25 de junio del 2021: viernes de la decimosegunda semana del tiempo ordinario (I)

 

(Mateo 8, 1-4) Jesús toca al leproso. Nada detiene su compasión, su deseo de estar cerca de él, de curarlo, de sacarlo de la exclusión.




Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (17,1.9-10.15-22):

Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.»
Dios añadió a Abrahán: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»
Dios dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahán dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.»
Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.»
Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró.


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 127,1-2.3.4-5

R/.
 Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,1-4):

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»


Palabra del Señor

 

 

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En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»

 

Mateo 8: 1–4

 

 

Hacer homenaje a otro es expresar públicamente reverencia y respeto. Esto es lo que le hizo este leproso a Jesús. Él "le rindió homenaje". Pero el leproso fue aún más lejos. También expresó su fe con seguridad en que Jesús podría curarlo si así lo deseaba. Y Jesús deseaba palabras:  y en consecuencia, Jesús “tocó” al leproso. Esta era una práctica prohibida, ya que los leprosos eran inmundos y tocarlos podía propagar su enfermedad. Pero Jesús rompió la norma y tocó al hombre, revelándole su dignidad innata.

 

Es interesante considerar la pregunta: ¿Quién rindió a quién un mayor homenaje? ¿Fue mayor el acto de homenaje del leproso? ¿O el acto de tocar y limpiar al leproso mayor? Aunque no necesitamos comparar estos dos actos, es útil reflexionar sobre el hecho profundo de que Jesús mostró una forma de homenaje a este leproso inmundo.

 

Como se dijo anteriormente, rendir homenaje a otro es expresarle públicamente reverencia y respeto. Sin lugar a dudas, Jesús hizo precisamente esto. No solo honró al leproso con Su toque y sanación, sino que expresó públicamente Su amor y respeto por este hombre a través de este acto.

 

Por supuesto, el homenaje que le debemos a Dios es único. Es el homenaje del culto. Debemos postrarnos ante Él, entregando nuestras vidas en total abandono y confianza. Debemos honrarlo como Dios y expresar nuestro amor en consecuencia. Pero, además de que Jesús muestra su poder omnipotente mediante este milagro, también nos da un ejemplo de cómo debemos tratar a los demás. Todas las personas, porque están hechas a imagen y semejanza de Dios, merecen nuestro mayor respeto, y merecen recibir ese respeto de manera pública. Debemos buscar continuamente honrar y respetar a los demás y expresar ese honor y respeto para que los demás lo vean. Esto es especialmente difícil cuando la persona por la que estamos llamados a mostrar respeto es considerada por otros como "inmunda". El leproso es solo un símbolo de los muchos tipos de personas que el mundo considera inmundas e indignas. Los criminales, los pobres, el confundido, el pecador, el sintecho, el oponente político y cualquier otra persona en nuestro mundo merece nuestro mayor respeto y reverencia. Hacerlo no justifica su pecado; más bien, atraviesa la superficie y mira su dignidad innata.

 

Reflexiona, hoy, sobre el acto de homenaje realizado por este leproso a Jesús. Y luego reflexiona sobre el acto de homenaje que Jesús ofrece a este leproso al confirmar públicamente su dignidad innata. 

 

¿Quién en tu vida está representado por este leproso? ¿Quiénes son “inmundos” debido a la condición de su vida, el pecado que cometen o el estigma público que tienen? ¿A quién te está llamando Dios a acercarte y tocar con amor y respeto, para que otros lo vean? Busca al leproso en tu vida y no temas imitar este santo acto de homenaje ejemplificado por nuestro Señor.

 

Mi santo Señor, eres digno de toda adoración, gloria y homenaje. Tú y solo Tú mereces nuestra adoración. Ayúdame a descubrir continuamente Tu presencia oculta en la vida de quienes me rodean. Ayúdame, sobre todo, a verte en el leproso de nuestros días. Que mi amor y respeto por ellos fluya de mi amor por Ti y se convierta en una imitación de Tu acto de amor por todos. Jesús, en Ti confío.

 

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