17 de junio del 2020: miércoles de la undécima semana del Tiempo Ordinario (II)
(Mateo 6,
1-6.16-18) En nuestros
compromisos, ¿acaso no es importante manifestar, hacer visible la bondad del
Señor? Recibimos todo de él; repartamos a los demás lo que Dios nos regala para que la
alegría de la salvación brille a nuestro alrededor y toque los corazones de
todos nuestros hermanos y hermanas.
Lectura del segundo libro de los Reyes (2,1.6-14):
Cuando el Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el torbellino, Elías y Elíseo se marcharon de Guilgal.
Llegaron a Jericó, y Elías dijo a Elíseo: «Quédate aquí, porque el Señor me envía solo hasta el Jordán.»
Eliseo respondió: «¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré.»
Y los dos siguieron caminando. También marcharon cincuenta hombres de la comunidad de profetas y se pararon frente a ellos, a cierta distancia. Los dos se detuvieron junto al Jordán; Elías cogió su manto, lo enrolló, golpeó el agua, y el agua se dividió por medio, y así pasaron ambos a pie enjuto.
Mientras pasaban el río, dijo Elías a Elíseo: «Pídeme lo que quieras antes de que me aparten de tu lado.»
Eliseo pidió: «Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu.»
Elías comentó: «¡No pides nada! Si logras verme cuando me aparten de tu lado, lo tendrás; si no me ves, no lo tendrás.»
Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino.
Eliseo lo miraba y gritaba: «¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel! »
Y ya no lo vio más. Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos; luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la orilla del Jordán; y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua diciendo: «¿Dónde está el Dios de Elías, dónde?»
Golpeó el agua, el agua se dividió por medio, y Eliseo cruzó.
Palabra de Dios
Cuando el Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el torbellino, Elías y Elíseo se marcharon de Guilgal.
Llegaron a Jericó, y Elías dijo a Elíseo: «Quédate aquí, porque el Señor me envía solo hasta el Jordán.»
Eliseo respondió: «¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré.»
Y los dos siguieron caminando. También marcharon cincuenta hombres de la comunidad de profetas y se pararon frente a ellos, a cierta distancia. Los dos se detuvieron junto al Jordán; Elías cogió su manto, lo enrolló, golpeó el agua, y el agua se dividió por medio, y así pasaron ambos a pie enjuto.
Mientras pasaban el río, dijo Elías a Elíseo: «Pídeme lo que quieras antes de que me aparten de tu lado.»
Eliseo pidió: «Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu.»
Elías comentó: «¡No pides nada! Si logras verme cuando me aparten de tu lado, lo tendrás; si no me ves, no lo tendrás.»
Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino.
Eliseo lo miraba y gritaba: «¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel! »
Y ya no lo vio más. Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos; luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la orilla del Jordán; y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua diciendo: «¿Dónde está el Dios de Elías, dónde?»
Golpeó el agua, el agua se dividió por medio, y Eliseo cruzó.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 30,20.21.24
R/. Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor
Qué bondad tan grande,
Señor,reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R/.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras. R/.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces. R/.
R/. Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor
Qué bondad tan grande,
Señor,reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R/.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras. R/.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(6,1-6.16-18):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
1
En el
Evangelio, Jesucristo nos revela (nos muestra a ese Padre) un Padre que
como dice el evangelio de este día “ve todo lo que se pasa en lo más profundo
de nuestro corazón”. Él ve los gestos que realizamos y las intenciones que nos
motivan (nos empujan) para ejecutarlos. No es necesario que actuemos
ostentosamente, “dándonos pantalla” para ser vistos: Él lo ve todo y lo ve con
ojos de misericordia, con una mirada benefactora que levanta a la persona y la
endereza.
Cada día,
la Palabra y la Eucaristía, nos hace el llamado a volver nuestro corazón a
Dios, caminando tras los pasos de Jesús, yendo hacia donde Él va e imitando su
manera de vivir.
La
invitación del evangelio hoy es a orar, a compartir, a perdonar sin medir
nuestra piedad ni nuestra generosidad. Siempre es posible “descrestar”
“sorprender” a nuestro prójimo quien puede felicitarnos por nuestras buenas
acciones, mas Dios no tiene necesidad que uno le lance polvo a los ojos para
que reconozca nuestra voluntad y nuestros esfuerzos. Él ve en todos los repliegues
de nuestro corazón, lo que le hace latir al ritmo de la conversión. Él sabrá
recompensarnos bien.
2
Una vida escondida para Dios
Dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de
no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos;
de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.”
Muy a menudo, cuando hacemos
algo bueno, queremos que otros vean. Queremos que sean conscientes de lo
buenos que somos. ¿Por qué? Porque se siente bien ser reconocido y
honrado por otros. Pero Jesús nos dice que hagamos todo lo contrario.
Jesús nos dice que cuando hagamos una obra de
caridad, ayunemos o recemos, debemos hacerlo de forma oculta. En otras
palabras, no debemos hacerlo para ser notados y alabados por otros. No es
que haya algo malo en que otros vean nuestra bondad. Más bien, la
enseñanza de Jesús va al corazón de nuestras motivaciones para nuestras buenas
acciones. Él está tratando de decirnos que debemos actuar de una manera
santa porque queremos acercarnos a Dios y servir a su voluntad, no para que
podamos ser reconocidos y alabados por otros.
Esto nos ofrece una gran oportunidad para
mirar profunda y honestamente nuestras motivaciones. ¿Por qué haces lo que
haces? Piensa en las cosas buenas que intentas hacer. Luego piensa en
tu motivación para hacer esas cosas. Esperemos que estés motivado para
hacer cosas santas simplemente porque quieres ser santo y quieres servir a la
voluntad de Dios. ¿Estás contento con que Dios y solo Dios vea tus buenas
acciones? ¿Estás de acuerdo con que nadie más reconozca tu desinterés y
tus actos de amor? Esperemos que la respuesta sea "Sí".
La santidad se encuentra especialmente en tu
vida oculta. Allí, donde solo Dios te ve, debes actuar de una manera que
le agrades a Dios. Debes vivir una vida de virtud, oración, sacrificio y
entrega cuando solo Dios lo ve. Si puedes vivir de esta manera en tu vida
oculta, también puedes estar seguro de que tu vida oculta de gracia afectará a
los demás de una manera que solo Dios puede orquestar. Cuando luchas por
la santidad de una manera oculta, Dios lo ve y la usa para el bien. Esta
vida oculta de gracia se convierte en la base de quién eres y cómo interactúas
con los demás. Puede que no vean todo lo que haces, pero se verán
afectados por la bondad dentro de tu alma.
Señor, ayúdame a vivir una vida oculta de la
gracia. Ayúdame a servirte incluso cuando nadie me vea. Desde la
soledad de esos momentos, trae Tu gracia y misericordia para el mundo. Jesús,
confío en ti.
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