10 de septiembre del 2020: jueves de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario
(Lucas 6, 27-38) Gracias al
Espíritu, nosotros podemos vivir el amor sin límites de Dios.
Lo que Él nos pide no está más allá de nuestras
fuerzas, porque Él mismo viene a sostenernos en esta tarea. No nos queda más
que abrirnos a su amor ardiente y poderoso.
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los Corintios (8,1b-7.11-13):
El conocimiento engríe, lo constructivo es el amor. Quien se figura haber terminado de conocer algo, aún no ha empezado a conocer como es debido. En cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce. Vengamos a eso de comer de lo sacrificado. Sabemos que en el mundo real un ídolo no es nada, y que Dios no hay más que uno; pues, aunque hay los llamados dioses en el cielo y en la tierra –y son numerosos los dioses y numerosos los señores–, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien estamos destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo y por quien existimos nosotros. Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo y, como su conciencia está insegura, se mancha. Así, tu conocimiento llevará al desastre al inseguro, a un hermano por quien Cristo murió. Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo. Por eso, si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro.
Palabra de Dios
El conocimiento engríe, lo constructivo es el amor. Quien se figura haber terminado de conocer algo, aún no ha empezado a conocer como es debido. En cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce. Vengamos a eso de comer de lo sacrificado. Sabemos que en el mundo real un ídolo no es nada, y que Dios no hay más que uno; pues, aunque hay los llamados dioses en el cielo y en la tierra –y son numerosos los dioses y numerosos los señores–, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien estamos destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo y por quien existimos nosotros. Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo y, como su conciencia está insegura, se mancha. Así, tu conocimiento llevará al desastre al inseguro, a un hermano por quien Cristo murió. Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo. Por eso, si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 138,1-3.13-14ab.23-24
R/. Guíame, Señor, por el camino eterno
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras. R/.
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,27-38):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Palabra del Señor
1
Principio
de precaución
(1 Corintios 8, 1b-7.10-13).
Los sacrificios ofrecidos en los templos paganos producían una gran cantidad de
carnes que eran enseguida parcialmente esparcidas por los mercados. Los banquetes
en los cuales participaban los ciudadanos, eran también organizados en los
recintos de los templos. Muchas preguntas entonces se hacían los cristianos como,
por ejemplo: ¿comprar y comer estas carnes ofrecidas a los ídolos, no era una
manera de comprometerse con ellos?
Con toda seguridad que los
ídolos no son reales, no tienen vida. El
cristiano bien lo sabe, no hay más que un solo Dios. Pero si un cristiano
aparentemente se compromete con los ídolos, éste puede fácilmente afectar la fe
de un hermano menos seguro. ¡Entonces, es mejor no comer estas carnes
procedentes de los templos paganos!
Mismo, si yo me siento libre
de actuar a mi manera, en concordancia con Dios, yo debo también prestar
atención de no chocar o herir con mi actitud a aquellos que me rodean.
En el Evangelio, para Jesús,
el amor de Dios da el tono, ¡pues Dios ama gratuitamente que cada uno ame
gratuitamente! Vivir juntos, amar sin esperar nada a cambio e igualmente dar un
paso hacia el enemigo, es posible. El ideal de vida propuesto a los discípulos,
puede parecer ingenuo o aberrante. Pero un verdadero amor, como aquel de los
padres por sus hijos, permite con frecuencia, dar más más allá de toda razón o
de todo juicio. Dios ama hasta el infinito: ¡qué perspectiva y que reto para la
vida de cada uno!
2
¡Ama a tus enemigos!
dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad
a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os
maldicen, orad por los que os injurian.”.
Estas palabras son claramente más fáciles de decir que de practicar.
Cuando se trata de eso, cuando alguien te odia y te trata
mal, lo último o lo menos que quieres hacer es amarlo, bendecirlo y orar por
él. Pero Jesús es muy claro en el hecho de que esto es lo que estamos
llamados a hacer.
En medio de alguna persecución directa o maldad que se nos haga,
fácilmente podemos resultar heridos. Este dolor puede llevarnos a la ira,
al deseo de venganza e incluso al odio. Si cedemos a estas tentaciones, de
repente nos convertimos en lo que nos lastima. Lamentablemente, odiar a
quienes nos han lastimado solo empeora las cosas.
Pero sería ingenuo negar cierta tensión interior que todos
enfrentamos cuando nos enfrentamos al daño de otro y al mandamiento de Jesús de
amarlo a cambio. Si somos honestos, debemos admitir esta tensión interior. La
tensión surge cuando tratamos de abrazar el mandato del amor total a pesar de
los sentimientos de dolor y enojo que tenemos.
Una cosa que revela esta tensión interior es que Dios quiere mucho
más para nosotros que una vida simplemente basada en nuestros sentimientos. Estar
enojado o herido no es tan agradable. De hecho, puede ser causa de mucha
miseria. Pero no tiene por qué ser así.
Si entendemos este mandamiento de Jesús de amar a nuestros
enemigos, comenzaremos a comprender que este es el camino para salir de la
miseria. Empezaremos a darnos cuenta que ceder a los sentimientos heridos
y devolver la ira por la ira o el odio por el odio solo hace que la herida sea
más profunda. Por otro lado, si podemos amar cuando nos maltratan, de
repente descubrimos que el amor en este caso es bastante poderoso. Es el
amor que va más allá de cualquier sentimiento. Es amor verdadero
purificado y dado gratuitamente como un regalo de Dios. Es caridad al más
alto nivel y es una caridad que nos llena de una abundancia de auténtica
alegría.
Reflexiona hoy sobre las heridas que llevas dentro.
Debes saber que estas heridas pueden convertirse en la fuente de
tu propia santidad y felicidad si dejas que Dios las transforme y si dejas que
Dios llene tu corazón de amor por todos los que te han maltratado.
Señor, sé que estoy llamado a amar a mis
enemigos. Sé que estoy llamado a amar a todos los que me han maltratado. Ayúdame
a entregarte cualquier sentimiento de ira u odio y reemplazar esos sentimientos
con verdadera caridad. Jesús, en Ti confío.
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