15 de marzo del 2022: martes de la segunda semana de cuaresma
(Isaías
1, 10.16-20 y Salmo 49) Las áreas oscuras de nuestro corazón no le impiden a
Dios ver todas las acciones que hacemos por la justicia y la paz. Las recibe
como tantos cantos de Acción de Gracias.
(Mateo 23, 1-12) En todo tiempo y lugar, las personas siempre han tenido fardos, pesadas cargas sobre sus espaldas. Jesucristo no nos agrega otras, ¡al contrario! Viene a habitar en nosotros para darnos valor, a liberarnos del peso innecesario que ahoga la vida.
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (1,10.16-20):
OÍD la palabra del Señor,
príncipes de Sodoma,
escucha la enseñanza de nuestro Dios,
pueblo de Gomorra.
«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista
vuestras malas acciones.
Dejad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien.
Buscad la justicia,
socorred al oprimido,
proteged el derecho del huérfano,
defended a la viuda.
Venid entonces, y discutiremos
—dice el Señor—.
Aunque vuestros pecados sean como escarlata,
quedarán blancos como nieve;
aunque sean rojos como la púrpura,
quedarán como lana.
Si sabéis obedecer,
comeréis de los frutos de la tierra;
si rehusáis y os rebeláis,
os devorará la espada
—ha hablado la boca del Señor—».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 49,8-9.16bc-17.21.23
R/. Al
que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios
V/. No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños. R/.
V/. ¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos? R/.
V/. Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(23,1-12):
EN aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y
cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos
dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no
están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y
agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes
y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las
plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro
maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro
Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor
La exaltación de los humildes de corazón
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido».
La humildad parece una contradicción. Fácilmente nos sentimos
tentados a pensar que el camino a la grandeza implica que todos sepan todo lo
que hacemos bien. Hay una tentación constante para la mayoría de las
personas de mostrar su mejor cara y esperar que otros la vean y la admiren. Queremos
ser notados y elogiados. Y a menudo tratamos de hacer que eso suceda con
las pequeñas cosas que hacemos y decimos. Y a menudo tendemos a exagerar
quiénes somos.
Por otro lado, si alguien nos crítica y piensa mal de nosotros, eso
es devastador. Si escuchamos que alguien dijo algo negativo sobre
nosotros, podemos irnos a casa y estar deprimidos o enojados por eso el resto
del día, ¡o incluso el resto de la semana! ¿Por qué? Porque nuestro
orgullo está herido y esa herida puede doler. Y podrá doler a menos que hayamos
descubierto el increíble don de la humildad.
La humildad es una virtud que nos permite ser reales. Nos
permite doblegar cualquier personalidad falsa que podamos tener y simplemente
ser quienes somos. Nos permite sentirnos cómodos con nuestras buenas
cualidades, así como con nuestros fracasos. La humildad no es otra cosa
que ser honestos y verdaderos sobre nuestras vidas y estar cómodos con nuestras
experiencias.
Jesús nos da una lección maravillosa en el pasaje del Evangelio
anterior que es muy difícil de vivir pero que es absolutamente clave para vivir
una vida feliz. ¡Él quiere que seamos exaltados! Él quiere que los
demás se fijen en nosotros. Él quiere que nuestra luz de bondad brille
para que todos la vean y que esa luz marque la diferencia. Pero Él quiere
que se haga en verdad, no presentando una personalidad falsa. Él quiere
que el verdadero "yo" brille. Y eso es humildad.
La humildad es sinceridad y autenticidad. Y cuando la gente
ve esta cualidad en nosotros, queda impresionada. No tanto de una manera mundana
sino de una manera auténticamente humana. No nos mirarán y tendrán
envidia, más bien, nos mirarán y verán las verdaderas cualidades que tenemos y
las disfrutarán, las admirarán y querrán imitarlas. La humildad permite
que brille tu verdadero yo. Y, lo creas o no, el verdadero tú es alguien a
quien otros quieren encontrar y llegar a conocer.
Reflexiona, hoy, sobre cuán genuino eres.
Haz de este tiempo de Cuaresma un tiempo en el que la necedad del
orgullo se haga añicos. Deja que Dios te quite toda imagen falsa de ti
mismo para que brille tu verdadero yo. Humíllate de esta manera y Dios te
tomará y te exaltará a Su manera para que tu corazón pueda ser visto y amado
por quienes te rodean.
Señor de perfecta humildad, hazme humilde. Ayúdame
a ser sincero y honesto acerca de quién soy. Y en esa honestidad, ayúdame
a dejar que Tu Corazón, que vive en el mío, brille para que otros lo vean. Jesús,
en Ti confío.
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