18 de octubre del 2020: 29o Domingo del Tiempo ordinario (Ciclo A) - DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES

A imagen de quién?

Sobre La moneda para pagar el impuesto en Roma estaba estampada la efigie del emperador. Apoyándose en esta evidencia, el Señor recuerda que es necesario devolver esta moneda al César y darle a Dios lo que es debido. Por esta vía, Jesús nos invita a ponernos al servicio de Dios y de la humanidad.




*     LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 15-21 

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
-- Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-- Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-- ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
-- Del César.
Entonces les replicó:
-- Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Palabra del Señor


A guisa de introducción:

De quien somos nosotros imagen?


En el mundo de la  publicidad es muy corriente escuchar: “Ah, Jessica Alba es la nueva imagen de Revlon, no es Jessica Biel”, que “la imagen de Vogue es Kate Moss”, que Natalia Paris es la imagen de Falabella”, etc. Quiere decir que esas modelos representan lo que ofrecen, que ellas reflejan a la empresa y que venden  gracias a sus caras o imagen completa de su físico y así se promocionan sus productos…

Y como no evocar el famoso show  con mezclas de reality , al estilo "Yo me llamo: los participantes apuestan cada día por parecerse más en la voz, la apariencia, el estilo, los gestos a su ídolo musical…

Hasta qué punto seremos conscientes que como seres humanos cada uno es una imagen de Dios?  Y que Él nos hizo a su imagen y semejanza, pero que esta semejanza debe ir más allá de un parecido o apariencia física y que hemos de amar, pensar y actuar como Dios?

Ahora bien, sin importar quienes seamos y cualquiera sea nuestro origen, nosotros nos parecemos forzosamente a alguien. La mayoría de las veces, la semejanza física es impactante.

De un niño se dice muy a menudo: “es la viva imagen de su padre, de su madre”. A veces son los trazos de  carácter, las fortalezas o debilidades que establecen las afinidades entre las personas. 

Personalmente, yo me parezco mucho a mi padre, y eso me lo remarcan seguido las personas, los amigos, cuando tienen la ocasión.

Inclusive en Facebook y páginas webs especializadas ponen las fotos de los usuarios mismos y amigos de estos al lado de fotos de celebridades que se les parecen increíblemente.

Ciertas personas creen y dicen que “uno tiene su doble en alguna parte”. Que lo queramos o no, que eso nos estimule (nos alce del suelo o nos haga sentir más altos) o nos irrite, los parecidos pueden difícilmente ser negados.

En nuestra sociedad donde la imagen tiene tanta importancia, muchas son las personas que buscan hacerse una a partir de los modelos que circulan. En el mundo del cine, de las artes, de la moda y del deporte, las vedettes aparecen muy a menudo como modelos de inspiración.

El mundo político no se escapa; los partidos contratan en sus campañas “hacedores de imagen”, para que ciertos candidatos tengan más chance  (oportunidad) de seducir al electorado.

Pero todas estas imágenes reflejaran ellas la belleza profunda del ser humano? Mirémonos con atención  y detenimiento: de quien queremos ser imagen? Cuando Jesús dice: “den entonces (…) a Dios lo que es de Dios”, no nos deja entender que el ser humano es la imagen de Dios y que él debe esforzarse por reproducir su modelo? “sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”, decía todavía él,  en otra ocasión.



Aproximación psicológica y política al texto del evangelio:

“Una cuestión de 50-50”

Este pasaje proyecta una gran luz sobre el compromiso de Jesús, siempre y cuando lo interpretemos con precisión. El modo como comprendemos a menudo este texto roza con (es vecino de) lo que Jesús quería precisamente evitar. En efecto, a menudo, le hacemos decir, en la práctica: la religión y la política es 50-50; déjenme hacer mi religión y yo les dejare hacer su política…

Si tal es la respuesta de Jesús, es necesario  decir que Él ha caído con los dos pies juntos en la trampa que le tendían los partidarios del poder, ya que era esta exactamente su posición.

Mas esta respuesta debe ser interpretada de otra manera. Y uno no puede hacerlo que teniendo  claro en la cabeza (mente) la posición de Jesús con respecto a las instituciones políticas de su tiempo. Para Él, cualesquiera que sean su legitimidad o su carácter opresivo, estas instituciones serán muy pronto destruidas y reemplazadas por el Reino que llega “en la plenitud del poder” (Lucas 21,27). Se puede entonces sostener por los impuestos las instituciones existentes en el presente: ellas serán destruidas de todas maneras, no por la resistencia civil, sino por Dios mismo.

