A imagen
de quién?
Sobre La moneda para pagar el impuesto en Roma
estaba estampada la efigie del emperador. Apoyándose en esta evidencia, el
Señor recuerda que es necesario devolver esta moneda al César y darle a Dios lo
que es debido. Por esta vía, Jesús nos invita a ponernos al servicio de Dios y
de la humanidad.
LECTURA DEL SANTO
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 15-21
En aquel tiempo, se
retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una
pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le
dijeron:
-- Maestro, sabemos
que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que
te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas:
¿es lícito pagar impuesto al César o no?
Comprendiendo su
mala voluntad, les dijo Jesús:
-- Hipócritas, ¿por
qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron un
denario. Él les preguntó:
-- ¿De quién son
esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
-- Del César.
Entonces les replicó:
-- Pues pagadle al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Palabra del Señor
A guisa de introducción:
De quien somos nosotros imagen?
En el mundo de la publicidad es muy
corriente escuchar: “Ah, Jessica Alba es la nueva imagen de Revlon, no es
Jessica Biel”, que “la imagen de Vogue es Kate Moss”, que Natalia Paris es la
imagen de Falabella”, etc. Quiere decir que esas modelos representan lo que
ofrecen, que ellas reflejan a la empresa y que venden gracias a sus caras
o imagen completa de su físico y así se promocionan sus productos…
Y como no evocar el famoso show con mezclas de reality , al estilo "Yo
me llamo: los participantes apuestan cada día por parecerse más en la voz, la
apariencia, el estilo, los gestos a su ídolo musical…
Hasta qué punto seremos conscientes que como
seres humanos cada uno es una imagen de Dios? Y que Él nos hizo a su
imagen y semejanza, pero que esta semejanza debe ir más allá de un parecido o
apariencia física y que hemos de amar, pensar y actuar como Dios?
Ahora bien, sin importar quienes seamos y
cualquiera sea nuestro origen, nosotros nos parecemos forzosamente a alguien.
La mayoría de las veces, la semejanza física es impactante.
De un niño se dice muy a menudo: “es la viva
imagen de su padre, de su madre”. A veces son los trazos de carácter,
las fortalezas o debilidades que establecen las afinidades entre las
personas.
Personalmente, yo me parezco mucho a mi padre, y eso me lo remarcan seguido
las personas, los amigos, cuando tienen la ocasión.
Inclusive en Facebook y páginas webs especializadas ponen las fotos de los
usuarios mismos y amigos de estos al lado de fotos de celebridades que se les
parecen increíblemente.
Ciertas personas creen y dicen que “uno tiene
su doble en alguna parte”. Que lo queramos o no, que eso nos estimule (nos
alce del suelo o nos haga sentir más altos) o nos irrite, los parecidos pueden
difícilmente ser negados.
En nuestra sociedad donde la imagen tiene
tanta importancia, muchas son las personas que buscan hacerse una a partir de
los modelos que circulan. En el mundo del cine, de las artes, de la moda y del
deporte, las vedettes aparecen muy a menudo como modelos de inspiración.
El mundo político no se escapa; los partidos
contratan en sus campañas “hacedores de imagen”, para que ciertos candidatos
tengan más chance (oportunidad) de seducir al electorado.
Pero todas estas imágenes reflejaran ellas la
belleza profunda del ser humano? Mirémonos con atención y detenimiento:
de quien queremos ser imagen? Cuando Jesús dice: “den entonces (…) a
Dios lo que es de Dios”, no nos deja entender que el ser humano
es la imagen de Dios y que él debe esforzarse por reproducir su modelo? “sean
perfectos como su Padre celestial es perfecto”, decía todavía él, en otra
ocasión.
Aproximación psicológica y política al texto del
evangelio:
“Una cuestión de 50-50”
Este pasaje proyecta una gran luz sobre el
compromiso de Jesús, siempre y cuando lo interpretemos con precisión. El modo
como comprendemos a menudo este texto roza con (es vecino de) lo que Jesús
quería precisamente evitar. En efecto, a menudo, le hacemos decir, en la
práctica: la religión y la política es 50-50; déjenme hacer mi religión y yo
les dejare hacer su política…
Si tal es la respuesta de Jesús, es necesario
decir que Él ha caído con los dos pies juntos en la trampa que le tendían
los partidarios del poder, ya que era esta exactamente su posición.
Mas esta respuesta debe ser interpretada de
otra manera. Y uno no puede hacerlo que teniendo claro en la cabeza
(mente) la posición de Jesús con respecto a las instituciones políticas de su
tiempo. Para Él, cualesquiera que sean su legitimidad o su carácter opresivo,
estas instituciones serán muy pronto destruidas y reemplazadas por el Reino que
llega “en la plenitud del poder” (Lucas 21,27). Se puede entonces sostener por
los impuestos las instituciones existentes en el presente: ellas serán
destruidas de todas maneras, no por la resistencia civil, sino por Dios mismo.
