del mal: el corazón humano. “Es del interior del corazón del hombre que salen los pensamientos perversos”. Él quiere cambiar nuestro corazón de piedra por un corazón de carne, según las palabras profesadas a través del libro de Ezequiel (37). Él nos invita a mirar continuamente nuestra escala de valores, para que le demos la prioridad en la agenda a aquello que es más importante de verdad.


twitter: @gadabay


http://homiletica.org/gustavoquicenojaramilloCICLOB.htm




Referencias bibliográficas:

vieliturgique.ca

prionseneglise.ca

betania.es (para los textos de las lecturas)

Pequeño “Prions en Église”, Novalis, Quebec, 2012.

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

dimancheprochain.org


BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole, Novalis, 2007.

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