Paciencia:
(Mateo 1,1-17) Cada año, la liturgia nos propone la genealogía de Jesús
según Mateo, que en el texto griego hace referencia a la Creación (Génesis).
Esto nos indica la nueva creación que se
realiza en Cristo y nos invita a contemplar las lentas preparaciones de la
Encarnación, la paciencia de Dios que se abre camino en la historia de su
pueblo para cumplir su promesa en el momento adecuado.
¿Acaso Dios no actúa de la misma manera
en nuestras vidas? ¡Y eso a veces pone a prueba nuestra paciencia!
Emmanuelle Billoteau, ermite
Primera lectura
Gn
49,2.8-10
No
se apartará de Judá el cetro
Lectura del libro del Génesis.
EN aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo:
«Reúnanse, que les voy a contar lo que les va a suceder en el futuro; agrúpense
y escúchenme, hijos de Jacob, oigan a su padre Israel:
A ti, Judá, te alabarán tus hermanos,
pondrás tu mano sobre la cerviz de tus enemigos,
se postrarán ante ti los hijos de tu padre.
Judá es un león agazapado,
has vuelto de hacer presa, hijo mío;
se agacha y se tumba como león
o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo?
No se apartará de Judá el cetro,
ni el bastón de mando de entre sus rodillas,
hasta que venga aquel a quien está reservado,
y le rindan homenaje los pueblos».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
72(71),1-2.3-4ab.7-8.17 (R. cf. 110[109],2)
R. En sus días
florezca la justicia
y la paz abunde eternamente.
V. Dios mío, confía tu
juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R.
V. Que los montes
traigan paz,
y los collados justicia;
defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre. R.
V. En sus días florezca
la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R.
V. Que su nombre
sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Sabiduría del
Altísimo, que lo dispones todo con firmeza y suavidad, ven para mostrarnos el
camino de la prudencia. R.
Evangelio
Mt
1,1-17
Genealogía
de Jesucristo, hijo de David
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
LIBRO del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus
hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zará, Fares engendró a Esrón,
Esrón engendró a Arán, Arán engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón,
Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de
Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán,
Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat,
Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán,
Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés,
Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a
sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel
engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín,
Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín
engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán
engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació
Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde
David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a
Babilonia hasta el Cristo, catorce.
Palabra del Señor.
1
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy la
Iglesia nos propone una lectura aparentemente dura para el espíritu, una
lectura que desafía nuestra paciencia y nuestra fe: la genealogía de Jesús
según san Mateo. Un listado de nombres que desfila sin brillo, sin
narración heroica, sin drama aparente. Y sin embargo, precisamente ahí —en esa
asamblea de nombres— está todo el plan de salvación de Dios, escrito con la
paciencia infinita del Señor.
1. Fidelidad divina desde el origen
La
primera lectura nos sitúa en un contexto ancestral: Jacob bendice a su hijo
Judá, y profetiza que de su linaje nacerá el rey mesiánico. Esta
bendición no es un simple discurso familiar, es la primera luz de la promesa de
Dios, la primera semilla del Reino que vendrá.
En
tiempos históricos esa palabra iba dirigida al pueblo dividido, amenazado, con
miedo, tentado de apoyarse en poderes humanos —en alianzas humanas que diluyen
la confianza en Dios. Hoy también nosotros vivimos a veces ese mismo dilema: buscar
seguridades humanas antes que confiar en la fidelidad de Dios.
La fe no
es simplemente creer que Dios existe; es confiar en que Dios cumple lo que
promete, aún cuando los tiempos parecen largos, dolorosos, o incluso
incomprensibles para nuestra razón limitada. La genealogía de Jesús nos
recuerda que Dios actúa en la historia lentamente, a través de generaciones, en
medio de fragilidades humanas, de esperas, de silencios, de dolor… y sin
embargo fiel.