Pero no le den al poder más de lo que no le
reviene. Denle un poco de su dinero, pero sobre todo no le den su
libertad: “ustedes no tienen más que un solo amo (maestro) , ustedes no
tienen más que un Padre, ustedes no tienen sino un Doctor…(Mateo
23,8-10).
Jesús toma distancia tanto en referencia a
los que oponen resistencia como a los colaboradores. Él se rehúsa tanto a
tumbar el poder como a legitimarlo. En efecto, a Jesús no le gusta
hablar de política. Nunca lo hace, solo si se ve forzado a hacerlo. Pero
mismo aquí, si él responde a la cuestión, es para hacerla desembocar
sobre otra cosa, porque es como profeta de Dios que Él responde: ustedes
tienen sobre su moneda la imagen del Cesar, entonces ella le pertenece (al
César). Pero ustedes portan la imagen de Dios, luego ustedes le pertenecen a Él
(a Dios).
La respuesta de Jesús no tiene nada que ver
con una teoría sobre el poder; ella no es, sobre todo, un juicio al estilo
de Salomón que establecería la autonomía de la política y de la religión, una
en referencia con la otra, como se ha comprendido a menudo.
La respuesta de Jesús, es la palabra de un
profeta que pone el hombre todo desnudo frente a su Dios. Es bien correcto
interrogarse sobre las exigencias del impuesto sobre sus ganancias (salario,
entradas). Pero usted ya ha reflexionado sobre las exigencias de Dios
sobre la totalidad de su existencia?
REFLEXIÓN CENTRAL
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“Don dinero”
El tema del dinero, la plata, la money, la
lana, la pecunia, es bastante delicado. Desde que es asunto que se toca en
nuestras conversaciones, la desconfianza se instala y la charla toma otro
ambiente, puesto que es el dinero el que provoca “los dolores de cabeza” en el
seno de la sociedad o mismo en el seno de las familias.
Hay quienes tienen dinero, hay otros que no
lo tienen.
A partir de este hecho inevitable, cada quien
toma partido o emite su opinión sobre el llamado “actual dios del mundo” o
“estiércol del demonio”.
Para algunos el dinero es descrito como lo
peor entre todas las cosas, mientras que otros se ponen de acuerdo en decir que
es “un mal” necesario y que por lo tanto es menester acomodarse (adaptarse).
En la antigua Europa el dinero era
considerado impuro, por tal razón fue que se dejó a los marginados ocuparse de
él: los judíos primero, los protestantes después. Allá ellos si se ensuciaban
las manos con el dinero que corrompe y pervierte, y ya que ellos estaban fuera
de la Iglesia-entiéndase también fuera (desprovistos) de la
salvación- A ellos les correspondía también hacerlo fructificar para aquellos
que se los habían confiado y esperaban obtener beneficios. Uno ve que la
hipocresía de los medios religiosos no es algo nuevo.
Se dice que el dinero es el nervio de la
guerra y lo que hace funcionar el mundo. El fenómeno de la mundialización nos
muestra que son los que poseen grandes fortunas (v.g, Julio Mario Santo
Domingo, q.e.p.d) quienes rigen el destino del planeta, y que asesoran y están
detrás de los hombres políticos, quienes a su vez les toleran y se ponen sobre
sus líneas para conservar la ilusión de gobernar.
Hace 3 años escuchaba no más en caracol radio
(en un homenaje póstumo al gran rico empresario fallecido por esos días ), como el ex
presidente de Colombia Ernesto Samper asentía que Santo Domingo en su momento
lo respaldó y hasta lo salvó de una inevitable ( y que era necesaria)
dimisión por los escándalos del famoso proceso 8000.
La actualidad reciente pretende por lo tanto hacernos
creer lo contrario (que los políticos o gobernantes tienen la última palabra en
cosas estatales), pero eso está por demostrarse!
Cualquiera que quiera tener influencia en
este bajo mundo, quien quiere hacer valer o valorizar una idea necesita del
dinero para seducir los medios de comunicación y pagar el tiempo de publicidad
o de difusión en las ondas hertzianas, en tv, en internet. Para ello debe
encontrarse un mecenas (como se decía antes) un patrocinador se dice hoy, quien
le sostenga por el precio de su talento o su virtud.
