miércoles, 22 de junio de 2022

23 de junio del 2022: Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote


Demos gracias a Nuestro Señor Jesucristo por ser el Mediador ante el Padre, la Víctima y el sacerdote Eterno, todo al mismo tiempo, para nuestra salvación. Que también podamos imitarlo en su sacrificio y entrega, porque estamos llamados a ser corredentores de su plan de salvación.



PRIMERA LECTURA
Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Lectura del libro de Isaías 52, 13—53, 12

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte;
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores, él
tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios.

O bien:

Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 12-23
Hermanos:
Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir: «Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —dice el Señor—: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente», añade: «Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes». Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.
Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.
Palabra de Dios.


Salmo responsorial: Salmo 39, 6. 7. 8-9. 10. 11 (R.: 8a y 9a)
RAquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.
 R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. 
R.
Entonces yo digo: «Aquí estoy
—como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. 
R.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. 
R.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. 
R.

Aleluya Is 42, 1
Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.



Esto es mi cuerpo
Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre

Cruz Lectura del santo evangelio según san Lucas 22, 14-20

Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
—«He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios».
Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:
—«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios».
Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía».
Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
—«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros».
Palabra del Señor.




Reflexión
Dios nos ha elegido y nos envía

 La fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, es «reciente» en nuestro calendario litúrgico. En España se celebró por primera vez el 6 de junio de 1974. No todos los países la celebran, y las fechas para celebrarlo tampoco coinciden. El trasfondo de la fiesta (con muchas resonancias al Jueves Santo) es el ministerio sacerdotal, una Jornada por la santificación de los sacerdotes.

      Sin embargo, en la sensibilidad eclesial de hoy día, hay una fuerte llamada al compromiso de todos en la evangelización, y especialmente de los laicos. Por ejemplo, el video-mensaje del Papa para el mes de mayo del 2018:
“Los laicos están en primera línea de la vida de la Iglesia. Necesitamos su testimonio sobre la verdad del Evangelio y su ejemplo al expresar su fe con la práctica de la solidaridad. Demos gracias por los laicos que arriesgan, que no tienen miedo y que ofrecen razones de esperanza a los más pobres, a los excluidos, los marginados.
Pidamos juntos este mes para que los fieles laicos cumplan su misión específica, la misión que han recibido en el bautismo, poniendo su creatividad al servicio de los desafíos del mundo actual.

     Por eso me parece que es conveniente poner el acento en algo de lo que se habla poco, y de lo que se desprenden muchas consecuencias para la pastoral de la Iglesia e incluso para la teología: el SACERDOCIO COMÚN DE LOS FIELES (de todos), aunque algunos (muy pocos) sean llamados al ministerio sacerdotal sacramental (los presbíteros). Así está fiesta tendrá una dimensión mucho más universal, más inclusiva, más de todos.
     Todos los cristianos, por el hecho de estar bautizados, gozan y participan de la consagración sacerdotal de Cristo, tal como nos dice el Ritual del Bautismo:
Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que te ha liberado del pecado y dado nueva vida
por el agua y el Espíritu Santo,
te consagre con el crisma de la salvación
para que entres a formar parte de su pueblo
y seas para siempre miembro de Cristo,

sacerdote, profeta y rey. (Del Ritual del Bautismo)

     Jesús fue un laico. Así nos lo presentan los evangelios. No formó parte de la casta sacerdotal, con la que, por otra parte, chocó directamente; tanto, que ella misma le condenó a muerte. Cierto que acudió en diversas ocasiones al Templo de Jerusalén, lugar de culto por excelencia, con la mediación de los «sacerdotes». Pero no estaba de acuerdo con el culto y los sacrificios que allí se llevaban a cabo. Dios quiere «misericordia y no sacrificios». Y también «habéis convertido la casa de mi Padre en una cueva de ladrones».