Pero no le den al poder más de lo que no le reviene.  Denle un poco de su dinero, pero sobre todo no le den su libertad: “ustedes no tienen más que un solo amo (maestro) , ustedes no tienen más que un Padre, ustedes no tienen sino un Doctor…(Mateo 23,8-10).

Jesús toma distancia tanto en referencia a los que  oponen resistencia como a los colaboradores. Él se rehúsa tanto a tumbar el poder como a legitimarlo.  En efecto, a  Jesús no le gusta hablar de política. Nunca lo hace, solo si se ve forzado a hacerlo. Pero  mismo aquí, si él responde a la cuestión, es para hacerla desembocar sobre otra cosa, porque es como profeta de Dios que Él responde: ustedes tienen sobre su moneda la imagen del Cesar, entonces ella le pertenece (al César). Pero ustedes portan la imagen de Dios, luego ustedes le pertenecen a Él (a Dios).

La respuesta de Jesús no tiene nada que ver con una teoría sobre el poder; ella no es, sobre todo,  un juicio al estilo de Salomón que establecería la autonomía de la política y de la religión, una en referencia con la otra, como se ha comprendido a menudo.

La respuesta de Jesús, es la palabra de un profeta que pone el hombre todo desnudo frente a su Dios. Es bien correcto interrogarse sobre las exigencias del impuesto sobre sus ganancias (salario, entradas). Pero usted ya  ha reflexionado sobre las exigencias de Dios sobre la totalidad de su existencia?


 REFLEXIÓN CENTRAL 

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“Don dinero”

El tema del dinero, la plata, la money, la lana, la pecunia, es bastante delicado. Desde que es asunto que se toca en nuestras conversaciones, la desconfianza se instala y la charla toma otro ambiente, puesto que es el dinero el que provoca “los dolores de cabeza” en el seno de la sociedad o mismo en el seno de las familias.

Hay quienes tienen dinero, hay otros que no lo tienen.

A partir de este hecho inevitable, cada quien toma partido o emite su opinión sobre el llamado “actual dios del mundo” o “estiércol del demonio”.

Para algunos el dinero es descrito como lo peor entre todas las cosas, mientras que otros se ponen de acuerdo en decir que es “un mal” necesario y que por lo tanto es menester acomodarse (adaptarse).

En la antigua Europa el dinero era considerado impuro, por tal razón fue que se dejó a los marginados ocuparse de él: los judíos primero, los protestantes después. Allá ellos si se ensuciaban las manos con el dinero que corrompe y pervierte, y ya que ellos estaban fuera de la Iglesia-entiéndase  también  fuera (desprovistos) de la salvación- A ellos les correspondía también hacerlo fructificar para aquellos que se los habían confiado y esperaban obtener beneficios. Uno ve que la hipocresía de los medios religiosos no es algo nuevo.

Se dice que el dinero es el nervio de la guerra y lo que hace funcionar el mundo. El fenómeno de la mundialización nos muestra que son los que poseen grandes fortunas (v.g, Julio Mario Santo Domingo, q.e.p.d) quienes rigen el destino del planeta, y que asesoran y están detrás de los hombres políticos, quienes a su vez les toleran y se ponen sobre sus líneas para conservar la ilusión de gobernar.

Hace 3 años escuchaba no más en caracol radio (en  un homenaje póstumo al gran  rico empresario fallecido por esos días ), como el ex presidente de Colombia Ernesto Samper asentía que Santo Domingo en su momento lo respaldó y hasta lo salvó de una inevitable  ( y que era necesaria) dimisión por los escándalos del famoso proceso 8000.

La actualidad reciente pretende por lo tanto hacernos creer lo contrario (que los políticos o gobernantes tienen la última palabra en cosas estatales), pero eso está por demostrarse!

Cualquiera que quiera tener influencia en este bajo mundo, quien quiere hacer valer o valorizar una idea necesita del dinero para seducir los medios de comunicación y pagar el tiempo de publicidad o de difusión en las ondas hertzianas, en tv, en internet. Para ello debe encontrarse un mecenas (como se decía antes) un patrocinador se dice hoy, quien le sostenga por el precio de su talento o su virtud.