De manera forzosa los que tienen dinero y
poder (gracias precisamente a la pecunia) buscan legitimar ese poder buscando
el apoyo (el aval, el respaldo) de Dios. Es lo que hacen los
interlocutores de Jesús. Ellos estaban ya en la corriente moderna de nuestros
tiempos. El modernismo tiene necesidad de ideas generosas para darle virtud al
dinero. Es así como las multinacionales compran partes de buenas acciones en
ONGs y en la ausencia o falta de virtud adquieren una moral. Era también
el objetivo de los sacerdotes del templo de Jerusalén que ensayaban encontrar
los valores morales con el tributo de la dima (décima parte de lo ganado o
cultivado que se daba al templo). Lo que viene después, nos mostrara que su
recolecta estaba sin fundamento teológico.
No nos sorprendamos entonces si los que
detentan el poder han buscado asociarse con quienes tienen el dominio
espiritual o al menos que sea a la inversa, ya que el movimiento va en los dos
sentidos. Esto se conoce como el principio de la alianza entre el trono y el
altar. Y por tanto la escritura bíblica ha advertido e invita a poner atención
a cuidarse oponiendo Dios y Mammon: “no se puede servir a Dios y a Mammon
“decía Jesús y los hombres poderosos replicaban: “nosotros no servimos al
dinero, nosotros nos servimos de él para servir a Dios”. Haciendo o actuando de
este modo, se comportan como buenos teólogos, porque es así como Dios entiende
la cosa. Él nos confía el dinero como uno más entre los numerosos útiles
que Él pone a nuestra disposición para regir felizmente la evolución armónica
del planeta.
Es así como las cosas deben funcionar. Es así
como el hombre ha sido previsto desde el origen de la creación. Pero los
narradores bíblicos han visto bien que esto no cuadraba con la realidad. Entre
más explota el hombre la creación, más lejos esta él de
valorizarla. Para remediar esta verdad desastrosa, se ha introducido “el relato
de la caída” (del pecado) en medio de la narración de la creación. Si
estamos atentos a los sucesos que emocionan nuestra sociedad, podemos constatar
que la caída ha sido vertiginosa.
Y por tanto, hay una tradición que se
desprende del evangelio y que se eleva al rango de virtud: y es la pobreza
voluntaria. Es lo que encontramos en los votos monásticos. Se es pobre
individualmente, pero se vive en el seno de una comunidad que gerencia el
dinero de la colectividad para el bienestar de cada uno y de los otros. Este
ideal que admiramos, vamos! Ha mostrado que podía ser pervertido. Las sectas
mundialmente conocidas se han aprovechado de este ideal para sentar su
poder con fines de dominación y no de edificación.
Hoy día se constata (quizás sin mucha
difusión) cómo hay comunidades, cofradías o compañías o fraternidades que se
han dejado sumergir en el hueco (o el abismo) utilizando la vida en comunidad
para afirmar su sed de poder y de dominación sobre el otro por la apropiación
de sus bienes. El ideal monástico, mal comprendido ( o entendido) puede llevar
a una perversión que da más poder diabólico que candor angelical.
Estas cuantas ideas desgranadas del aquí,
allá, antes y ahora, de la actualidad nos permiten comprender la
magnitud de la trampa que se le tiende a Jesús cuando se le demanda
escoger entre el poder del dinero y el poder espiritual. Jesús sabe que el
dinero da poder a quien lo posee. Él sabe que el emperador se enriquece
abiertamente a costa de los ciudadanos. Él sabe también que los sacerdotes del
templo se enriquecen a costillas del buen pueblo haciéndole creer que Dios
aprueba, o está de acuerdo con la dima y el impuesto eclesiástico. Jesús va a
arreglárselas para no darles ocasión de que crean que él está en el
error, y de que ellos tienen la razón , ya que para él ellos también va a
ponerse del lado del emperador.
La historia mostrará en efecto que la fe
judía subsistirá con fuerza después de la destrucción del templo y que la
fortuna amasada de los sacerdotes gracias a la dima no servirá de nada. Esto
para los judíos, hablare de los cristianos después.
Jesús no cae en la trampa. « Den a cada
quien lo que corresponda o conviene”, les dice. El problema no se plantea a
nivel del emperador. El emperador recupera gracias a los ciudadanos el dinero
que él necesita. Mas el problema va a plantearse al nivel de Dios. Tiene
necesidad Dios del dinero? “Den al emperador lo que es debido y a Dios lo que
le corresponde”. Para el emperador, lo hemos visto, eso no se discute. Lo que
le corresponde es una parte de nuestro dinero. Jesús no precisa lo que
corresponde a Dios: la dima, el impuesto eclesiástico u otra cosa? De hecho,
Dios no necesita dinero, en todo caso, es decir de la misma manera que el
emperador. Pero los hombres que se dicen estar del lado de Dios, y a su
servicio, tienen necesidad del dinero. En cuanto a Dios, en lo referente a ÉL mismo,
es otro problema. Todo pertenece a Dios, todo debe retornar a Él, y
esto comprende mismo el dinero que el emperador nos toma! No hay división
entre lo temporal y lo espiritual. Todo va para Dios, todo le pertenece. Esto
pertenece al dominio de la fe y no es con el dinero que se le da lo debido (lo
que se le debe dar) a Dios.
