martes, 16 de diciembre de 2025

17 de diciembre del 2025: miércoles de la tercera semana de Adviento

 

Paciencia:

(Mateo 1,1-17) Cada año, la liturgia nos propone la genealogía de Jesús según Mateo, que en el texto griego hace referencia a la Creación (Génesis).

Esto nos indica la nueva creación que se realiza en Cristo y nos invita a contemplar las lentas preparaciones de la Encarnación, la paciencia de Dios que se abre camino en la historia de su pueblo para cumplir su promesa en el momento adecuado.

¿Acaso Dios no actúa de la misma manera en nuestras vidas? ¡Y eso a veces pone a prueba nuestra paciencia!

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

Gn 49,2.8-10

No se apartará de Judá el cetro

Lectura del libro del Génesis.

EN aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo:
«Reúnanse, que les voy a contar lo que les va a suceder en el futuro; agrúpense y escúchenme, hijos de Jacob, oigan a su padre Israel:
A ti, Judá, te alabarán tus hermanos,
pondrás tu mano sobre la cerviz de tus enemigos,
se postrarán ante ti los hijos de tu padre.
Judá es un león agazapado,
has vuelto de hacer presa, hijo mío;
se agacha y se tumba como león
o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo?
No se apartará de Judá el cetro,
ni el bastón de mando de entre sus rodillas,
hasta que venga aquel a quien está reservado,
y le rindan homenaje los pueblos».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 72(71),1-2.3-4ab.7-8.17 (R. cf. 110[109],2)

R. En sus días florezca la justicia
y la paz abunde eternamente.


V. Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
 R.

V. Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre.
 R.

V. En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. 
R.

V. Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Sabiduría del Altísimo, que lo dispones todo con firmeza y suavidad, ven para mostrarnos el camino de la prudencia. R.

 

Evangelio

Mt 1,1-17

Genealogía de Jesucristo, hijo de David

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

LIBRO del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zará, Fares engendró a Esrón, Esrón engendró a Arán, Arán engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce.


Palabra del Señor.

 

1

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy la Iglesia nos propone una lectura aparentemente dura para el espíritu, una lectura que desafía nuestra paciencia y nuestra fe: la genealogía de Jesús según san Mateo. Un listado de nombres que desfila sin brillo, sin narración heroica, sin drama aparente. Y sin embargo, precisamente ahí —en esa asamblea de nombres— está todo el plan de salvación de Dios, escrito con la paciencia infinita del Señor.

1. Fidelidad divina desde el origen

La primera lectura nos sitúa en un contexto ancestral: Jacob bendice a su hijo Judá, y profetiza que de su linaje nacerá el rey mesiánico. Esta bendición no es un simple discurso familiar, es la primera luz de la promesa de Dios, la primera semilla del Reino que vendrá.

En tiempos históricos esa palabra iba dirigida al pueblo dividido, amenazado, con miedo, tentado de apoyarse en poderes humanos —en alianzas humanas que diluyen la confianza en Dios. Hoy también nosotros vivimos a veces ese mismo dilema: buscar seguridades humanas antes que confiar en la fidelidad de Dios.

La fe no es simplemente creer que Dios existe; es confiar en que Dios cumple lo que promete, aún cuando los tiempos parecen largos, dolorosos, o incluso incomprensibles para nuestra razón limitada. La genealogía de Jesús nos recuerda que Dios actúa en la historia lentamente, a través de generaciones, en medio de fragilidades humanas, de esperas, de silencios, de dolor… y sin embargo fiel.

2. Una genealogía humana para un Dios que se hace carne

San Mateo comienza su evangelio —y aquí está la profundidad teológica de estas lecturas— con una lista de nombres humanos. Abraham, David, Judá, Tamar, Rut… y muchos otros. Algunos nombres nos escandalizan, otros nos son completamente desconocidos. Y sin embargo todos ellos, con sus vidas, alegrías y fracasos, son parte del camino que conduce a Jesús.

Esto nos enseña que Dios se entrega a nuestra humanidad, no la cancela. Él se hace historia, se encarna en personas concretas, con historias humanas, con dolores reales. Jesús no es una idea abstracta, sino Dios que escogió entrar en la fragilidad humana, para transformar desde dentro nuestras heridas y nuestras limitaciones.

3. El Adviento: paciencia en la espera y confianza en la venida

Estamos ya en el corazón del tiempo de Adviento, un tiempo en que la liturgia nos invita a vivir la espera vigilante de Cristo: Jesús vino en Belén, viene hoy en nuestros corazones y vendrá al final de los tiempos.