De manera forzosa los que tienen dinero y poder (gracias precisamente a la pecunia) buscan legitimar ese poder buscando el apoyo (el aval, el respaldo)  de Dios. Es lo que hacen los interlocutores de Jesús. Ellos estaban ya en la corriente moderna de nuestros tiempos. El modernismo tiene necesidad de ideas generosas para darle virtud al dinero. Es así como las multinacionales compran partes de buenas acciones en ONGs y en la ausencia o falta  de virtud adquieren una moral. Era también el objetivo de los sacerdotes del templo de Jerusalén que ensayaban encontrar los valores morales con el tributo de la dima (décima parte de lo ganado o cultivado que se daba al templo). Lo que viene después, nos mostrara que su recolecta estaba sin fundamento teológico.

No nos sorprendamos entonces si los que detentan el poder han buscado asociarse con quienes tienen el dominio espiritual o al menos que sea a la inversa, ya que el movimiento va en los dos sentidos. Esto se conoce como el principio de la alianza entre el trono y el altar. Y por tanto la escritura bíblica ha advertido e invita a poner atención a cuidarse oponiendo Dios y Mammon: “no se puede servir a Dios y a  Mammon “decía Jesús y los hombres poderosos replicaban: “nosotros no servimos al dinero, nosotros nos servimos de él para servir a Dios”. Haciendo o actuando de este modo, se comportan como buenos teólogos, porque es así como Dios entiende la cosa. Él nos confía el dinero como uno más  entre los numerosos útiles que Él pone a nuestra disposición para regir felizmente la evolución armónica del planeta.

Es así como las cosas deben funcionar. Es así como el hombre ha sido previsto desde el origen de la creación. Pero los narradores bíblicos han visto bien que esto no cuadraba con la realidad. Entre más  explota  el hombre la creación, más lejos esta él de valorizarla. Para remediar esta verdad desastrosa, se ha introducido “el relato de la caída”  (del pecado) en medio de la narración de la creación. Si estamos atentos a los sucesos que emocionan nuestra sociedad, podemos constatar que la caída ha sido vertiginosa.

Y por tanto, hay una tradición que se desprende del evangelio y que se eleva al rango de virtud: y es la pobreza voluntaria. Es lo que encontramos en los votos monásticos. Se es pobre individualmente, pero se vive en el seno de una comunidad que gerencia el dinero de la colectividad para el bienestar de cada uno y de los otros. Este ideal que admiramos, vamos! Ha mostrado que podía ser pervertido. Las sectas mundialmente conocidas  se han aprovechado de este ideal para sentar su poder con fines de dominación y no de edificación.

Hoy día se constata (quizás sin mucha difusión) cómo hay comunidades, cofradías o compañías o fraternidades que se han dejado sumergir en el hueco (o el abismo) utilizando la vida en comunidad para afirmar su sed de poder y de dominación sobre el otro por la apropiación de sus bienes. El ideal monástico, mal comprendido ( o entendido) puede llevar a una perversión que da más poder diabólico que candor angelical.

Estas cuantas ideas desgranadas del aquí, allá, antes   y ahora, de la actualidad nos permiten comprender la magnitud  de la trampa que se le tiende a Jesús cuando se le demanda escoger entre el poder del dinero y el poder espiritual. Jesús sabe que el dinero da poder a quien lo posee. Él sabe que el emperador se enriquece abiertamente a costa de los ciudadanos. Él sabe también que los sacerdotes del templo se enriquecen a costillas del buen pueblo haciéndole creer que Dios aprueba, o está de acuerdo con la dima y el impuesto eclesiástico. Jesús va a arreglárselas para no darles ocasión de que crean que él está en el error,  y de que ellos tienen la razón , ya que para él ellos también va a ponerse del lado del emperador.

La historia mostrará en efecto que la fe judía subsistirá con fuerza después de la destrucción del templo y que la fortuna amasada de los sacerdotes gracias a la dima no servirá de nada. Esto para los judíos, hablare de los cristianos después.

Jesús no cae en la trampa. « Den a cada quien lo que corresponda o conviene”, les dice. El problema no se plantea a nivel del emperador. El emperador recupera gracias a los ciudadanos el dinero que él necesita. Mas el problema va a plantearse al nivel de Dios. Tiene necesidad Dios del dinero? “Den al emperador lo que es debido y a Dios lo que le corresponde”. Para el emperador, lo hemos visto, eso no se discute. Lo que le corresponde es una parte de nuestro dinero. Jesús no precisa lo que corresponde a Dios: la dima, el impuesto eclesiástico u otra cosa? De hecho, Dios no necesita dinero, en todo caso, es decir de la misma manera que el emperador. Pero los hombres que se dicen estar del lado de Dios,  y a su servicio, tienen necesidad del dinero. En cuanto a Dios, en lo referente a ÉL mismo, es otro problema. Todo pertenece a Dios, todo debe  retornar a Él, y esto comprende mismo el dinero que el emperador nos toma!  No hay división entre lo temporal y lo espiritual. Todo va para Dios, todo le pertenece. Esto pertenece al dominio de la fe y no es con el dinero que se le da lo debido (lo que se le debe dar)  a Dios.