El emperador nos toma (coge) lo que él no nos
ha dado. En efecto, el impuesto es una retención (contribución) de nuestros
salarios hecha por el poder al mando. En oposición, o al contrario, Dios nos da
lo que nos pide donar. Es al nivel del amor que esto pasa. Dios nos da su amor
y espera el nuestro. La relación no es el del todo (igual), al mismo nivel que
el dinero del emperador.
Si yo digo que uno debe solamente (nuestro)
amor a Dios, el tesorero de la parroquia no estará contento. Es cierto,
se puede manifestar su amor a Dios de muchas formas, con su dinero, con su
tiempo, con sus talentos, con sus dones, pero todas estas cosas que se le dan a
Dios no son más que útiles para manifestarle nuestro amor que permanece
primero.
Pero se ha de estar vigilante, todo esto
puede ser pervertido. Ya que algunos piensan que se puede capitalizar todas
esas cosas, que uno esta advertido, las hace por Dios y que por tanto se
puede esperar ventajas, recompensas a cambio. Pues se piensa que entre más
gestos se hagan por Dios con más veras estará asegurado nuestro lugar (cupo,
sitio) en el Reino de Dios. Es sin duda, la manera más mezquina de apreciar
nuestras acciones ya que ella, sobreentendería que Dios podría negociar
(intercambiar) nuestro amor por las buenas acciones. El amor no se
negocia, no se intercambia, no se le capitaliza, seguro que no, él no tiene
ningún valor mercantil. No se maniata el amor como el dinero. Para subsistir,
el amor debe manifestarse continuamente, porque como el corazón nuestro amor es
vivo, es dinámico y debe estar en continua actividad bajo pena de muerte. Si el
amor de Dios nos hace vivir, también Dios tiene necesidad de nuestro amor
para existir Él también a los ojos del mundo.
Nosotros estamos entonces sobre otro
registro diferente al del impuesto que se paga al rey o a la institución
eclesiástica. Nuestra relación con Dios no saca provechos para nadie sino para
Él mismo, para su propio bienestar. Es eso la gratuidad de la salvación, saber
que se ama a Dios sin esperar recompensa de su parte porque nosotros hemos ya
todo recibido. Su amor es total y Él nos pide que se lo demos ( y o
entreguemos) totalmente. Es por ello que Dios reclama nuestro amor y nada más
que nuestro amor. “Ama y haz lo que quieras” decía San Agustín. Y
Rabelais hizo grabar esa divisa sobre el frontón de la Abadía de Théleme: "En
cuanto a nuestro dinero no debería éste ser concernido en nuestra relación con
Dios."
Reflexión Central
Den al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios
Todos conocemos esta famosa respuesta de
Jesús, pero esta no tiene nada que ver con la separación de la Iglesia y
el Estado. El Señor nos recuerda aquí, que ningún emperador, ningún dictador,
ningún jefe de gobierno no puede todo controlar en nuestras vidas. No
solamente está el César, también hay un Dios.
La moneda mostrada por los fariseos portaba
la efigie o la imagen del emperador. Significaba entonces que le
pertenecía. Pero el ser humano esta creado a la imagen de Dios: “hombre y mujer
él los crea, a su imagen él los crea” (Genesis 1). Nosotros pertenecemos
entonces a Dios y no al emperador.
A quienes buscan tenderle una trampa con el
fin de acusarlo ante el representante romano, Jesús responde que es necesario
respetar la autoridad civil, pero, subraya que el emperador no es todopoderoso.
Sobre la moneda que se le presentaba, había la imagen del emperador Tiberio,
quien dominaba sobre el inmenso territorio (imperio) romano a partir de
su isla de Capri, y sobre esta moneda se calificaba al emperador de “divino”.
Cristo replica a esta afirmación y dice que el emperador no es divino, él no es
Dios. San Pedro recordará a los cristianos que en diversas circunstancias “es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,29)
En el siglo II, un autor cristiano, Teófilo,
obispo de Antioquía, escribía: « Yo
rendiré homenaje al emperador, pero no lo adoraré. Adoraré solamente a
Dios solamente, sabiendo que el emperador es un ser humano como yo y que él ha
sido creado como yo”. Otro escritor de los primeros siglos aconsejaba a los
cristianos de “no dejarse subyugar por ninguno de los Césares de este mundo”. Y
agregaba: “No renuncien nunca a su
libertad interior que es el don más precioso que ustedes han recibido”.
