miércoles, 16 de julio de 2025

17 de julio del 2025: jueves de la decimoquinta semana del tiempo ordinario- año I

 

La vigilancia de lo inesperado

(Éxodo 3, 13-20) Dios se revela como —literalmente— «Yo seré quien seré», es decir: «tal como me revelaré a ustedes». Esto invita a la vigilancia, en contraste con un supuesto saber que nos hace pasar por alto sus visitas.

¿No está llamado el pueblo de Israel a dejarse sorprender, a ser desinstalado de sus certezas, y a ser conducido hasta la montaña del Sinaí, donde Dios le dará lo necesario para perfeccionar su liberación en el respeto al prójimo y en la lucha contra toda forma de idolatría?

Emmanuelle Billoteau, ermite

 

 


 

Primera lectura

Éx 3, 13-20
Yo soy el que soy. “Yo soy” me envía a ustedes

Lectura del libro del Éxodo.


EN aquellos días, al escuchar Moisés la voz del Señor entre las zarzas, le replicó:
«Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?».
Dios dijo a Moisés:
«“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a ustedes».
Dios añadió:
«Esto dirás a los hijos de Israel: “El Señor, Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a ustedes. Este es mi nombre para siempre: así me llamarán de generación en generación”».
«Vete, reúne a los ancianos de Israel y diles: El Señor Dios de sus padres se me ha aparecido, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, y me ha dicho: “He observado atentamente cómo los tratan en Egipto y he decidido sacarlos de la opresión egipcia y llevarlos a la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, heveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel”.
Ellos te harán caso; y tú, con los ancianos de Israel, te presentarás al rey de Egipto y le dirán: “El Señor, Dios de los hebreos, nos ha salido al encuentro y ahora nosotros tenemos que hacer un viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios”.
Yo sé que el rey de Egipto no los dejará marchar ni a la fuerza; pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con prodigios que haré en medio de él, y entonces los dejará marchar».

Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 105(104),1 y 5.8-9. 24-25.26-27 (R. 8a) 

R. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

O bien:

R. Aleluya.

VDen gracias al Señor, invoquen su nombre,
den a conocer sus hazañas a los pueblos.
Recuerden las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. 
R.

V. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac.
 R.

V. Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus enemigos.
A estos les cambió el corazón
para que odiasen a su pueblo
y usaran malas artes con sus siervos. 
R.

V. Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
que hicieron contra ellos sus signos,
prodigios en la tierra de Cam
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados -dice el Señor- y yo los aliviaré. R.

 

Evangelio

Mt 11,28-30

Soy manso y humilde de corazón

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.


EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

 

 

1

 

Yo soy el que soy: El Nombre de Dios y la Ligereza del Evangelio


Queridos hermanos y hermanas:

1. El misterio del Nombre divino

En la primera lectura de hoy, Moisés, abrumado por la misión que Dios le encomienda, hace una pregunta profunda, existencial y teológica: “Si me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les voy a responder?” (Éx 3,13). La respuesta de Dios es misteriosa: “Yo soy el que soy” (v.14). No es un nombre como los que estamos acostumbrados a usar. No se encierra en una etiqueta ni se limita a una imagen humana. Es un nombre que revela presencia, fidelidad y trascendencia. Dios no es solo el que fue con Abraham, Isaac y Jacob; es el que es y el que será. El Dios vivo y siempre presente.

En la antigüedad, nombrar a una divinidad era una forma de tener dominio sobre ella. Pero el Dios de Israel se presenta como un Dios libre, inabarcable, pero cercano, un Dios que no puede ser manipulado, pero que se revela por amor. En la tradición judía, su nombre impronunciable, el tetragrama YHWH, se sustituye con palabras como Adonai o Hashem (“El Nombre”), recordándonos que lo santo no se posee, sino que se adora con reverencia.

Los musulmanes, por su parte, reconocen 99 nombres de Dios. El centésimo permanece desconocido, reservado solo al Altísimo. En todas las tradiciones monoteístas se respira este asombro ante el misterio de Dios: un Dios que se deja encontrar, pero nunca se agota.

Y aquí viene nuestra primera gran enseñanza jubilar:
¡Somos peregrinos que caminan no hacia un concepto, sino hacia un Rostro!
El Año Jubilar nos invita a redescubrir el Nombre de Dios como fuente de identidad, de vocación y de misión.


2. Jesús: el rostro visible del Dios invisible

En el Evangelio de hoy, Jesús, verdadero Hijo de Dios, se presenta como respuesta viva y cercana al clamor humano: “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio” (Mt 11,28).