El emperador nos toma (coge) lo que él no nos ha dado. En efecto, el impuesto es una retención (contribución) de nuestros salarios hecha por el poder al mando. En oposición, o al contrario, Dios nos da lo que nos pide donar. Es al nivel del amor que esto pasa. Dios nos da su amor y espera el nuestro. La relación no es el del todo (igual), al mismo nivel que el dinero del emperador.

Si yo digo que uno debe solamente (nuestro)  amor a Dios, el tesorero de la parroquia no estará contento. Es cierto, se puede manifestar su amor a Dios de muchas formas, con su dinero, con su tiempo, con sus talentos, con sus dones, pero todas estas cosas que se le dan a Dios no son más que útiles para manifestarle nuestro amor que permanece primero.

Pero se ha de estar vigilante, todo esto puede ser pervertido. Ya que algunos piensan que se puede capitalizar todas esas cosas, que uno esta advertido, las hace  por Dios y que por tanto se puede esperar ventajas, recompensas a cambio. Pues se piensa que entre más gestos se hagan por Dios con más veras estará asegurado nuestro lugar (cupo, sitio) en el Reino de Dios. Es sin duda, la manera más mezquina de apreciar nuestras acciones ya que ella, sobreentendería que Dios podría negociar (intercambiar)  nuestro amor  por las buenas acciones. El amor no se negocia, no se intercambia, no se le capitaliza, seguro que no, él no tiene ningún valor mercantil. No se maniata el amor como el dinero. Para subsistir, el amor debe manifestarse continuamente, porque como el corazón nuestro amor es vivo, es dinámico y debe estar en continua actividad bajo pena de muerte. Si el amor de Dios nos hace vivir,  también Dios tiene necesidad de nuestro amor para existir Él también a los ojos del mundo.

Nosotros estamos  entonces sobre otro registro diferente al del impuesto que se paga al rey o a la institución eclesiástica. Nuestra relación con Dios no saca provechos para nadie sino para Él mismo, para su propio bienestar. Es eso la gratuidad de la salvación, saber que se ama a Dios sin esperar recompensa de su parte porque nosotros hemos ya todo recibido. Su amor es total y Él nos pide que se lo demos ( y o entreguemos) totalmente. Es por ello que Dios reclama nuestro amor y nada más que nuestro amor.  “Ama y haz lo que quieras” decía San Agustín. Y Rabelais hizo grabar esa divisa sobre el frontón de la Abadía de Théleme: "En cuanto a nuestro dinero no debería éste ser concernido en nuestra relación con Dios."


Reflexión Central

Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Todos conocemos esta famosa respuesta de Jesús, pero esta no tiene nada que ver con  la separación de la Iglesia y el Estado. El Señor nos recuerda aquí, que ningún emperador, ningún dictador, ningún jefe de gobierno no puede todo controlar en nuestras vidas.  No solamente está el César, también hay un Dios.

La moneda mostrada por los fariseos portaba la efigie o la imagen del emperador. Significaba  entonces que le pertenecía. Pero el ser humano esta creado a la imagen de Dios: “hombre y mujer él los crea, a su imagen él los crea” (Genesis 1). Nosotros pertenecemos entonces a Dios y no al emperador.

A quienes buscan tenderle una trampa con el fin de acusarlo ante el representante romano, Jesús responde que es necesario respetar la autoridad civil, pero, subraya que el emperador no es todopoderoso. Sobre la moneda que se le presentaba, había la imagen del emperador Tiberio, quien dominaba sobre el inmenso territorio (imperio) romano a partir  de su isla de Capri, y sobre esta moneda se calificaba al emperador de “divino”. Cristo replica a esta afirmación y dice que el emperador no es divino, él no es Dios. San Pedro recordará a los cristianos que en diversas circunstancias “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,29)

En el siglo II, un autor cristiano, Teófilo, obispo de Antioquía, escribía: « Yo rendiré homenaje al emperador, pero no lo adoraré. Adoraré solamente  a Dios solamente, sabiendo que el emperador es un ser humano como yo y que él ha sido creado como yo”. Otro escritor de los primeros siglos aconsejaba a los cristianos de “no dejarse subyugar por ninguno de los Césares de este mundo”. Y agregaba: “No renuncien nunca a su libertad interior que es el don más precioso que ustedes han recibido”.