Cristo repite entonces que César es César,
mas él no es Dios. El poder político, cualquiera que sea, no tiene derecho de
invadir las conciencias y de ampararse de la totalidad del ser humano. Es esa
la razón por la cual la frase más importante del texto de hoy es donde Jesús
dice: “Den a Dios lo que es de Dios”.
No daremos al emperador y al imperio de hoy
ni nuestra fe, ni nuestro comportamiento moral, ni tampoco nuestras esperanzas
ni nuestros sueños. Conservaremos nuestra libertad interior y nuestro sentido
crítico. Los gobiernos no pueden nunca obligarnos a actuar contra nuestra conciencia.
A comienzos de la guerra en Irak, uno se
acuerda de haber leído, en una revista americana, las remarcas de un sacerdote
sobre la decisión de su país de arriesgar la vida de sus jóvenes soldados y de
invertir (gastar) millones de dólares para iniciar una guerra que las Naciones
Unidas, los mismos norteamericanos, los británicos, los franceses, millones de
personas a través del mundo, y todas las grandes religiones, declaraban
ilegal y sin razones suficientes. Después de la misa, el sacerdote en
cuestión, fue severamente criticado y amonestado por el consejo parroquial que
le pide no mezclarse en política. Para concluir su argumento, los consejeros
utilizaron el texto de hoy: “Den al César
lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. De hecho, estos consejeros
no habían comprendido nada de la respuesta de Cristo.
Jesús nunca les pidió a los cristianos
no criticar las decisiones del gobierno. Si él lo hubiera hecho, los cristianos
de África del sur no habrían podido oponerse a las leyes injustas e inhumanas
que permitían mantener el sistema del Apartheid; los cristianos americanos no
habrían podido combatir las prácticas inmorales de la esclavitud y la violencia
hecha a los negros por largo tiempo después que la esclavitud había sido
abolida; los cristianos de Europa y de Asia no habrían podido resistir a las
políticas ateas de la Unión soviética, de la China y de otros países
comunistas; ellos no podrían oponerse a los gobiernos musulmanes que rechazan
todo derecho a un lugar a las otras religiones y que tratan a las mujeres como
a seres humanos de clase inferior; ellos no podrían criticar a ciertos
dirigentes de nuestra propia Iglesia que protegen su poder asociándose a
gobiernos que reducen (o aplastan) todo disentimiento, que utilizan la tortura y
masacran aquellos que se oponen a su dictadura, como fue el caso en Chile, en
Argentina y en El Congo.
Varios gobiernos se rehúsan, (no
quieren) muy a menudo darle a Dios lo que le pertenece. Otros manipulan la
religión con sus propios intereses y conceden a la Iglesia ciertos privilegios
con el fin de poder controlarla mejor imponiéndole su propia ideología.
Es significativo que en el texto de hoy,
Jesús ponga en valor « nuestros
deberes para con Dios », cuando se le preguntaba acerca de los deberes
para con el emperador. Jesús no ha querido nunca impedirle a la gente ser
ciudadanos responsables, pero Él nos recuerda que la política no es la única
realidad en nuestras vidas. César no es Todopoderoso, él no es Dios. El Estado
juega un papel importante pero él no puede tener el monopolio de nuestras
vidas.
En un mundo pluralista, los gobiernos son
llevados, en ocasiones, a hacer pasar leyes que son contrarias a nuestros
propios valores cristianos, pero esto no debe impedirnos el ejercer nuestra
libertad cristiana y actuar según nuestra propia conciencia.
En un mundo donde todas las opiniones tienen
piñón sobre rueda, hace falta mucho discernimiento para hacer la parte de las
cosas y saber “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
REFLEXIÓN PARA EL DOMINGO MISIONERO MUNDIAL
Dar al Cesar
lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En la primera lectura, Isaías
nos dice: “Yo soy el Señor y no hay otro”. San Pablo que escribe a Timoteo le
dice que no se enrede en discusiones que no le hacen favor al plan de Dios. Es
muy claro y cierto que es necesario pagar los impuestos para que el Estado
pueda funcionar. Una vez hecho esto, enseguida es importante saber en qué
consiste el Proyecto o Plan de Dios. El Estado tiene leyes y sistemas de
control para asegurarse que nosotros le paguemos lo que es debido. Dios no
utiliza ningún poder coercitivo contra nosotros. Él nos presenta su Ley
Universal que es el amor. Después, Él nos deja libres para aceptar o ignorar su
Ley. De todas maneras, el amor no se impone, él se presenta ante nuestra puerta
y espera que le abramos.
