jueves, 10 de julio de 2025

11 de julio del 2025: viernes de la decimocuarta semana del tiempo ordinario-Memoria obligatoria de San Benito,

 

Santo del día:

San Benito de Nursia

Alrededor de 480-547. «Abramos los ojos a la luz divina», recomendó, en su famosa regla monástica, el fundador del monasterio de Montecassino, cuna de la orden benedictina. Patrón de Europa.


Más allá de nuestros límites

(Mateo 19,27-29) Los doce Apóstoles son el germen de la comunidad fundada por Jesucristo para reunir al Pueblo de Dios en la renovación del mundo.
Este Reino que viene no se opone, sino que desborda los límites de nuestros lazos familiares o religiosos tradicionales.
Da fruto al ciento por uno.
La fraternidad monástica fundada por San Benito, hace quince siglos, ilustra esta fecundidad concedida a quienes se entregan totalmente a Cristo.

Nicolas Tarralle, prêtre assomptionniste

 

 


Primera lectura

Gn 46,1-7.28-30

Puedo morir después de haber contemplado tu rostro

Lectura del libro del Génesis.


EN aquellos días, Israel se puso en camino con todo lo que tenía, llegó a Berseba y allí ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
Dios dijo a Israel en una visión nocturna:
«Jacob, Jacob».
Respondió:
«Aquí estoy».
Dios le dijo:
«Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a Egipto, porque allí te convertiré en una gran nación. Yo bajaré contigo a Egipto, y yo mismo te haré subir; y José te cerrará los ojos».
Al salir Jacob de Berseba, los hijos de Israel hicieron montar a su padre con los niños y las mujeres en las carretas que el faraón había enviado para transportarlos.
Tomaron el ganado y las posesiones que habían adquirido en la tierra de Canaán y emigraron a Egipto Jacob con todos sus descendientes: hijos y nietos, hijas y nietas. Llevó consigo a Egipto a todos sus descendientes.
Jacob envió a Judá por delante, adonde estaba José, para preparar el sitio en Gosén.
Cuando llegaron a Gosén, José hizo enganchar la carroza y se dirigió a Gosén a recibir a su padre.
Al verlo se le echó al cuello y lloró abrazado a él.
Israel dijo a José:
«Ahora puedo morir, después de haber contemplado tu rostro y ver que vives todavía».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 37(36),3-4.18-19.27-28.39-40 (R. 39a)

R. El Señor es quien salva a los justos.

V. Confía en el Señor y haz el bien:
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. 
R.

V. El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán. 
R.

V. Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá.
 R.

V. El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.
 R.


Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Cuando venga el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena, y les irá recordando todo lo que les he dicho. R.

 

Evangelio

Mt 10,16-23

No serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Miren que yo los envío como ovejas entre lobos; por eso, sean sagaces como serpientes y sencillos como palomas.
Pero ¡cuidado con la gente!, porque los entregarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y los harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando los entreguen, no se preocupen de lo que van a decir o de cómo lo dirán: en aquel momento se les sugerirá lo que tienen que decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.
Y serán odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra.
En verdad les digo que no terminarán con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre».


Palabra del Señor.

 

1


“Más allá de nuestros límites: fecundidad del abandono en Cristo”

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Hoy celebramos la memoria de San Benito, padre del monacato occidental, y escuchamos en el Evangelio una de las promesas más radicales y bellas que Jesús hace a sus discípulos:

“Todo el que haya dejado casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mt 19,29).

Esta promesa no es una fórmula mágica, ni un intercambio comercial con Dios. Es una invitación a ir más allá de nuestros límites humanos —límites afectivos, sociales, incluso religiosos— para entrar en una fecundidad divina: una vida nueva, una comunión más amplia, una fraternidad que nace del Evangelio.


1. 🌱 Los Doce como semilla del Reino

Pedro, en nombre de los apóstoles, hace una pregunta muy humana:

“Señor, nosotros lo hemos dejado todo… ¿qué nos tocará?”

Jesús no lo reprende. Al contrario, responde con una promesa de plenitud:

“Ustedes, que me han seguido, se sentarán en doce tronos… y recibirán cien veces más.”

