6 de febrero del 2021: sábado de la cuarta semana del tiempo ordinario (año I)
(Marcos 6, 30-34) Como un pastor que conduce sus ovejas hacia unos verdes prados, Jesús lleva la multitud, hacia el Reino mientras le imparte sus enseñanzas. La escena del Evangelio de hoy nos revela todo el amor y la solicitud que Cristo nos manifiesta.
Primera lectura
HERMANOS:
Por medio de Jesús, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza,
es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre.
No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios
que agradan a Dios.
Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien,
sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no
os aprovecharía.
Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de
las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna,
os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad, realizando en nosotros
lo que es de su agrado por medio de Jesucristo.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 22
R/. El
Señor es mi pastor, nada me falta
V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
V/. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
V/. Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(6,30-34):
EN aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron
todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo:
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para
comer.
Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas
fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar,
Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que
no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor
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Ministerio inesperado
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco»..
Los Doce acababan de regresar de andar por el
campo predicando el Evangelio. Ellos estaban cansados. Jesús, en su
compasión, los invita a irse con él para descansar un rato. Entonces se
suben a un bote para cruzar a un lugar desierto. Pero cuando la gente se
entera de esto, se apresuran a pie hacia el lugar al que se dirigía su bote. Entonces,
cuando llega el bote, hay una multitud esperándolos.
Por supuesto, Jesús no se enoja. No se
desanima por el ardiente deseo de la gente de estar con Él y los Doce. En
cambio, el Evangelio relata que cuando Jesús los vio, “su corazón se compadeció”
y comenzó a enseñarles muchas cosas.
En nuestras propias vidas, después de servir
bien a los demás, es comprensible desear descansar. Incluso Jesús deseaba
esto para sí mismo y para sus apóstoles. Pero lo único que Jesús permitió
para “interrumpir” Su descanso fue el claro deseo de la gente de estar con Él y
ser alimentados por Su predicación. Hay mucho que aprender de este ejemplo
de nuestro Señor.
Por ejemplo, hay muchas ocasiones en las que
un padre puede querer estar solo por un tiempo y, sin embargo, surgen
preocupaciones familiares que necesitan su atención. Los sacerdotes y los
religiosos también pueden tener deberes inesperados que surgen de su ministerio
y que, al principio, pueden parecer interrumpir sus planes. Lo mismo puede
decirse de cualquier vocación o situación de la vida. Podemos pensar que
necesitamos una cosa, pero luego el deber llama y descubrimos que nos necesitan
de una manera diferente.
Una clave para compartir la misión apostólica de Cristo ya sea con nuestras familias, Iglesia, comunidades o amigos, es estar listos y dispuestos a ser generosos con nuestro tiempo y energía. Es cierto que la prudencia dictará la necesidad de descanso a veces, pero en otras ocasiones el llamado a la caridad reemplazará lo que percibimos como una necesidad legítima de nuestro propio descanso y relajación. Y cuando se nos exija la verdadera caridad, siempre encontraremos que nuestro Señor nos da la gracia necesaria para ser generosos con nuestro tiempo. A menudo es en esos momentos cuando nuestro Señor elige usarnos de maneras que realmente transforman a los demás.
Reflexione hoy sobre las verdaderas
necesidades de quienes lo rodean. ¿Hay personas que se beneficiarían
enormemente de su tiempo y atención hoy? ¿Hay necesidades que otros tienen
que requerirán que usted cambie sus planes y se entregue de una manera que sea
difícil? No dude en entregarse generosamente a los demás. De hecho,
esta forma de caridad no solo está transformando a aquellos a quienes servimos,
sino que a menudo es una de las actividades más relajantes y rejuvenecedoras
que también podemos hacer por nosotros mismos.
Mi generoso Señor, Te entregaste sin reservas. Las
personas acudieron a ti en su necesidad y no dudaste en servirlas por amor. Dame
un corazón que imite Tu generosidad y ayúdame a decir siempre “Sí” a la obra
caritativa a la que estoy llamado. Que pueda aprender a encontrar un gran
gozo al servir a los demás, especialmente en esas circunstancias inesperadas y
no planeadas de la vida. Jesús, en Ti confío.
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