Adviento no es un simple recordatorio del pasado. Es una llamada a la conversión, al caminar hacia el Señor con confianza, paciencia y esperanza. Es reconocer que Dios no obra según nuestros plazos, sino según su fidelidad. Él sabe que nuestras vidas son misterios que se desentrañan gradualmente en su amor.

4. Intención especial: oración por los enfermos

Queridos hermanos y hermanas, hoy elevamos una oración especial por todos los enfermos, especialmente por aquellos que sufren en silencio, en sus cuerpos, en sus almas, en su esperanza.

Queremos mirar a Cristo como Hijo de David y de Abraham: el que llega a sanar, el que toma nuestra humanidad y la lleva a su plenitud. Que Él, que conoció el sufrimiento en su carne y también en su misión, visite a los enfermos y les conceda alivio, fuerza, paciencia para vivir este tiempo de prueba sin perder la fe.

Oremos por quienes están en hospitales, por quienes enfrentan enfermedades crónicas, por quienes sienten miedo al futuro. Que la presencia de Cristo, Emmanuel —Dios con nosotrosles sostenga en la fe y en la esperanza. Cristo camina con ellos, no les abandona, hasta en los momentos más oscuros de enfermedad y debilidad.

5. Conclusión: esperanza que no defrauda

En este Adviento, al meditar en la genealogía de Jesús, aprendemos que Dios obra a través de la historia, en medio de nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestras comunidades. Él no rompe los vínculos humanos, sino que los eleva. Él no elimina nuestras fragilidades, sino que las redime. Su fidelidad supera nuestras debilidades.

Que la Virgen María, estrella de la paciencia y de la obediencia confiada, nos enseñe a decir cada día: “Hágase en mí según tu palabra”, entregando a Dios nuestros temores, nuestras angustias y también nuestras esperanzas más profundas.

Que así, fortalecidos por la gracia, caminemos firmemente hacia la luz de la Navidad, llenos de fe, esperanza y amor, sabiendo que en Cristo nuestra historia tiene un sentido definitivo.

† Que así sea. Amén.

 

2

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

La liturgia de hoy nos presenta un texto que a primera vista puede parecer árido: una larga lista de nombres en la genealogía de Jesús según san Mateo. Frente a nuestros ojos modernos, acostumbrados a relatos dinámicos, Mateo inicia su Evangelio con lo que parece ser una simple enumeración. Pero la Iglesia nos invita a ver más allá de las palabras y a contemplar en esa genealogía la fidelidad inquebrantable de Dios a su plan de salvación.

1. Dios cumple lo que promete

La genealogía de Jesús se estructura en tres bloques: de Abraham a David, de David al exilio en Babilonia y del exilio hasta Jesús. Esta secuencia de generaciones no es un dato histórico sin sentido, sino una declaración teológica profunda: Dios no abandona su proyecto de salvación a pesar de los vaivenes de la historia humana. Él había prometido a Abraham que todas las familias de la tierra serían bendecidas en su descendencia, y había prometido a David un reino estable para siempre. En Jesús, esas promesas alcanzan su cumplimiento pleno.

Hoy, en este tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita a recordar que Dios es fiel a sus promesas. Aunque el mundo cambie constantemente —nuestras ideologías, nuestras seguridades, nuestras prioridades— el plan de Dios permanece firme. Él nos promete gracia, santidad, vida eterna, justicia, paz y su amor sin límites. Esta fidelidad divina no depende de nuestras fuerzas humanas, sino del infinito amor con que Dios nos ama.

2. Una fidelidad que da esperanza en medio de la prueba

Vivimos en un mundo rápido y cambiante, donde muchas cosas nos pueden hacer dudar: cambios sociales, crisis personales, enfermedades que minan el cuerpo y el espíritu. Frente a esas realidades que ponen a prueba nuestra paciencia y nuestra esperanza, la genealogía de Jesús nos recuerda que Dios nunca nos deja solos. Él ha caminado con nuestro pueblo a lo largo de generaciones, entrando en la historia humana y haciéndose uno de nosotros en Jesucristo.

Este tiempo de Adviento nos prepara para acoger al Señor que viene, no como una idea, sino como persona concreta, nacido en la carne humana, en una historia concreta y frágil. Él es Emmanuel —Dios con nosotros—, que se identifica con nuestra humanidad, la toma para elevarla y transformarla desde dentro.

3. El Salmo de hoy nos recuerda la justicia y la paz del Mesías

El Salmo que la liturgia nos presenta hoy es una oración por el rey justo cuya justicia hará florecer la paz. Este salmo, situado en la tradición del pueblo de Israel, nos recuerda que el rey definitivo y verdadero, el Mesías, traerá justicia y paz universales. En Cristo estas palabras encuentran su cumplimiento: Él es el Rey que juzga con justicia y extiende su reinado de amor a todas las naciones.