Los apóstoles, al dejar sus redes, sus hogares, sus seguridades, no perdieron su identidad. Al contrario, se convirtieron en el germen de una nueva comunidad, la Iglesia, convocada para renovar el mundo desde el amor y la verdad de Cristo.

Este camino no elimina los lazos naturales —familia, nación, cultura—, pero sí los relativiza en vista del Reino. Y es ahí donde entra la figura inmensa de San Benito, quien en un mundo caótico —el de la caída del Imperio romano—, abandonó todo para fundar una familia espiritual, basada en la escucha de la Palabra, la oración, el trabajo y la fraternidad.


2. 🏞San Benito: más allá del colapso, la esperanza

Benito nació en Nursia (Italia), en el siglo V. Viendo la decadencia moral de Roma, renunció a una carrera prometedora para buscar a Dios en la soledad. Su experiencia fue tan profunda que atrajo discípulos. Fundó monasterios, escribió una regla de vida simple, sabia y profundamente evangélica, y su legado dio forma a la cultura cristiana europea durante siglos.

San Benito cruzó los límites de su época: no buscó salvar estructuras, sino plantar semillas de eternidad. Su opción radical por Cristo no lo alejó del mundo, sino que lo transformó desde dentro: cada monasterio fue un faro de oración, trabajo y acogida para generaciones enteras.


3. 🔥 El abandono total da fruto al ciento por uno

Jesús habla hoy de una paradoja divina: quien deja lo suyo por el Reino, no pierde, sino que gana desmesuradamente. Porque el amor verdadero siempre desborda. Y cuando uno se abandona en Dios, la fecundidad se multiplica: no en bienes materiales, sino en comunión, en paz, en libertad, en alegría duradera.

San Benito, en su regla, no promete comodidades, sino un camino de humildad, silencio, obediencia y laboriosidad. Pero también promete lo esencial: “Nada se anteponga al amor de Cristo.” Ese es el secreto de la fecundidad cristiana.


4. 🌿 Por los que sufren en el alma y en el cuerpo – Dimensión penitencial y jubilar

En este Año Jubilar, en el que se nos invita a volver al corazón de Dios como peregrinos de la esperanza, recordamos especialmente a los que sufren: los enfermos del alma, los enfermos del cuerpo, los que se sienten abandonados o sin horizontes. A ellos les decimos: Dios no les ha dejado solos.

San Benito supo lo que era el combate espiritual, las noches oscuras, el rechazo, el silencio. Pero también conoció la paz profunda de quien se abandona totalmente en Cristo.

Hoy, en su memoria, pedimos también perdón por nuestros apegos, por nuestros miedos, por los límites que nosotros mismos nos imponemos al Evangelio. Le pedimos al Señor la gracia de dejarnos fecundar por su Palabra, de no tener miedo de seguirle hasta el extremo.


5. Conclusión: "Nada se anteponga al amor de Cristo"

Hermanos:
El Evangelio nos llama a una libertad nueva. No una libertad egoísta, sino una libertad para amar más allá de los límites humanos. Como los apóstoles, como San Benito, como tantos testigos del Evangelio, estamos llamados a recibir el ciento por uno… no por mérito, sino por gracia.

Que esta Eucaristía nos ayude a entregarle a Cristo todo lo que somos, para que en nosotros nazca el Reino.
Y que como San Benito, podamos decir con nuestra vida:
“¡Nada antepongamos al amor de Cristo!”

Amén.

 

2

 “El Espíritu de vuestro Padre hablará por ustedes”
Intención: Por los que sufren en el alma y el cuerpo – Tiempo de conversión y esperanza


1. Cuando el corazón se llena de miedo... Dios habla con ternura

Queridos hermanos:

La primera lectura de hoy nos presenta al patriarca Jacob, ya anciano, en un momento de gran incertidumbre. Su hijo José vive en Egipto, a quien creía muerto. Ahora debe dejar la tierra de sus padres y descender hacia un futuro incierto. En la noche, Dios se le revela en sueños y le dice:

“¡Jacob! ¡Jacob! No temas bajar a Egipto, porque allí haré de ti un gran pueblo. Yo mismo bajaré contigo… y yo mismo te haré volver.” (Gn 46,3-4)

Esta palabra es profundamente consoladora. Es la voz de un Dios que acompaña los procesos humanos, incluso los que parecen exilios. Dios no es un espectador lejano, sino un Padre que desciende con nosotros, que se mete en nuestras angustias y que transforma la historia en bendición.