Hoy es el
DOMUND (Domingo Misionero Mundial). Jesús, quien es nuestro maestro en el amor,
nos pide no olvidar su ultimo mandamiento o mandato que ha dado a sus discípulos
antes de su Ascensión: “Hagan discípulos de todas las naciones”. Hoy, Él nos
pide de velar por nuestros hermanos humanos de los países más pobres, de ser
generosos para ayudarles junto a
aquellos (misioneros) que les llevan la Buena Nueva (Noticia).
Generosidad no
significa solamente dar dinero. Eso sería lo más fácil y podría ser una donación
sin alma. Nos es necesario amar todos
los pueblos, aceptar los extranjeros que vienen a nuestro país, manifestarles
nuestro amor en todo, sin olvidar la oración.
MENSAJE DEL PAPA PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS
MISIONES 2020
Queridos hermanos y hermanas:
Doy gracias a Dios por la dedicación con que se vivió en toda la Iglesia el
Mes Misionero Extraordinario durante el pasado mes de octubre. Estoy seguro de
que contribuyó a estimular la conversión misionera de muchas comunidades, a
través del camino indicado por el tema: “Bautizados y enviados: la Iglesia de
Cristo en misión en el mundo”.
En este año, marcado por los sufrimientos y desafíos causados por la pandemia
del COVID-19, este camino misionero de toda la Iglesia continúa a la luz de la
palabra que encontramos en el relato de la vocación del profeta Isaías: «Aquí
estoy, mándame» (Is 6,8). Es la respuesta
siempre nueva a la pregunta del Señor: «¿A quién enviaré?» (ibíd.). Esta llamada viene del corazón de Dios, de su
misericordia que interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad en la actual
crisis mundial. «Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió
una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la
misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes
y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos
mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con
una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros
descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo
juntos» (Meditación en la Plaza
San Pedro, 27 marzo 2020).
Estamos realmente asustados, desorientados y
atemorizados. El dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad
humana; pero al mismo tiempo todos somos conscientes de que compartimos un
fuerte deseo de vida y de liberación del mal. En este contexto, la llamada a la
misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo
se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder. La misión
que Dios nos confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo
reencontrado y renovado por el don de sí mismo.
En el sacrificio de la cruz, donde se cumple la misión de Jesús (cf. Jn 19,28-30), Dios revela que su amor es para
todos y cada uno de nosotros (cf. Jn 19,26-27). Y
nos pide nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es Amor
en un movimiento perenne de misión, siempre saliendo de sí mismo para dar vida.
Por amor a los hombres, Dios Padre envió a su Hijo Jesús (cf. Jn 3,16). Jesús es el Misionero del Padre: su
Persona y su obra están en total obediencia a la voluntad del Padre (cf. Jn 4,34; 6,38; 8,12-30; Hb 10,5-10). A su vez, Jesús, crucificado y
resucitado por nosotros, nos atrae en su movimiento de amor; con su propio
Espíritu, que anima a la Iglesia, nos hace discípulos de Cristo y nos envía en
misión al mundo y a todos los pueblos.
«La misión, la “Iglesia en salida” no es un programa, una intención que se
logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí
misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te
empuja y te trae» (Sin Él no podemos hacer nada,
LEV-San Pablo, 2019, 16-17). Dios siempre nos ama primero y con este amor nos encuentra
y nos llama. Nuestra vocación personal viene del hecho de que somos hijos e
hijas de Dios en la Iglesia, su familia, hermanos y hermanas en esa caridad que
Jesús nos testimonia. Sin embargo, todos tienen una dignidad humana fundada en
la llamada divina a ser hijos de Dios, para convertirse por medio del
sacramento del bautismo y por la libertad de la fe en lo que son desde siempre
en el corazón de Dios.
Haber recibido gratuitamente la vida constituye ya una invitación implícita
a entrar en la dinámica de la entrega de sí mismo: una semilla que madurará en
los bautizados, como respuesta de amor en el matrimonio y en la virginidad por
el Reino de Dios. La vida humana nace del amor de Dios, crece en el amor y
tiende hacia el amor. Nadie está excluido del amor de Dios, y en el santo
sacrificio de Jesús, el Hijo en la cruz, Dios venció el pecado y la muerte
(cf. Rm 8,31-39). Para Dios, el mal —incluso el pecado—
se convierte en un desafío para amar y amar cada vez más (cf. Mt 5,38-48; Lc 23,33-34).
Por ello, en el misterio pascual, la misericordia divina cura la herida
original de la humanidad y se derrama sobre todo el universo. La Iglesia,
sacramento universal del amor de Dios para el mundo, continúa la misión de
Jesús en la historia y nos envía por doquier para que, a través de nuestro
testimonio de fe y el anuncio del Evangelio, Dios siga manifestando su amor y
pueda tocar y transformar corazones, mentes, cuerpos, sociedades y culturas, en
todo lugar y tiempo.
La misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero
podemos percibirla sólo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús
vivo en su Iglesia. Preguntémonos: ¿Estamos listos para recibir la presencia
del Espíritu Santo en nuestra vida, para escuchar la llamada a la misión, tanto
en la vía del matrimonio como de la virginidad consagrada o del sacerdocio
ordenado, como también en la vida ordinaria de todos los días? ¿Estamos
dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe
en Dios, Padre misericordioso, para proclamar el Evangelio de salvación de
Jesucristo, para compartir la vida divina del Espíritu Santo en la edificación
de la Iglesia? ¿Estamos prontos, como María, Madre de Jesús, para ponernos al
servicio de la voluntad de Dios sin condiciones (cf. Lc 1,38)? Esta disponibilidad interior es muy
importante para poder responder a Dios: “Aquí estoy, Señor, mándame” (cf. Is 6,8). Y todo esto no en abstracto, sino en el
hoy de la Iglesia y de la historia.
Comprender lo que Dios nos está diciendo en estos tiempos de pandemia
también se convierte en un desafío para la misión de la Iglesia. La enfermedad,
el sufrimiento, el miedo, el aislamiento nos interpelan. Nos cuestiona la
pobreza de los que mueren solos, de los desahuciados, de los que pierden sus
empleos y salarios, de los que no tienen hogar ni comida. Ahora, que tenemos la
obligación de mantener la distancia física y de permanecer en casa, estamos
invitados a redescubrir que necesitamos relaciones sociales, y también la
relación comunitaria con Dios. Lejos de aumentar la desconfianza y la
indiferencia, esta condición debería hacernos más atentos a nuestra forma de
relacionarnos con los demás. Y la oración, mediante la cual Dios toca y mueve
nuestro corazón, nos abre a las necesidades de amor, dignidad y libertad de
nuestros hermanos, así como al cuidado de toda la creación. La imposibilidad de
reunirnos como Iglesia para celebrar la Eucaristía nos ha hecho compartir la
condición de muchas comunidades cristianas que no pueden celebrar la Misa cada
domingo. En este contexto, la pregunta que Dios hace: «¿A quién voy a enviar?»,
se renueva y espera nuestra respuesta generosa y convencida: «¡Aquí estoy,
mándame!» (Is 6,8). Dios continúa buscando a quién enviar al
mundo y a cada pueblo, para testimoniar su amor, su salvación del pecado y la
muerte, su liberación del mal (cf. Mt 9,35-38; Lc 10,1-12).
La celebración la Jornada Mundial de la Misión también significa reafirmar
cómo la oración, la reflexión y la ayuda material de sus ofrendas son oportunidades
para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia. La caridad,
que se expresa en la colecta de las celebraciones litúrgicas del tercer domingo
de octubre, tiene como objetivo apoyar la tarea misionera realizada en mi
nombre por las Obras Misionales Pontificias, para hacer frente a las
necesidades espirituales y materiales de los pueblos y las iglesias del mundo
entero y para la salvación de todos.
Que la Bienaventurada Virgen María, Estrella de la evangelización y
Consuelo de los afligidos, Discípula misionera de su Hijo Jesús, continúe
intercediendo por nosotros y sosteniéndonos.
Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo de 2020,
Solemnidad de Pentecostés.
Francisco
LA EXPERIENCIA
VOCACIONAL MISIONERA
Felícitas Martín Fernández
Delegada Diocesana de Misiones y Directora Diocesana de OMP Bilbao
En su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund, el papa
Francisco nos recuerda que el camino misionero de toda la Iglesia continúa.
Venimos de un Mes Misionero Extraordinario que nos ha empujado a ser novedosos,
creativos, impulsores y motivadores de la vocación
misionera, hoy más necesaria que nunca; a ser enviados como testigos
del amor de Dios al mundo y a todos los pueblos:
“En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de
nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una
oportunidad para compartir, servir e interceder” (n. 2).
Cuántas veces nos dicen los misioneros y misioneras esto mismo: su vocación
misionera los ha llevado a hacer causa común con un pueblo, y en muchas
ocasiones los ha llevado también hasta las últimas consecuencias. Es lo que el
Papa llama “pertenencia de hermanos” (Momento
extraordinario de oración, 27-3-2020), sentirnos y ser hermanos allí donde
estemos.
La cita que enmarca esta Jornada del Domund y este Octubre Misionero, “Aquí estoy, envíame”, está entresacada de un relato
más extenso de vocación, la del profeta Isaías (cf. Is 6,1-13). Este texto
recoge la experiencia de toda una vida y presenta el retrato completo de la
misión de una persona.
