19 de abril del 2020: Segundo Domingo de Pascua
El tiempo de
la fe
La Fe en Cristo Resucitado constituye una gracia incomparable, una
alegría inefable, un regalo inestimable. Desde el momento en que se acoge, ella
se transmite, se contagia, y se comparte. La Misericordia de Dios se puede ver
en los discípulos transfigurados por su manera de ser y vivir en el mundo.
///
Es el día de
la Resurrección del Señor. Su misericordia es tan grande que nos abre el camino
hacia la Vida Eterna. La muerte no puede contra ella. Regocíjemonos por
reconocer a Cristo vivo sin haberlo visto.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (2,42-47):
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
Palabra de Dios
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 117,2-4.13-15.22-24
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pedro (1,3-9):
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Palabra de Dios
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san
Juan (20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
CREER PARA VER
Yo he conocido algunos “Tomás”. Uno de ellos fue mi profesor
de filosofía en la Universidad. Un hombre fuerte, inspirador, que perseguía
siempre la misión de estimular en sus estudiantes el gusto del cuestionamiento
y de la búsqueda de la verdad.
Otro era un primo. Su padre había muerto antes de nacer, él debió
confiarse al testimonio de los otros para reconocerlo, sentir su presencia en
su vida y amarlo.
Agregaría a estos, los grandes Edison, Becket, Mann, Camus,
Moore encontrados en la cadena y o colección de mis lecturas, sin olvidar
Albinoni.
Sin embargo, a mis ojos, el Tomás del evangelio, encarna la
pasión, la determinación, el realismo y la sinceridad de los otros.
El discípulo que mencionamos, al igual que los otros también está impactado, sacudido en sus ideas y
sentimientos por la muerte de Jesús. Pero, cuando sus amigos se esconden
(quisieran desaparecer) ante el miedo, él está afuera en las calles de Jerusalén.
Lúcido y entero, no acepta lo que los otros le reportan (o cuentan). Que Jesús está vivo? Tomas sólo creerá cuando toque sus heridas con sus manos!
El relato no dice que lo haya hecho. San Juan cuenta
preferiblemente su reacción al ver al Señor. Y cómo se muestra feliz de haberse
equivocado!
Su fe se
expresa en la más bella profesión de fe: “Señor Mío y Dios Mío!”
Cristo vive!
Es necesario creer para palpar su presencia, vivir en Él y ser testigos.
Creer para
ver como la paz y la esperanza llegan a ser tangibles en nuestra vida, nuestra
familia y nuestra comunidad…
Una aproximación psicológica al texto
del Evangelio:
JESÚS NO CREE EN MILAGROS
Para muchas personas que viven un cuerpo a cuerpo (en la
lucha) entre sus dudas y su fe, las palabras que Jesús dirige a Tomás parecen difíciles de aceptar.
En el sentido como se han comprendido habitualmente, es
decir, “cree sin preguntarte, sin cuestionarte tanto”, esta frase o
expresión es inaceptable. Y no solamente inaceptable, es totalmente
contraria al pensamiento de Jesús.
En efecto, Jesús nos dice: antes de creer, antes de
seguirme, antes de tomar la decisión de hacerte mi discípulo, tomate el
tiempo para sentarte! ( es la parábola de la torre a construir y del
ejercito a afrontar- Lucas 14,25-33). Examina, escudriña primero el
terreno, aprende a conocerte, explora tu potencial. De otro modo tú te
preparas para enfrentar preocupaciones, estar aburrido tener y dolores de
cabeza!
San Pablo retoma la misma exigencia de exploración y de
verificación rigurosa en lo referente a la vida espiritual, cuando
pide: “Verifiquen, examínenlo
todo: lo que es bueno, reténganlo (quédense con ello)" (1 Tes 5,21).
Sería entonces bastante inverosímil que Jesús reprochara a Tomás
por profundizar en los cuestionamientos que surgían en su interior.
