6 de junio del 2024: Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
Demos gracias a Nuestro Señor Jesucristo por ser el Mediador
ante el Padre, la Víctima y el sacerdote Eterno, todo al mismo tiempo, para
nuestra salvación. Que también podamos imitarlo en su sacrificio y
entrega, porque estamos llamados a ser corredentores de su plan de salvación.
PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro de Isaías 52, 13—53, 12
Mirad, mi
siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
subirá y crecerá mucho.
Como muchos
se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así
asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo
inenarrable
y contemplar algo inaudito.
y contemplar algo inaudito.
¿Quién
creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en
su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos
sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
despreciado y evitado de los hombres,
como un
hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó
nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo
estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
herido de Dios y humillado;
pero él fue
traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro
castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
sus cicatrices nos curaron.
Todos
errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor
cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
todos nuestros crímenes.
Maltratado,
voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
y no abría la boca;
como
cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin
defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
¿quién meditó en su destino?
Lo
arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron
sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
y una tumba con los malhechores,
aunque no
había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
ni hubo engaño en su boca.
El Señor
quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
y entregar su vida como expiación;
verá su
descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los
trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo
justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una
multitud como parte;
y tendrá como despojo una muchedumbre.
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque
expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores, él
y fue contado entre los pecadores, él
tomó el
pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.
e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios.
O
bien:
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 12-23
Hermanos:
Cristo ofreció por los pecados,
para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y
espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de
sus pies.
Con una sola ofrenda ha
perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Esto nos lo atestigua también el
Espíritu Santo. En efecto, después de decir: «Así será la alianza que haré con
ellos después de aquellos días —dice el Señor—: Pondré mis leyes en sus
corazones y las escribiré en su mente», añade: «Y no me acordaré ya de sus
pecados ni de sus crímenes». Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Hermanos, teniendo entrada libre al
santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo
que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne,
y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con
corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y
con el cuerpo lavado en agua pura.
Mantengámonos firmes en la
esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.
Palabra de Dios.
R. Aquí estoy,
Señor, para hacer tu voluntad.
Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número. R.
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número. R.
Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R.
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R.
Entonces yo digo: «Aquí estoy
—como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.
—como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R.
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R.
No me he guardado en el pecho tu
defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.
Aleluya
Is 42, 1
Mirad a mi siervo, a quien
sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 22, 14-20
Llegada la hora, se sentó Jesús con
sus discípulos y les dijo:
—«He deseado enormemente comer esta
comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la
volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios».
Y, tomando una copa, pronunció la
acción de gracias y dijo:
—«Tomad esto, repartidlo entre
vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta
que venga el reino de Dios».
Y, tomando pan, pronunció la acción
de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
—«Esto es mi cuerpo, que se entrega
por vosotros; haced esto en memoria mía».
Después de cenar, hizo lo mismo con
la copa, diciendo:
—«Esta copa es la nueva alianza,
sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros».
Palabra del Señor.
Reflexión
Dios nos ha elegido y nos envía
La fiesta de
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, es «reciente» en nuestro calendario
litúrgico. En España se celebró por primera vez el 6 de junio de 1974. No todos
los países la celebran, y las fechas para celebrarlo tampoco coinciden. El
trasfondo de la fiesta (con muchas resonancias al Jueves Santo) es el
ministerio sacerdotal, una Jornada por la santificación de los sacerdotes.
Sin embargo, en la sensibilidad eclesial de hoy día, hay una
fuerte llamada al compromiso de todos en la evangelización, y especialmente de
los laicos. Por ejemplo, el video-mensaje del Papa para el mes de mayo del 2018:
“Los laicos están en primera línea de la
vida de la Iglesia. Necesitamos su testimonio sobre la verdad del Evangelio y
su ejemplo al expresar su fe con la práctica de la solidaridad. Demos gracias
por los laicos que arriesgan, que no tienen miedo y que ofrecen razones de
esperanza a los más pobres, a los excluidos, los marginados.
Pidamos juntos este mes
para que los fieles laicos cumplan su misión específica, la misión que han
recibido en el bautismo, poniendo su creatividad al servicio de los desafíos
del mundo actual.”
Por eso me parece que es conveniente poner el acento en algo de lo
que se habla poco, y de lo que se desprenden muchas consecuencias para la
pastoral de la Iglesia e incluso para la teología: el SACERDOCIO COMÚN DE LOS
FIELES (de todos), aunque algunos (muy pocos) sean llamados al ministerio
sacerdotal sacramental (los presbíteros). Así está fiesta tendrá una dimensión
mucho más universal, más inclusiva, más de todos.
Todos los cristianos, por el hecho de estar bautizados, gozan y
participan de la consagración sacerdotal de Cristo, tal como nos dice el Ritual
del Bautismo:
Dios todopoderoso, Padre de nuestro
Señor Jesucristo,
que te ha liberado del pecado y dado
nueva vida
por el agua y el Espíritu Santo,
te consagre con el crisma de la
salvación
para que entres a formar parte de su
pueblo
y seas para siempre miembro de Cristo,
sacerdote, profeta y
rey.
