miércoles, 8 de noviembre de 2017

9 de noviembre del 2017: Dedicación de la Basílica de Letran


(Juan 2, 13-22) Algunas iglesias, con el tiempo se han convertido en tesoros de la humanidad y se hace todo lo posible para conservarlas. Pero ellas no son eternas. En cuanto a la Iglesia de Cristo, ella está fundada sobre piedras vivas unidas en el amor y nada ni nadie podrá destruirla.


Los cristianos construyen templos para dar culto a Dios. Pero esos templos no tienen sentido si no apuntan hacia la Iglesia, el Cuerpo de Cristo animado por su Espíritu. Dios está presente, en primer lugar, allí donde está el pueblo cristiano reunido con su fe, esperanza y amor. Nosotros somos la Iglesia, y por la gracia de Dios nosotros hacemos la Iglesia; somos sus piedras vivas para la construcción. Cuando venimos al templo, expresamos que somos el nuevo pueblo vivo de Dios que construye nuestras vidas en Cristo.





Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-22):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Palabra del Señor






A guisa de introducción:
  El verdadero templo
 Mientras que en mi país Colombia, personas y comunidades cristianas se esfuerzan haciendo rifas, vendiendo empanadas y arepas, ya sea para construir una capilla , reconstruirla, o al menos hacer reparaciones en una iglesia y tener un lugar para reunirse, orar y celebrar el culto, en Quebec- Canadá, donde trabajé 7 años, por el contrario es cada vez más común la clausura o cierre de iglesias( que son vendidas al gobierno del municipio o ciudad) para convertirlas luego en sala de reuniones sociales, o en centros comerciales, lugares de recreación, bibliotecas, restaurantes, etc…Y esto por la poca asistencia y con ello la inseguridad financiera de las mismas…
Ante esta realidad no faltan quienes se angustien de modo severo, se escandalicen y hasta se desanimen con lo que “ven esta pasando al interior del catolicismo”…
Ante tan alarmante realidad, pienso yo, como lo piensan otros católicos y hombres de fe optimistas, es necesario ir mas allá de las jeremiadas, de las lagrimas vertidas sobre la leche derramada…no queda de otra que pensar y hacer real “una nueva manera de hacer Iglesia (con mayúscula o sea comunidad) ”.
El otro día no pude dejar de admirarme al escuchar el caso de una comunidad católica restringida en un pueblo vecino, allí todas las capillas e iglesias fueron cerradas, pero ello no fue el acabose o el final de la asamblea…no, con mucha esperanza, optimismo y la fe que les caracterizaba decidieron seguir reuniéndose en el sótano  de una de las casas de los parroquianos, y con el tiempo allí fijaron y establecieron su pequeño "bunker" de oración y culto, que sirve hasta como sala de reflexión y reuniones hebdomadarias alrededor no solo de la Palabra de Dios sino también para tratar asuntos vitales de  la comunidad…
Así unos pocos se propusieron demostrar y hoy siguen demostrando con otros, que se les une poco a poco, que para ser Iglesia no es tan necesaria un edificio de piedra, de madera, mármol , bahareque o lo que sea.
Cuando estuve en África me admiré de las capillas provisionales de las pequeñas comunidades confinadas en el valle, en la selva o en la montana…A veces celebraba la misa sobre un altar de piedra, bajo un árbol grueso y frondoso (en sequía bastante seco) y la naturaleza se convertía en altar…Cada participante era consciente de ser un templo y consideraba no solo al presidente (sacerdote oficiante como templo) sino también al hermano igualmente como un “recinto sagrado”, digno de respeto.
Ese es el mensaje del evangelio que leemos hoy: es preciso levantar nuestros ojos y mirar mas allá de la realidad del templo mole de piedra, excesivo en lujos, frío en relaciones humanas, lugar de privilegios, de negocios mercantiles con Dios (a veces), en ocasiones gheto, para dar importancia a lo que es esencial: a Jesús (primer templo a adorar y a seguir), estar abiertos y sensibles ante los hermanos, ser caritativos, acogerlos y hacer el sacrificio y la liturgia que agrada de verdad a Dios…
Si, Jesús nos hace un llamado a ver a Dios y a la Iglesia con una mirada nueva, alejada de nuestros negocios mercantiles y de la ley del más fuerte…


Aproximación psicológica al texto del evangelio

Un templo llamado a desaparecer

A veces se utiliza este Evangelio que cuenta el episodio de la purificación del Templo para legitimar la violencia “en ciertas situaciones”. Jesús ha sido violento, se dice, puesto que Él ha espantado a las personas con un látigo.

 Pero si miramos de cerca, la purificación del templo no la ha hecho Jesús de un solo golpe, no ha sido un ataque sorpresa seguido de un repliegue rápido, y ella no fue percibida por los testigos como una ofensa criminal. Los sacerdotes disponían de una policía especial lista para intervenir en  cualquier momento, como se ve en el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Pedro y Juan hablaban todavía al pueblo cuando los sacerdotes, el comandante del templo y los saduceos…los hicieron detener y llevar a la prisión hasta el día siguiente” (Hch 4,1-3).