Cristo repite entonces que César es César, mas él no es Dios. El poder político, cualquiera que sea, no tiene derecho de invadir las conciencias y de ampararse de la totalidad del ser humano. Es esa la razón por la cual la frase más importante del texto de hoy es donde Jesús dice: “Den a Dios lo que es de Dios”.

No daremos al emperador y al imperio de hoy ni nuestra fe, ni nuestro comportamiento moral, ni tampoco nuestras esperanzas ni nuestros sueños. Conservaremos nuestra libertad interior y nuestro sentido crítico. Los gobiernos no pueden nunca obligarnos a actuar contra nuestra conciencia.

A comienzos de la guerra en Irak, uno se acuerda de haber leído, en una revista americana, las remarcas de un sacerdote sobre la decisión de su país de arriesgar la vida de sus jóvenes soldados y de invertir (gastar) millones de dólares para iniciar una guerra que las Naciones Unidas, los mismos norteamericanos, los británicos, los franceses, millones de personas a través del mundo, y todas las grandes religiones, declaraban ilegal  y sin razones suficientes. Después de la misa, el sacerdote en cuestión, fue severamente criticado y amonestado por el consejo parroquial que le pide no mezclarse en política. Para concluir su argumento, los consejeros utilizaron el texto de hoy: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. De hecho, estos consejeros no habían comprendido nada de la respuesta de Cristo.

Jesús nunca  les pidió a los cristianos no criticar las decisiones del gobierno. Si él lo hubiera hecho, los cristianos de África del sur no habrían podido oponerse a las leyes injustas e inhumanas que permitían mantener el sistema del Apartheid; los cristianos americanos no habrían podido combatir las prácticas inmorales de la esclavitud y la violencia hecha a los negros por largo tiempo después que la esclavitud había sido abolida; los cristianos de Europa y de Asia no habrían podido resistir a las políticas ateas de la Unión soviética, de la China y de otros países comunistas; ellos no podrían oponerse a los gobiernos musulmanes que rechazan todo derecho a un lugar a las otras religiones y que tratan a las mujeres como a seres humanos de clase inferior; ellos no podrían criticar a ciertos dirigentes de nuestra propia Iglesia que protegen su poder asociándose a gobiernos que reducen (o aplastan) todo disentimiento, que utilizan la tortura y masacran aquellos que se oponen a su dictadura, como fue el caso en Chile, en Argentina y en El Congo.

Varios gobiernos se rehúsan,  (no quieren) muy a menudo darle a Dios lo que le pertenece. Otros manipulan la religión con sus propios intereses y conceden a la Iglesia ciertos privilegios con el fin de poder controlarla mejor imponiéndole su propia ideología.

Es significativo que en el texto de hoy, Jesús ponga en valor « nuestros deberes para con Dios », cuando se le preguntaba acerca de los deberes para con el emperador. Jesús no ha querido nunca impedirle a la gente ser ciudadanos responsables, pero Él nos recuerda que la política no es la única realidad en nuestras vidas. César no es Todopoderoso, él no es Dios. El Estado juega un papel importante pero él no puede tener el monopolio de nuestras vidas.

En un mundo pluralista, los gobiernos son llevados, en ocasiones, a hacer pasar leyes que son contrarias a nuestros propios valores cristianos, pero esto no debe impedirnos el ejercer nuestra libertad cristiana y actuar según nuestra propia conciencia. 

En un mundo donde todas las opiniones tienen piñón sobre rueda, hace falta mucho discernimiento para hacer la parte de las cosas y saber “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.


REFLEXIÓN PARA EL DOMINGO MISIONERO MUNDIAL

Dar al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En la primera lectura, Isaías nos dice: “Yo soy el Señor y no hay otro”. San Pablo que escribe a Timoteo le dice que no se enrede en discusiones que no le hacen favor al plan de Dios. Es muy claro y cierto que es necesario pagar los impuestos para que el Estado pueda funcionar. Una vez hecho esto, enseguida es importante saber en qué consiste el Proyecto o Plan de Dios. El Estado tiene leyes y sistemas de control para asegurarse que nosotros le paguemos lo que es debido. Dios no utiliza ningún poder coercitivo contra nosotros. Él nos presenta su Ley Universal que es el amor. Después, Él nos deja libres para aceptar o ignorar su Ley. De todas maneras, el amor no se impone, él se presenta ante nuestra puerta y espera que le abramos.

