5 de abril del 2022: martes de la quinta semana de Cuaresma

 

Testigo de la fe

San Vicente Ferrer.

Vicente Ferrer, predicador dominico del siglo XV, viajó por su España natal, Francia e Italia, llamando a los cristianos a la conversión. Su predicación evangélica enfatizaba la muerte y la inminencia del juicio de Dios.


(Juan 8, 21-30) Jesús no desprecia a sus interlocutores. Más bien, son ellos los que intentan menospreciarlo por todos los medios. Incluso llegarán a condenarlo, a clavarlo en una cruz, pero Jesús no está solo. Su Padre está con él y su misericordia es infinita.



Primera lectura

Lectura del libro de los Números (21,4-9):

EN aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edón.
El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia».
El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel.
Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió:
«Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 101,2-3.16-18.19-21

R/.
 Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti


V/. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco,
escúchame enseguida. R/.

V/. Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R/.

V/. Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,21-30):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».
Y los judíos comentaban:
«¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y él les dijo:
«Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados».
Ellos le decían:
«¿Quién eres tú?».
Jesús les contestó:
«Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.
Y entonces dijo Jesús:
«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.


Palabra del Señor




El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo

 

Juan 8:29

 

 

La mayoría de los niños pequeños, si se les deja solos en casa, reaccionarían con miedo. Necesitan saber que sus padres están cerca. La idea de estar solos en algún lugar es aterradora. Sería igual de aterrador que un niño se perdiera en una tienda u otro lugar público. Necesitan la seguridad que viene con la presencia de un padre cerca.

 

Lo mismo es cierto en la vida espiritual. Interiormente, si sentimos que estamos solos, podemos reaccionar con miedo. Sentir que hay un abandono interior de Dios es un pensamiento aterrador. Pero, por el contrario, cuando sentimos que Dios está muy presente y vivo en nosotros, nos fortalecemos mucho para afrontar la vida con valentía y alegría.

 

Esta fue la experiencia de Jesús en el pasaje anterior en el que habla mucho de su relación con el Padre. El Padre es Aquel que envió a Jesús al mundo para Su misión y Jesús reconoce que el Padre no lo dejará solo. Jesús dice esto, lo sabe y experimenta la bendición de esa relación en su Corazón humano y divino. 

 

Lo mismo se puede decir de cada uno de nosotros. Primero, debemos darnos cuenta de que el Padre nos ha enviado. Cada uno tenemos una misión en la vida. ¿Te das cuenta de eso? ¿Te das cuenta de que tienes una misión muy específica y un llamado de Dios? Sí, puede implicar partes muy ordinarias de la vida, como las tareas del hogar, la rutina diaria del trabajo, la edificación de las relaciones familiares, etc. Nuestra vida diaria está llena de actividades ordinarias que conforman la voluntad de Dios.

 

Es posible que ya estés completamente inmerso en la voluntad de Dios para tu vida. Pero también es posible que Dios quiera más de ti. Él tiene un plan para ti y es una misión que no le ha encomendado a otro. Puede requerir que des un paso de fe, seas valiente, salgas de tu zona de confort o enfrentes algún miedo. Pero cualquiera que sea el caso, Dios tiene una misión para ti.

 

La noticia reconfortante es que Dios no solo nos envía, también permanece con nosotros. No nos ha dejado solos para cumplir la misión que nos ha encomendado. Él ha prometido Su ayuda continua de una manera muy central.

 

Reflexiona, hoy, sobre la misión que le fue dada a Jesús: la misión de dar Su vida de manera sacrificial. Reflexiona también sobre cómo Dios quiere que vivas esta misma misión con Cristo de amor sacrificial y entrega. Es posible que ya lo estés viviendo de todo corazón o que necesites una nueva dirección. Dile “Sí” con valentía y confianza y Dios caminará contigo en cada paso del camino.

 

 

Mi sacrificial Señor, digo “Sí” al plan perfecto que tienes para mi vida. Sea lo que sea, lo acepto sin dudarlo, querido Señor. Sé que siempre estás conmigo y que nunca estoy solo. Jesús, en Ti confío.

 

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