Aquí se produce un giro revolucionario. Frente al peso de las leyes, de los ritos asfixiantes y de las exigencias religiosas sin alma, Jesús propone un yugo que no destruye, sino que libera. No se trata de que la vida ya no duela o que no haya sufrimiento, sino de que Él mismo se hace compañero de camino, nos enseña a cargar la cruz con sentido y esperanza.

Su promesa: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (v.30), no es una fórmula mágica, sino una alianza de amor. Él no suprime la fatiga, pero sí le da sentido. Nos transforma desde dentro. Lo que Él exige, nos capacita para vivirlo. No nos deja solos.

¡Qué palabra tan poderosa para los evangelizadores, los misioneros, los catequistas, los sacerdotes, los consagrados y los laicos comprometidos! En este Año Jubilar, en que oramos por las vocaciones y por la misión de la Iglesia, Jesús nos vuelve a invitar a su escuela: la escuela de la mansedumbre, de la humildad, de la entrega.


3. El Salmo: “El Señor nunca olvida su alianza”

El salmo responsorial (Salmo 104) es un canto a la memoria fiel de Dios. El salmista proclama: “El Señor nunca olvida sus promesas”. Nos recuerda que Dios no es un ser lejano, sino alguien que actúa en la historia, que acompaña a su pueblo, que cumple su palabra y que libera.

En la obra evangelizadora, tantas veces fatigosa, nos consuela saber que no trabajamos en vano. A veces sembramos en el silencio, en el desierto, entre lágrimas… pero el Señor nunca olvida. En cada vocación que brota, en cada corazón que se convierte, en cada gesto de amor auténtico, se manifiesta esa fidelidad que no falla.


4. La alegría que nace de la comunión

 “La alegría es siempre entrar en la alegría del otro: de Dios y de los hombres”. En un mundo obsesionado con el placer, la eficacia y el éxito, Jesús nos ofrece una alegría distinta: la que nace del amor gratuito, de la comunión, de saberse amado incluso en la pobreza.

Esta es la fuente de toda vocación verdadera. Solo quien se ha sentido abrazado por Cristo puede decir sí con libertad y generosidad. La evangelización no es proselitismo; es contagio de alegría, testimonio de vida redimida, canto humilde que brota del corazón que ha encontrado su descanso en el Señor.


5. Conclusión: “¿Cuál es tu nombre?”

Hoy, el Señor también nos pregunta a cada uno: “¿Cuál es tu nombre?” ¿Cómo te llamas? No solo en un sentido biográfico o legal. Nos pregunta:
¿Quién eres realmente? ¿Has descubierto tu verdadero nombre en Dios? ¿Sabes que estás llamado por tu nombre, amado, enviado?

El Año Jubilar es una oportunidad para redescubrir nuestra identidad bautismal y para alentar a otros a encontrar su vocación en la Iglesia. Cada nombre, cada vida, cada historia puede ser transformada por el Nombre que es sobre todo nombre: Jesús.


Oración final (adaptable a la liturgia o adoración posterior)

Señor Jesús, Tú que te revelas como el Dios cercano,
carga hoy nuestras espaldas cansadas,
y renueva el corazón de tu Iglesia.

Danos vocaciones mansas y humildes,
testigos que anuncien tu Nombre con alegría,
sembradores de esperanza en medio del mundo.

Tú eres el que eres, el que fue, el que será.
En Ti encontramos descanso.

Amén.

 

2

 

Yo seré quien seré: El Dios que sorprende y libera


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. Un nombre que no encierra, sino que abre caminos

Moisés se encuentra hoy con el Misterio. Frente a la zarza ardiente, no hay solo un fuego físico, sino un fuego interior, una revelación que lo desinstala. Su pregunta –"¿Cuál es tu nombre?"– nace de una experiencia que lo supera, pero que lo llama. Y la respuesta divina es desconcertante: “Ehyeh Asher Ehyeh” – “Yo seré el que seré”.

No es un nombre cerrado. No es una etiqueta divina para guardar en una vitrina. Es una promesa abierta, una invitación a la vigilancia. 

Dios se presenta como el que vendrá, el que se revelará en su momento, el que no puede ser domesticado ni reducido a nuestras seguridades.

Esto es tremendamente actual para nosotros que vivimos en tiempos de incertidumbre. También nosotros, como el pueblo de Israel, estamos llamados a dejarnos sorprender por Dios, a ser desinstalados, a salir de nuestros esquemas y a caminar hacia esa montaña simbólica –el Sinaí de cada uno– donde Dios nos enseñará a vivir en libertad y justicia, lejos de toda idolatría moderna.


2. Evangelizar es anunciar un Dios imprevisible y fiel

En este Año Jubilar, donde nos reconocemos peregrinos de la esperanza, la evangelización no puede reducirse a repetir fórmulas o a conservar estructuras. Evangelizar es ser centinelas del Misterio, mensajeros de la sorpresa divina, mediadores del Dios que “será quien será”, y que quiere encontrarse con cada ser humano allí donde está, en su realidad concreta.