Hoy es el DOMUND (Domingo Misionero Mundial). Jesús, quien es nuestro maestro en el amor, nos pide no olvidar su ultimo mandamiento o mandato que ha dado a sus discípulos antes de su Ascensión: “Hagan discípulos de todas las naciones”. Hoy, Él nos pide de velar por nuestros hermanos humanos de los países más pobres, de ser generosos para ayudarles  junto a aquellos (misioneros) que les llevan la Buena Nueva (Noticia).


Generosidad no significa solamente dar dinero. Eso sería lo más fácil y podría ser una donación sin alma.  Nos es necesario amar todos los pueblos, aceptar los extranjeros que vienen a nuestro país, manifestarles nuestro amor en todo, sin olvidar la oración.



MENSAJE DEL PAPA PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2020





Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias a Dios por la dedicación con que se vivió en toda la Iglesia el Mes Misionero Extraordinario durante el pasado mes de octubre. Estoy seguro de que contribuyó a estimular la conversión misionera de muchas comunidades, a través del camino indicado por el tema: “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”.

En este año, marcado por los sufrimientos y desafíos causados ​​por la pandemia del COVID-19, este camino misionero de toda la Iglesia continúa a la luz de la palabra que encontramos en el relato de la vocación del profeta Isaías: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8). Es la respuesta siempre nueva a la pregunta del Señor: «¿A quién enviaré?» (ibíd.). Esta llamada viene del corazón de Dios, de su misericordia que interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad en la actual crisis mundial. «Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos» (Meditación en la Plaza San Pedro, 27 marzo 2020). 

Estamos realmente asustados, desorientados y atemorizados. El dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos somos conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del mal. En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder. La misión que Dios nos confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado y renovado por el don de sí mismo.

En el sacrificio de la cruz, donde se cumple la misión de Jesús (cf. Jn 19,28-30), Dios revela que su amor es para todos y cada uno de nosotros (cf. Jn 19,26-27). Y nos pide nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es Amor en un movimiento perenne de misión, siempre saliendo de sí mismo para dar vida. Por amor a los hombres, Dios Padre envió a su Hijo Jesús (cf. Jn 3,16). Jesús es el Misionero del Padre: su Persona y su obra están en total obediencia a la voluntad del Padre (cf. Jn 4,34; 6,38; 8,12-30; Hb 10,5-10). A su vez, Jesús, crucificado y resucitado por nosotros, nos atrae en su movimiento de amor; con su propio Espíritu, que anima a la Iglesia, nos hace discípulos de Cristo y nos envía en misión al mundo y a todos los pueblos.

«La misión, la “Iglesia en salida” no es un programa, una intención que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae» (Sin Él no podemos hacer nada, LEV-San Pablo, 2019, 16-17). Dios siempre nos ama primero y con este amor nos encuentra y nos llama. Nuestra vocación personal viene del hecho de que somos hijos e hijas de Dios en la Iglesia, su familia, hermanos y hermanas en esa caridad que Jesús nos testimonia. Sin embargo, todos tienen una dignidad humana fundada en la llamada divina a ser hijos de Dios, para convertirse por medio del sacramento del bautismo y por la libertad de la fe en lo que son desde siempre en el corazón de Dios.         

Haber recibido gratuitamente la vida constituye ya una invitación implícita a entrar en la dinámica de la entrega de sí mismo: una semilla que madurará en los bautizados, como respuesta de amor en el matrimonio y en la virginidad por el Reino de Dios. La vida humana nace del amor de Dios, crece en el amor y tiende hacia el amor. Nadie está excluido del amor de Dios, y en el santo sacrificio de Jesús, el Hijo en la cruz, Dios venció el pecado y la muerte (cf. Rm 8,31-39). Para Dios, el mal —incluso el pecado— se convierte en un desafío para amar y amar cada vez más (cf. Mt 5,38-48; Lc 23,33-34). Por ello, en el misterio pascual, la misericordia divina cura la herida original de la humanidad y se derrama sobre todo el universo. La Iglesia, sacramento universal del amor de Dios para el mundo, continúa la misión de Jesús en la historia y nos envía por doquier para que, a través de nuestro testimonio de fe y el anuncio del Evangelio, Dios siga manifestando su amor y pueda tocar y transformar corazones, mentes, cuerpos, sociedades y culturas, en todo lugar y tiempo.

La misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero podemos percibirla sólo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia. Preguntémonos: ¿Estamos listos para recibir la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, para escuchar la llamada a la misión, tanto en la vía del matrimonio como de la virginidad consagrada o del sacerdocio ordenado, como también en la vida ordinaria de todos los días? ¿Estamos dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe en Dios, Padre misericordioso, para proclamar el Evangelio de salvación de Jesucristo, para compartir la vida divina del Espíritu Santo en la edificación de la Iglesia? ¿Estamos prontos, como María, Madre de Jesús, para ponernos al servicio de la voluntad de Dios sin condiciones (cf. Lc 1,38)? Esta disponibilidad interior es muy importante para poder responder a Dios: “Aquí estoy, Señor, mándame” (cf. Is 6,8). Y todo esto no en abstracto, sino en el hoy de la Iglesia y de la historia.

Comprender lo que Dios nos está diciendo en estos tiempos de pandemia también se convierte en un desafío para la misión de la Iglesia. La enfermedad, el sufrimiento, el miedo, el aislamiento nos interpelan. Nos cuestiona la pobreza de los que mueren solos, de los desahuciados, de los que pierden sus empleos y salarios, de los que no tienen hogar ni comida. Ahora, que tenemos la obligación de mantener la distancia física y de permanecer en casa, estamos invitados a redescubrir que necesitamos relaciones sociales, y también la relación comunitaria con Dios. Lejos de aumentar la desconfianza y la indiferencia, esta condición debería hacernos más atentos a nuestra forma de relacionarnos con los demás. Y la oración, mediante la cual Dios toca y mueve nuestro corazón, nos abre a las necesidades de amor, dignidad y libertad de nuestros hermanos, así como al cuidado de toda la creación. La imposibilidad de reunirnos como Iglesia para celebrar la Eucaristía nos ha hecho compartir la condición de muchas comunidades cristianas que no pueden celebrar la Misa cada domingo. En este contexto, la pregunta que Dios hace: «¿A quién voy a enviar?», se renueva y espera nuestra respuesta generosa y convencida: «¡Aquí estoy, mándame!» (Is 6,8). Dios continúa buscando a quién enviar al mundo y a cada pueblo, para testimoniar su amor, su salvación del pecado y la muerte, su liberación del mal (cf. Mt 9,35-38; Lc 10,1-12).

La celebración la Jornada Mundial de la Misión también significa reafirmar cómo la oración, la reflexión y la ayuda material de sus ofrendas son oportunidades para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia. La caridad, que se expresa en la colecta de las celebraciones litúrgicas del tercer domingo de octubre, tiene como objetivo apoyar la tarea misionera realizada en mi nombre por las Obras Misionales Pontificias, para hacer frente a las necesidades espirituales y materiales de los pueblos y las iglesias del mundo entero y para la salvación de todos.

Que la Bienaventurada Virgen María, Estrella de la evangelización y Consuelo de los afligidos, Discípula misionera de su Hijo Jesús, continúe intercediendo por nosotros y sosteniéndonos.

Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo de 2020, Solemnidad de Pentecostés.

Francisco

 

 

 

LA EXPERIENCIA VOCACIONAL MISIONERA

Felícitas Martín Fernández

Delegada Diocesana de Misiones y Directora Diocesana de OMP Bilbao

En su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund, el papa Francisco nos recuerda que el camino misionero de toda la Iglesia continúa. Venimos de un Mes Misionero Extraordinario que nos ha empujado a ser novedosos, creativos, impulsores y motivadores de la vocación misionera, hoy más necesaria que nunca; a ser enviados como testigos del amor de Dios al mundo y a todos los pueblos:

En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder” (n. 2).

Cuántas veces nos dicen los misioneros y misioneras esto mismo: su vocación misionera los ha llevado a hacer causa común con un pueblo, y en muchas ocasiones los ha llevado también hasta las últimas consecuencias. Es lo que el Papa llama “pertenencia de hermanos” (Momento extraordinario de oración, 27-3-2020), sentirnos y ser hermanos allí donde estemos.

La cita que enmarca esta Jornada del Domund y este Octubre Misionero, “Aquí estoy, envíame”, está entresacada de un relato más extenso de vocación, la del profeta Isaías (cf. Is 6,1-13). Este texto recoge la experiencia de toda una vida y presenta el retrato completo de la misión de una persona.

