Viviendo extraordinariamente el tiempo ordinario: 12 de junio del 2017: 10a semana del tiempo ordinario


La esperanza de una vida mejor

Ser consolado, es contar con un apoyo en sus penas, en sus sufrimientos y ya que esto es característico del amor que sabe hacerse cercano, entonces la consolación es un atributo de Dios, una manifestación de su ser.



Primera lectura
Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,1-7):

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos que residen en toda Acaya: os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo. Si nos toca luchar, es para vuestro aliento y salvación; si recibimos aliento, es para comunicaros un aliento con el que podáis aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros. Nos dais firmes motivos de esperanza, pues sabemos que si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9

R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor


Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

                                       
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron.
Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos , porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»

Palabra del Señor
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Dios, consuelo en el sufrimiento

Iniciamos hoy la lectura de la 2a Carta de San Pablo a los Corintios.

 Por qué debemos leer esta carta? Aquí Pablo no duda en hablar de sí mismo y descubrimos a un hombre sensible, afectuoso, frágil. Pablo habla de su experiencia: es en las dificultades y a través de los sufrimientos  como él ha descubierto la fuerza de Dios y del Evangelio.

La carta comienza con los saludos acostumbrados por la Iglesia, en seguida se agradece a Dios. Pablo invita a cada uno a poner su confianza en Dios, pues es Él quien da la fuerza para vencer las dificultades y poder reconfortarnos unos a otros. Pablo dice además que es esencial que la comunidad permanezca unida en el sufrimiento y en la alegría.


En el Evangelio, nos encontramos de nuevo con el texto de las bienaventuranzas, propias de Mateo. La primera enseñanza de Jesús es un llamado, una misión, tanto a vivir en el presente como una promesa para el futuro.  A los hombres y mujeres pobres, tristes, sufridos, pacíficos, justos o perseguidos, Dios les promete su Reino. Todo ser humano puede sentirse implicado o comprometido con alguna u otra de estas promesas, llamadas "bienaventuranzas". La esperanza de una vida mejor es ofrecida a todos desde hoy.

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