miércoles, 29 de noviembre de 2017

30 de noviembre del 2017 San Andrés Apóstol


Andrés debió ser un buscador de Dios. Primero siguió a Juan el Bautista; después, cuando Juan señaló a Jesús, se cambió a Jesús. Trajo a varias personas o grupos a Jesús: a su hermano Pedro, a algunos griegos que buscaban a Jesús; en la multiplicación de los panes se dio cuenta del muchacho que tenía los panes y los peces y lo acercó a Jesús. La tradición nos dice que fue apóstol en los Balcanes y en el sur de Rusia; es patrono de la Iglesia de Constantinopla. Con Andrés, llevemos a la gente a Jesús.




(Romanos 10, 9-18) Hoy doy gracias a Dios por esos mensajeros alegres que proporcionan el conocimiento de la Buena Noticia de nuestra vida en Cristo resucitado como el apóstol Andrés. Si, es hermoso verlos, pues ellos dan alas a los corazones adormilados!


Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (10,9-18):

Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.» Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!» Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 18,2-3.4-5

R/.
 A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,18-22):

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.


Palabra del Señor

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Una palabra muy cercana!

En su mensaje a los Romanos y a nosotros hoy, Pablo nos dice que para encontrar a Dios no es necesario buscar cosas complicadas ni soñar acciones heroicas! Quien quiera, puede llamar al Señor pronunciando su nombre con los propios labios, y abrirle ancho el corazón.
La fe no es un asunto de intuición, es acoger una Palabra que me llega de otro. Pablo elogia aquellos que se atreven a anunciar la Buena Noticia.


Primeros encuentros

En el Evangelio, Jesús llama y acoge sus primeros colaboradores. Ellos, hombres sencillos de Galilea como Él,  le rodean ahora. Reclutados en su lugar de trabajo, dejan todo por seguirle. Tres de entre ellos: Pedro, Santiago y Juan, permanecerán como sus más fieles compañeros. Esta adhesión repentina e inmediata de estos primeros discípulos, muestra la fuerza que tiene la Palabra de Jesús.

Oración

Señor Dios nuestro:
Honramos hoy a tu gran apóstol Andrés.
Guiados por él, haz que te busquemos sin descanso
y que llevemos a muchos a Jesús y a ti.
Que Jesús sea nuestra vida y confianza;
y, cuando le hayamos encontrado,
no permitas que con egoísmo
nos lo guardemos para nosotros mismos
sino que lo compartamos con todos en derredor nuestro
con las riquezas de su amor y perdón,
de su misericordia y compasión.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.




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