4. Oración por los enfermos: la fidelidad de Dios en la fragilidad

Queridos hermanos, en este Adviento y en el contexto del Año Jubilar, presentemos ante el Señor a nuestros hermanos y hermanas que sufren a causa de la enfermedad. Para muchos, el dolor físico, la incertidumbre de un diagnóstico, la soledad en medio de la fragilidad son pruebas que ponen a temblar el espíritu y la esperanza.

Jesús, el Hijo de David, el Salvador prometido, no es un Dios lejano. Él conoce el dolor, conoce la fragilidad humana, porque Él mismo tomó nuestra carne y vivió entre nosotros. Por eso te invito a elevar esta oración:

Señor Jesús, tú que eres la plenitud de las promesas del Padre, no apartes tu rostro de los enfermos. Sé consuelo para quienes sufren en su cuerpo y en su espíritu. Derrama tu gracia sobre ellos, fortalece su fe, calma su angustia y dales la paz que solo Tú puedes dar. Hazles sentir tu presencia fiel, hoy y siempre. Amén.

5. Vivir la fidelidad de Dios

Así como Dios ha sido fiel a lo largo de la historia, también queremos ser fieles a Él. No edifiquemos nuestra vida sobre modas pasajeras, sobre lo que cambia con los vientos de opinión o circunstancias. Edifiquémosla sobre Cristo, la roca firme. En este tiempo de espera vigilante, que nuestras vidas reflejen la fidelidad de Dios a través de nuestra fidelidad a la fe, a la oración, a la caridad, y especialmente a los más necesitados y enfermos.

Que el Adviento sea para nosotros un tiempo de conversión y esperanza. Que la Virgen María, que guardaba todas estas cosas en su corazón y vivió con fidelidad el plan de Dios, nos enseñe a decir con generosidad: “Hágase en mí según tu palabra”.

Que así sea. Amén.

† En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

 

16 de diciembre del 2025: martes de la tercera semana de Adviento

Modelos

(Mateo 21,28-32) Los publicanos y las prostitutas son figuras emblemáticas del Evangelio. Rechazados por los “bienpensantes” de la época, Cristo los pone de relieve como modelos de acogida de la salvación. ¿Por qué, si no, para indicar que la conciencia de su propia “miseria” los hizo más capaces de acoger a Cristo Salvador que la autosuficiencia de algunos de sus contemporáneos? Por eso, no tengamos miedo de reconocer nuestros extravíos y de volver a Él, para vivir la alegría de sabernos salvados y perdonados.

Emmanuelle Billoteau, ermite



Primera lectura

So 3,1-2.9-13
La salvación mesiánica será enviada a todos los pobres

Lectura de la profecía de Sofonías

ESTO dice el Señor:
«¡Ay de la ciudad rebelde,
impura, tiránica!
No ha escuchado la llamada,
no ha aceptado la lección;
no ha confiado en el Señor,
no ha recurrido a su Dios.
Entonces purificaré
los labios de los pueblos
para que invoquen todos ellos
el nombre del Señor
y todos lo sirvan a una.
Desde las orillas de los ríos de Cus,
mis adoradores, los deportados,
traerán mi ofrenda.
Aquel día, ya no te avergonzarás
de las acciones con que me ofendiste,
pues te arrancaré tu orgullosa arrogancia,
y dejarás de engreírte en mi santa montaña.
Dejaré en ti un resto,
un pueblo humilde y pobre
que buscará refugio en el nombre del Señor.
El resto de Israel no hará más el mal,
no mentirá ni habrá engaño en su boca.
Pastarán y descansarán,
y no habrá quien los inquiete».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 34(33),2-3.6-7.17-18.19 y 23 (R. 7a)

R. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. 
R.

V. Contémplenlo, y quedarán radiantes,
su rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, él lo escuchó
y lo salvó de sus angustias.
 R.

V. Pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. 
R.

V. El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Ven, Señor, y no tardes, perdona los pecados de tu pueblo, R.

 

Evangelio

Mt 21,28-32

Vio Juan y los pecadores le creyeron

Lectura del santo Evangelio según san Mateo


EN aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?».
Contestaron:
«El primero».
Jesús les dijo:
«En verdad les digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de ustedes en el reino de Dios. Porque vino Juan a ustedes enseñándoles el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, ustedes no se arrepintieron ni le creyeron».

Palabra del Señor.

 

 

 

1

 

En Adviento, Dios no solo nos prepara la cuna de Belén; nos prepara el corazón. Y hoy la Palabra nos pone un espejo honesto: podemos hablar muy bonito… y no convertirnos; o podemos venir desde lejos… y volver de verdad.