Por eso, no se puede evangelizar sin oración, sin humildad, sin apertura a lo inesperado. Como Moisés, debemos quitarnos las sandalias del orgullo, del saber cerrado, de la falsa seguridad pastoral, y ponernos en actitud de escucha y disponibilidad.


3. Jesús, la gran sorpresa de Dios

Este Dios que se revela como “el que será”, se manifiesta finalmente en Jesús, el Hijo eterno. Y lo hace no desde la grandeza, sino desde la mansedumbre, desde la humildad del corazón. “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados… aprendan de mí, que soy manso y humilde” (Mt 11,28-29).

¡Qué contraste con la religiosidad de los fariseos! Jesús no impone cargas insoportables. Él camina con nosotros. Su yugo es suave porque es compartido. Su carga es ligera porque Él la lleva primero.

Quien evangeliza en su nombre debe hacerlo con este espíritu: ligereza del corazón, compasión ante las fatigas ajenas, disponibilidad a compartir el camino. No con prepotencia, sino con ternura. No desde la cátedra, sino desde la comunión.


4. Una Iglesia en salida… vigilante y vocacional

En este jueves, día en que oramos por las vocaciones y la misión evangelizadora, debemos preguntarnos:
¿Estamos educando en la vigilancia del corazón? ¿Estamos formando jóvenes capaces de sorprenderse por Dios? ¿Nuestros espacios parroquiales son zarzas ardientes o desiertos fríos?

Una vocación nace cuando alguien, como Moisés, escucha su nombre en medio del fuego. Cuando descubre que Dios no es una idea, sino una Presencia viva. Cuando se siente llamado a liberar, a construir, a servir, a guiar hacia la montaña santa del encuentro.


5. El salmo 104: “El Señor nunca olvida su alianza”

El salmo de hoy canta la fidelidad de este Dios imprevisible: “El Señor se acuerda siempre de su alianza”. Es un Dios que no traiciona, aunque a veces nos descoloque. Su fidelidad no se expresa en previsibilidad, sino en acompañamiento constante, en una pedagogía de la sorpresa, que nos educa en la confianza.


6. Conclusión: “Estén listos para el Dios que viene”

Queridos hermanos, el nombre de Dios no es una palabra mágica. Es una promesa en movimiento, un fuego que nos convoca, un camino que se revela paso a paso. Evangelizar es hacer lugar a este Dios que nos supera. Formar vocaciones es despertar corazones dispuestos a dejarse sorprender.

Como Iglesia en camino jubilar, seamos vigilantes del Misterio, custodios del fuego, sembradores de libertad.


Oración final

Señor, Tú que eres “el que serás”,
enséñanos a vivir en vigilancia,
a esperarte en cada persona, en cada historia,
a quitar nuestras sandalias
y caminar humildes contigo.

Suscita en tu Iglesia vocaciones abiertas al soplo de tu Espíritu,
evangelizadores capaces de escuchar y de liberar,
profetas del fuego y de la ternura.

Que en este Año Jubilar,
nuestras comunidades sean zarzas ardientes
donde otros descubran que Tú sigues llamando por su nombre.

Amén.

 

3

Homilía: El yugo que nos hace volar

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. El Dios que se revela como promesa abierta

La liturgia de hoy nos invita a ponernos en actitud de vigilancia, asombro y disponibilidad ante el misterio de un Dios que se manifiesta, pero no se deja encerrar en nuestros moldes humanos. En la primera lectura, Moisés pide a Dios un nombre, una certeza que pueda presentar ante el pueblo, y Dios responde: “Yo soy el que soy” (Éx 3,14). Literalmente: “Yo seré el que seré”.

Es un nombre que no encierra, sino que abre caminos. Nos habla de un Dios siempre presente, pero que también nos sorprenderá con nuevas formas de actuar. Un Dios que no se deja manipular, pero que se deja encontrar. Como decía una reflexión espiritual: “Esto invita a la vigilancia, a diferencia de un pretendido saber que nos hace pasar por alto sus visitas.”

El pueblo de Israel será conducido al Sinaí para aprender a vivir en libertad, a respetar al prójimo y a romper toda forma de idolatría. Este proceso no se hace desde el poder ni desde la rigidez, sino desde una pedagogía divina de la confianza y el asombro.


2. Jesús: el Maestro humilde que carga con nosotros

En el Evangelio de Mateo, escuchamos una de las invitaciones más bellas y liberadoras de nuestro Señor:
“Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga… tomen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,28-30).

