1o de febrero del 2022: martes de la cuarta semana del tiempo ordinario
(Marcos 5, 21-43) Dios nos ha creado con un cuerpo y Él se
hizo carne para venir a nuestro encuentro en "nuestro mundo". La
humildad de nuestra condición, con sus debilidades y limitaciones, nos lleva de
vuelta al momento presente, a lo esencial.
Primera lectura
Lectura del segundo libro de Samuel
(18,9-10.14b.24-25a.30–19,3):
En aquellos días, Absalón fue a dar en un destacamento de David. Iba montado
en un mulo, y, al meterse el mulo bajo el ramaje de una encina copuda, se le
enganchó a Absalón la cabeza en la encina y quedó colgando entre el cielo y la
tierra, mientras el mulo que cabalgaba se le escapó.
Lo vio uno y avisó a Joab: «¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!»
Agarró Joab tres venablos y se los clavó en el corazón a Absalón. David estaba
sentado entre las dos puertas. El centinela subió al mirador, encima de la
puerta, sobre la muralla, levantó la vista y miró: un hombre venía corriendo
solo.
El centinela gritó y avisó al rey. El rey dijo: «Retírate y espera ahí.» Se
retiró y esperó alli.
Y en aquel momento llegó el etíope y dijo: «¡Albricias, majestad! ¡El Señor te
ha hecho hoy justicia de los que se habían rebelado contra ti!»
El rey le preguntó: «¿Está bien mi hijo Absalón?»
Respondió el etíope: «¡Acaben como él los enemigos de vuestra majestad y
cuantos se rebelen contra ti!»
Entonces el rey se estremeció, subió al mirador de encima de la puerta y se
echó a llorar, diciendo mientras subía: «¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! Hijo
mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en vez de ti, Absalón, hijo mío, hijo
mío!»
A Joab le avisaron: «El rey está llorando y lamentándose por Absalón.»
Así la victoria de aquel dia fue duelo para el ejército, porque los soldados
oyeron decir que el rey estaba afligido a causa de su hijo. Y el ejército entró
aquel día en la ciudad a escondidas, como se esconden los soldados abochornados
cuando han huido del combate.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 21,26b-27.28.30.31-32
R/. Te
alabarán, Señor, los que te buscan
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R/.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(5,21-43):
En aquel
tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha
gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la
sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con
insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para
que se cure y viva.»
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una
mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la
habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su
fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y,
acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo
tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de
la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?»
Los discípulos le contestaron: «Ves como te apretuja la gente y preguntas:
"¿Quién me ha tocado?"»
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó
asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies
y le confesó todo.
Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para
decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No
temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano
de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de
los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está
muerta, está dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la
niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le
djo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se
quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que
dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor
“y,
acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo
tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado.”
Estos son los pensamientos y
la experiencia de la mujer que había sufrido mucho durante doce años con
hemorragias. Buscó a muchos médicos y había gastado todo lo que tenía en
un intento por curarse. Lamentablemente, nada funcionó.
Es posible que Dios permitiera
que su sufrimiento durara todos esos años para que tuviera esta oportunidad
particular de manifestar su fe para que todos la vieran. Es interesante ver
como este versículo en realidad revela
su pensamiento interior cuando se acerca a Jesús. “Si tan solo tocara sus
vestidos…” Este pensamiento interior es una hermosa ilustración de la fe.
¿Cómo habría sabido ella que
sería sanada? ¿Qué fue lo que la llevó a creer esto con tanta claridad y
convicción? ¿Por qué, después de pasar doce años en tratamiento con todos
los médicos que pudo encontrar, de repente se dio cuenta de que todo lo que
necesitaba hacer era tocar la ropa de Jesús para ser sanada? La respuesta
es simple. Porque a ella se le dio el don de la fe.
Esta ilustración de su fe
revela que la fe es un conocimiento sobrenatural de algo que solo Dios puede
revelar. En otras palabras, ella sabía que sería sanada, y su
conocimiento de esta sanación le llegó como un don impartido por Dios. Una
vez impartido, tuvo que actuar sobre este conocimiento y, al hacerlo, dio un
maravilloso testimonio a todos los que leyeron su historia.
Su vida, y en particular esta
experiencia, debe desafiarnos a todos a darnos cuenta de que Dios también nos
dice verdades profundas, si solo escuchamos. Él está constantemente
hablándonos y revelándonos la profundidad de Su amor, llamándonos a entrar en
una vida de fe manifiesta. Él quiere que nuestra propia fe no solo sea el
fundamento de nuestras vidas, sino que también sea un poderoso testimonio para
los demás.
Reflexiona, hoy, sobre la
convicción interior de fe que tenía esta mujer. Ella sabía que Dios la
sanaría porque se permitió escucharlo hablar. Reflexiona sobre tu propia
atención interior a la voz de Dios y trata de estar abierto a la misma
profundidad de fe testimoniada por esta santa mujer.
Mi compasivo Señor, te amo y
deseo conocerte y escucharte hablarme todos los días. Por favor, aumenta
mi fe para que pueda conocerte a ti y tu voluntad para mi vida. Por favor,
utilízame como deseas para ser un testigo de fe para los demás. Jesús, en
Ti confío.
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