14 de septiembre del 2020: lunes de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario
El Señor de los Milagros de Buga que ilumina nuestra liturgia de hoy, nos recuerda toda la misericordia y el amor que Jesucristo desde la cruz derramó sobre el mundo, pues a propósito en otras partes del mundo, este día se consagra a la veneración de la santa cruz que nosotros en Colombia, celebramos el 3 de mayo.
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san
Pablo a los Corintios 11,17-26.33:
Al recomendaros esto, no puedo aprobar que
vuestras reuniones causen más daño que provecho. En primer lugar, he oído que
cuando se reúne vuestra Iglesia os dividís en bandos; y en parte lo creo,
porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros, para que se vea quiénes
resisten a la prueba. Así, cuando os reunís en comunidad, os resulta imposible
comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su propia cena y,
mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y
beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres?
¿Qué queréis que os diga? ¿Que os apruebe? En esto no os apruebo. Porque yo he
recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando
la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por
vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de
cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced
esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de
este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Así que, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperaos unos a otros.
Palabra de Dios
Salmo responsorial
Sal 39,7-8a.8b-9.10.17
R/. Proclamad la muerte del Señor,
hasta que vuelva
hasta que vuelva
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. R/.
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. R/.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 7,1-10
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar
a la gente, entró en Cafarnaum. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a
un criado, a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos
ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado.
Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.»
Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: “ve”, y va; al otro: “ven”, y viene; y a mi criado: “haz esto”, y lo hace.»
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.»
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.»
Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: “ve”, y va; al otro: “ven”, y viene; y a mi criado: “haz esto”, y lo hace.»
Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.»
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Palabra de Señor.
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Retomamos la lectura de la Primera
Carta de San Pablo a los Corintios y vemos que en Corinto los cristianos se reúnen
para compartir “la Cena del Señor”. Cada quien aporta comida y vino. Pero el
compartir no es fácil: cada quien, por su propio lado trae lo suyo, para sí, ¡descuidando
a los más pobres! ¿Dónde está el respeto por los otros? ¿Y el respeto al Señor?
Pablo exige que cada uno examine y
piense en la seriedad de su relación con Dios y con los otros. Reconocer el
Cuerpo y la Sangre del Señor en el Pan y el Vino, no es solamente pensar en
Jesús, sino también en los hermanos que forman el “Cuerpo de Cristo” (12,12).
Esta comida no es solamente el
recuerdo de lo que Jesús ha hecho, sino que es también participar en la nueva
alianza realizada por su muerte y su resurrección, y esperar su segunda venida…
Digno de fe
Vemos en el Evangelio que, para un
oficial, recibir o dar órdenes es normal. Pero acudir a otro, poner su
confianza en él para pedir por lo más querido, demanda humildad y confianza. Es
lo que este oficial romano hace con Jesús. Este romano es alguien para quien
los otros cuentan, son importantes y sabe contar con ellos. Al reconocer su
pequeñez en relación con Jesús, él demuestra plena confianza en la eficacidad
de la palabra de aquel a quien él llama "Maestro".
De él tomamos también las palabras
que utilizamos en la celebración eucarística, en el momento de la comunión: que
“no es digno de que Jesús vaya a su casa.”
Oración
Señor Dios, Padre de todos:
Tú llamas a gente de toda lengua, cultura y nación
para adorarte y vivir en tu amor.
Que tu Hijo Jesucristo hable en medio de nosotros,
como lo hizo con el centurión,
tu palabra salvadora que lleva curación a todos.
Que muchos acepten su invitación
a sentarse con nosotros a su mesa.
Danos suficiente fe y amor
para que nosotros también, como tú y tu Hijo,
sepamos hacer de gente extraña y desconocida
verdaderos amigos.
Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor.
Tú llamas a gente de toda lengua, cultura y nación
para adorarte y vivir en tu amor.
Que tu Hijo Jesucristo hable en medio de nosotros,
como lo hizo con el centurión,
tu palabra salvadora que lleva curación a todos.
Que muchos acepten su invitación
a sentarse con nosotros a su mesa.
Danos suficiente fe y amor
para que nosotros también, como tú y tu Hijo,
sepamos hacer de gente extraña y desconocida
verdaderos amigos.
Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor.
El Señor de los
Milagros de Buga que ilumina nuestra liturgia de hoy, nos recuerda toda la
misericordia y el amor que Jesucristo desde la cruz derramó sobre el mundo,
pues a propósito en otras partes del mundo, este día se consagra a la
veneración de la santa cruz que nosotros en Colombia, celebramos el 3 de mayo.
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