1) Sofonías: cuando la autosuficiencia nos vuelve sordos

El profeta Sofonías lanza una denuncia fuerte: “¡Ay de la ciudad rebelde… no escuchó la voz, no aceptó corrección, no confió en el Señor!” (cf. So 3,1-2). Es la radiografía de un alma que se acostumbra a vivir “sin Dios”, o peor: a vivir “con Dios en la boca” pero sin dejarse corregir.

Sin embargo, Sofonías no se queda en el reproche. Anuncia algo precioso: Dios purificará los labios, reunirá un pueblo humilde, y quedará un resto pobre y sencillo que ya no se apoya en la mentira ni en la arrogancia (cf. So 3,9-13).
Adviento es esto: Dios no viene a premiar a los perfectos; viene a levantar a los humildes.

2) El salmo: la oración del que se sabe necesitado

El Salmo 34 repite una certeza que sostiene a los que luchan: “El Señor escucha el clamor de los pobres”. Cuando uno se sabe frágil, ora sin maquillaje. Y esa oración —sencilla, verdadera— abre puertas.

Aquí hay una clave psicológica y espiritual: la conversión empieza cuando dejamos de justificarlo todo. El que se defiende siempre, no cambia nunca. El que reconoce su herida, se deja sanar.

3) El Evangelio: el “sí” que Dios bendice no es de palabra, es de camino

Jesús cuenta la parábola de los dos hijos. Uno dice: “No quiero”, pero después se arrepiente y va. El otro dice: “Sí, señor”, pero no va.

Y entonces Jesús suelta una frase que incomoda porque cura: publicanos y prostitutas —los marginados, los mal vistos— “van delante de ustedes en el Reino de Dios”, porque creyeron, cambiaron, se pusieron en camino (cf. Mt 21,28-32).
No es que el pecado sea modelo. El modelo es otra cosa: la capacidad de regresar. La conciencia de la propia miseria, puede volvernos más disponibles para recibir al Salvador que la autosuficiencia.

Déjame ponerlo en una imagen sencilla: hay personas que llevan años diciendo “Señor, Señor”, pero cuando Dios les pide perdonar, reparar, devolver, pedir perdón, cambiar hábitos… responden con “después”. Y hay otras que venían quebradas, quizá manchadas, quizá señaladas, pero cuando escuchan la llamada, dicen con la vida: “voy”.

4) Año Jubilar: “Peregrinos” no son los que prometen, sino los que caminan

El Jubileo nos recuerda que la fe es peregrinación: se avanza paso a paso. Hoy Jesús nos pregunta, sin gritos:
¿En qué parte de mi vida digo “sí” pero no voy?
¿Y en qué parte, aun habiendo dicho “no”, puedo arrepentirme y volver hoy mismo?

El arrepentimiento cristiano no es humillación estéril; es la puerta de la alegría: ser salvados, ser perdonados, volver a casa.

5) Intención por los benefactores: el “sí” hecho obra

Hoy, en nuestra intención orante, damos gracias por los benefactores. Ellos son un signo concreto de esta parábola cuando su ayuda no queda en palabras, sino que se vuelve obra, pan, misión, evangelización, acompañamiento, caridad organizada.

Pidamos por ellos tres cosas:

1.    Que el Señor les devuelva con sobreabundancia lo que entregan con generosidad.

2.    Que su vida sea cada vez más un “sí” coherente: fe que se hace servicio.

3.    Que, si cargan cansancios o preocupaciones, encuentren en Dios consuelo y alegría: “El Señor está cerca de los atribulados” (cf. Sal 34).


Para llevar a la vida (tres compromisos)

  • Un acto de verdad: hoy nombro ante Dios (sin excusas) una incoherencia: “Señor, aquí digo ‘sí’ y no voy”.
  • Un paso concreto: una llamada, una disculpa, una restitución, un gesto de justicia, un cambio de hábito. Pequeño, pero real.
  • Una obra de gratitud: agradecer explícitamente a un benefactor, y si puedo, convertirme yo también en benefactor: con tiempo, con ayuda, con oración, con servicio.

Oración final (breve)

Señor Jesús, que vienes a salvar y no a condenar,
danos un corazón humilde, capaz de reconocer sus extravíos
y la gracia de levantarnos y volver.
Purifica nuestros labios y nuestras intenciones,
para que nuestro “sí” no sea solo palabra, sino camino.

Te encomendamos a nuestros benefactores:
bendice sus hogares, su trabajo, sus proyectos y su salud;
dales paz, alegría y esperanza,
y haznos a todos peregrinos coherentes en este Año Jubilar.

Amén.

