viernes, 20 de octubre de 2017

21 de octubre del 2023 Sábado de la 28a semana del TO o Santa Madre Laura Montoya



(Lucas 12, 8-12) Ante Dios, la hipocresía no tiene lugar. Así, un día u otro todo sale a la luz. Por lo tanto hemos de ser justos, ejercer el derecho sin miedo al servicio de la verdad que hace hombres libres.



Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (4,13.16-18):

No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la e de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.» Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 104,6-7.8-9.42-43

R/.
 El Señor se acuerda de su alianza eternamente

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Porque se acordaba de la palabra sagrada
qué había dado a su siervo Abrahán,
sacó a su pueblo con alegría,
a sus escogidos con gritos de triunfo. R
/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,8-12):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.»

Palabra del Señor

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La fe de Abraham, su confianza, ejemplo para nosotros

La fe consiste en encontrar a un Dios viviente y aceptar su palabra, creyendo en una promesa. Esto es lo que hizo Abrahán, y Dios cumplió la promesa. Esto es, de alguna manera, lo que dos jóvenes hacen  cuando emprenden matrimonio. Confían en que   podrán llevarlo a cabo, que podrán profundizar sus relaciones, que crecerán en amor y fidelidad. Ésta es la aventura de los religiosos consagrados: creen en una promesa  -por eso hacen un voto-, una promesa a un Cristo que promete. La promesa pertenece al orden del amor: se trata de una confianza, un amor, una fidelidad que debe seguir creciendo.

La fe y esperanza para ganar la Eternidad

En el Evangelio, Hoy, el Señor despierta nuestra fe y esperanza en El. Aquel que se haya pronunciado a favor de Jesús adhiriéndose a su misión «también el Hijo del hombre se declarará por él» (Lc 12,8). Dicha confesión pública se realiza en palabras, en actos y durante toda la vida.
Esta interpelación a la confesión es todavía más necesaria y urgente en nuestros tiempos, en los que hay gente que no quiere escuchar la voz de Dios ni seguir su camino de vida. Sin embargo, la confesión de nuestra fe tendrá un fuerte seguimiento. Por tanto, no seamos confesores ni por miedo de un castigo —que será más severo para los apóstatas— ni por la abundante recompensa reservada a los fieles. Nuestro testimonio es necesario y urgente para la vida del mundo, y Dios mismo nos lo pide, tal como dijo san Juan Crisóstomo: «Dios no se contenta con la fe interior; Él pide la confesión exterior y pública, y nos mueve así a una confianza y a un amor más grandes». 
Nuestra confesión es sostenida por la fuerza y la garantía de su Espíritu que está activo dentro de nosotros y que nos defiende. El reconocimiento de Jesucristo ante sus ángeles es de vital importancia ya que este hecho nos permitirá verle cara a cara, vivir con Él y ser inundados de su luz. A la vez, lo contrario no será otra cosa que sufrir y perder la vida, quedar privado de la luz y desposeído de todos los bienes. Pidamos, pues, la gracia de evitar toda negación ni que sea por miedo al suplicio o por ignorancia; por las herejías, por la fe estéril y por la falta de responsabilidad; o porque queramos evitar el martirio. Seamos fuertes; ¡el Espíritu Santo está con nosotros! Y «con el Espíritu Santo está siempre María (…) y Ella ha hecho posible la explosión misionera producida en Pentecostés» (Papa Francisco).


Oración

Señor Dios nuestro:
Tú puedes resucitar a los muertos.
Tú quieres que confiemos en ti
y que creamos en tus promesas.
Danos una fe suficientemente fuerte
para seguir esperando en la buena noticia
de tu poder que puede renovar el mundo,
de la gente capaz de unidad y de paz,
y de la alegría de un amor rejuvenecido
que puede soportar y hacer todo
por medio de Jesucristo nuestro Señor.

Amen!

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