Aquí el Señor nos habla no solo de descanso, sino de una forma nueva de vivir nuestras cargas. No se trata de huir del yugo, sino de cambiarlo: de pasar del yugo de la esclavitud, el miedo y el egoísmo, al yugo de la libertad, la humildad y el amor.


3. El yugo que nos eleva: San Agustín y el vuelo del alma

San Agustín, comentando este pasaje, ofrece una imagen genial: compara el yugo de Cristo con las alas de un pájaro. A simple vista, las alas parecen un peso adicional. Pero si se las quitas al ave, en lugar de aligerarla, la condenas a arrastrarse por el suelo. En cambio, con esas alas, que parecen pesadas, el ave puede volar y alcanzar el cielo.

Así es el yugo de Cristo. Puede parecer exigente, pero en realidad nos da alas. No es una carga que aplasta, sino una estructura que nos sostiene y nos eleva. Cuando servimos con amor, cuando llevamos a Cristo en el corazón y nos unimos a Él en nuestras tareas cotidianas, experimentamos ligereza, sentido, paz interior.


4. El servicio como vocación: hechos para amar

Uno de los mayores errores de nuestro tiempo es pensar que la libertad es ausencia de compromisos, que el amor desgasta, que servir cansa. Pero la verdad cristiana es otra: fuimos hechos para servir, como el pájaro fue hecho para volar. La clave está en cómo y con quién servimos.

Jesús no dice: “lleven su yugo”, sino: “tomen mi yugo”. Es decir, no se trata de cargar con lo nuestro solos, sino de compartir el mismo yugo con Cristo, de vivir con Él, de permitir que Él lleve lo más pesado. La vocación, entonces, no es una condena, sino una gracia. No es una carga, sino una misión que renueva, alegra y da sentido.


5. Evangelización y vocaciones: la alegría del yugo compartido

En este jueves, día de oración por la evangelización y las vocaciones, el Señor nos invita a preguntarnos:

·        ¿Qué tipo de yugo estoy llevando?

·        ¿Estoy cansado porque cargo mis preocupaciones en soledad?

·        ¿He experimentado la dulzura del yugo compartido con Cristo?

·        ¿Estoy animando a otros a descubrir su vocación como vuelo y no como carga?

Este Año Jubilar es una ocasión providencial para redescubrir que la Iglesia no es una estructura pesada, sino una familia de servidores alegres. Una comunidad de discípulos que llevan el yugo de Cristo con esperanza. “Peregrinos de la esperanza”, sí, porque sabemos que el camino del servicio nos conduce a la plenitud, y que el yugo de Cristo nunca esclaviza, sino que humaniza, libera y transforma.


6. El salmo: Dios es fiel a su promesa

El Salmo 104 nos recuerda que “El Señor no olvida jamás su alianza”. Él es fiel. Y si alguna vez nos sentimos tentados a pensar que servir a Dios no vale la pena, recordemos esto: Dios nunca abandona a los que le sirven con sinceridad. Él mismo nos sostiene, nos guía y nos recompensa con la paz del corazón.


7. Conclusión: “Sí, Señor, yo quiero tu yugo”

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy el Señor nos invita a cambiar de yugo. A dejar atrás los yugos del miedo, del egoísmo, de la autosuficiencia… y tomar el yugo de la mansedumbre, del servicio, de la comunión.

Hoy nos dice: “Aprendan de mí”.
Y nos promete: “Encontrarán descanso”.

Que esta Eucaristía nos renueve como discípulos alegres, disponibles, abiertos a nuestra vocación. Que nuestras comunidades sean verdaderos talleres del Reino, donde cada uno descubra que servir con Cristo no agobia, sino que nos hace volar.


Oración final

Señor Jesús,
Tú que viniste no para ser servido, sino para servir,
enséñanos a cargar tu yugo con humildad y alegría.
Haznos descubrir que fuimos hechos para el amor,
y que servir con tu gracia es nuestro verdadero descanso.

Suscita en tu Iglesia vocaciones generosas,
capaces de llevar tu carga con mansedumbre y esperanza.

En este Año Jubilar,
haznos peregrinos que caminan ligeros
porque llevan sobre los hombros tu dulce yugo,
y en el corazón tu presencia viva.

Amén.

 

Referencias:


https://padregusqui.blogspot.com/2017/07/viviendo-extraordinariamente-el-tiempo_20.html


https://www.prionseneglise.ca/textes-du-jour/commentaire/2025-07-17


https://catholic-daily-reflections.com/2025/07/16/the-yoke-of-christ-4/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones




17 de julio del 2025: jueves de la decimoquinta semana del tiempo ordinario- año I

  La vigilancia de lo inesperado (Éxodo 3, 13-20) Dios se revela como —literalmente— «Yo seré quien seré», es decir: «tal como me revelaré...