 

2

 

1) Introducción: Dios no busca palabras bonitas, sino corazones disponibles

En este Adviento, el Señor no viene a examinar nuestras frases religiosas, sino nuestra vida. Hoy Jesús nos pone una escena sencilla, casi doméstica: un padre, dos hijos, una viña… y una pregunta que atraviesa el alma: ¿quién hizo la voluntad del padre? (cf. Mt 21,28-31).
La respuesta nos revela algo decisivo: Dios no se queda con el “sí” de labios; Dios mira el “sí” que se vuelve camino.

2) Iluminación del comentario: “Arrepentirse humildemente y obedecer”

Jesús habla a los sumos sacerdotes y ancianos: gente correcta, “religiosa”, con autoridad. Pero los sacude con una frase que humilla el orgullo y levanta la esperanza: “los publicanos y las prostitutas entran antes que ustedes en el Reino” (cf. Mt 21,31).

¿Por qué? Porque aquellos, aunque venían con historias rotas, escucharon, se arrepintieron y empezaron a obedecer. En cambio, otros dieron “culto de palabras”: dijeron “sí” a Dios, pero no fueron a la viña.
Esto es una buena noticia: nadie está fuera del alcance de la misericordia, si se deja tocar por Dios, se arrepiente y comienza a caminar.

3) Exégesis pastoral del Evangelio: dos hijos, dos peligros, una esperanza

·        El primer hijo: dice “no”, pero luego cambia, se arrepiente y va. Su “no” inicial no es ideal… pero su final es luminoso: la conversión es posible.

·        El segundo hijo: dice “sí, señor”, pero no va. Su drama es más fino: parece obediente, pero vive de apariencias.

Aquí está el punto: en la vida espiritual, el peligro mayor no siempre es el pecado escandaloso; a veces es la autosuficiencia que ya no se deja corregir, que se cree “cumplidora”, que se protege con discursos.

4) Primera lectura: Sofonías y el corazón que no escucha

Sofonías denuncia a la ciudad que “no escuchó… no aceptó corrección… no confió en el Señor” (cf. So 3,1-2).
Ese es el clima interior del segundo hijo: mucha forma, poca escucha; mucha seguridad, poca docilidad.

Pero el profeta abre una ventana de esperanza: Dios formará un pueblo humilde, un “resto” que no presume, que no se apoya en la mentira, que vuelve a la confianza (cf. So 3,9-13). Ese resto se parece al primer hijo: cayó, se resistió, pero regresó.

5) Salmo 34: la oración del que se deja rescatar

El salmo canta: el Señor escucha el clamor del pobre, está cerca del atribulado, libera de las angustias (cf. Sal 34).
El arrepentimiento humilde no es una derrota: es el lugar donde Dios puede entrar sin chocar con nuestra soberbia. Cuando uno deja de justificarlo todo, empieza a respirar: la conversión es el inicio de la libertad.

6) Aplicación psicológica y espiritual: el “no” inicial y el hábito

Cuando Dios nos pide un paso más en santidad, muchas veces la primera reacción es: “¡No!”.
Porque los hábitos pesan; porque hay heridas; porque cambiar cuesta; porque el Evangelio siempre nos desinstala.

Pero aquí está la clave: la primera respuesta cristiana no es la perfección inmediata, sino el arrepentimiento.
Arrepentirse no es vivir culpables: es aprender un hábito santo, un “volver” constante. Y con el tiempo, ocurre algo hermoso: lo que al principio parecía duro se vuelve dulce; el corazón aprende a decir: “Sí, iré”, y efectivamente va.

7) Año Jubilar: peregrinos son los que vuelven a ponerse en camino

En el Jubileo, la Iglesia nos llama Peregrinos de la Esperanza. Peregrino no es el que promete; peregrino es el que camina, aunque sea con pasos pequeños.
Hoy el Señor nos pregunta:

·        ¿Soy de los que dicen “sí” y no van (fe de palabras)?

·        ¿O soy de los que a veces dicen “no”, pero se arrepienten y vuelven (fe que madura)?

La esperanza cristiana se alimenta de esto: si hoy vuelvo, hoy empiezo.

8) Intención por los benefactores: el “sí” que se hace obra en la viña

Hoy oramos por los benefactores: quienes sostienen la misión con su oración, su tiempo, sus recursos, su cercanía. Ellos, muchas veces sin ruido, responden como quien va a la viña: su “sí” se vuelve servicio.

Pidamos que el Señor:

·        los colme de bendiciones y les devuelva en paz lo que entregan en generosidad;

·        los proteja de la fatiga, del desánimo y de la ingratitud;

·        y nos contagie a todos el deseo de ser también benefactores, cada uno según sus posibilidades.

