5 de octubre del 2017 Jueves de la 26a semana del TO o Santos Zacarías e Isabel (Padres de S. Juan Bautista) o Santa Faustina Kowalska



(Nehemías 8, 1-4a.5-6.7b-12) A menudo, son los que  han conocido la deportación, el exilio, la humillación y la ruina, quienes escuchan la Palabra de Dios llorando. La suficiencia, la riqueza no abren el corazón a la misericordia divina.



Primera lectura

Lectura del libro de Nehemías (8,1-4a.5-6.7b-12):

En aquellos días, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua y pidió a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. El sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día primero del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo –pues se hallaba en un puesto elevado– y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie.
Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: -«Amén, amén.»
Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas explicaron la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura.
Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.»
Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley.
Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.»
Los levitas acallaban al pueblo, diciendo: «Silencio, que es un día santo; no estéis tristes.»
El pueblo se fue, comió, bebió, envió porciones y organizó una gran fiesta, porque había comprendido lo que le habían explicado.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 18,8.9.10.11

R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-12):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»

Palabra del Señor



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El regreso a las fuentes

Aquel día sobre el que nos habla en la primera lectura el profeta Nehemías, el pueblo viniendo de todas partes del país, se reúne y ofrece sacrificios a Dios (es la evocación de nuestra liturgia de lo que hacemos especialmente en cada Eucaristía…no es cierto?) Todos se reúnen cerca al templo para escuchar la lectura del libro de la Ley del Señor. La solemnidad puesta en el relato, destaca la importancia del evento, del momento. Los creyentes esperaban con ansia este instante después del regreso del destierro. El profeta Esdras, como escuchamos la semana pasada, había recibido instrucciones de las autoridades persas para la misión de restablecer el culto en Jerusalén basado en el libro de la Ley, es decir, en los cinco primeros libros de la Biblia (cfr. Esdras 7,12-26). Esta fecha, corresponde a una fiesta que llegará a ser más tarde la fiesta del nuevo año judío (cfr. Levítico 23,24-25).
La escucha de las palabras del Libro de la Ley, suscita una toma de conciencia colectiva como en los tiempos de Josías (cfr. 2 Reyes 22-23). Las lágrimas demuestran el arrepentimiento, y también la emoción ante la santidad de Dios y su amor por su pueblo. Los dirigentes invitan y animan al pueblo a poner en práctica las enseñanzas del libro y a "restaurarse" en todos los sentidos de la palabra. El regreso o retorno a las fuentes de la fe es celebrado con una gran comida de fiesta, caracterizada por el compartir. Nadie debe quedarse marginado, nadie debe quedar exento de dejarse inundar por esta alegría… ( nos dice también esto algo sobre nuestras eucaristías?)

Sembrar la paz

En el Evangelio, Jesús al enviar en misión a los 72, nos dice que la misión tiene una dimensión universal. Se trata de anunciar la paz de Dios a todos los pueblos. Más allá del círculo de los 12, el número 72 simboliza el conjunto de las naciones. Pero el llamado hecho a todos no significa forzosamente que todos respondan positivamente. 
Anunciar a Cristo no puede sino hacerse a la manera de Cristo: llevando la paz, curando, tomando tiempo para el encuentro, y sobre todo sin incomodar la gente. Pero atención, rechazar, o decirle no a la paz del Reino de Dios priva de sus beneficios.

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