Viviendo extraordinariamente el tiempo ordinario: 30 de junio del 2017: viernes de la 12a semana del TO
La risa de Dios, es el hijo prometido que no se espera más, porque se ha
deseado largo tiempo en vano. Es la alegría que llega para iluminar la vejez de
un corazón que había cesado de esperar, que no creía más.
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis
(17,1.9-10.15-22):
Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.»
Dios añadió a Abrahán: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»
Dios dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahán dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.»
Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.»
Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró.
Palabra de Dios
Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.»
Dios añadió a Abrahán: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»
Dios dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahán dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.»
Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.»
Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 127,1-2.3.4-5
R/. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
R/. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (8,1-4):
En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»
Palabra del Señor
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La importancia del nombre
El nombre, es la identidad. Cuando Dios cambia el nombre de
Abrán, que quiere decir "Padre elevado, ensalzado" por Abraham que significa "Padre de una
multitud", le da una nueva dirección a su vida. Abraham no llegará a
ser un tipo común y
corriente, como decimos popularmente "un cualquiera", tampoco su
objetivo será llegar a "hacerse un nombre" o adquirir una fama. Él es
precisamente alguien gracias al nombre que Dios le ha dado. Esto nos puede
recordar la importancia de nuestros nombres a la hora del bautismo; el nombre
de alguna manera debería traducir la misión pedida por Dios para cada uno. Por
ejemplo, mi nombre GUSTAVO, viene del alemán GUSTAFF, que significa
"bastón de mando" o "cetro de rey", de algún modo hay una
alusión o invitación a ser guía, a ser pastor. Hoy lamentablemente vemos cómo
no se le da mucha importancia al nombre adquirido a la hora del bautismo. El
hecho de desechar el santo del día en que se nació, demuestra la poca trascendencia
que se le da a los nombres y se prefieren más los nombres de moda, subjetivamente
más bellos sonoros y que a la final no significan nada. Después del cambio de nombre, Dios confirma su
alianza con Abraham. La promesa se realizará a través de un hijo de Abraham
dado por Dios. La madre de este niño será Sarai, quien en su momento cambiará
de nombre por SARA y así participará también plenamente en esta alianza. El
nombre Isaac que lleva su hijo corresponde a la acción realizada por Abraham
cuando recibe la noticia de la parte de Dios de que tendrá un hijo con su
mujer. En efecto Isaac significa "él ríe".
En el Evangelio vemos cómo Jesús no excluye a nadie. Los
enfermos y los que tenían defectos físicos eran excluidos de la vida social y
religiosa, pues se pensaba que Dios los castigaba por sus pecados, y por eso se
les consideraba impuros. Por eso, nadie se acercaba a los leprosos, por miedo a
contagiarse. Al tocar uno de ellos, Jesús demuestra que nadie está excluido del
amor de Dios y al sanarlo, lo libera y le devuelve su dignidad de ser humano.
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