En esta experiencia vocacional podemos identificar cuatro elementos que el Papa deja entrever en su Mensaje: 

1) Una experiencia fuertemente sentida de la grandeza de Dios y, a la vez, de su cercanía. 

2) Una interpelación personal, que le viene de fuera de él mismo y que solicita su disponibilidad para una misión. 

3) La réplica espontanea de quien se siente abrumado, y a la vez libre, ante tan importante misión. 

4) La confirmación y garantía de que no va a estar solo, porque Dios estará con él.

Fijemos ahora la atención en algunas frases del texto de Francisco.

La misión, la «Iglesia en salida» no es un programa, una intención que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae” (n. 4).

Destaca el papa Francisco que esto no será posible si no ponemos de nuestra parte; nos pide “nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es Amor” (n. 3), y nos anima diciendo: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo” (EG 49). Sus palabras son un reclamo y nos infunden ánimo también para esta Jornada misionera que vamos a celebrar.

Para que esto se pueda sostener, el Santo Padre nos recuerda que necesitamos vivir una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia. Dejémonos acoger y sorprender por Él, acojamos su luz y seamos luz para otras personas.

“Esta disponibilidad interior es muy importante para poder responder a Dios: «Aquí estoy, Señor, mándame» (cf. Is 6,8). Y todo esto no en abstracto, sino en el hoy de la Iglesia y de la historia” (n. 6).

“La oración, mediante la cual Dios toca y mueve nuestro corazón, nos abre a las necesidades de amor, dignidad y libertad de nuestros hermanos, así como al cuidado de toda la creación” (n. 7).

Necesitamos ser testigos que hagan visible, y por eso, creíble, al Dios de Jesús. Acoger la luz que su vida nos ofrece y dejar crecer en nosotros el deseo de cultivar las actitudes que este tiempo de tormenta reclama, para vivirlas al estilo de Jesús.

Necesitamos acoger la realidad con verdad y esperanza. Ser mano tendida para aquellos a quienes las olas zarandean y envuelven. Así seremos creíbles y mostraremos que el Dios amor sigue vivo en la historia, a pesar de la noche, la tormenta, el caos.

Jesús nos interpela, se continúa preguntando a quién enviar al mundo y a cada pueblo para testimoniar su amor, y nos sigue llamando: “Rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (cf. Mt 9,35-38)

Que este mes misionero de octubre lo vivamos como una invitación y un desafío para cada uno de nosotros, para ayudar a hacer posible el cambio que queremos para el mundo, empezando por uno mismo. Las siguientes palabras del obispo auxiliar de Bangassou, Mons. Jesús Ruiz, nos pueden animar y motivar a ello:

“La opción misionera ad gentes comporta toda la vida; es una cuestión de amor, y en el amor no valen experiencias. El amor exige fidelidad hasta el final: aquí y allá. De esto han hablado y siguen hablando los 70 millones de mártires por causa de Jesús de Nazaret. Aquellos que fueron desgastando sus vidas en silencio: «No hay mayor amor que dar la vida por aquellos que se ama».

La misión ad gentes es, ante todo, una expresión de la gratuidad de Dios. Dios se da, se entrega sin pedir nada a cambio… La misión es darse.

La misión ad gentes conlleva una actitud de salida… Salir hacia las fronteras de la humanidad: la guerra, el hambre, la explotación…

Otra característica de este tipo de misión es la opción por los más pobres. Se trata de compartir vida y destino con aquellos que no cuentan, aquellos que no son noticia” (Mundo Negro, n. 658).

Concluimos con otra frase del papa Francisco:
“La celebración de la Jornada Mundial de las Misiones también significa reafirmar cómo la oración, la reflexión y la ayuda material de sus ofrendas son oportunidades para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia” (n. 8).

Ojalá captemos este Mensaje y nos dejemos asombrar y alcanzar por él. Que sepamos descubrir en todo momento la importancia de saber interpretar los signos de cada tiempo y encontrar en ellos el actuar amoroso del Dios cuya palabra se transforma en fuerza liberadora cuando le dejamos que nos hable al corazón.




REFERENCIAS


Pequeño  Misal "Prions en Église", edicion quebequense.

HETU, Jean-Luc. Les options de Jésus.

http://cursillos.ca.   Réflexion chrétienne du Père Jacques-Yvon Allard, s,d,v.

Le sermon du dimanche matin ,   Père John Drôme


https://www.omp.es/mensaje-del-papa-para-el-domund-2020-la-mision-en-tiempos-de-pandemia/

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