2. Una genealogía humana para un Dios que se hace
carne
San Mateo
comienza su evangelio —y aquí está la profundidad teológica de estas lecturas—
con una lista de nombres humanos. Abraham, David, Judá, Tamar, Rut… y
muchos otros. Algunos nombres nos escandalizan, otros nos son completamente
desconocidos. Y sin embargo todos ellos, con sus vidas, alegrías y fracasos,
son parte del camino que conduce a Jesús.
Esto nos
enseña que Dios se entrega a nuestra humanidad, no la cancela. Él se
hace historia, se encarna en personas concretas, con historias humanas, con
dolores reales. Jesús no es una idea abstracta, sino Dios que escogió
entrar en la fragilidad humana, para transformar desde dentro nuestras heridas
y nuestras limitaciones.
3. El Adviento: paciencia en la espera y confianza
en la venida
Estamos
ya en el corazón del tiempo de Adviento, un tiempo en que la liturgia nos
invita a vivir la espera vigilante de Cristo: Jesús vino en Belén, viene
hoy en nuestros corazones y vendrá al final de los tiempos.
Adviento
no es un simple recordatorio del pasado. Es una llamada a la conversión, al
caminar hacia el Señor con confianza, paciencia y esperanza. Es reconocer
que Dios no obra según nuestros plazos, sino según su fidelidad. Él sabe que
nuestras vidas son misterios que se desentrañan gradualmente en su amor.
4. Intención especial: oración por los enfermos
Queridos
hermanos y hermanas, hoy elevamos una oración especial por todos los
enfermos, especialmente por aquellos que sufren en silencio, en sus
cuerpos, en sus almas, en su esperanza.
Queremos
mirar a Cristo como Hijo de David y de Abraham: el que llega a sanar, el que
toma nuestra humanidad y la lleva a su plenitud. Que Él, que conoció el
sufrimiento en su carne y también en su misión, visite a los enfermos y les
conceda alivio, fuerza, paciencia para vivir este tiempo de prueba sin perder
la fe.
Oremos
por quienes están en hospitales, por quienes enfrentan enfermedades crónicas,
por quienes sienten miedo al futuro. Que la presencia de Cristo, Emmanuel —Dios
con nosotros— les sostenga en la fe y en la esperanza. Cristo camina
con ellos, no les abandona, hasta en los momentos más oscuros de enfermedad y
debilidad.
5. Conclusión: esperanza que no defrauda
En este
Adviento, al meditar en la genealogía de Jesús, aprendemos que Dios obra a
través de la historia, en medio de nuestras vidas, de nuestras familias, de
nuestras comunidades. Él no rompe los vínculos humanos, sino que los eleva.
Él no elimina nuestras fragilidades, sino que las redime. Su fidelidad
supera nuestras debilidades.
Que la
Virgen María, estrella de la paciencia y de la obediencia confiada, nos enseñe
a decir cada día: “Hágase en mí según tu palabra”, entregando a Dios
nuestros temores, nuestras angustias y también nuestras esperanzas más
profundas.
Que así,
fortalecidos por la gracia, caminemos firmemente hacia la luz de la Navidad, llenos
de fe, esperanza y amor, sabiendo que en Cristo nuestra historia tiene un
sentido definitivo.
† Que así
sea. Amén.
2
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
La liturgia de hoy nos presenta un texto que a
primera vista puede parecer árido: una larga lista de nombres en la
genealogía de Jesús según san Mateo. Frente a nuestros ojos modernos,
acostumbrados a relatos dinámicos, Mateo inicia su Evangelio con lo que parece
ser una simple enumeración. Pero la Iglesia nos invita a ver más allá de las
palabras y a contemplar en esa genealogía la fidelidad inquebrantable de
Dios a su plan de salvación.
1. Dios cumple lo que promete
La genealogía de Jesús se estructura en tres
bloques: de Abraham a David, de David al exilio en Babilonia y del
exilio hasta Jesús. Esta secuencia de generaciones no es un dato histórico
sin sentido, sino una declaración teológica profunda: Dios no
abandona su proyecto de salvación a pesar de los vaivenes de la historia humana.