En esta experiencia vocacional podemos
identificar cuatro elementos que el Papa deja entrever en su Mensaje:
1) Una experiencia fuertemente sentida de la
grandeza de Dios y, a la vez, de su cercanía.
2) Una
interpelación personal, que le viene de fuera de él mismo y que solicita su
disponibilidad para una misión.
3) La réplica
espontanea de quien se siente abrumado, y a la vez libre, ante tan importante
misión.
4) La confirmación y garantía de que no va a estar
solo, porque Dios estará con él.
Fijemos ahora la atención en algunas frases del texto de Francisco.
“La misión, la «Iglesia en salida» no es un programa, una intención
que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la
Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves
porque el Espíritu te empuja y te trae” (n. 4).
Destaca el papa Francisco que esto no será posible si no ponemos de nuestra
parte; nos pide “nuestra disponibilidad personal para
ser enviados, porque Él es Amor” (n. 3), y nos anima diciendo: “Salgamos,
salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo” (EG 49). Sus palabras son un
reclamo y nos infunden ánimo también para esta Jornada misionera que vamos a
celebrar.
Para que esto se pueda sostener, el Santo Padre nos recuerda que
necesitamos vivir una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia.
Dejémonos acoger y sorprender por Él, acojamos su luz y seamos luz para otras
personas.
“Esta disponibilidad interior es muy importante para poder responder a
Dios: «Aquí estoy, Señor, mándame» (cf. Is 6,8). Y todo esto no en abstracto,
sino en el hoy de la Iglesia y de la historia” (n. 6).
“La oración, mediante la cual Dios toca y mueve nuestro corazón, nos abre a
las necesidades de amor, dignidad y libertad de nuestros hermanos, así como al
cuidado de toda la creación” (n. 7).
Necesitamos ser testigos que hagan visible, y por eso, creíble, al Dios de
Jesús. Acoger la luz que su vida nos ofrece y dejar crecer en nosotros el deseo
de cultivar las actitudes que este tiempo de tormenta reclama, para vivirlas al
estilo de Jesús.
Necesitamos acoger la realidad con verdad y esperanza. Ser mano tendida
para aquellos a quienes las olas zarandean y envuelven. Así seremos creíbles y
mostraremos que el Dios amor sigue vivo en la historia, a pesar de la noche, la
tormenta, el caos.
Jesús nos interpela, se continúa preguntando a quién enviar al mundo y a
cada pueblo para testimoniar su amor, y nos sigue llamando: “Rogad, pues, al
Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (cf. Mt 9,35-38)
Que este mes misionero de octubre lo vivamos como una invitación y un
desafío para cada uno de nosotros, para ayudar a hacer posible el cambio que
queremos para el mundo, empezando por uno mismo. Las siguientes palabras del
obispo auxiliar de Bangassou, Mons. Jesús Ruiz, nos pueden animar y motivar a ello:
“La opción misionera ad gentes comporta toda la vida; es una cuestión de
amor, y en el amor no valen experiencias. El amor exige fidelidad hasta el
final: aquí y allá. De esto han hablado y siguen hablando los 70 millones de
mártires por causa de Jesús de Nazaret. Aquellos que fueron desgastando sus
vidas en silencio: «No hay mayor amor que dar la vida por aquellos que se ama».
La misión ad gentes es, ante todo, una expresión de la gratuidad de Dios.
Dios se da, se entrega sin pedir nada a cambio… La misión es darse.
La misión ad gentes conlleva una actitud de salida… Salir hacia las
fronteras de la humanidad: la guerra, el hambre, la explotación…
Otra característica de este tipo de misión es la opción por los más pobres.
Se trata de compartir vida y destino con aquellos que no cuentan, aquellos que
no son noticia” (Mundo Negro, n. 658).
Concluimos con otra frase del papa Francisco:
“La celebración de la Jornada Mundial de las Misiones también significa
reafirmar cómo la oración, la reflexión y la ayuda material de sus ofrendas son
oportunidades para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia”
(n. 8).
Ojalá captemos este Mensaje y nos dejemos asombrar y alcanzar por él. Que
sepamos descubrir en todo momento la importancia de saber interpretar los
signos de cada tiempo y encontrar en ellos el actuar amoroso del Dios cuya
palabra se transforma en fuerza liberadora cuando le dejamos que nos hable al
corazón.
REFERENCIAS
Pequeño Misal "Prions en Église",
edicion quebequense.
HETU, Jean-Luc. Les options de Jésus.
http://cursillos.ca. Réflexion chrétienne du Père Jacques-Yvon
Allard, s,d,v.
Le sermon du dimanche matin , Père John Drôme
https://www.omp.es/mensaje-del-papa-para-el-domund-2020-la-mision-en-tiempos-de-pandemia/
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