(Del Ritual del Bautismo)
Jesús fue un laico. Así nos
lo presentan los evangelios. No formó parte de la casta sacerdotal, con la que,
por otra parte, chocó directamente; tanto, que ella misma le condenó a muerte.
Cierto que acudió en diversas ocasiones al Templo de Jerusalén, lugar de culto
por excelencia, con la mediación de los «sacerdotes». Pero no estaba de acuerdo
con el culto y los sacrificios que allí se llevaban a cabo. Dios quiere «misericordia
y no sacrificios». Y también «habéis convertido la casa de mi Padre en
una cueva de ladrones».
En su bello diálogo junto
al pozo de Sicar, con la samaritana, anuncia que llegará la «hora» en que los
que den «culto auténtico al Padre», lo harán "en espíritu y verdad".
Precisamente, cuando llegó su «hora» en la cruz, el velo
del templo (símbolo de su sacralidad y de la Alianza con el culto que
conllevaba) se rasgó en dos, es decir, perdió su sentido. Algo nuevo quedaba
estrenado, con la vida y muerte de Jesús: un nuevo modo de relacionarse con
Dios y darle culto. No en los templos, sino con la vida.
¿Por qué hablamos entonces de Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote?
La Carta a los Hebreos, tratando de responder a los que añoraban las viejas
ceremonias judías, y el culto sacerdotal del templo en el que todos los judíos
habían sido educados, nos presenta a Jesús como un Nuevo Sacerdote. Sin
pretender decirlo todo aquí, resaltemos algunos aspectos de este nuevo
sacerdocio en el que todos participamos (aunque lo hagamos de distintas
maneras, según nuestra vocación y estado de vida).
- Jesús hizo
de su existencia una continua ofrenda, un permanente acto de culto al Padre. De
manera que al estar pendiente de hacer en todo momento la voluntad del Padre, y
de hacer en todo presente a Dios Padre, la vida cotidiana la convierte en
espacio sagrado y en lugar de encuentro con Dios.
Así pues, cuando acogemos a un hermano, le escuchamos, le
ayudamos, le amamos... cuando luchamos por la justicia, cuando hacemos bien
nuestro trabajo, cuando creamos fraternidad, cuando liberamos a alguien de sus
demonios, cuando oramos por otros... estamos dando culto a Dios, estamos siendo
sacerdotes. Como dice el Salmo 39: Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas... no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: “Aquí
estoy... para hacer tu voluntad”. De eso se trata: de hacer su voluntad. Como
Cristo en toda su vida y en su muerte, ofreciéndose: «En tus manos encomiendo
mi espíritu»
- Jesús,
desde su Bautismo en el Jordán, fue un «consagrado por el Espíritu», de modo
que cada una de sus palabras, opciones, gestos y actitudes se convierten en
transparencia y revelación del Padre. También los bautizados somos templos del
Espíritu, somos sagrados, pertenecemos a Dios que nos ha elegido y nos envía. Y
esto significa que continuamente podemos y debemos hacer presente a Dios en medio
de todas nuestras cosas, consagrando el mundo, haciendo posible que se abra
paso el bien, sobre todo allí donde hay más marginación, sufrimiento e
injusticia.
Inspirado por el único Espíritu, todo el
Pueblo de Dios participa de las funciones de Jesucristo, "Sacerdote,
Rey y Profeta", y tiene las responsabilidades de misión y servicio
que se derivan de ellas (cf. CCC, 783-786). ¿Qué significa participar en el
sacerdocio real y profético de Cristo? Significa hacer de sí mismo una oferta
agradable a Dios (cf. Rm 12,1), dando testimonio a través de una vida de fe y
de caridad (cf. Lumen Gentium, 12), poniéndola al servicio de los demás,
siguiendo el ejemplo del Señor Jesús (ver Mt 20: 25-28; Jn 13: 13-17).
Papa
Francisco, Mayo ‘18
- En la
última noche con sus discípulos, Jesús hizo un Gesto que resumía toda su vida y
daba sentido a su muerte: Una vida entregada, amante, servidora, agradecida,
reconciliadora, fraternal, sacrificada, continuamente pendiente de lo que el
Padre le pedía... y encomendó a sus discípulos que le tomaran el relevo, que
vivieran y entregaran su vida como él, que hicieran «aquello mismo» en memoria
suya, en su nombre. De modo que estamos llamados a convertir nuestra vida
en una continua celebración eucarística... que haga posible que, cuando nos
reunamos en su nombre, el partir el pan sea expresión de que continuamente nos
partimos, compartimos, repartimos y entregamos a los hermanos. Cada uno desde
su situación existencial, desde su propia vocación y opción de vida, desde su
propio ministerio y compromiso comunitario.
Enrique Martínez de la
Lama-Noriega, cmf
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