     En su bello diálogo junto al pozo de Sicar, con la samaritana, anuncia que llegará la «hora» en que los que den «culto auténtico al Padre», lo harán "en espíritu y verdad". Precisamente, cuando llegó su «hora» en la cruz, el velo del templo (símbolo de su sacralidad y de la Alianza con el culto que conllevaba) se rasgó en dos, es decir, perdió su sentido. Algo nuevo quedaba estrenado, con la vida y muerte de Jesús: un nuevo modo de relacionarse con Dios y darle culto. No en los templos, sino con la vida. 

     ¿Por qué hablamos entonces de Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote? La Carta a los Hebreos, tratando de responder a los que añoraban las viejas ceremonias judías, y el culto sacerdotal del templo en el que todos los judíos habían sido educados, nos presenta a Jesús como un Nuevo Sacerdote.  Sin pretender decirlo todo aquí, resaltemos algunos aspectos de este nuevo sacerdocio en el que todos participamos (aunque lo hagamos de distintas maneras, según nuestra vocación y estado de vida).
- Jesús hizo de su existencia una continua ofrenda, un permanente acto de culto al Padre. De manera que al estar pendiente de hacer en todo momento la voluntad del Padre, y de hacer en todo presente a Dios Padre, la vida cotidiana la convierte en espacio sagrado y en lugar de encuentro con Dios.
     Así pues, cuando acogemos a un hermano, le escuchamos, le ayudamos, le amamos... cuando luchamos por la justicia, cuando hacemos bien nuestro trabajo, cuando creamos fraternidad, cuando liberamos a alguien de sus demonios, cuando oramos por otros... estamos dando culto a Dios, estamos siendo sacerdotes. Como dice el Salmo 39: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas...  no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: “Aquí estoy... para hacer tu voluntad”. De eso se trata: de hacer su voluntad. Como Cristo en toda su vida y en su muerte, ofreciéndose: «En tus manos encomiendo mi espíritu»
- Jesús, desde su Bautismo en el Jordán, fue un «consagrado por el Espíritu», de modo que cada una de sus palabras, opciones, gestos y actitudes se convierten en transparencia y revelación del Padre. También los bautizados somos templos del Espíritu, somos sagrados, pertenecemos a Dios que nos ha elegido y nos envía. Y esto significa que continuamente podemos y debemos hacer presente a Dios en medio de todas nuestras cosas, consagrando el mundo, haciendo posible que se abra paso el bien, sobre todo allí donde hay más marginación, sufrimiento e injusticia.
Inspirado por el único Espíritu, todo el Pueblo de Dios participa de las funciones de Jesucristo, "Sacerdote, Rey  y Profeta", y tiene las responsabilidades de misión y servicio que se derivan de ellas (cf. CCC, 783-786). ¿Qué significa participar en el sacerdocio real y profético de Cristo? Significa hacer de sí mismo una oferta agradable a Dios (cf. Rm 12,1), dando testimonio a través de una vida de fe y de caridad (cf. Lumen Gentium, 12), poniéndola al servicio de los demás, siguiendo el ejemplo del Señor Jesús (ver Mt 20: 25-28; Jn 13: 13-17).

Papa Francisco, Mayo ‘18
- En la última noche con sus discípulos, Jesús hizo un Gesto que resumía toda su vida y daba sentido a su muerte: Una vida entregada, amante, servidora, agradecida, reconciliadora, fraternal, sacrificada, continuamente pendiente de lo que el Padre le pedía... y encomendó a sus discípulos que le tomaran el relevo, que vivieran y entregaran su vida como él, que hicieran «aquello mismo» en memoria suya, en su nombre.  De modo que estamos llamados a convertir nuestra vida en una continua celebración eucarística... que haga posible que, cuando nos reunamos en su nombre, el partir el pan sea expresión de que continuamente nos partimos, compartimos, repartimos y entregamos a los hermanos. Cada uno desde su situación existencial, desde su propia vocación y opción de vida, desde su propio ministerio y compromiso comunitario. 

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 


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