La reacción de Jesús se comprende mucho mejor si la situamos
en el contexto de su actitud habitual de cara a aquellos que “piden o exigen signos”. Esta manera
de exigir milagros para arreglar sus problemas de fe, indisponía
profundamente a Jesús (Marcos 8,11-13) y hacia que se impacientara tanto
que dejaba plantado allí todo el mundo en medio de la discusión (Mateo
16,4).
Jesús no creía en milagros, en los “signos”, para fundamentar
la fe (Juan 2,23-25), y le decepcionaba
mucho que se asociara la
fe con la vista de un milagro (Juan 3,48).
Así entonces, lo que Jesús le reprocha a Tomás no es que éste se cuestione (o se
haga preguntas) acerca del sentido de los sucesos de la Pascua o sobre el
sentido de su relación personal. Lo que le reprocha a Tomás, es que él
piense que el simple hecho de verle (a él) a Jesús podrá arreglar todos
sus problemas.
Bienaventurados (o felices) aquellos que no esperan
respuestas ya hechas, pero que son capaces de situarse en su fe,
yendo hasta el final de las preguntas que llevan consigo!
Reflexión Central
Domingo de la
Misericordia
El Santo papa
Juan Pablo II, de gratísima recordación, quiso que este segundo domingo de
Pascua fuera el DOMINGO DE LA MISERICORDIA.
y vemos bien, en el mundo de hoy, ella es cada vez más ignorada,
protestada.
Acusar al
otro, castigarlo, enterrarlo, y acabarlo…no es cristiano. Es lo que nos hace
comprender el Evangelio este día: cuando vemos a Jesús Resucitado frente a sus
amigos que le habían abandonado. Recordemos cómo Pedro había negado a Jesús tres
veces ante sencillas mujeres, diciendo que no le conocía. Pero Jesús no ha
buscado hacerles reclamos , ni reproches a sus discípulos, al contrario, viene a
su encuentro para darles la PAZ; es la PAZ de la Resurrección, la PAZ de la
Misericordia que perdona, la PAZ que toca el corazón e invade toda su
existencia. Jesús deposita sobre todos ellos una mirada verdaderamente
misericordiosa.
A lo largo de
todos los Evangelios, vemos a Cristo haciendo volver a levantar aquellos que
habían caído. Él les libera de los males en que habían caído.
En un segundo
momento, Jesús muestra a los apóstoles los estigmas de la Crucifixión y el
costado atravesado por la lanza. Les demuestra cómo Él ha vencido la muerte y es ese mismo que crucificaron y que ahora se les muestra vivo. Al
mostrarles las llagas no les recrimina sino que les manifiesta su amor. Es
contemplando sus heridas como comprendemos mejor hasta qué punto Cristo nos
ama. Al mismo tiempo,
Jesús viene para cambiar la manera como miramos a nuestros
hermanos que sufren. Transfigurado por la luz de la Pascua, el hombre de
dolores nos enseña a ver en los crucificados de hoy los resucitados en
potencia. Nunca podremos dejar de agradecerle por este amor que habita en Él.
El Evangelio
de este domingo nos cuenta aun una cosa más increíble: estos hombres que habían
abandonado a su maestro reciben una misión: son enviados por el mismo que ellos
han traicionado. Él habría podido decirles que no podía contar con ellos, que
no eran fiables y he aquí que a pesar de su traición les reitera toda su
confianza y va a llegar a confiarles hasta el ministerio del perdón.
A través de
los siglos, vemos cómo los grandes testigos de la fe han sido pecadores
perdonados (todo hombre es un pecador con pasado y un santo con futuro). La
verdadera misericordia no conoce la desconfianza ni la mezquindad. Ella espera
contra toda esperanza.
Los apóstoles
han respondido al llamado de Jesús, ellos se han puesto a anunciar la Buena Nueva
del Evangelio y su mensaje ha sido transmitido de generación en generación. Nos
corresponde a nosotros acoger este mensaje e iluminar con él al mundo de hoy.