Muchos de nuestros hermanos hoy también están “bajando a Egipto”: personas que sufren, que migran, que son víctimas del abandono, de la enfermedad, del trauma o del pecado. A todos ellos, la voz de Dios les dice lo mismo:
“Yo mismo bajaré contigo”.


2. “No se preocupen por lo que van a decir” – La voz del Espíritu en medio de la persecución

(Mt 10,16-23)

En el Evangelio, Jesús habla con claridad a sus discípulos: los envía como ovejas entre lobos. No les promete una vida cómoda. Al contrario, les advierte de persecuciones, rechazos y sufrimientos. Y en medio de este discurso exigente, aparece una promesa luminosa:

“Cuando los entreguen, no se preocupen por cómo van a hablar ni qué van a decir. Lo que tengan que decir se les dará en ese momento. Porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.” (Mt 10,19-20)

Es una enseñanza fácil de entender, pero difícil de vivir. Porque cuando somos heridos, atacados, incomprendidos o acusados injustamente, nuestra reacción inmediata es defendernos, justificarnos, hablar desde la herida. Pero Jesús nos propone otro camino: el silencio interior, la confianza, la humildad... y la espera de la voz del Espíritu.

Este estilo de respuesta no es débil ni evasivo. Es profundamente cristiano:

·        Es el estilo de Jesús frente a sus acusadores.

·        Es el estilo de los mártires, que murieron proclamando la misericordia.

·        Es el estilo del Evangelio, que no se impone por fuerza, sino que se ofrece por amor.


3. El combate contra el orgullo y la falsa justicia

El comentario que inspira esta homilía lo resume bien:

“Cuando somos heridos, comenzamos a montar un tribunal en nuestra mente… juzgamos, condenamos, nos defendemos.”

Eso no es amor propio verdadero. Es orgullo disfrazado de justicia. Jesús, en cambio, nos invita a mirar al que nos hiere con amor, a recordar que no es nuestro enemigo, sino el campo de batalla donde Dios quiere sembrar su Verdad.

Pero ¿cómo hacerlo? Solo si dejamos hablar al Espíritu del Padre.
Sólo si callamos el ruido de nuestro orgullo, del miedo, de las ansias de tener la razón.
Sólo si confiamos verdaderamente en que Dios hablará en nosotros, cuando Él quiera, como Él quiera y con las palabras que Él quiera.


4. “Confía en el Señor y haz el bien” – El Salmo 37: la respuesta de los que esperan

El salmo de hoy es la clave para comprender esta actitud de fondo:

“Confía en el Señor y haz el bien… Encomienda tu camino al Señor, y Él actuará.”
“Del Señor viene la salvación de los justos, Él es su refugio en el peligro.” (Sal 37)

Es una invitación a vivir en paz incluso cuando todo parece temblar. No es pasividad ni resignación, es firmeza serena. Como Jacob, como los discípulos, como los santos de ayer y hoy. Es la valentía de no dejarse gobernar por la rabia ni el miedo. Es la fuerza que nace de confiar que Dios no abandona a sus hijos.


5. Aplicación jubilar y penitencial: una Iglesia que habla en el Espíritu

Este pasaje evangélico nos interpela fuertemente en este Año Jubilar. Porque una Iglesia en salida no es una Iglesia que grita o se impone, sino una Iglesia que habla desde la escucha, la humildad y la docilidad al Espíritu.

Hoy, más que nunca, el mundo necesita testigos que, ante la agresión, no reaccionen con odio, sino con paz.
Que, ante la mentira, no respondan con venganza, sino con luz.
Que, ante el sufrimiento del alma o del cuerpo, sean bálsamo y no juicio.

Oramos especialmente por quienes sufren:

·        Los que han sido injustamente calumniados.

·        Los que cargan heridas que nadie ve.

·        Los que sienten que su voz no vale, que su historia fue silenciada.

·        Los que, como Jacob, bajan a Egipto con el corazón apretado.

A ellos les decimos, como el Señor a su siervo:
“No temas. Yo estoy contigo. Yo hablaré por ti.”


