9 de febrero del 2021: martes de la quinta semana del tiempo ordinario (I)
(Génesis 1,
20 — 4a) Cuando la vida surge en la tierra, nos podemos dar cuenta
de cuan grande es la generosidad del Creador: ¡fecundidad y abundancia se hacen
presentes! ¡Cantidad de especies invaden todo lugar habitable! Nuestra misión o
tarea se inscribe en la continuidad de esta abundancia y de esta diversidad de
la vida querida por Dios.
Primera lectura
DIJO Dios:
«Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra
frente al firmamento del cielo».
Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que
las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus
especies.
Y vio Dios que era bueno.
Luego los bendijo Dios, diciendo:
«Sed fecundos y multiplicaos, llenad las aguas del mar; y que las aves se
multipliquen en la tierra».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
Dijo Dios:
«Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y
fieras según sus especies».
Y así fue.
E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los
reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar,
las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra».
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los
creó.
Dios los bendijo; y les dijo Dios:
«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces
del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la
tierra».
Y dijo Dios:
«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie
de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de
alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la
tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo
ser que respira».
Y así fue.
Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo.
Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día
séptimo de toda la obra que había hecho.
Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él descansó de toda la
obra que Dios había hecho cuando creó.
Esta es la historia del cielo y de la tierra cuando fueron creados.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 8,4-5.6-7.8-9
R/. Señor,
dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
V/. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.
V/. Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.
V/. Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(7,1-13):
EN aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas
venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras,
es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no
comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición
de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se
aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).
Y los fariseo y los escribas le preguntaron:
«Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen
el pan con manos impuras?».
Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
“Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan
son preceptos humanos”.
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los
hombres».
Y añadió:
«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo:
“Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es
reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los
bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no
le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de
Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas
semejantes».
Palabra del Señor
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Adoración
desde el corazón
En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos
escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos
impuras, es decir, sin lavarse las manos.
Marcos 7: 6–8
Jesús los criticó duramente porque a sus corazones
les faltaba la adoración verdadera. Las diversas tradiciones de los
ancianos no eran necesariamente malas, como el cuidadoso lavado ceremonial de
las manos antes de comer. Pero estas tradiciones serían vacías si no
estuvieran motivadas por una profunda fe y amor por Dios. El seguimiento
externo de las tradiciones humanas no fue verdaderamente un acto de adoración
divina, y eso es lo que Jesús quería para ellos. Quería que sus corazones
ardieran con amor a Dios y con verdadera adoración divina.
Lo que nuestro Señor quiere de cada uno de
nosotros es adoración. Adoración pura, sentida y sincera. Quiere que lo
amemos con profunda devoción interior. Quiere que oremos, lo escuchemos y hagamos
su santa voluntad con todos los poderes de nuestra alma. Y esto solo es
posible cuando participamos en una adoración auténtica.
Como católicos, nuestra vida de oración y
adoración se basa en la santa liturgia. La liturgia incorpora muchas
tradiciones y prácticas que reflejan nuestra fe y se convierten en un vehículo
de la gracia de Dios. Y aunque la liturgia en sí es muy diferente de la
mera “tradición de los ancianos” que Jesús estaba criticando, es útil
recordarnos que las muchas liturgias de nuestra Iglesia deben pasar de las
acciones externas al culto interior. Hacer solamente los gestos y
movimientos no tiene sentido. Debemos permitir que Dios actúe sobre
nosotros y dentro de nosotros mientras participamos en la celebración externa
de los sacramentos.
Reflexiona hoy sobre el ardiente deseo en el
corazón de nuestro Señor de atraerte a la adoración. Reflexiona sobre lo
bien que te dejas arrastrar por este culto cada vez que asistes a la santa
Misa. Procura hacer de tu participación no sólo exterior sino, ante todo,
interior. Hacerlo ayudará a asegurar que la reprensión de nuestro Señor
sobre los escribas y fariseos no recaiga también sobre ti.
Mi divino Señor, Tú y solo Tú eres digno de
toda adoración, sumisión y alabanza. Tú y solo Tú mereces la adoración que
te ofrezco desde lo más profundo de mi corazón. Ayúdame a mí y a toda Tu
Iglesia a interiorizar siempre nuestros actos exteriores de adoración para darle
la gloria que es debida a Tu santo nombre. Jesús, en Ti confío.
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