La primera
lectura nos muestra el testimonio de
una comunidad cristiana que ha acogido esta misericordia de Jesús. Toda la vida
de estos cristianos ha sido transformada, su vida de fe cristiana ha sido
alimentada y sostenida en cuatro pilares:
1. la
enseñanza de los apóstoles a quienes seguían asiduamente,
2. la caridad
que se manifestaba en el compartir de los bienes,
3. la
fracción del pan (La Misa o Eucaristía) fuente y culmen de toda vida cristiana,
y
4. la oración tanto en las casas, en los hogares,
como en el templo.
Estas
comunidades no se encierran en sí mismas; ellas acogen cada día nuevos
miembros. No se trata de personas adoctrinadas o reclutadas, sino de personas
que han respondido libremente al llamado
de Cristo Salvador. Es verdaderamente la misericordia para todos, incluyendo a
aquellos que no hacen parte de su pueblo. Esto es importante para nuestro mundo
actual; el papa Francisco no cesa de recordarnos ir hacia o invitar aquellos
que están en las periferias o en las afueras, de nuestras comunidades.
En la segunda
lectura, San Pedro nos dirige una bendición que está centrada igualmente en la
misericordia. Él nos anuncia que la Resurrección se nos promete pero que ella
no nos será dada sin antes pasar por las pruebas y el sufrimiento. Es allí
donde se nos probará la calidad de nuestra fe. Pero en el centro o corazón de
nuestros dolores, Cristo Crucificado nos
recuerda que no estamos solos. Él quiere asociarnos a todos a su
victoria.
Al celebrar
esta Eucaristía, le pedimos al Señor que nos ayude a ser acogedores del don que
nos ofrece; que haga de nosotros verdaderos testigos de la misericordia
ofrecida a todos, incluyendo a aquellos que han actuado mal y han sido capaces
de cosas peores que las de nosotros.
La Fe que
somos invitados a proclamar es fuente de paz, de alegría y de amor. El nombre
de Dios es Misericordia. Que Él esté siempre con nosotros para anunciar en
nuestros ambientes, en nuestras familias, en nuestro país y al mundo entero
que un PERDÓN siempre es posible.
Amén!
2
Creer para ver
El relato del apóstol Tomas ocupa un lugar central en este 2o
Domingo de Pascua. Cada año la Liturgia nos trae este texto del Evangelio de
Juan, que nos muestra que CREER es mucho más difícil de lo que se piensa, y que
de igual modo para los primeros discípulos, algunos han creído y otros no.
Desde los inicios de la vida pública de Jesús, muchos adeptos
han dejado al maestro itinerante, cuando ellos comprendieron las exigencias de
su predicación (véase por ejemplo, Juan 6,66).
Cuando en la mañana de Pascua, las mujeres van al sepulcro,
ellas constatan que está vacío y comprenden que Jesús ha resucitado. Lucas dice
que los 11 encuentran sus propósitos delirantes y no les creen (Lucas 24,11).En
otro relato de aparición, antes de la Ascensión, reportado por Mateo, se afirma
que “cuando ellos le vieron, ellos se
prosternaron, pero algunos tuvieron dudas” (Mateo 28,17). Es verdad, mismo
para los primeros testigos, la FE en Jesús Resucitado no era evidente, no era
fácil de aceptar.
Los relatos
de Resurrección nos enseñan constantemente 3 cosas:
Primero, que Jesús está vivo.
Segundo, Pero este Jesús vivo no es
más un mortal como los otros.
Tercero, Su cuerpo no está ya más en
un estado semejante al nuestro.
Los testigos lo ven pero no lo reconocen. El aparece en un
cuarto con las puertas cerradas. Él desaparece súbitamente. El cuerpo del
Resucitado escapa a las limitaciones corrientes de la biología. Se puede hablar
de un cuerpo espiritual. Y por lo tanto Él no es cualquier resucitado sin
importancia. Se trata bien del mismo Jesús que se ha conocido antes de su
muerte. El cuerpo del Resucitado, cuando aparece, guarda las huellas o llagas
de la crucifixión. Es bien el Crucificado quien está vivo.