🙏 Conclusión: “Jesús, yo confío en Ti”

Queridos hermanos:
Hoy, el Señor nos llama a la confianza, a la humildad y al abandono.
No es fácil. Pero si hacemos silencio, si amamos al que nos hiere, si esperamos con fe…
el Espíritu hablará. Y su voz será más fuerte que cualquier acusación.

Como Jesús ante el Sanedrín.
Como los mártires en la arena.
Como Jacob en el umbral de Egipto.

Que el Espíritu del Padre hable también por nosotros.
Que su amor nos sostenga en la prueba.
Y que su voz sea nuestra paz.

Amén.


***********


 

11 de julio: San Benito, Abad — Memoria obligatoria

c. 480–c. 547
Patrono de Europa, de los monjes y órdenes religiosas, de los arquitectos, de los moribundos, de los espeleólogos, de los escolares, de los trabajadores agrícolas, de los ingenieros civiles y de los caldereros.
Invocado contra la erisipela, la fiebre, los cálculos biliares, enfermedades inflamatorias, enfermedades renales, urticaria, venenos, tentaciones y brujería.
Canonizado por el Papa Honorio III en 1220.
Declarado Patrono de Europa por el Papa Pablo VI en 1964.




🗨Cita

Escucha continuamente dentro de tu corazón, hijo mío, prestando oído atento a los preceptos de tu maestro. Comprende con mente dispuesta y cumple con eficacia la advertencia de tu santo padre, para que puedas regresar, por el trabajo de la obediencia, a Aquel de quien te habías alejado por la ociosidad de la desobediencia. Con este fin me dirijo ahora con una palabra de exhortación a ti, quienquiera que seas, que renunciando a tu propia voluntad y tomando las brillantes y victoriosas armas de la obediencia, entras en el servicio de tu verdadero Rey, Cristo el Señor.
Del Prólogo de la Regla de San Benito


🔎 Reflexión

Benito nació en una familia noble romana en Nursia, Italia central, aproximadamente a 160 kilómetros al noreste de Roma. Su padre fue prefecto del Imperio Romano de Occidente, que había caído ante los bárbaros una década antes de su nacimiento. Tuvo una hermana gemela llamada Escolástica, que también fue santa. De joven, Benito fue enviado a Roma para estudiar. Sin embargo, pronto se desilusionó por la inmoralidad y el desorden generalizados, especialmente entre sus compañeros. A los veinte años, buscando la paz interior y evitar las trampas en las que caían muchos jóvenes, se trasladó al campo, al pueblo de Afila, a unos 65 kilómetros de Roma. Lo acompañó su nodriza, quien lo cuidaba como una madre. Se alojaron con algunos hombres virtuosos en la iglesia de San Pedro.

Allí, su nodriza rompió accidentalmente un plato utilizado para cernir trigo y quedó desconsolada. Benito, al verla, milagrosamente reparó el plato y se lo devolvió. La noticia del milagro se difundió rápidamente y Benito se convirtió en el centro de conversación del pueblo.

Sin embargo, Benito no buscaba la alabanza de los hombres; solo deseaba la santidad. Dejando atrás a su nodriza, se trasladó cerca del pueblo de Subiaco y se refugió en una cueva. Cerca de allí conoció a un monje santo, Román, con quien compartió dirección espiritual. A instancias de Román, Benito tomó el hábito monástico y vivió en esa cueva durante los siguientes tres años como ermitaño. Román lo visitaba con frecuencia, llevándole alimentos cuando era necesario.

Durante ese tiempo, Benito luchó espiritualmente para erradicar todo pecado en su vida, especialmente las tres tentaciones más comunes en los hombres:

“la tentación de la autoafirmación y el deseo de ponerse en el centro, la tentación de la sensualidad y, finalmente, la tentación de la ira y la venganza” (Papa Benedicto XVI, Audiencia General, 9 de abril de 2008).

Tras superar estas tentaciones, un grupo de monjes locales le pidió que fuera su abad. Benito aceptó con reluctancia, consciente de que su forma de vida religiosa contrastaba radicalmente con la de ellos. Después de poco tiempo como abad, los monjes se le opusieron tan fuertemente que, según la leyenda, intentaron envenenar su vino. Benito lo bendijo, y el vaso se hizo añicos, revelando el complot. Poco después, regresó a su cueva, y más adelante fundó varios monasterios en la región.