9) Compromisos concretos para hoy

1.    Un “sí” verificable: elige una acción concreta de obediencia (reconciliarte, reparar, servir, ordenar tu vida de oración).

2.    Un acto de arrepentimiento humilde: confiesa ante Dios un “sí” solo de palabra.

3.    Un gesto de gratitud: agradece a un benefactor (mensaje, llamada, oración con nombre propio) y ofrece una obra por él.

10) Oración final

Señor Jesús, mi Señor exigente y misericordioso,
cada mandato tuyo es un mandato de amor.
Cuando tu voluntad me cuesta, no permitas que me refugie en palabras bonitas.
Dame un corazón humilde para escuchar, arrepentirme y obedecer.

Bendice a nuestros benefactores:
sostén su vida, su trabajo y su familia;
hazlos fuertes en la esperanza y alegres en la entrega.

Y a mí, Señor, enséñame a ir a tu viña hoy,
no mañana, no en teoría: hoy.
Jesús, en Ti confío.
Amén.

 

domingo, 14 de diciembre de 2025

15 de diciembre del 2025: lunes de la tercera semana de Adviento

 

Certezas trastocadas

(Mateo 21, 23-27) «¿Con qué autoridad haces esto?» La pregunta es legítima. Pero está formulada en un contexto polémico que subraya la dificultad de poner la confianza en Jesús, porque Él siempre nos sorprende.

¿Estamos dispuestos a realizar ese desplazamiento interior para renunciar, en parte o totalmente, a nuestras representaciones sobre lo que Él debería ser o lo que debería hacer?

Esto nos prepara para su retorno en gloria, en el que el tiempo de Adviento nos centra, en continuidad directa con la Encarnación.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

Nm 24,2-7.15-17a

Avanza una estrella de Jacob

Lectura del libro de los Números.

EN aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae y se le abren los ojos:
¡Qué bellas tus tiendas, oh, Jacob,
y tus moradas, Israel!
Como vegas dilatadas,
como jardines junto al río,
como áloes que plantó el Señor
o cedros junto a la corriente;
el agua fluye de sus cubos,
y con el agua se multiplica su simiente.
Su rey es más alto que Agag,
y descuella su reinado».
Y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios
y conoce los planes del Altísimo,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae en éxtasis y se le abren los ojos:
Lo veo, pero no es ahora,
lo contemplo, pero no será pronto:
Avanza una estrella de Jacob,
y surge un cetro de Israel».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 25(24),4-5ab.6 y 7bc.8-9 (R. cf. 119[118],18) 

R. Señor, instrúyeme en tus sendas.

V. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. 
R.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. 
R.

V. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. R.

 

Evangelio

Mt 21,23-27

El bautismo de Juan ¿de dónde venía?

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».
Jesús les replicó:
«Les voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestan, les diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?».
Ellos se pusieron a deliberar:
«Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le han creído?”. Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».
Y respondieron a Jesús:
«No sabemos».
Él, por su parte, les dijo:
«Pues tampoco yo les digo con qué autoridad hago esto».

Palabra del Señor.

 

 

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Hermanos, hay preguntas que nacen de la fe… y preguntas que nacen del miedo. En el Evangelio de hoy escuchamos una pregunta que, en sí misma, podría ser muy buena: “¿Con qué autoridad haces esto?”. Es lógico preguntarlo. El problema no es la pregunta, sino el corazón desde donde se pregunta: no buscan la verdad; buscan controlar a Jesús, encasillarlo, domesticarlo.

Y aquí aparece una clave preciosa del Adviento: Jesús siempre nos sorprende. No se deja encerrar en nuestras ideas sobre cómo debería actuar Dios. Adviento es precisamente ese “desplazamiento interior”: mover el corazón, soltar seguridades falsas, renunciar a ciertas imágenes rígidas de Dios, para recibirlo como Él viene: humilde en Belén, exigente en el Evangelio, y glorioso al final de los tiempos.

1. La autoridad que nace de Dios… y la que nace del orgullo

Los sumos sacerdotes y ancianos representan una tentación muy humana: creer que la autoridad se demuestra “ganando” una discusión, imponiendo títulos, exhibiendo prestigio. Jesús, en cambio, no entra en el juego de la trampa. Les devuelve otra pregunta sobre Juan el Bautista. ¿Por qué? Porque la autoridad verdadera no se entiende sin conversión.

Si ellos hubieran reconocido a Juan, habrían reconocido a Jesús. Pero no se atreven a decir “del cielo”, porque entonces deberían cambiar. Tampoco se atreven a decir “de los hombres”, por miedo a la gente. Resultado: se quedan en una respuesta tibia, calculada: “No lo sabemos”. Cuando uno vive pendiente de quedar bien, termina no abrazando la verdad.