Marco por el contrario nos muestra a Jesús enseñando y  “no dejando a nadie transportar cosas mientras se atravesaba  el templo “ (Mc 11,16), puesto que había la costumbre , sobre todo de  los que cargaban agua, de utilizar el patio de los Gentiles  como una “vía rápida” entre el Monte de los Olivos y el barrio ubicado en el norte de la ciudad.

Además, en su proceso, los gestos hechos por Jesús en el templo no serán tenidos en cuenta como una acusación contra Él, exceptuando Marcos se citaran las palabras pronunciadas en el momento de su detención en el huerto (Mc 14,58). El mismo Jesús dirá: “Cada día, yo estaba en el templo y ustedes no me detuvieron” (Mc 14,49).

Si la policía no interviene y si la justicia no presenta cargos contra Jesús, quiere decir que no se trata de una ofensa criminal, sino de un gesto profético, de una intervención simbólica como lo hicieron en su día los profetas antiguos.

Y de hecho, la narración del evento está ornada con citaciones de la Escritura presentando esta intervención como una interpelación en el plan de la FE. En Marcos 11,17, Jesús cita a Isaías: “mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones” (Isaías 56,7), pero ustedes,  empujan a  los Gentiles en el Pórtico del Templo, y ustedes los obligan  a ofrecer el Culto con su moneda judía.

Después Jesús hace alusión a la denuncia de Jeremías a propósito de la deshonestidad social y la infidelidad religiosa que se trataba de disimular yendo al templo (Jr 7,9-11).
Por su parte, Juan va mucho más lejos, haciendo decir a Jesús: “Destruyan este templo y en tres días yo lo reconstruiré” (v.19): yo reemplazaré la religión del templo por una fe vivida a partir de mi  inspiración, donde los verdaderos adoradores adoraran al Padre (y no al templo- v.21, pero) en Espíritu y en Verdad” (Jn 4,23).

Jesús fue asesinado no porque haya sido culpado de violencia o de otros delitos, sino porque la reforma que exigía a partir de su fe era demasiado exigente.

Él llega a ser consciente de eso  y acepta pagar el precio  Él mismo.

 En la hora  que se inmolaban  todavía los corderos para la Pascua en el templo que iba a desaparecer, Jesús mismo era asesinado para hacer posible la reforma que Él exigía.



Reflexión central:

La Iglesia es usted (son ustedes) 

Celebramos este domingo el aniversario de la consagración de la Basílica de San Juan de Letrán. Por qué celebramos? Por qué una fiesta solemne? Porque esta iglesia es la catedral del Papa, Obispo de Roma, desde el siglo IV cuando el emperador Constantino puso fin a las persecuciones contra los cristianos. La Basílica de Letrán fue la primera iglesia consagrada a la religión cristiana de manera oficial. Ella fue desde ese momento considerada como la “madre y la cabeza” (caput et mater) de todas las iglesias del mundo.

Este día de fiesta se presenta como la ocasión de reflexionar sobre la edificación o construcción de la IGLESIA. La palabra Iglesia tiene dos sentidos. Ella significa la comunidad de los que creen en Jesús siguiendo el ejemplo de los apóstoles.

 También se emplea esta palabra para significar el edificio donde la comunidad cristiana se reúne para celebrar su FE.

 Qué es una dedicación? Es una fiesta de consagración por la cual un edificio tal como este donde estamos reunidos (o nos reunimos), es reconocido por la Iglesia como lugar de reunión y de celebración del misterio cristiano.