Muchas personas admiraban su estilo de vida radical y lo seguían; otros lo envidiaban y querían su muerte. Se dice que, por su intercesión, ocurrieron muchos milagros: resucitó a un monje, sanó a un niño, predijo acontecimientos futuros, multiplicó alimentos y vino, expulsó demonios e incluso caminó sobre las aguas.

Después de fundar doce pequeños monasterios en la zona de Subiaco, Benito decidió comenzar de nuevo. Un sacerdote local lo había intentado envenenar y perseguía constantemente su obra, incluso enviando una mujer desnuda a uno de los monasterios para tentar a los monjes. A esto se sumaban las dificultades internas: algunos monjes no aceptaban su estilo de vida, y la población local se interesaba más en los milagros que en su profunda espiritualidad.

Así, se trasladó unos 100 kilómetros al sureste, al monte Cassino, donde, a los cincuenta años, fundó su monasterio más famoso.

Al llegar a Monte Cassino, encontró un templo dedicado al dios pagano Apolo. Lo destruyó, construyó dos capillas en su lugar y levantó un gran monasterio. Hasta entonces, la mayoría de los monasterios eran agrupaciones sueltas de ermitaños. Benito, tras ver el fracaso de ese modelo en Subiaco, adoptó una nueva forma: un solo monasterio donde vivieran muchos monjes.

Escribió entonces la famosa “Regla de San Benito”, que guiaría la vida en Monte Cassino y que, con el tiempo, se convertiría en la norma del monacato occidental durante los siguientes 1.500 años. Por eso se le llama el “Padre del monacato occidental.”


📘 La Regla

La Regla consta de 73 capítulos breves que abordan aspectos espirituales y administrativos de la vida monástica. Establece directrices sobre estabilidad, conversión de vida, obediencia, oración, trabajo, vida comunitaria, hospitalidad y humildad. No exigía penitencias extremas ni carismas radicales, sino una vida comunitaria equilibrada, con un ritmo diario de oración, trabajo y estudio, que favorecía la santidad personal y compartida.

Mientras organizaba su comunidad, su hermana Santa Escolástica fundó un monasterio femenino. Es probable que Benito influyera en su fundación y que la Regla también rigiera la vida de las monjas. Ambos mantuvieron una relación cercana hasta la muerte de ella, la cual él profetizó. Tras su fallecimiento, Benito tuvo una visión de Escolástica ascendiendo al cielo, y él mismo enterró su cuerpo en Monte Cassino, donde más tarde también sería sepultado. Sus cuerpos reposan juntos hasta hoy.


🌍 Influencia y legado

Menos de diez años después de fundar Monte Cassino, Benito murió. Pero su influencia apenas comenzaba. Los monasterios fundados en su espíritu se convirtieron en centros clave de educación, medicina, cultura y desarrollo social. De ellos nacieron las universidades, se conservaron manuscritos antiguos, se evangelizaron regiones enteras, se orientó a nobles, y se enseñó la oración y la liturgia.

Por ello, muchos lo consideran no solo padre del monacato, sino también padre de la Europa cristiana moderna. En 1964, el Papa Pablo VI lo proclamó Patrono de Europa.


🙌 Al reflexionar sobre su vida…

Contemplamos a un joven que, al ver la decadencia moral de su tiempo, decidió huir del pecado y abrazar la santidad. Difícilmente habría imaginado que su vida silenciosa, austera y profundamente evangélica transformaría la historia de Europa y del mundo.

También Dios nos llama a nosotros a huir del pecado y a buscar la santidad. Si respondemos con humildad y obediencia, Dios puede hacer grandes cosas a través nuestro, aunque no las comprendamos del todo.


🙏 Oración

San Benito, tú que, al ver la corrupción de Roma, huiste al desierto para buscar la voluntad de Dios, y por tu obediencia orante diste frutos incalculables,
ruega por mí, para que siempre busque el querer de Dios en mi vida, dejando atrás las muchas tentaciones que me asedian,
para que Dios pueda servirse de mí como solo Él sabe hacerlo.
San Benito, ruega por mí. Jesús, en Ti confío.

 


Referencias:

https://catholic-daily-reflections.com/2025/07/10/speaking-in-the-spirit-of-the-father-4/

https://www.prionseneglise.ca/

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