Y aquí el Adviento nos pregunta, con ternura y firmeza:
¿Dejamos que Cristo tenga autoridad sobre nuestra vida real, o solo sobre una parte?
¿Le damos autoridad sobre mi manera de hablar, de perdonar, de administrar el tiempo, de sanar resentimientos, de ordenar afectos?

2. Balaam: cuando Dios hace hablar incluso a lo inesperado

La primera lectura es fascinante: Balaam, que no era precisamente “un profeta de los nuestros”, es tomado por el Espíritu, y termina proclamando una bendición. Y su anuncio culmina con una imagen luminosa: “Avanza una estrella desde Jacob”.

En Adviento, esa estrella nos empuja a mirar más lejos que lo inmediato. Dios puede encender luz donde nadie la esperaba. Dios puede sacar bendición de un terreno árido. Dios puede abrir caminos cuando todo parece cerrado.

Y aquí se enlaza con el Salmo: “Muéstrame, Señor, tus caminos; enséñame tus senderos.” Quien ora así, reconoce una verdad sencilla: no me basto; necesito ser guiado. Esa es la humildad que abre la puerta a la autoridad de Dios.

3. Año Jubilar: autoridad que libera, esperanza que no defrauda

En un Jubileo, la Iglesia nos recuerda que la salvación no es un peso: es liberación. Jesús tiene autoridad no para aplastarnos, sino para devolvernos la dignidad y encaminarnos hacia la vida plena. Por eso, aunque hoy el Evangelio suene tenso, en el fondo es una invitación: deja de discutir para defender tu imagen, y empieza a caminar hacia la verdad que salva.

Y aquí entra la intención de hoy: nuestros difuntos.

4. Por los difuntos: la esperanza cristiana no es “recordar”, es “esperar”

Cuando oramos por los difuntos, no hacemos un acto de nostalgia; hacemos un acto de fe. Creemos que la muerte no tiene la última palabra. Creemos que Cristo, que vino en la humildad de la Encarnación, vendrá en gloria, y que su autoridad alcanza incluso lo que a nosotros nos parece definitivo.

Muchos cargan por dentro duelos no resueltos: culpas, conversaciones pendientes, “si yo hubiera…”. Adviento también sana eso: nos enseña a poner el pasado en manos de Dios. La autoridad de Jesús llega a donde nosotros ya no podemos llegar. Por eso podemos confiarle nuestros difuntos: los que murieron en paz, y los que murieron con heridas; los que dejaron ejemplo, y los que dejaron preguntas. Dios sabe escribir recto incluso con renglones torcidos.

5. Compromisos concretos para esta semana

Para que este Evangelio no se quede en ideas, propongo tres pasos sencillos:

1.    Una renuncia interior: hoy mismo, dile al Señor: “Jesús, renuncio a exigirte que actúes como yo quiero. Enséñame tus caminos.”

2.    Un acto de autoridad evangélica: ejerce una autoridad humilde en casa o en el trabajo: escucha antes de imponer, sirve antes de exigir.

3.    Un gesto por los difuntos: ofrece una misa, un rosario, una visita al cementerio, o una obra de misericordia por su descanso (una limosna, una llamada a alguien solo, un perdón dado).

Oración final (breve)

Señor Jesús, Estrella que avanza desde Jacob, ilumina nuestra fe en este Adviento. Danos un corazón humilde para reconocer tu autoridad y seguir tus caminos. Acoge en tu misericordia a nuestros difuntos: perdona sus faltas, purifica lo que necesite ser sanado, y llévalos a la luz de tu rostro. Y a nosotros, peregrinos de esperanza en este Año Jubilar, concédenos caminar hacia tu venida con alegría, verdad y caridad. Amén.

 

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Hermanos, el Evangelio de hoy nos presenta una escena fuerte: Jesús enseña en el templo y se le acercan los jefes religiosos con una pregunta que parece correcta, pero que nace torcida: “¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te la dio?”. No buscan comprender; buscan desautorizar. Y aquí el Señor nos enseña no solo qué creer, sino cómo responder cuando nuestra fe es cuestionada de manera injusta o irracional.

1) Una pregunta legítima… con un corazón equivocado

En la vida cristiana es sano preguntar. La fe no es ingenuidad. El problema aparece cuando la pregunta no viene del deseo de verdad, sino del deseo de control.
Los sacerdotes y ancianos estaban llamados a ser pastores del pueblo: guías hacia la salvación, voz profética, intercesores. Pero el Evangelio deja ver una triste contradicción: su cargo era santo, pero su intención estaba enferma. Y cuando la intención se enferma, hasta las preguntas “piadosas” se vuelven armas.