 En los primeros siglos, la comunidad cristiana perseguida, celebraba discretamente en casas privadas y en las tumbas de los mártires. Hacia el año 320, el periodo constantiniano reconoce el culto cristiano que puede ser celebrado por fin públicamente.
Constantino, repito, lo manifiesta de manera solemne con la construcción de la Basílica de Letrán que lleva también el nombre del Santo Salvador. Dedicada o en homenaje a San Juan Bautista, esta Basílica que se ubica en Roma, es la más antigua de las iglesias de Occidente. Esta Iglesia Catedral del Papa continua siendo reconocida por la tradición cristiana como la madre y la reina de todas las iglesias. Ella simboliza la unidad de la Iglesia universal. Conmemorar su dedicación es expresar nuestra comunión con la Iglesia de Roma y con las Iglesias locales del mundo entero.
Hoy, además de celebrar la fiesta de todas las iglesias, celebramos la fiesta de la Iglesia universal, puesto que todos nuestros sitios o lugares de reunión y celebración son signos del templo que formamos. El cuerpo de Cristo, la casa que Dios construye. Así también, esta fiesta nos abre al misterio de la presencia de Dios en nuestro mundo.
En el tiempo de Jesús y antes de Él, el templo significaba la presencia de Dios en medio de su pueblo. Los judíos se agrupaban allí para vivir el encuentro con el Señor. Para nosotros cristianos, el primer lugar de encuentro con Dios, es Cristo. Por otro lado, en el evangelio, Jesús precisa que el verdadero templo es su cuerpo. Después de la muerte y resurrección de Jesús, el cuerpo vivo de Jesús es la Iglesia. La casa de Dios ya no es un edificio, sino una comunidad de creyentes.
Al hacer de la comunidad cristiana, su templo y su casa, Dios nos hace honor y nos confía una gran responsabilidad. Cada una de nuestras comunidades debe ser un signo, un sacramento (= signo, presencia visible de algo invisible) de Salvación y de la presencia de Dios. Somos una casa encerrada o acogedora? Somos una casa llena de luz o de oscuridad? Somos un refugio de paz o un lugar de mezquindad?
La comunidad cristiana es mucho más que una agrupación de personas que comparten un proyecto común o es más que una simple institución (algunos pocos, sólo la ven así) que tiene como objetivo promover la religión y la moral. Ella es ante todo la comunidad de personas que han puesto su confianza en Jesús y que quieren vivir de su Evangelio.
Jesús es la base solida, las fundaciones sobre la cual reposa la comunidad. La comunidad cristiana será dinámica y viva a condición que cada uno de sus miembros acepte convertirse a Jesús y vivir según sus enseñanzas. La comunidad no puede edificarse solamente por medio de técnicas de animación y con comités. Cada uno ha de descubrir personalmente a Jesús y experimentar la Verdad de su Palabra. 
Él es la piedra solida que da a la comunidad toda su solidez y su unidad.

Uno no construye un edificio sin seguir un plan (plano). La Iglesia es un proyecto cuyo principal arquitecto es el mismo Dios. Es Él que en Jesucristo construye su casa en nuestra casa (nuestro ambiente de vida), mas Él lo hace con nosotros y con materiales de aquí.
Por el bautismo nos hemos convertido en templos de su espíritu.

Abrámonos a este espíritu que nos habita, lo hemos recibido por pura gracia del Señor, y Él continua a construir su Iglesia hoy. Así todos nosotros estamos llamados a ser piedras vivas en este nuevo templo. Y cada quien tiene un rol, un papel a desempeñar en la comunidad, de acuerdo a nuestros dones y talentos recibidos, aquellos que el Señor nos ha confiado. Todos están llamados a colaborar, a edificar la comunidad según los planes trazados por Dios, por un mundo nuevo. Un mundo de justicia, de fraternidad, de justicia y de paz (inseparables), de alegría y de amor.
Es estudiando, meditando los evangelios que llegaremos a vivir mejor el proyecto de Dios en nosotros y para el mundo.
Para alcanzar la vida nueva de Pascua y llegar a ser el templo nuevo, Jesús pasó por la prueba de la agonía y de la muerte. Pablo precisa que otros continuarán la construcción después de Él. Mas cada uno debe estar atento de la manera como construye. Es necesario escoger el material para una construcción solida. En efecto, no se puede construir la comunidad sin dar de su tiempo y de su energía. Sin invertir mucha paciencia y respeto hacia las personas. Sin soportar las dificultades y los fracasos. Es necesario aceptar morir a sus ambiciones egoístas y no buscar los privilegios y recompensas.
Cuantos servicios son necesarios para la vida de la comunidad. No se puede construir, edificar sobre las bases de Jesucristo sin pasar como Él de la muerte a la vida.
El Señor nos llama sin cesar a hacer todo nuevo, a hacer vivir el espíritu que nos habita y que está ahí para ayudarnos a escuchar los llamados. El Señor nos llama a leer los signos de los tiempos y a intervenir en el corazón (centro) de la comunidad. El no espera más que nuestra oración para indicarnos las maneras de revelar la presencia, la cercanía, la paz y la alegría de Cristo. Imploremos al Espíritu. La vida emanará como un torrente o un rio de todos lados y produciremos frutos nuevos. Tal cual es el templo en la visión del profeta Ezequiel.
Sobre un lugar o sitio previsto para la construcción, uno se detiene para estudiar los planos. Y también para reposarse y retomar fuerzas. He aquí la significación de nuestra celebración eucarística de cada domingo. Nos tomamos el tiempo de detenernos para escuchar la Palabra de Dios que nos ilumina (nos aclara), para comer el Pan de Vida que renueva nuestras fuerzas. Para compartir nuestra esperanza con nuestros hermanos, con el Papa Francisco (Pontífice= que hace puente, a la cabeza) y todos los que trabajan en la construcción de la casa de Dios que formamos. Estemos donde estemos, haciendo lo que sea, seamos siempre esta presencia del Señor, esta casa de Dios en el corazón del mundo. Amén! (así sea!)

..."recordemos el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evangelio. "   (Papa Francisco EG 14) 

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