Es eso antes que nada lo que nos dice Juan. Pero él se toma
la molestia, el tiempo para contarnos la duda de Tomás. Como a Pedro le ha
sucedido con respecto a las mujeres, Tomás no acepta el testimonio de los
discípulos y de los apóstoles sobre la Resurrección de Jesús. Él no está allí
en el momento de la manifestación de Jesús la tarde de Pascual. Tal parece que
Tomás pide pruebas o signos más evidentes.
De Tomás sabemos poco. Los evangelios sinópticos no hablan
mucho de él…solo aparece en la lista de los 12. Juan lo menciona dos veces, una
vez para manifestar su entusiasmo de seguir a Jesús (Juan 11,16) y la otra
ocasión, cuando hace una pregunta a propósito del camino (Juan 14,5). Para la
tradición, Tomás es el símbolo del creyente testarudo y rebelde que se niega a
creer y que solo cede ante las pruebas evidentes.
En verdad, hay acá una cierta ilusión. Ninguno de entre
nosotros no cree por que ve. Ver no lleva a la fe sino a la ciencia, al
conocimiento. Aquel que no ve no cree, él sabe. Aquel que cree no VE en el
sentido estricto. Él adhiere al testimonio de alguien. Es por ello que mismo en
presencia del Resucitado, algunos han creído y otros no. Pero el testimonio de
los apóstoles y de los discípulos es fundador, puesto que solamente ellos
pueden atestiguar que el Señor Jesús de quien ellos han hecho la experiencia es
muy bien aquel mismo que ha compartido la existencia durante su vida pública y
quien ha muerto crucificado.
En el fondo, para los primeros testigos, el hombre Jesús que
ellos han conocido es el mismo Señor Jesús en quien tienen fe.
Nosotros creemos en Jesús resucitado y que vive eternamente.
Pero nosotros no hemos conocido ni conoceremos jamás al hombre Jesús de
Galilea. El relato que nos aporta Juan insiste en decirnos que el Resucitado se
manifiesta a Tomás bajo los trazos del Crucificado. Pero al contrario de lo que
nos muestran las pinturas o cuadros alusivos a este pasaje, en ningún momento
Tomás mete sus dedos en las llagas de manos y pies dejadas por los clavos, él
no mete la mano en su costado. Él entra totalmente en la fe y exclama: “Señor
mío y Dios mío” (v.28).
Cuando él está solo, lejos de la comunidad, Tomas no cree. El
pide signos. Cuando él se une a la comunidad, cuando él comparte una
experiencia con los otros, Tomas se deja “quebrar” y llega a ser capaz de
entrar en la FE. Entonces él ve, reconoce al crucificado vivo y a su turno,
confiesa la FE.
Esta referencia muy compleja entre VER y CREER es importante.
Como lo decía Santo Tomás, no el apóstol susodicho, sino
Tomás de Aquino, un teólogo de la Edad Media, uno no cree sin razones de (para)
creer. La FE no es irracional. Es necesario entonces desconfiar en una época
donde la gente se adhiere a creencias de todo tipo.
La FE no se puede confundir con la CREDULIDAD. Para mí,
credulidad es eso de creer en los astros y en los horóscopos, el tarot. Y
muchas personas se dejan envolver en sectas tan nebulosas, que uno no sabe
jamás cuál es su origen ni sus escritos de referencia. Que se piense por
ejemplo en la secta de la Orden del Templo Solar, aventura que termino con un
suicidio colectivo (1993).
La Carta de Juan tiene ecos simples y concretos: “El amor de
Dios, es esto: guardar sus mandamientos”. Cuando una secta o grupo determinado
deriva hacia la violencia, el sexo, el interés económico egoísta y ambicioso,
la negación del carácter racional de las personas, desemboca en la credulidad.
Es necesario entonces negarse a CREER. Uno no cree sin razones ni sin signos.