Adviento nos invita a revisar el corazón:
¿Yo pregunto para acercarme a Dios… o para defender mis ideas?
¿Yo busco la verdad… o busco tener la razón?

2) Jesús confronta la irracionalidad sin ponerse a pelear

La reacción de Jesús es magistral. No responde con agresividad ni cae en la provocación. Hace algo distinto: plantea una pregunta que ilumina el problema:
“¿El bautismo de Juan venía del cielo o de los hombres?”

Es como si dijera: “Si de verdad aman la verdad, respondan con honestidad.”
Pero ellos no responden por miedo y por conveniencia: si dicen “del cielo”, quedarán en evidencia por no haber creído; si dicen “de los hombres”, temen a la gente. Entonces eligen la salida fácil: “No lo sabemos.” No es ignorancia: es cálculo.

Aquí hay una lección pastoral muy concreta: no siempre conviene discutir en el terreno de la irracionalidad. A veces uno se desgasta peleando con argumentos que no buscan la luz, sino la victoria. Jesús desenmascara con serenidad y, cuando no hay apertura, guarda silencio. No es cobardía: es sabiduría.

3) Criterio para nuestras relaciones: humildad, verdad y silencio fecundo

He aquí una pauta preciosa:

  • Si alguien nos pregunta con humildad y sinceridad, se abre la puerta al diálogo.
  • Si alguien cuestiona desde la irracionalidad o la mala fe, muchas veces lo más caritativo es no engancharse, perdonar por dentro y esperar un momento mejor.

Esto no significa ser indiferentes. Significa imitar a Cristo: la caridad no se deja arrastrar a conversaciones enfermas.
En familia, en redes, en la comunidad… ¡cuántas veces el demonio nos tienta a “responder de inmediato”, a “defendernos” con rabia! Y terminamos peor, endurecidos y con el corazón revuelto.

Adviento es escuela de mansedumbre: Jesús viene manso. Y quien espera al Mesías aprende su estilo.

4) La “estrella” de Balaam: Dios guía incluso en medio de la confusión

La primera lectura nos regala una imagen luminosa: Balaam, sorprendentemente, profetiza: “Avanza una estrella desde Jacob”.
Dios hace brillar una luz donde no la esperábamos. Cuando alrededor hay intereses, agendas, voces que confunden, Dios sigue guiando. La estrella no grita, no pelea, no se impone… pero orienta.

Y el salmo pone en nuestros labios una súplica perfecta para estos días:
“Muéstrame, Señor, tus caminos; enséñame tus senderos.”
Esa oración es el antídoto contra la rigidez y contra el orgullo. Es la oración del discípulo que no quiere “ganar discusiones”, sino caminar en la verdad.

5) Año Jubilar y difuntos: la esperanza responde donde las palabras ya no alcanzan

Hoy además rezamos por nuestros difuntos. Y esto encaja profundamente con el Evangelio. Porque hay momentos en que no hay discusión que valga, ni argumento que consuele. Frente a la muerte, a veces solo queda lo esencial: la esperanza.

En el Año Jubilar somos “peregrinos de la esperanza”: creemos que Cristo tiene autoridad no solo sobre el templo, sino sobre la historia; no solo sobre nuestras preguntas, sino sobre nuestro destino. Por eso, al orar por los difuntos, hacemos un acto de confianza:
Señor, Tú sabes lo que nosotros no sabemos.
Tú ves lo que nosotros no vemos.
Tú puedes purificar lo que nosotros ya no podemos reparar.

Qué descanso da poner en manos de Dios a quienes amamos: con sus luces y sombras, con sus heridas y sus méritos. El Señor, que no se deja atrapar por agendas humanas, sí sabe conducir al alma hacia la luz.

6) Compromisos concretos para esta semana

1.    Un examen breve del corazón: antes de responder a alguien hoy, pregúntate: ¿esto edifica o solo alimenta mi orgullo?

2.    Una decisión de sabiduría: evita una discusión inútil; responde con paz o guarda silencio con caridad.

3.    Una obra por los difuntos: una misa ofrecida, un rosario, una visita al cementerio, o una obra de misericordia “en su nombre”.

Oración final

Señor Jesús, Sabiduría eterna, enséñanos tu modo de responder: sin soberbia, sin miedo, sin violencia. Danos un corazón libre para vivir la fe con serenidad, aunque encontremos críticas injustas. En este Adviento y en este Año Jubilar, haznos peregrinos de esperanza. Y recibe en tu misericordia a nuestros difuntos: perdona sus pecados, purifica sus faltas y llévalos a la paz de tu Reino. Jesús, en Ti confío. Amén.

 

17 de diciembre del 2025: miércoles de la tercera semana de Adviento

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