Él había prometido a Abraham que todas las familias de la tierra serían
bendecidas en su descendencia, y había prometido a David un reino estable para
siempre. En Jesús, esas promesas alcanzan su cumplimiento pleno.
Hoy, en este tiempo de Adviento, la Iglesia nos
invita a recordar que Dios es fiel a sus promesas. Aunque el mundo
cambie constantemente —nuestras ideologías, nuestras seguridades, nuestras
prioridades— el plan de Dios permanece firme. Él nos promete gracia,
santidad, vida eterna, justicia, paz y su amor sin límites. Esta fidelidad
divina no depende de nuestras fuerzas humanas, sino del infinito amor con que
Dios nos ama.
2. Una fidelidad que da esperanza
en medio de la prueba
Vivimos en un mundo rápido y cambiante, donde
muchas cosas nos pueden hacer dudar: cambios sociales, crisis personales,
enfermedades que minan el cuerpo y el espíritu. Frente a esas realidades que
ponen a prueba nuestra paciencia y nuestra esperanza, la genealogía de Jesús
nos recuerda que Dios nunca nos deja solos. Él ha caminado con nuestro
pueblo a lo largo de generaciones, entrando en la historia humana y
haciéndose uno de nosotros en Jesucristo.
Este tiempo de Adviento nos prepara para acoger al
Señor que viene, no como una idea, sino como persona concreta, nacido en
la carne humana, en una historia concreta y frágil. Él es Emmanuel —Dios con
nosotros—, que se identifica con nuestra humanidad, la toma para elevarla y
transformarla desde dentro.
3. El Salmo de hoy nos recuerda
la justicia y la paz del Mesías
El Salmo que la liturgia nos presenta hoy es una
oración por el rey justo cuya justicia hará florecer la paz. Este salmo,
situado en la tradición del pueblo de Israel, nos recuerda que el rey
definitivo y verdadero, el Mesías, traerá justicia y paz universales. En
Cristo estas palabras encuentran su cumplimiento: Él es el Rey que juzga con
justicia y extiende su reinado de amor a todas las naciones.
4. Oración por los enfermos: la
fidelidad de Dios en la fragilidad
Queridos hermanos, en este Adviento y en el
contexto del Año Jubilar, presentemos ante el Señor a nuestros hermanos y
hermanas que sufren a causa de la enfermedad. Para muchos, el dolor físico,
la incertidumbre de un diagnóstico, la soledad en medio de la fragilidad son
pruebas que ponen a temblar el espíritu y la esperanza.
Jesús, el Hijo de David, el Salvador prometido,
no es un Dios lejano. Él conoce el dolor, conoce la fragilidad humana,
porque Él mismo tomó nuestra carne y vivió entre nosotros. Por eso te invito a
elevar esta oración:
Señor Jesús, tú que eres la plenitud de las
promesas del Padre, no apartes tu rostro de los enfermos. Sé consuelo para
quienes sufren en su cuerpo y en su espíritu. Derrama tu gracia sobre ellos,
fortalece su fe, calma su angustia y dales la paz que solo Tú puedes dar.
Hazles sentir tu presencia fiel, hoy y siempre. Amén.
5. Vivir la fidelidad de Dios
Así como Dios ha sido fiel a lo largo de la
historia, también queremos ser fieles a Él. No edifiquemos nuestra vida
sobre modas pasajeras, sobre lo que cambia con los vientos de opinión o
circunstancias. Edifiquémosla sobre Cristo, la roca firme. En este
tiempo de espera vigilante, que nuestras vidas reflejen la fidelidad de Dios a
través de nuestra fidelidad a la fe, a la oración, a la caridad, y
especialmente a los más necesitados y enfermos.
Que el Adviento sea para nosotros un tiempo de
conversión y esperanza. Que la Virgen María, que guardaba todas estas cosas en
su corazón y vivió con fidelidad el plan de Dios, nos enseñe a decir con
generosidad: “Hágase en mí según tu palabra”.
Que así sea. Amén.
† En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen.