De otro lado, nuestra época es también una época que se
quiere científica, rigurosa, racional. Una cierta racionalidad científica
arriesga rápidamente en convertirse en una racionalidad cerrada, ciega sobre
sus propios presupuestos. La experiencia religiosa nunca es reductible a un
proceso puramente científico, que se querría inclinado a la objetividad. Es
esfuerzo perdido. Si usted espera ver perfecta y absolutamente antes de creer,
usted no creerá jamás. Es el sentido de la palabra de Jesús: “Felices,
bienaventurados lo que creen sin haber visto” (v.29). Por otra parte, la
experiencia religiosa no es la única en su género, existe también la
experiencia estética. Por qué un atardecer, cuando cae el sol es tan bello? Por
qué esta emoción ante una pintura de Botticelli, ante un trozo musical de
Mozart? Por qué el amor, por qué la amistad? No es necesario ver para
creer…pero en cierto sentido, es necesario CREER PARA VER. Cuando Tomás acepta dejar de lado un poco su actitud supercrítica respecto a Jesús, llega a ser
capaz de discernir los signos del Resucitado. Entonces, entra en la FE y
reconoce sus signos. “Señor mío y Dios mío” . Es necesario créer para ver. Pero
también es necesario un cierto VER para continuar creyendo.
La FE precede a la razón. Pero la razón fortalece la FE y le
muestra que es razonable arriesgar su vida en la FE.
En una homilía sobre el apóstol Tomás, Gregorio el Grande
decía: “Mientras que este discípulo, tocando, es traído a la FE, nuestro
espíritu, dominando toda FALTA DE CERTEZA, es confirmado en la FE; este discípulo
dudando y tocando, llega a ser testigo de la realidad de la Resurrección”.
Gregorio le daba a este relato un valor apologético (de defensa de la FE).
Tomás ha tocado y entonces es verdad. Ahora, el relato evangelico no dice que
Tomás haya tocado. Tomás ha visto, es decir que Él ha comprendido que Jesús ha
resucitado de verdad. Al entrar en la FE, no tiene necesidad ya de tocar. Esto
hubiera quizás contribuido a confirmar su incredulidad.
A 20 siglos de distancia, nosotros buscamos al Resucitado.
Hacemos la experiencia del Resucitado. Vivimos de su pan y de su Palabra.
Nosotros somos su cuerpo vivo, su Iglesia orante, cantante, celebrante, a veces
alegre, a veces desamparada. A veces, en estos tiempos difíciles, la realidad
es dura, cruel…Nosotros no tenemos necesidad de ver para creer, pero es
esencial para nosotros CREER PARA VER. Pues viendo cerca de nosotros numerosos
vestigios de Resurrección y de victoria sobre el mal y la muerte, estamos
invitados a crecer en la FE.
Que Dios nos guíe en esta peregrinación!
Objetivo-vida para la semana
1. Medito sobre la RESURRECCIÓN DE
CRISTO. En caso de duda, yo hablo de ello con una persona que puede aclarar mi
espíritu y mi corazón.
2. Identifico las maneras que tiene
el Señor para transformar mi vida, el mundo y la Iglesia por su presencia
vivificante, y yo doy gracias.
3. Busco la manera apropiada para mí
de responder al Señor quien me pide aportar su perdón y su paz alrededor mío.
ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN
Si yo creo, Señor, guárdame en la FE.
Si yo no creo, permite que me
interrogue.
Que no sea crédulo ni testarudo.
Líbrame de la dureza de corazón.
Líbrame de la pretensión de todo
conocer
Y de todo abarcar…
Conserva mi corazón abierto a lo
improbable.
Es cuando anochece que hace falta
creer en la aurora.
Es cuando hace frío que es necesario
esperar al sol, al verano..
Es cuando hay odio que es
imprescindible proclamar el amor.
Es cuando hay duda que es imperativo
buscar construir la confianza.
Guíame por los caminos de la FE.
twitter: @gadabay
Referencias:
http://vieliturgique.ca
http://prionseneglise.ca
HÉTU,
Jean-Luc. Les Options
de Jésus.
http://dimancheprochain.org
BEAUCHAMP,
André. Comprendre la Parole (Cycle B). Novalis, 2007. Québec
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